Dos orquídeas de prados secos

Hacia 1900. Collection Espace photographique Arthur Batut, en Labruguière (Departamento del Tarn, Francia).


El fotógrafo Arthur Batut es conocido por dos motivos: su manual La photograhie aérienne par cerfvolant, 1890 (1), y sus colecciones de «arquetipos» humanos, logrados a partir de la superposición de placas fotográficas de varios individuos/paisanos (por ejemplo: 10 retratos de mujeres arlesianas = La Arlesiana). Batut fue el primero en atar su cámara fotográfica a una cometa. Cometa en francés: cerf-volant, como ese escarabajo de largos cuernos, ciervo volante, que trajina en los montones de hojas secas. Las fotos aéreas de Batut no fueron, sin embargo, las primeras; antes de él, antes de su ciervo-volante-con-cámara, Nadar utilizó con idéntica intención un globo aerostático anclado al suelo: la foto saldría más cara pero era más precisa. Menos poética, seguramente también. En cuanto a los retratos-tipo, Batut no se limitaba a jugar con sus placas fotográficas -como hoy haríamos con Photoshop o con los filtros de Instagram- : era ambicioso, soñador, aspiraba a captar «lo invisible» (2), y con esas palabras lo explicaba él mismo.
Los archivos de Arthur Batut, se guardan en el museo del pueblo en que vivió y murió, Labruguière,en el antiguo Languedoc, a no muchos kilómetros de Castres, su pueblo natal. No he estado en el museo y nada sé de su biografía, salvo las cuatro tontunas de la wikipedia, pero husmeando un poco por la web deduzco que pasó su vida, o la mayor parte de ella, en la misma zona, que debía de conocer al dedillo. El mismo ojo que salía a revolotear por el aire (o a perseguir fantasmas) también sabía, cuando quería, pegarse bien a la tierra, es decir, fijarse en los detalles, que es lo contrario de aspirar al «tipo». En 2019 se organizó una exposición en Labruguière con fondos inéditos de Arthur Batut, entre ellos un grupo de bodegones con flores, como este de arriba.
Cuerpo a tierra, pues, con las gafas de ver de cerca. Hay que coger las flores en el campo. Elegirlas, primero. Anacampsis pyramidalis medio abierta y Orchis purpurea, ya abierta de todo (1). ¿Por qué esas orquídeas, por qué no un aciano, una amapola…? Quizá porque ya crecían juntas en el mismo prado: semiseco, calizo y muy soleado. Después habría que colocar las flores en ese cacharro de cristal (elegir el cacharro; elegir de qué lado se quedan las hojas de la Anacampsis ). Memorizar los efectos de la luz -artificial- contra ese fondo nebuloso. Y mientras se van tomando las decisiones (¿cuántas horas?), las dos orquídeas aguantan el tipo. El fotógrafo ha tenido el buen tino de meter los bulbos en el cacharro, y de cubrirlos delicadamente con musgo.

(1) Pdf: http://www.numerisationterrain.fr/pdf/PhotographieAerienneCerfVolant.pdf
(2) Dejó por escrito su método: La photographie appliquée à la production du type d’une famille, d’une tribu ou d’une race. Paris: Gauthier-Villars et fils.
(3) Cf. sus equivalentes a todo color: preservons-la-nature.fr, página muy completa, que incluye planos departamentales. Tarn y Aude (en el antiguo Languedoc interior), son conocidos por la cantidad de orquídeas silvestres que albergan sus prados de primavera: https://www.aude.fr/je-decouvre-la-flore-de-laude

Anacampsis pyramidalis + Orchis purpurea

Prados (1)

Después de la lluvia y el frío, el tercer factor que decide quién -qué flor- ha de adelantarse o rezagarse, asomar ya o esperar turno, cuándo sí y cuándo no, es el rebaño de Wasa. Según por donde lo lleve -que no «lo lleva», en rigor, sino que «lo deja quedar por ahí» mientras él se va a sus otros business en el pueblo, para desesperación de Miguel Manduca, cabrero de la antigua escuela- así la colcha de flores será de una u otra altura, de uno u otro color. Pero Wasa lleva ya tres meses sin venir al prado. Pregunto y me dicen que ha trasladado el rebaño a otra zona del pueblo, por donde el Punto Limpio. Por eso el prado, este prado de detrás de casa, estercolado a fondo durante el otoño pasado, crece más que otras veces. Ni lo ramonean ni lo pisan. De momento (y hasta cuándo, no lo sé) ha dejado de ser «prado de diente».

No hablo de las gramíneas – las cebadillas, la grama…- tan evidentes que pasarían desapercibidas, pero imprescindibles en la trama del prado, y tenaces y hasta machaconas, como la línea del bajo continuo. Acompañando esa línea hay un fondo dominante de flores que varía de año en año y de trecho en trecho. Aquí arriba, esta primavera, es de llantenes. Abajo será de gallocrestas (1), ya empezando a abrirse. Vendrían a ser como los acordes de la línea del bajo: con la grama y las cebadillas envuelven la floración de las especies que se enseñorean del prado, menos abundantes pero más aparentes, y repetidas con una lógica oculta (una física y una química) de la que es principal sospechoso, insisto, el rebaño de Wasa. Coquetas como las collejas y otras parientes silvestres del clavel, por ejemplo, cuyo nombre tendría que buscar en un manual (2), o fachendosas como una viperina (una malva, una borraja, una cañaheja abierta o a punto), estas son las flores que llevan la voz cantante. En algunas hondonadas, sin embargo, y de forma más clara en las cunetas -por breves que sean- el esquema del bajo continuo +solistas se sustituye por un cuarteto de arvejones, margaritas, últimos jaramagos y primeras amapolas en la parte alta, todo él sostenido, a ambos lados, por esa especie de espuma que son las hojas de las férulas, de los hinojos.

NOTAS
(1) Bartsia trixago, en sus dos formas: amarilla o blanca y rosa. ( Flora de Madrid, Javier Grijalbo, 2019)
(2) Silene scabrifolia. Ibidem

Alfilerillos y abrojos: estrategias combinadas para explorar y explotar Marte

Stefano Mancuso (El futuro es vegetal, Galaxia Gutenberg 2019, pp. 98-101  ) escoge  la semilla del alfilerillo (Erodium cicutarium) como modelo para diseñar un plantoide que explore los primeros horizontes del suelo de Marte. 

«La larga arista de la semilla (que se parece mucho a un espermatozoide) empieza a enrollarse en función de la humedad del aire. Las cerdas presentes le ayudan a desplazarse y, en cuanto encuentra una hendidura en el suelo,por pequeña que sea, la semilla se coloca cabeza abajo. LLegados a este punto, con la punta del arpón introducida en la hendidura, los ciclos debidos a la variación de la humedad entre el día y la noche le confieren la fuerza de propulsión necesaria para penetrar en el suelo. Cada espira de la arista propulsa a la semilla más al fondo y, además, la forma de la punta hace que el movimiento de penetración sea constante (…) Para estudiar su aplicación en sondas que pudieran enterrarse a sí mismas susceptibles de ser utilizadas en misiones de explotación interplanetaria (1), se valoró la capacidad de la semilla para introducirse en distintos suelos con capacidades mecánicas similares a las de la Luna, Marte o los asteroides (…)«

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Propongo yo aquí, para combinar con el tornillo-alfilerillo de Mancuso, el fruto espiralado y pinchudo (el abrojo) de la alfalfa de secano, Medicago polymorpha. Una leguminosa silvestre, anual, de flor amarilla, muy común, que veo comer con gusto a las cabras y ovejas de mi vecino Wasah. 

 

 

 

 

 

 

En Marte, como en cualquier otro planeta que tuviéramos que explorar (o explotar, vid. infra, notas 1 y 2), el alfilerillo podría perforar la tierra, sí, pero el abrojo rodaría por su superficie, como un cardo corredor (Eryngium, o similar), y la colonizaría rápidamente. Lo haría incluso con más habilidad que el cardo, pues, gracias a su estructura de acordeón circular con garfios (tipo velcro, vid. nota 3),  el abrojo iría enganchándose a todo con ahínco de pionero, y ni una tormenta racheada lograría arrancarlo de su soporte. Al cardo corredor, por el contrario, lo imagino volando sin rumbo por el sistema solar… pero también al alfilerillo si no lograra prenderse bien, nada más tocar suelo, a la primera rugosidad marciana que se topara. Este es, de hecho, el problema que parece tener el  plantoide-alfilerillo. ¿No podríamos solucionarlo combinando las dos estructuras, alfilerillo/abrojo, ambas espirales, pero una en vertical (tornillo) y otra en horizontal (velcro, con el añadido de rodante)? Yo lo veo claro. Rodando y enterrándose, rodando y enterrándose, alfilerilllos y abrojos acabarían convirtiendo el paisaje de Marte en una preciosa pradera forrajera, (explotable) de color predominantemente amarillo, entreverado de malva claro. 

(Fuentes:  iz., floravascular.com, Medicago: flor y fruto/abrojo; dcha., naturalista.mx, Erodium. El nombre «alfilerillo» se aplica tanto a la flor como al fruto, como a las semillas que van comprimidas dentro, y que cuando están maduras, a punto de caramelo, salen propulsadas ante el menor roce)

NOTAS

(1) En el texto, sic: explotación interplanetaria (p.99). Puede que sea una errata (por «exploración», deslizándose una -t- del inglés exploration), o no, porque el original es italiano. Explorations y exploitations  (+/- explosions) a menudo se suceden.
(2) Por otra parte, el Erodium cicutarium, el alfilerillo de S. Mancuso, también les gusta a las cabras, como la alfalfa de secano. También es forrajera.  (Y llegados aquí, ¿estamos ya pensando en lo mismo, en mandar un rebaño a Marte?)
(3) https://www.velcro.es/about-us/history/  El suizo inventor del velcro  se inspiró en los abrojos de bardana que traía en el pelo su perro. Mancuso menciona  esta invención en la p.107.

Fotos de Bonifacia: zoocoria.  Boni , mi perra, lleva en el hocico los abrojos de LRO (y seguro que no pocos alfilerilllos, espiguillas, etc), alguno de los cuales quedará en el coche, cuyas alfombrillas sacudiré en un área de servicio de la A6 (cuando nos dejen subir, pronto),  y caerán entonces al suelo, y el viento las barrerá en parte hacia esa cuneta de León, donde germinarán, aunque otra parte llegará al pelo de otro perro, que ha bajado también con su dueño a estirar las patas, porque aún les queda mucho hasta Valencia, donde germinarán también… 

Amapolas blancas de Toledo

Afganistán va a la cabeza, seguido de México. Pero en la liga de los narcóticos legales, después de  Australia ya vamos nosotros: España es el segundo productor mundial-legal de opio, mejunje de morfina y otros alcaloides que se extrae del látex de la amapola Papaver somniferum. La amapola blanca. La adormidera. Cualquiera las habrá visto por las cunetas o las lindes de los sembrados entre abril y mayo, en especial si la primavera ha venido lluviosa. Es planta autóctona. Está presente en el catálogo de floraiberica.es con un montón de subespecies.  Lo que no quita que a veces, en ciertos lugares, ciertas variedades… hayan podido llegar de tapadillo, escapadas quizá, con la complicidad del viento y los pájaros, de plantaciones privadas -perfectamente legales; voy a insistir en esto, por si acaso le he dado demasiadas veces a la entrada Papaver en google-  pertenecientes a laboratorios farmacéuticos o vinculadas de algún modo a ellos. Su prima hermana Papaver rhoeas, mucho más abundante pero menos rica en alcaloides, es la amapola roja (rojo escarlata, sin matices) que domina el paisaje en las primaveras que ya consideramos «normales», es decir, secas, muy secas, sequísimas, o solo levemente remojadas. Esta primavera de 2020, sin embargo, sí  ha llovido en la meseta: 152 litros/m2, para ser exactos, recogidos en el pluviómetro del balcón de mi cocina durante las siete semanas de confinamiento. Las blancas no son omnipresentes, como las rojas. Pero la lluvia las ha despabilado: si uno sale a dar una vuelta, las encontrará enseguida

Aparte de esos ejemplares aislados por cunetas y lindes, o de las plantaciones legales escondidas tierra adentro, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, también aparecen con relativa frecuencia, en medio de un prado o de un terreno perdido (por baldío), reductos monoespecíficos de amapolas blancas, con ocasionales variantes rosáceas o de un tono malva claro, como diluido; a veces estos «reductos» son llamativamente grandes, y entonces no será raro ver aparcado cerca un coche de la Benemérita, y dos puntos verdes caminando por el horizonte. (1)


En la villa de la divina Livia Drusila, al norte de Roma, había amapolas blancas (https://laramadeoro.com/2019/10/10/giardino-dipinto/). Algún médico de confianza andaría detrás, en comandita con el jardinero, pues la adormidera, presente en los tratados de medicina más antiguos, era el único analgésico conocido verdaderamente eficaz. Uno de los cócteles habituales -encuentro la receta en la web- era el láudano:  opio de adormidera mezclado con vino blanco y unas hebras de azafrán, Crocus sativus, otro conocido producto manchego/afgano, bastante más inofensivo que la (hermosísima) amapola blanca.

Notas.

(1) Noticia actualizada, junio 2022:
https://www.elmundo.es/cronica/2022/06/10/629e3ac7e4d4d84c428b458c.html

Non me esquezas!

Ayer por la mañana, regresando de abrirle los semilleros al pastor (https://laramadeoro.com/2020/03/26/sigilosamente/

Ventajas de caminar cabizbajos: a veces uno encuentra una flor con la que no contaba, y, gracias precisamente a que va arrastrando los pies, aún le da tiempo a reconocerla al vuelo y a  levantar y desviar el zapato – ¿myosotis?-  un nanosegundo antes de pisarla. Ne-m´oubliez-pas, Nomeolvides, Forget-me-not!  Myosotis arvensis, la flor más pequeña de esta pradera estacional que debemos tanto a la lluvia de abril como al confinamiento (menos gente, menos motos, menos quads…). Crece en suelos arenosos y frescos, a media sombra. No es longeva como sus hermanas vivaces (myosotis de las orillas de los ríos, por ejemplo-nota 1) sino anual, relativamente frágil, y a tal punto depende del grado de humedad que no es de extrañar que sea la primera vez que la vea aquí, en este terreno -una viña de albillo- seco tirando a árido, que el arado rompe y voltea dos veces al año. Un tono azul cielo característico, poco común, le da al myosotis  cierta distinción en el grupo de las boragináceas (que parecen tender al azul puro/bleu-azur, o ya al violeta) además de ponerla a salvo de los pisotones.
Los myosotis se ven (o veían) mucho en los jardines de alcurnia. Variedades hortícolas de M.sylvatica, de floración muy precoz, de mata más compacta y de corolas en azul más luminoso o incluso -absurdamente- en rosa o en blanco. Los jardineros de allende los Pirineos arreglan (o arreglaban, ya no sé) sus plate-bandes reproduciendo el esquema estándar de bianuales  (Myosotis, Cheiranthus, Viola…) con bulbos de primavera. Pero ninguna de esas variedades, creo yo, resiste la comparación con un nonmeesquezas de pueblo.
En el centro de la corola azul mantiene abierto un ojo amarillo, su complementario, reclamo seguro para abejas y otros polinizadores .

(1) Myosotis  stolonifera, palustris… Quizá lo lleva en la mano esta «Mujer de la familia Hofer»:https://www.nationalgallery.org.uk/paintings/swabian-portrait-of-a-woman-of-the-hofer-family

 

 

Fritilarias y asfódelos

Fritillaria lusitanica. Pariente castiza, humildísima, de la Fritillaria imperialis, especie de azucena rococó importada de Turquía  en el XVI (levantina, pues), que no se parece a esta ni en el blanco de los ojos. La lusitanica, además, es una relativa «rareza» que nos pone en el mundo, prueba y recordatorio de que, aún estando lejos del mar, LRO cae en la cuenca del Tajo/Texo, y esta, en términos florísticos, en esa que llaman Región Mediterránea W (Ibero-magrebí) . A su alrededor crecen espárragos, tomillos,retamas, jarillas. El suelo es roca, granito que a veces se ablanda y en sus fisuras prende algo. Unas pipas, por ejemplo: vendrán pinos piñoneros. Muy cerca de las fritilarias, pero más descaradamente al sol, se extienden en matas altas los asfódelos (A. racemosus, gamón, gamâo), esas azucenas silvestres, de varas blancas y rígidas, con las que Homero alfombró la entrada del Hades, quizá porque para llegar hasta ella Ulises hubo de tocar «los confines del Océano», es decir, la Lusitania, el finisterre, Region Mediterránea W- Ibero-magrebí…? (hipótesis  muy  golosa  para  terminar un  post  pero  sin pies ni cabeza filológicos:  la  vegetación  no era  la   misma  tantos  siglos  atrás,  y  ni  siquiera  es  seguro -véase nota 1-  que  en  la  Odisea Homero  quisiera hablar  de  una asfodelón leímona, en vez de una  spodelón  leímona, «pradera  de  cenizas»)

Notas

1. Steve Reece, «Homer’ s Asphodel Meadow», GRBS nº 47 (2007). Las cenizas le parecen más coherentes en el lúgubre, tenebroso contexto de la Odisea 11 y 24. Explica la posible confusión fonética cenizas/asfódelos a la par de la evolución teológica (visión del inframundo) que va de Homero a los líricos, pasando por Hesíodo. Versión pdf en la wiki, y aquí: https://grbs.library.duke.edu/article/view/811.

Sobre asfódelos y flora de poniente:  «el género alcanza su máxima diversidad en el W del Mediterráneo, particularmente en la Península Ibérica y NW de Africa… donde se reconocen hasta 16 especies, 13 de las cuales en la Península» (floraiberica.es). Pero esto vale para hoy, claro, no para varios siglos a.c.

2. La foto de los asfódelos, completamente abiertos, es de algún pasado mes de junio, (no de ahora).

Love-in-the-mist

cápsulas nigelia fin junio«Amor -en -la -niebla» es como llaman en Gran Bretaña a nuestra «arañuela», la Nigelia damascena, flor anual del sur de Europa, que ellos han introducido en sus jardines y ha terminado desperdigada por cunetas y lindes Como muchas ranunculáceas (¿quizá todas?), la nigelia es tóxica. Incluso muy tóxica. Lo que favorece su dispersión, porque las ovejas son muy listas y no se la comen. El amor-en-la-niebla es uno de los «hits» de la pradera de junio. Bonita cuando florece y espectacular cuando fructifica. Pero mala toda ella, una mala pécora de la cabeza a los pies. En la «tira de flores» de LRO (véase post correspondiente) se sembró un sobrecito de nigelias hace años. Como sólo se riega -y poco- el espacio que ocupa la tira, la nigelia no se ha salido del lugar que le fue asignado, manteniéndose formal y sumisa entre los márgenes. Se resiembra sola. Todos los años la fotografío, y nunca me canso.

nigelias

NO sin mi desbrozadora

Todo el verano

no sin mi desbrozadora

No se puede vivir sin desbrozar en una finca donde no se ara. Tampoco hay ya  rebaños  ni caballerizas que mantengan a raya las hierbas (hasta hace dos años venía el pastor, Miguel, con sus ovejas y cabras, pero la artrosis ya no le deja aventurarse tan lejos del tinao).  Si viene una primavera lluviosa, como ésta, la pradera nos llega al cuello – literalmente, e incluso más arriba-, lo que está muy bien de marzo a mediados de junio,  cuando todo está aún verde y los insectos enloquecen de felicidad entre la avena loca, las alfalfas, las anchusas….  Pero la cosa cambia mucho  en cuanto empieza a hacer calor de verdad, al rondar los treinta grados. El campo se convierte entonces en un peligroso y crujiente almacén de paja seca, y ya no se puede esperar más: hay que sacar las máquinas, ponerlas a punto, preparar la mezcla de gasolina y aceite. De junio a septiembre se hacen, como mínimo, tres depósitos semanales (en realidad, uno diario durante la segunda quincena de junio).  Tenemos dos desbrozadoras manuales, de las que se cuelgan de la cadera agarradas a un arnés, y con un cabezal de corte “de pelo”, esto es, de hilo de nylon grueso.  La primera es una Stihl 230, que de joven trabajaba con mucha furia pero que desde hace un año empieza a dar problemas (el carburador, dizque; pero cambiarlo no baja de 200 euros). Su hermana pequeña es una Stihl 55,  con menos potencia pero mucho más segura al arrancar. Una es mi brazo derecho, la otra mi brazo izquierdo.  Todos los días están zumba que zumba por la finca. Han de desbrozar los caminos, las zonas contíguas a la casilla y las huertas, y las calles entre las viñas. La pradera de abajo  se deja a su aire (linda con la viña de Perico, tan perfectamente arada que no puedo imaginar mejor cortafuegos que ése).
hierbas enredadas en el cabezalLa hierba alta y de caño duro se corta moviendo la máquina de arriba abajo. Aquí no interesa ir formando haces largos, que se tiendan ordenadamente a un lado, como al guadañar. Primero, porque el diámetro de corte no pasa, en el mejor de los casos, de 40 cm, y habría que darle un fuerte impulso a la máquina para que, además de cortar, desplazara toda esa broza. Y ni esta máquina ni mis brazos están pensados para eso. Segunda razón: mucha de esa hierba no se recoge (sólo una parte; luego lo explico), así que interesa dejarla bien triturada, para que se descomponga antes y rebaje unas décimas (¿?) el riesgo de incendio.
La desbrozadora corta mal -¡ fatal!-  los tallos de las margaritas, de las alijonjeras, y de las malvas. Se enredan salvajemente  al cabezal  y hay que parar el motor para deshacer la maraña. Un incordio. Por eso es recomendable cortar esos cañotos con la hoz antes de empezar con la máquina. Y digo la hoz en vez de la guadaña porque guadaña -por la que llevo suspirando AÑOS- aún no tengo. (Está de camino: mi amigo Rubén me la va a traer de Asturias este verano, una guadaña negra, elegantísima, con su “kit” de afilado incluido…).
¿Qué se hace con la broza?. Con la mejor, esto es, la más fina y más limpia (sin grama ni demasiadas semillas), se acolchan la huerta y el pie de los árboles frutales. La más basta se divide en dos: una parte se queda «in situ», procurando pasarle una segunda y hasta una tercera vez la desbrozadora, y otra parte se rastrilla y se acumula en los composteros, que están en zonas donde se llega bien con la manguera. Siempre que se puede se mezcla con hierba fresca -verde, nitrogenada- que me traigo de otros jardines o incluso de las segadoras de césped del Ayuntamiento (cuando las pillo). En esos composteros, más o menos regados, sembraré cucurbitáceas el próximo año, o sacaré la  tierra de la parte baja -la hierba ya descompuesta – con una pala de mango largo, como si fuera  un horno de pan…