Manual de heridas (4)

A pesar del temporal de nieve de 2021(‘Filomena’), que literalmente la tronchó, la encina de la entrada se ha recuperado. Le hemos quitado ya las muletas. Las heridas están casi cerradas. Y aunque la copa sigue descompensada, la recuperación es tan evidente que pronto, quizá el próximo invierno, podremos rehacerla podando por la derecha (por donde se desagarró el árbol; como no llegó a romperse del todo, enderezamos el tronco partido y lo atamos a una especie de corsé de madera, sus «muletas» durante estros tres años)
Tres años. Aquel día, cuando por fin conseguimos llegar a LRO, hundida bajo la nieve, se nos cayó el corazón a los pies al ver la encina tronchada.
La dimos por perdida: ¿cómo iba a soldarse de nuevo una copa entera?

Enero 2024


****
Anotación de enero de 2021, que no llegué a subir al blog:
La nevada troncha la copa de la encina de la entrada (esta misma: https://laramadeoro.com/2019/05/27/encina/). Se abre una grieta de un palmo, justo en la cruz, y solo queda en pie una rama lateral de menor diámetro. Subimos la copa y la atamos con la primera cuerda que encontramos. La descargamos de dos tercios de su peso. La arremetemos. Dos tutores sólidos de diferentes alturas -estacas, afianzadas entre sí con otras de menor tamaño- para evitar que vuelva a partirse, uno para la copa enderezada y otro para la rama superviviente. Cambiamos las ataduras por alambres metidos en trozos de manguera vieja, que no hagan rozaduras en la corteza.

A ojo velando

Cursiño en Lourenzá. Inxertos de escudete en maceiras.

A mediados de abril, es decir, a ojo velando: yema cerrada que parece dormitar (no dormir profundamente, pues está hinchada) pero de hecho se mantiene despierta. Ojo velando: yema en armas y a la espera.
El injerto se hace forzosamente en verde, para que la corteza se despegue bien del patrón (un brinzal de maceira brava) en el que queremos insertar el escudete de la variedad nueva (una reineta, para el caso). La yema del escudete brotará enseguida en el patrón. Cuando el brote de nuestra reineta haya crecido lo suficiente, cuando sea ya rama, se corta tranquilamente la parte de arriba del bravo brinzal.


Manual de heridas (3)

 «El mes de agosto había batido todos los récords de temperaturas. Los árboles que había podado tarde –ya iniciada la brotación- solo estaban compartimentando a medias. Las heridas, abiertas. Expuestas a agrietarse. ¿De qué valía todo lo demás, me preguntaba una y otra vez, si los árboles se morían? Que yo comprendiera cómo funcionaba la fisiología del árbol, que yo hubiera leído a Alex Shigo y conociera los mecanismos de defensa del método CODIT… nada de todo eso, ni mi comprensión ni mis conocimientos, habían podido ayudar a aquellos frutales enfermos. Decidí empezar un registro de todos los cortes, un completo Manual de Heridas, con fotos y comentarios, del que pensaba poder sacar importantes conclusiones de un año para otro.
(…)… me había obsesionado con aquellos árboles podados mal y a destiempo por orden de un cliente al que no había sabido decir no. Quería saber más sobre su resistencia, pero este dato no estaba en los libros porque las variables eran infinitas: ¿hasta dónde puedo cortar las ramas sin que hacerlo tenga consecuencias irreversibles? ¿Cuánto más puedo machacarlos, cuántas primaveras seguidas, antes de que ya sea tarde? Me asomaba a la ventana un momento: ¿cuántos cubos de detergente -qué cifra exacta- puede echar en el alcorque ese señor de ahí, el que acaba de limpiar el suelo de su carnicería, antes de que el árbol diga basta? Y ni siquiera lo va a decir. No avisará. No le dirá a nadie: mañana, cuando este descerebrado vuelva a vaciar su cubo, o esa jardinera ignorante termine de podarme, me rendiré por fin. Una vez inclinada la balanza -¡pero si solo era un cubo, solo un rasguño!, ¡solo una bolsa de plástico tirada al mar!-, el árbol se limitará a morirse, en silencio, sin más, como los animales del bosque cuando les talan a matarrasa la carballeira, o les desecan la charca donde año tras año, primavera tras primavera, iban a poner sus huevos las ranas y los sapos.

(…)  (Unos años después)
…Cuando regresé a La Coruña fui enseguida a revisar los árboles del Manual de Heridas. Muchos habían muerto (entre la mitad y un tercio, para ser exactos, la misma proporción que los que dejé plantados), y de ninguno de los supervivientes se puede decir que esté “espléndido”. Solo que están vivos y que hacen lo que pueden por seguir estándolo. El Manual, si he de decir la verdad, de poco me sirvió. Una vez abierta la herida, lo único que puede hacerse es cuidar del estado general del árbol para que se vaya acostumbrando a vivir con ella; ni siquiera es bueno andar limpiándola: las gomas que supura el corte, las costras de resina… nada debe retirarse. Por cada árbol que muere planto cinco. Nunca se sabe. Y a veces pienso que si vinieran dos buenos inviernos, dos seguidos, como los de antes (¿cuándo era Antes, M. Andrade?) quizá esos árboles volverían a brotar con fuerza…»

Perfiles de cebra, fragmentos: p. 167,169,.249

Copa de carballo. Plantado en Arillo, La Coruña, hace quince años.

Trasmocho (y 5): escoba de bruja, cabeza de gato

(Nota, 8 de marzo/21- La borrasca «Filomena» ha destrozado muchos árboles que, se quiera o no, habrán de ser desmochados o terciados para tratar de salvar/rehacer lo que la nieve ha roto, lo que queda de las copas partidas. Al pensar en esto ayer -desde el coche, por los caminos, es indescriptible el destrozo, más visible cada día en encinas y olivos a medida que las hojas de las ramas muertas se van secando, en medio de la copa aún verde-  recordé este post y lo busqué, descartado desde hace años en la bandeja de borradores -supongo que por demasiado largo)

Terciado, que da > una escoba de bruja, que a su vez da, si se limpian los brotes al año siguiente>   una cabeza de gato.
Actualización: cuando el trasmocho (generalmente con motosierra y sin miramientos) se hace en cada una de las ramas estructurales en vez de en el tronco, entonces se le llama «terciado«, que es, por tanto, como un trasmocho/desmoche/descabezado aplicado a esas ramas primarias, dejando sólo  un tercio (+/-) de su longitud.

Foto 3. Cabezas de gato, tras retirar cuidadosamente la «escoba» (pelo a pelo, con tijera)

Foto 2: La herida se llena de brotes desordenados. Una escoba de bruja. Una melena enmarañada. Los brotes, muy numerosos, nacen de yemas adventicias en el perímetro del corte: las inserciones serán siempre débiles, proclives a romperse con el tiempo. Si se retiran esos brotes, todos, se forma entonces la cabeza de gato.

N.B: como se ve en la foto 3, si se amplía un poco, los jardineros que saben más , incluso cuando ven la cabeza de gato como un fin en sí mismo -que perpetuarán año tras año- acostumbran a dejar algunas varas aquí y allá sin cortar. Lo hacen sobre todo en árboles muy vigorosos, para que la escoba de brujas no se les desmadre…(más varas = más yemas = menor vigor de los brotes subsiguientes), y no tanto para reconstruir conscientemente una gran copa.

Ahora, foto 4, de una «cabeza de gato que ya va dejando de serlo», porque se han escogido dos o tres brotes bien orientados; estos 2 ó 3 brotes han engordado y ya vuelve a verse algo parecido a una «copa» estructurada; todos los demás brotes vuelven a limpiarse:

Foto 4. Cabezas de gato que pronto dejarán de serlo, en fase de reconstrucción de la copa. Conviene rebajar esos brotes al primer desvío aceptable, para que -en primavera, cuando se llenen de hojas- no corran el riesgo de quebrarse con el viento/su propio peso.

Sobre la primera opción, pongamos (a): cabeza de gato año tras año.
¿Por qué hacerlo?
En la mayoría de los casos esta poda  no se escoge por razones ornamentales -(¿bonitos muñones?) sino para arremeter la copa. Es decir, para que una especie arbórea de gran porte pueda seguir creciendo sin estorbar en un espacio reducido (mejor hubiera sido seleccionar un árbol más pequeño al hacer la plantación… pero no siempre se puede elegir; ante lo irremediable, supongo que es preferible recurrir a estas podas en cabeza de gato y conservar el árbol que apearlo porque estorba al camión de la basura, o porque se ha construído junto a él un aparcamiento, o…). Ahora bien, las razones ornamentales -que, confieso, me cuesta compartir- también se dan. En el norte de Francia y en los Países Bajos he visto a menudo, tanto en el campo como en la ciudad, cortinas de tilos podados en tête de chat. Y aquí mismo: en muchas plazas y paseos de pueblo se siguen haciendo bóvedas de plataneras con puentes de injerto, lo que implica mantener una estructura -fragilísima- de pequeños muñones/cabecitas de gato.
Las cabezas de gato envejecen mal.
Cuando esas cabecitas -en plátanos ornamentales casi siempre- , pasados unos años, han engordado tanto (acumulando reservas) que se pone en peligro la estabilidad d la rama que la sostiene, entonces se procede a decapitar. Con la motosierra. ¡Adios a los muñones! Suena muy salvaje, y lo es , pero al menos no se hace por pura impericia, de forma rutinaria año tras año, como con los terciados municipales que todos conocemos… Ese corte, pasados varios años de engorde del muñón, se hace para mantener una estructura estable. Y además, para debilitar adrede el árbol (hay que mantener una especie grande en un espacio pequeño). Al año siguiente del corte los brotes salen disparados como flechas del perímetro de la herida ,formando la «escoba de bruja» que ya conocemos…  Si en los años siguientes no hacemos nada el desbarajuste de la copa será total.
O sea, que
o bien (a) reiniciamos la formación de una cabeza de gato;
o bien opción (b) tratamos de reconstruir la copa escogiendo los mejores ramos y eliminando el resto; como en la foto 4.
la opción (*c), abandonar el árbol a su suerte, no vale. Se formará una maraña de ramos con inserciones muy frágiles que competirán entre sí; muchos se secarán, otros se partirán al crecer y engordar, perdiéndose reservas innecesariamente, abriéndose la puerta a infecciones….. Así que NO: ahora no vale hacerse a un lado. El que ha provocado el problema, que apechugue y lo arregle (opciones a/b)

Lo último vale también para todos los demás trasmochos. Fue saliendo en los otros «posts». Cuando un hombre decide formar un fresno trasmocho para ramoneo, o un melojo para leña, o un sauce para tejer nasas; cuando decide recepar un castaño o un quejigo; cuando decide formar un árbol, el que sea, contrariando el que sería su crecimiento natural, con su porte natural, si él no hubiera intervenido, entonces ya no debe separarse de él nunca (o al menos en una larga temporada…). Los chirpiales y los ramos de los trasmochos abandonados se desgarran y se secan por falta de cuidados. No pretendo decir que haya que seguir manteniendo una explotación que ya no es rentable, en un suelo cada año más seco, con un clima imprevisible…. Pero ¿es de verdad imposible  intervenir, siquiera  mínimamente, para que los árboles no se malogren y, con ellos, el paisaje?

Di li Alberi et verdure

E. H. Gombrich sobre el Tratado de la pintura de Leonardo (en concreto, sección sexta del Codex Urbinas, Di li Alberi et verdure): “lejos de considerar la pura mirada como medio para conseguir su meta (= análisis científico de las apariencias naturales), Leonardo nunca se cansó de subrayar la importancia del razonamiento». Así, para reproducir la estructura de un árbol:

Leonardo entendía que las ramas se dividen poco más o menos como el delta de un río. Cuantos más tributarios nacen, menos agua lleva cada uno. Esto le hace concluir que si se suma el grosor de las ramas o ramitas tras cada subdivisión la suma debe coincidir con la anchura del tronco o de la rama que quede por debajo (…) Como consecuencia de este principio leemos en el fol.246r que el crecimiento anual de un árbol se refleja en estas ramificaciones, cuya suma equivale siempre a su vez a la anchura total del tronco. Se trata de una hipótesis de gran sencillez y elegancia, aunque vuelve a ser una construcción a priori a la que se llega más por razonamiento abstracto que por medición. Guardo en mi archivo una carta de la East Malling research Station de la Horticultural Society, que fue consultada a petición mía. El autor quedó impresionado por el estudio de “biométrica”, como él decía, de Leonardo, pero no pudo confirmar sus ideas. Ninguno de los ocho manzanos que midió se ajustaba a la predicción de Leonardo, siendo en realidad la suma total de los diámetros de las ramas muy superior al diámetro del tronco, aunque en la parte inferior, próxima a la primera división, la discrepancia fuera menos llamativa…”

Y sobre la representación de árboles con hojas, “uno de los problemas más recalcitrantes y complejos de la historia de la pintura”:
(…) Recordando los métodos reducidos de la tradición bizantina, representando todas las hojas de un árbol, y las fórmulas globales de Giotto, no sólo resultan admirables los métodos de Van Eyck para representar la luz y el follaje, sino que se aprecia lo conseguido por Leonardo en las extraordinarias páginas del Tratado, que aspiran a la clasificación científica de todas las posibilidades (…). Siempre sistemático, enumera cuatro factores que afectan al aspecto de las hojas de los árboles, a los que llama lustre, luz, transparencia y sombra… (…) Ha confundido a veces a los traductores, pero dentro de su contexto el significado es claro. Los extremos son la oscuridad de la sombra y la claridad del lustre. Entre ambos se halla la cualidad intermedia, que Leonardo desea dividir en dos: una más oscura próxima a la sombra, que llamará transparencia, y otra más clara próxima al lustre, que llama luz..»

E.H. Gombrich, Nuevas visiones de viejos maestros. Estudios sobre el arte del Renacimiento vol. 4, Debate, 2000, pp.44 y ss.

Reproducción de «Estudio de un árbol» y «Estudio de un bosquecillo», Leonardo da Vinci; hacia 1498. Windsor Royal Library

Futuros madroños

Semillero de Gema, en la sierra de Madrid. Cubiletes de yogur y sustrato de siembra estándar. El árbol florece en otoño, cuando los (lentísimos) frutos del año anterior están por fin madurando. Las semillas del madroño, como las de la mayoría de los árboles de zonas templadas (=cuatro estaciones marcadas) vienen programadas para no confundir el otoño con la primavera, de modo que, si no detectan suficiente frío, saben que aún no ha llegado el momento de germinar… Y no lo hacen. Por eso las semillas del madroño han de pasar dos o tres meses en la nevera: para tener garantizado un invierno de verdad. Un invierno frío, como los de antes (1).
Pasado el invierno del frigorífico, se siembra y se pasa a la fase dos: la primavera del garaje. Temperaturas de 15-20ª, que se consiguen fácilmente cubriendo el semillero con una chimenea de plástico, es decir, con una garrafa de agua sin la base.


En LRO, que no está en la sierra norte, sino en el valle del Alberche, al oste, en una zona de clima más suave (continental, pero con un aquel mediterráneo…), conservamos dos madroños relictos de cuando el agua corría por todas partes, y hasta nevaba un poco en enero.Los madroños, encaramados a las rocas, con las raíces siempre al fresco, vivían bien entonces. Como los alcornoques, de los que apenas queda uno -uno solo, muy hermoso- en la finca de enfrente, y como los laureles, las zarzaparrillas, los jacintos de bosque y las peonías, P. broteroi, hoy definitivamente desaparecidas.
Si los madroños de Gema siguen creciendo, algunos se vendrán a repoblar LRO, pero solo en aquellos rincones (rocosos, umbríos) donde todavía pueda tener sentido seguir intentándolo. En el resto de la finca, cada año más árida, ya no lo tiene. Apostamos preferentemente por los almendros y los pinos piñoneros, los pistacheros, los quejigos… Así como los pájaros se van a anidar más al norte, y los viticultores se mudan con sus bártulos a las faldas de los Pirineos, quizá en la sierra donde vive Gema, que es/era tierra de rebollos y encinas, pero no de alcornoques y madroños, el paisaje se irá pareciendo cada día más al que teníamos antes aquí. Y el nuestro al que tenían ¿en Toledo? Y el de Toledo…

NOTAS
(1) La temperatura de una nevera normal está entre 4-6 grados. Así que un sótano frío también vale. Se trata siempre de lo mismo: de fingir un invierno como Dios manda. Lo que de hecho hizo Gema fue ponerlas en un táper en el garaje, donde hace mucho, mucho frío, pero no hiela. En el táper metió sustrato de siembra, que es lo que tenía por casa. (Lo más seguro para evitar podredumbres, sin embargo, es arena, o una mezcla de arena y fibra de coco humedecida. Incluso si las metemos en bolsitas etiquetadas en la nevera). Unos tres meses más tarde, en cuanto las primeras semillas empezaron a germinar, la humedad del sustrato se condensó en la tapa-del-táper y apareció algo de moho. Momento de airear y sembrar/repicar a toda prisa (en los cubiletes de yogur)

Trasmocho (4): leña para hoy, nada para mañana.

Imagen

 

encina desmochada

Con trasmochos y chirpiales para leña (nota 1, abajo), en especies de hoja caduca y fuerte brotación, cultivadas en zonas medianamente frescas, era como se solucionaba antes la papeleta. Haciendo este tipo de podas a nadie puede extrañar que esos árboles no llegaran a viejos. Pero hasta los años ¿50/60? del siglo pasado, en un contexto medioambiental muy distinto, aún había  una razón comprensible para hacerlo, una lógica estricta en los turnos de poda, que su responsable era el primer interesado en controlar, y todo un business que incluía a leñadores, almacenistas, carboneros…: un aprovechamiento racional, en definitiva, en el que habría sitio para la impericia y el descuido -como en todas partes-, pero también un interés objetivo por hacer las cosas con cierto cuidado. A día de hoy, sin embargo, quedando tan pocas dehesas y carballeiras en buen estado, habiendo tanto, tanto, tanto monte que limpiar, y viviendo como vivimos en una galaxia diferente (la ganadería extensiva se reduce o desaparece, las antiguas explotaciones se abandonan…¡y esto sin hablar del cambio climático!) es difícil entender por qué se se les sigue dando esas tundas a los pocos robles y  encinas de cierta envergadura que aún se ven por ahí. Seguimos aceptando que se tercien y/o desmochen sus copas, que se hagan podas abusivas tirando de la motosierra, y todo ello como si nada hubiera pasado: como si siguiéramos en 1900.

En muchos pueblos -como éste mío de la Sierra oeste madrileña- el ayuntamiento extiende concesiones de leña a los particulares que lo solicitan. Les adjudican una determinada parcela y un determinado volumen de leña a extraer ( pino y jara, sobre todo ). Pero pocos lo hacen. Salvo ilustres excepciones, que las hay, la mayoría de mis vecinos tienen depósitos de gasoil (fumata nigra), y la chimenea (fumata blanca) es sólo un complemento más o menos exótico. Hay incluso quien busca troncos de encina perfectamente cortados, estandarizados e impecables como los tomates del súper («cortada a 35 cm», dice una publicidad casera pegada sobre el semáforo).tronquitos bonitos y limpios Por lo general, se prefiere pagar varios cientos de euros por un camión de encina free-lance que pasarse un fin de semana al año cortando ramas y haciendo viajes con la furgoneta, o que pagarle un jornal de 60 euros diarios (gasolina aparte) al que vaya a hacerlo en tu lugar, consiguiendo, de rebote, que el riesgo de incendio en el término municipal disminuya. (¿Por qué se prefiere pagar la leña a ciegas? O por falta de información, supongo, o porque. no siempre es fácil, ay, encontrar a esa persona joven/medio joven que «vaya en tu lugar» a sudar al monte )
Las únicas desventajas que se me ocurren son: una, que esta leña «max-mix» del monte comunal es de menor calidad; hace falta más volumen para calentar lo mismo; y dos, que, con respecto a otros sistemas de calefacción, uno no puede darle a la palanca y olvidarse (hay que levantarse, bajar a llenar un cesto, cargar…). PERO no hay que rendirse a la fatalidad: ahora hacen unas chimeneas cerradas fantásticas, con un rendimiento que rasca el 90% (es decir, que el poder calórico de la madera se aprovecha mejor, con lo que se necesita menos leña: menos desriñonarse) y un precio cada día más asequible.

Se puede tener un plan B (un segundo sistema de calefacción) para cuando no haya tiempo o no haya fuerzas. Pero el objetivo, en mi opinión, sería invertir el orden de prioridades: intentar calentar el 80% ó + de las veces con la chimenea, que ésta se convierta en el sistema central, no en el sistema de apoyo, y dejar en la reserva el radiador (por ejemplo).

Gran Quema 2010…Todo ha cambiado tanto. Antes se regalaba la madera a cambio de que le «limpiaran» a uno la finca (2). Ahora el propietario de esa finca ha de pagar, o hacerlo él mismo, y los montones de ramas y maleza seca se convierten en un problema si no han ardido con su correspondiente permiso de quema – y sin calentar a nadie: ya no son propiamente «leña»- antes de que se meta el verano. El problema del propietario con su parcela es el del Ayuntamiento con el monte común. Y es un problema grande, de los que quitan el sueño.

El futuro, nos dicen, está en las briquetas de viruta prensada y los pellets, procedentes  de «la limpieza de los montes» (resíduos varios). Ojalá. De momento, sin embargo, los pellets son bastante más caros que ese max-mix del monte común (coste mano de obra + transporte)  o que los viejos troncos de roble/ encina. No parece haber más opciones.

Respecto a esos troncos, para terminar por donde empezamos, la cosa sería menos dudosa si procedieran de explotaciones bien gestionadas, con podas selectivas, con un mínimo de amor por los árboles…Y con el sello FSC, por ejemplo, tan fácil de encontrar en otros países (3). Pero esta información, detallada y certificada, sin tonterías, en España casi ningún consumidor la pide, ningún vendedor la ofrece, y basta con echar un vistazo alrededor para comprender que cada vez hay más chaparro y maleza que árboles, más especies de crecimiento rápido que roble/encina, más árboles mutilados que copas estructuradas, y que, en fin, arrancar la motosierra y tirar para el monte (cualquiera, sin entender ni pío de cómo ha de curar un árbol sus heridas)… es lo más fácil de este mundo.

NOTAS

(1) Sobre trasmocho: https://laramadeoro.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=3122&action=edit . Chirpiales, tras un recepe a nivel de suelo, era lo que producía el «cultivo en monte bajo regular»  (R. Serrada, 2008, «Apuntes de selvicultura»). taillis de chataignerEste tipo de cultivo se ha ido abandonando… y, como con los viejos trasmochos dejados a su suerte, sin rehacer la estructura del árbol, lo que queda atrás ya no es nada de lo que quisiéramos ver, ni bosque productivo ni bosque natural. Pura maraña, en parte seca (en especial por las yemas terminales), y en parte desgarrada: si no se siguen cortando los rebrotes, engordan más de lo que puede soportar la inserción -siempre mala en chirpiales y trasmochos, porque el brote procede de yemas adventicias.

(2) La expresión «limpiar»  da miedo en boca de algunos: se trata de reducir el material combustible del monte,  ¡no de dejar a la intemperie a los animales, el suelo expuesto a la erosión y comprometida la regeneración…!.

leña FSC

(3) Caja de 15 kilos FSC, en cualquier súper de Alemania o  Suiza: unos 5-6 euros si es mezcla (haya, fresno, arce) y 7-8 si sólo haya. Comprando por palés sale más barato.

Encina

Diciembre 2013

En el año 2007 aún no había nada ahí, en esa esquina de la entrada. El arado de Anastasio había levantado la tierra una y otra vez, pero sin sembrar ni plantar nada en lugar de los chaparros y jaras y cantuesos que debían de crecer antes de ese lado del camino. Por eso tampoco hubo que hacer mucho después. Estarse quietos, solo eso. Con el tiempo -cosa de tres, cuatro años- asomaron unos brotes desordenados. Seleccionamos tres brotes, y al año siguiente dos, y al siguiente uno. Empezó a crecer esta encina, tan lentamente (podemos confirmarlo) como dicen los libros que crecen las encinas. Todos los inviernos hay que refaldarla un poco: ayudarle a subir la copa cortando las ramas de abajo. Hoy la encina de la entrada pasa de tres metros. Su sombra se proyecta en el camino por la tarde. Refresca la tierra que rodea el tronco, donde también vuelven a crecer los cantuesos, los helicrisum, las cañahejas, incluso esparragueras en la zona más baja, y jaras pringosas en la más alta. Al atardecer aparcamos la furgoneta junto a la encina, sin sacarla del camino (sin aplastar -quiero decir- esas matas olorosas, llenas de insectos que vuelan y zumban) y los perros, cada día más vagos, se echan perezosamente a dormir bajo su sombra.

Ayer

(La historia completa de esta esquina de LRO:
https://laramadeoro.com/2014/01/04/al-principio-fue-la-avena/)

Magia Potagia

Noticias desde Sarria

Magicmagician

Foto 1: El Mago de la Confederación Hidrográfica hace desaparecer un árbol
Foto 2: El Mago de la Plataforma polo río hace aparecer una denuncia.

Lunes siete de abril. Ocho y cuarto de la mañana, en los alrededores del puente do Toleiro.

Un vecino/vecina de mediana edad/joven/recién jubilado se dirige apaciblemente a comprar el pan/ pedir cita al ambulatorio/abrir su tienda de neumáticos. Va caminando sin prisas/con prisas en dirección al malecón. Qué gusto da –a pesar del rebumbio de las máquinas- ver esas copas cada día más frondosas, las copas de los ameneiros del río…

Un vecino/vecina de mediana edad/joven/recién jubilado descorre las cortinas de la cocina. Mientras se prepara un cola-cao/té/café mira distraídamente por la ventana. Ha pasado mala noche. Quizá fueran las sardinillas en aceite que cenó. Quizá esa película de terror que algún plataformeiro/a subió al facebook, con las imágenes de los obreros echando todo tipo de porquerías al río. El vecino/vecina comprueba que ya ha salido el sol. Abre la ventana de par en par. Qué gusto escuchar el frufrú de esas hojas, las hojas todavía tiernas de los ameneiros del río…

Un vecino/vecina de mediana edad/joven/recién jubilado le pone la correa a sus dos/tres/cuatro perros/perras y baja a la calle con ellos. Es un poco más temprano de lo habitual, pero es que hoy tiene que ir a Lugo/a La Coruña/a Orense, a hacer unas gestiones. Caminando despacito/a toda pastilla, se aproxima al puente. Ha salido el sol y parece que el día será bueno. Qué tranquilo está todo a esta hora, y cómo huelen a primavera los ameneiros del río…

Como cada mañana, los obreros de la empresa contratada por la Confederación Hidrográfica se suben a sus máquinas para continuar con la obra de “saneamiento”. Una orden judicial les impide seguir talando árboles, así que, de momento, unos se entretienen abriendo una zanja, otros levantando una “mota”, y otros –de éstos vamos a hablar hoy- retirando lo que ya han tirado del puente del Toleiro. Ajenos a las mil y una denuncias en curso, esta mañana han decidido dar un paso más. Es tempranito, parece que no hay nadie por el Malecón. Si el ruido fuera el de una motosierra seguro que no tardaría en aparecer uno de esos plataformeiros “radicales y violentos” (el alcalde dixit). Pero todos se han acostumbrado al runrún –adelante, atrás, adelante, atrás…- de la pala excavadora. Así que, sin dudarlo un nanosegundo, los obreros lanzan el cazo de la pala contra un árbol. Rompen primero las ramas. Después tiran el tronco. Cae el árbol y el cepellón se desgaja. Nuestro primer vecino/vecina se había agachado un momento a atarse los zapatos/recoger una moneda de dos euros/ acariciar a un gato. Un ruido estrepitoso de ramas rotas lo/la hace incorporarse y mirar en dirección a la pala excavadora. Y entonces ve lo que pasa. El corazón le da un vuelco. Alucina. Enseguida es testigo/testiga de cómo meten rápidamente el árbol en un camión y arrancan echando leches con destino desconocido. ¿No hay nadie más para ver esto? El vecino/vecina escucha un silbido que viene de arriba. Otro vecino/vecina, asomado/a a la ventana le hace un gesto con la mano. Y tras ellos aparece, sin que nadie se haya percatado hasta entonces de su presencia, un señor/señora, joven o madurito/a, paseando a sus x perros/perras. Los tres han podido ver, de principio a fin, el trajinar de la pala excavadora.

Nuestro primer vecino/vecina llama entonces a un plataformeiro/a, que se materializa en el río en un santiamén. Como no pueden pasar a la zona de obras, observan con sus cámaras y prismáticos que los obreros han tapado el agujero con piedras y tierra. ¿Y dice usted, amable transeunte, que ahí había un árbol?. ¿Una nogueira (Juglans nigra)…?. ¿Un árbol de unos 30 cm de diámetro, completamente brotado ya?, ¿… no lo habrá soñado usted?.
Otro plataformeiro/a Perro Flauta se sube al coche y espera a que salga un nuevo camión cargado de escombro. Lo sigue. Salen a la calle Calvo Sotelo, toman varios desvíos, y llegan por fin a una finca privada. El camión descarga en pleno campo, sin control alguno: un sindiós. El valiente plataformeiro/a hace fotos desde el camino. Vuelve al pueblo. Se reúne con sus compañeros. Hacen una denuncia ante la Guardia Civil. Y redactan una nota de prensa. La Confederación se pasa por el arco de triunfo las leyes. Eso ya lo sabíamos. ¡Pero también las resoluciones judiciales! Otrosí: un platagaiteiro / platagaiteira está estudiando ya la normativa sobre residuos. Antes de lo que tarda el mago contratado por la Confederación en hacer desaparecer un árbol por su chistera, habremos sacado nosotros de la nuestra…¡sorpresa!, ¡otra denuncia!

Balance. Tres árboles talados el día 24 de febrero. Cinco más el 25 de marzo. Un grupo de loureiros. Y ahora éste, con nocturnidad y alevosía, de la forma más marrullera que uno pueda imaginar.
SE LES VA A CAER EL PELO.

NOTA. A los testigos/testigas, lo mismo que a sus familias, hay que protegerlos/as de las presiones -no precisamente cariñosas- de alguna gente interesada en seguir con la obra. Otros /otras ya han tenido que dejar de ir a las manifestaciones de la Plataforma, ante la amenaza explícita/implícita de que sus negocios/contratos/asuntos varios… puedan sufrir las consecuencias.

Más información: https://www.facebook.com/salvemosoriosarria

manifestacion 12 abril 14