Trampa-botella para velutinas

Costa da Morte, marzo 2024

modelo 1: se corta la parte superior de la botella y se vuelve a introducir dada la vuelta. Aquí los dos trozos están sujetos con cinta adhesiva
modelo 2: se corta la parte superior de un botellín más pequeño y se le hace un agujero al grande, en el lateral, para introducirlo (como un mini embudo)

modelo 3: La Voz de Galicia 28.3.24

Los dos modelos de trampa-botella que corren por la web funcionan: uno tiene el embudo arriba (foto1) y otro en el lateral (foto 2). El primero tiene la ventaja de que el embudo es más grande pero la desventaja de que se puede llenar con la lluvia. El segundo, a la inversa, tiene el embudo más pequeño (se hace con la parte de arriba de un botellín de medio litro, insertado en otro de litro o litro y medio) pero está siempre más protegido. Un tercer modelo (foto 3), explicado en el artículo de La Voz de Galicia del 28 marzo, sería la botella con su tapón, entera, pero con orificios de entrada de 8 mm en la parte alta.

Hay varias recetas para el mejunge. La que usa Calixto, vecino de mi padre: cerveza y Aquarius de naranja a partes iguales ( Calixto: no vale de limón). Otros dicen que cualquier vinorro pasado mezclado con agua y azúcar. Otros que miel, o que orujo, o que orujo con miel o con vinagre, o agua con azúcar o aquarius o zumo de arándanos, y orujo o cerveza y/o vinagre, incluso ¡vermú! La lista de recetas es larga, pero quizá una sola cosa a retener. Azúcar más levaduras (que ya están en la cerveza o en el vino/vinagre, pero también pueden añadirse: una cucharadita de Royal) más algo de calor = fermentación = avispas en camino. Y siempre es así, sea en la parra en septiembre, sea en un montón de manzanas podridas en el fondo de un hórreo… sea en una trampa azucarada en una camelia en flor en marzo, que es cuando hay que ir a por ellas, a por las hembras fundadoras velutinas, para evitar que aniden.
Proporción aproximada: para cinco litros de agua (= 10 trampas), 2 kg de azúcar, medio sobre de levadura, un chorro de vinagre. O bien, para sólo 2-4 trampas: 1 cerveza, 1 aquarius de naranja, unas gotas de vinagre,y completar con agua y azúcar. Funciona. Comprobado.

La trampa se cuelga en un sitio protegido del viento, ni muy alta ni muy baja (= que podamos ver con facilidad el contenido), atada a la rama de lo que en este momento esté en flor (por aquí: rododendros, camelios, azaleas precoces, glicinias) Es recomendable atar la trampa con una lazada (firme) en vez de un nudo, para que sea cómodo desatarla. Habrá que revisarla una vez a la semana o cada diez días -por ejemplo. Si en la trampa hay «caza», la vaciamos y volvemos a rellenar de mejunge. Hay quien deja una velutina fermentando… (*pero no lo entiendo bien; ¿por las feromonas? ¿sigue desprendiéndolas una avispa muerta y bien muerta? )

Si no se hacen estos agujeros + bridas o ramitas, ES MEJOR NO USAR LA TRAMPA.

MUY IMPORTANTE. Para que los otros insectos (todos los demás que hayan entrado en la trampa) puedan salir -o lo tengan más fácil- hay que hacerle a la botella unos agujeros un poco por encima del mejunge. Es decir, si rellenamos cuatro dedos la trampa-botella, conviene hacer dos o tres agujeros a la altura del que sería quinto dedo. Medio cm de diámetro, por ejemplo. Pero también se pueden hacer algunos agujeros más, de diferentes diámetros, hasta la parte de arriba. La mayoría de los otros insectos saldrán pero la enorme velutina no. Del artículo de La Voz (véase foto 3) he sacado la idea de la brida: se hace una ranura fina en la botella y se introduce una brida larga en el mejunge, a modo de puente por el que puedan subir los insectos hasta los agujeros de escape de la parte media o alta. ¿Podrían valer en lugar de la brida unas ramitas? Pues sí, es todo lo mismo. Por otra parte, parece que la adición del vinagre no sólo ayuda a la fermentación: atrae a las velutinas pero disque repele a los demás.

Por último. Para entender esta inquina contra la velutina: https://www.miteco.gob.es/content/dam/miteco/es/biodiversidad/publicaciones/estrategias/estrategia_vespavelutina_tcm30-69976.pdf. Las crías de Vespa velutina, avispón negro/avispón asiático, son grandes predadoras de abejas melíferas y otros polinizadores, ya de por sí bastante amenazados en todo el planeta. (En su fase adulta, sin embargo, la velutina se alimenta sobre todo de frutas maduras -y por eso la trampa-botella con el mejunge «tipo Calixto» funciona en este momento del año).

P.D. SE AGRADECE CUALQUIER CORRECCIÓN / COMENTARIO

3/marzo. Me mandan desde Sarria la sugerencia de subir la dósis de azúcar (*ya está corregido: 2kgs para 5 litros), la idea de usar como alternativa zumo de arándanos (*ya añadido a la lista de recetas), y este link de Campo Galego:

Ventajas de no tener huerta

(Verano de 2022; + segundo verano sin huerta, 2023)

Durmiendo sobre la hierba, cubito prono, a la sombra de unos lilos y dos cipreses fastigiata. A la derecha, abierto por la mitad y sucio de café y tierra, un libro muy releído (Opus nigrum, traducción de L´oeuvre au noir: reducción alquímica al negro, caída en picado, disolución, que en inglés tradujeron por The abyss, y supongo que a M.Yourcenar le pareció bien).

Las briznas de hierba parecen iguales -el rollo de siempre- pero no, no lo son. Hay dos modelos de crecimiento que se distinguen bien, incluso con los ojos medio cerrados. Unas briznas crecen en horizontal, se van alejando resueltamente. Otras briznas se lo piensan… Estas segundas -las pensativas- son más finas, de color verde claro, y crecen muy pegadas a sus iguales, en ramillete denso, como una brocha de afeitar. Su horizontalidad es poco perceptible; las yemas, muy apretadas, se apelotonan y engordan la mata (macolla), sin alejarse mucho de su centro. Las primeras briznas -las fugitivas- son más anchas, verde mate, y, lo que aquí importa, crecen alejándose de sus hermanas, aunque unidas a ellas por un tallo rastrero semienterrado (rizoma) que va arraigando a medida que avanza. La imagen que dibuja al avanzar es la de un largo camino que se bifurca, trifurca, cuatrifurca… no la de un círculo que va ensanchándose y abriéndose. Unas y otras son gramíneas (poáceas) para cesped. Dos hierbas del montón, sembradas en este jardín por su resistencia a la sequía y al pisoteo. Crece en macollas/ramilletes la pensativa festuca (aquí, Festuca arundinacea). Crece a lo largo la fugitiva grama (Cynodon dactylon). Y en este clima semicontinental se pueden sembrar juntas porque, aunque la grama va mucho más rápido cuando el calor aprieta, la llegada del frío la obliga a echar el freno, momento en que la festuca, ya sin competencia, aprovecha para medrar (= ensanchar; a la par que hace germinar sus semillas en los alrededores)

Me doy la vuelta. Cubito supino. El tronco de los cipreses va engordando año tras año, como las macollas de festuca, pero ahí se acaba el parecido, porque el ciprés… crece más hacia arriba. Un tercer modelo a añadir a estas notas post-siesta. Los lilos… en todo caso se parecen a la grama, aunque donde ésta echa estolones aéreos (además de los rizomas), ellos solo lo hacen bajo tierra (retoños de raiz, «sierpes»). Abro ya del todo los ojos. Los lilos toleran mal este calor extremo. Todos los años por estas fechas me digo lo mismo, si no habría que ir pensando en arrancarlos…

Trasladados estos hábitos de crecimiento al mundo de las orquídeas (otra ventaja de no tener huerta este año, además de las siestas, es que se les puede prestar más atención a las plantas de dentro):
Como los cipreses crece un Phalaenopsis, que nunca se mueve de su sitio por más que tire hacia arriba..
Alejándose apenas -como las festucas, lo justo para caber todos, bien apretados-, así crecen los cymbidiums.
Alejándose con decisión -como la grama, como los lilos- así crecen (y al final se despiden, echando raíces donde se les antoje), las catleyas.

Se puede pasar uno toda la vida, seguro, siendo ciprés o Phalaenopsis. Si se quiere un crecimiento «a lo alto», que etimológica y botánicamente (aquí sí) equivale a «profundo», el requisito parece ser el sedentarismo (véanse Emily Dickinson, mi bisabuela, las agujas de las catedrales góticas…) También se puede pasar uno toda la vida rulando, rulando, como la grama y las catleyas. O haciendo como que nos vamos pero ¡quiá!, aquí seguimos… como los cimbidiums, como la festuca. Incluso se puede -prerrogativa que NO tienen las plantas- empezar de una manera y dar la vuelta, o exactamente a la inversa (opción excepcional, muy poco frecuente). Zenón Ligre -protagonista de Opus nigrum– es el ejemplo, y seguramente el prototipo, de todos los que no somos planta. Empezar como la grama, terminar como la festuca. Lo veo claro ahora, mientras me levanto y me sacudo todas esas hierbas del culo del pantalón. Tanto recorrer el mundo, tantas ciudades y tantas gentes… para, al final, volverse al punto de partida y dejarse atrapar en Brujas.

Notas

Julio 23. Salvo lo referente a las poáceas, que más o menos «funcionan» así, lo demás, todas esas correspondencias, me las he sacado de la manga (nulo y menos que nulo valor botánico)

Sobre la grama: https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/3493

Economía circular en el jardín. 1: las bolsas de Ikea



1.Hojas caídas, que se irán: o bien directamente al compostero; o bien a la zona de grama, para pasarles la segadora por encima, triturarlas, y después vaciarlo todo en el compostero; o bien al fondo del jardín, al pie de un ciruelo (que «Filomena» respetó más o menos), donde se acumulan palés, herramientas, regaderas…

2.En invierno, al salir a dar una vuelta con los perros, me echo al hombro la bolsa para recoger leña – ramitas secas de almendro, de higuera, con las que encender la chimenea por la noche.

3.Cepellón de un árbol que quiero trasplantar. La bolsa puede atarse (dobles asas, unas cortas y unas largas). Y el árbol aguanta ahí varios días.
(4) Cuando la bolsa ya está machacada, de tanto ir y venir, se tira al contenedor amarillo. Pero a alguna todavía le hemos dado un cuarto uso: por debajo del tejadillo de la caseta de los gatos, para asentarlo e impermeabilizarlo.

Four roses bourbon

Whisky de maiz destilado en Kentucky, patria del bourbon, que sigue siendo el nombre del condado (Old Bourbon), antigua propiedad de Rey Cristianísimo. Chicha de maiz -que no de cebada/trigo- y agua de los arroyos que alimentan el Salt River. No hay más receta, por mucho que se quiera rascar: que si se le añade un poco de cereal malteado, que si las barricas, la personalidad de la madera…
( Maiz y agua. ¿Y qué otra cosa iban a hacer ahí?, decía con retintín impertinente mi difunto tío Fernando, bien agarrado a una copita de Pedro Ximénez.)

El litro del 4 Roses está a 20 euros en el Carrefour. Lo mismo, o algo menos, que un whisky escocés bueno -un J.Walker Black Label- pero, en mi opinión, es más rico. Más dulce.
Y sobre esto de los destilados: ¿es posible que esté leyendo demasiado a Patricia Highsmith? No hubiera sobrevivido a estos tiempos de bien-pensance. Dicen que era intratable. ¿Por qué? ¿Por no hacerse ilusiones con nada, como una Houellebecq de los 50? ¿Porque le gustaban los gatos -a Houellebecq los perros-, los caracoles, las flores, el whisky, y prefería la suma de lo anterior, más su biblioteca, a la compañía humana? Que bebía como una esponja. Pues muy bien. Como todos sus personajes. Es decir, como todos los personajes de todas las novelas negras anteriores a la bien-pensance. De hecho, se aprende bastante de licores y destilados (su liturgia, sus tiempos) prestando atención a lo que escribe. El pernod, por ejemplo, sale constantemente en la serie de Tom Ripley.

Pienso, como mi tío Fernando, que nada se compara al vino, es decir, al universo del vino. Pero también que «no hay que excluir ningún placer por principio», como le contestaba Casanova a Restif de la Bretonne en La nuit à Varennes. Así que empiezo a beber destilados. Metódica, rutinariamente. Todas las noches a la cama con un copazo. Antes me leo a fondo las etiquetas. Busco las webs de cada destilería, tomo notas. Me voy preparando para el salto al mundo del cóctel. Paralelamente, me he hecho una lista de las novelas de Pat que aún no he leído. Por desgracia, de lo publicado en español de Joseph Roth, otro santo bebedor, ya no me queda nada por leer. Tampoco de Houellebecq. Recomienzo Hotel Savoy, una de mis favoritas .)

Viola egglestoni, endemismo de las orillas de Salt River , Kentucky



(Esperando la fibra óptica)

El ADSL falla desde hace un mes. No me deja entrar en el administrador del blog. Tenía pendiente, sin embargo, terminar de pasar a limpio esas notas sobre las últimas vacaciones. Un post sobre la «polilla guatemalteca» que está arrasando con los campos de patatas. Algo sobre los brezos…

De prisa y corriendo, para comprobar si esto sigue abierto, y aprovechando la parada en una oficina con buena conexión, improviso un resumen del mes.
Que fue de lluvia y de primeros fríos (sin exagerar, pero suficiente para tener que meter en casa el calamondín). Fuego en la chimenea (las horas de motosierra + barrido de cenizas son las mismas, poco más o menos, que antes se dedicaban al riego). Una gatina de tres meses, de nombre Senderuela, como las setas. Saltó sobre el calamondín y tiró al suelo la única naranja madura. Limpieza de la biblioteca para instalarle una cama a la gata: se han ido al trapero dos cajas de libros, por las que me han dado quince euros. Bien está. Relecturas: Marcel en la playa de Balbec con su abuela, paseando en coche de caballos por los alrededores; acianos en las cunetas, manzanos que ya han florecido (no llegaron de Paris a tiempo, hélas), iglesias románicas, jóvenes a caballo por la orilla del mar…. («¿cuál es la mayor desgracia que puede ud. concebir?», le preguntaron en cierta ocasión; y la respuesta: la posibilidad de no haber conocido a mi abuela).
El vino, sano. Quizá terminada la maloláctica, pero no mandaremos una muestra a analizar hasta abril. Unos amigos han traído cerveza casera, que también es hija de Dios, aromatizada este año con una especie de puré de fresas que pusieron a fermentar con la cebada. Buen año de aceitunas. La almazara ya está abierta. Los tractores suben por el camino de LRO, cargados de cajas y capachos.
Foto 2. Las Lepista nuda (vulgo las «pistonudas») crecen bajo las encinas. Son dulzonas y gelatinosas; las hemos comido con cebolla, nata, un chorro de oporto. Las senderuelas omnipresentes: se cosen como las guindillas, se cuelgan de un clavo y se dejan secar. Durante el invierno servirán para enriquecer cualquier guiso, de cualquier cosa. Los níscalos han batido su propio récord. Día sí, día también, tapa de níscalos con ajo y perejil. Son de aquí mismo, muy cerca…pero ningún buscador de setas en su sano juicio daría más datos, ni siquiera por internet (ni siquiera sin adsl).

Verano 2020 (2)

Las calabazas Musquée de Provence sembradas durante el confinamiento (https://laramadeoro.com/2020/05/02/semilleros-de-la-cuarentena/).  Las recojo con el pedúnculo y algo del tallo; primero, porque me gusta verlas así; segundo, porque la carne se conservará mejor. Junto a la torre de calabazas: tres botellas de nuestro Volare!, que quiso ser rosa-rosado y quedó en  morado-rojizo, el color – acabo de oir a mis espaldas-  «de esos vinos que parecen muy baratos». Demasiado oscuro para pasar por rosé a pesar de haber fermentado sin el hollejo. Cosas de la garnacha y sus antocianos. Bastó esa primera y única noche macerando para teñir la cuba de rojo (no cometeremos el mismo error este año).
En el plato, delante del vino, una docena de higos secados al sol y ya enharinados (irán a un tarro de cristal).

Ranas del Mundo Flotante . El jardín de la alberca: una vieja plancha de poliespán donde juegan al veo-veo las ranas y la culebrilla de agua (Natrix maura, buena nadadora). De la plancha saltan al agua y del agua a esos espumarajos amarillos, algas -pelotas de algas- que me taponan a cada poco la manguera de riego.
(+La promesa de hace ocho años, una versión por rana de It´s no easy bein´green,, tanto más fácil de cumplir ahora gracias a open-spotify.
https://open.spotify.com/track/6uzrWKmal2hga8cb9VE0Yf)

Cebollino, para mezclar bien picado con perejil y cilantro (a un euro el ramillete, esta misma mañana en la puerta del mercado Maravillas). Finas hierbas, pues. En tortilla y/o con unas rodajas de queso, que puede ser rulo de cabra o  la torta fresca -cuajada solo unas horas antes- que nos trae Inés todos los lunes a casa. De la familia del ajo, el puerro, etc. Pero vivaz: decae en invierno y resucita en marzo. Cuanto más se le cortan las puntas, más ahíja, más se ensancha.

(Vincent Van Gogh pintó su Pot de fleur avec ciboulette en la primavera de 1887, cuando vivía con su hermano en Montmartre; de estos mismos meses -leo en el catálogo- son el cesto con crocus, el castaño en flor, los limones sobre un plato…  Pero yo identifico las finas hierbas con el pleno verano, y no con esa primavera de Paris, quizá porque ahora, con el calor, los cebollinos saben y huelen más, o eso me parece; o quizá porque las asocio estrechamente al queso, y las cabras de Inés no paren hasta abril/mayo?)

Verano 2020 (1)

30 de junio-5 agosto

Cuándo hay que desbrozar. Cuándo exactamente. Cuando lo que quede detrás, una vez apagado el motor, sea esto:

Crepitar de verano: cardos amarillos y amor de langostas. Locusta migratoria, en fase solitaria (solitaria-conyugal), a la que corresponde ese color pálido, entre pardusco y verde agua. Leo que las langostas se oscurecen cuando empiezan a ser muchas. Pero aquí yo  nunca veo más de una o dos, y siempre con ese aspecto, un poco clorótico. No sé dónde ponen los huevos, si es que los ponen y prosperan. No sé tampoco quién se las come, quizá los rabilargos, las urracas. Un crujido en el pico, como de churros recién sacados de la sartén. 
Los cardos: Centaurea ornata. Casi lo único que sigue en flor. Otro crepitar, como el de la hojarasca bajo las encinas.

A majano, como a milladoiro, se le sobreentiende el colectivo (conjunto de- cantos), pero no a mojón ni a mogote ni a hito ni a hita (ni a pedra-fita). Y también el material: piedras, únicamente. En cuanto a la función: a veces balizas (como mojón), a veces recordatorios (como hito), a veces nada, y siempre y en cualquier caso, seguro refugio de lagartijas.
Leo que milladoiro se contaminó con humilladero; derivó en humilladoiro y quedó como término asociado a los romeros, del Camino o de cualquier ermita. Los peregrinos franceses los llamaban montjoies.  Marcaban la buena dirección, la del oeste, y eran como puntadas petrificadas de la Vía Láctea. O Montes do Gozo en miniatura, que iban prefigurando -como metas volantes- la colina de San Marcos de Bando, a las puertas de Compostela.

Los majanos del campo, sin embargo, son solo lo que parecen: un montón de cantos (mis vecinos jamás les dicen «guijarros», pero sí usan «guija» para la grava fina en que se desmigaja el granito, tenida por buena para las cepas). Señalan una parcela despedregada hace décadas, o siglos, allí donde se iba a sembrar cereal o a plantar una viña. Pasaba primero el arado. Las piedras que había levantado la reja se recogían una a una, doblando la espalda y cargando capachos. A veces podían aprovecharse para muros secos, para rediles, bancales o pequeños chamizos (de los que alguna huella queda entre las zarzas) pero lo que interesaba de verdad era la tierra. ¡Qué hito ni qué hita!  Desde entonces viven en el majano las musarañas, los lagartos ocelados, los sírfidos -que parecen avispas pero en realidad son moscas-, algunas serpientes, los colirrojos tizones. En el lado que da al norte, bajo las piedras medio enterradas y más frescas de la base: bichos-bola, escolopendras, lombrices, puede que algún sapo… Dicen  los que las han visto -Miguel Manduca- que también entre las piedras se refugian durante el día las luciérnagas, pero yo, aunque las busco, no he vuelto a verlas desde que era niña. De hecho solo las vi una vez, en una pradera da Costa da Morte que olía mucho a menta y a hierba mojada; por eso las asocio a eso -ese olor y esa humedad- y para nada a los rastrojos de LRO, ni siquiera al relativo frescor de los majanos. 
Lucecús. Mi padre había cogido una linterna y nos llevaba caminando detrás, en silencio para no asustarlas. La pradera estaba -y está- cercada por un valado de piedra. Pero no un valado cualquiera, un muro como otro, con las piedras sin escoger, mejor o peor amontonadas. No. El valado aquel era -y es- una muy respetable obra de autor, del cantero Xosé de Canduas «el Pantera», q.e.p.d.,  personaje de otros tiempos, como las luciérnagas, que solo trabajaba cuando se levantaba con ganas, y había que decirle amén a todo, sin chistar, porque tenía plena conciencia de su valía y podía mandarte al carallo ...  (He tardado cuarenta años en darme cuenta, hoy, al pasar por el majano del camino de LRO: bien a la fresca en el valado del Pantera, os lucecús tendrían donde recogerse durante el día.) (1) 

Helado de maracuyá, flor de la pasión. 
La Passiflora caerulea, aunque americana del sur, tolera bien el frío y pasablemente bien el calor de la meseta. Florece y el fruto cuaja. No es sabroso, sabroso como el maracuyá, fruto de su prima  Passiflora edulis. Aún así, los pájaros se lo llevan cuando tienen sed, y después van dejando sus semillas por los patios y setos de las casas del pueblo. Aupándose ágilmente entre las ramas de un olivo, las lianas de la pasíflora -zarcillos largos, hojas lobuladas oscuras y ásperas- conseguirán llegar a lo alto y embarullar la copa. No será fácil deshacerse de ella  si, en vez de cerrar filas con el viejo olivo, nos apiadamos de la exótica Passiflora -¡tan hipnóticas son sus flores!- y tardamos demasiado en arrancarla. (En los anodinos setos de arizónica ya  es otro cantar. Así en la foto; bayas de pasionaria, como bombillas encendidas, sobre el seto de la vecina; únicas  luces de verbena que habrá este verano)
El helado artesano de maracuyá, el mejor del mundo, lo hace Mambaye en la heladería-chocolatería de Valdeisabella (calle Dr. Mampaso, 2A, San Martín de Valdeiglesias, chocolates y pastas ecológicos, también a domicilio: iseba1@hotmail.com)

Última alfalfa en flor. Cuarenta grados a la sombra a las seis de la tarde. Hoy, ayer, anteayer, y dicen que mañana, pasado mañana y al otro. Así hay que vivir.  Chicharras en los pinos. Saltamontes en las hierbas sin segar. Avispas entre los racimos de uvas, ya en pleno envero. Muy arriba, tan arriba que no sé si los veo o me lo invento, dos buitres bailando.  Abajo, nada. Ni un rabilargo se atreve a cruzar el secarral hasta que empieza a caer el sol.
En el vídeo: trío de pulgones-hormigas-mariquita , trasteando en una alfalfa sembrada hace más de diez años. Perico ‘Somatén’ se la lleva a veces para sus conejos. Aparca la C15 en el camino, sin apagar el motor, y saca un hocino de debajo del asiento.  Qué raíces tendrá la alfalfa, para soportarlo todo tan bien. La sequía, los cortes repetidos de la hoz.

 

5 de agosto
Por el lado de Robledo de Chavela el cielo vuelve a estar azul. Mil hectáreas han ardido, según informan en la radio local, de unos montes que ya nadie cuida seriamente en invierno. Enebros, encinas y pinos, pero también todo lo otro: cardos amarillos, majanos; cepas perdidas, sin podar, que aún producían algo y hasta maduraban, pasando ahora del verde al morado; zorros nacidos en primavera, que irían de noche a rechupetear esos racimos; serpientes que ya habrían mudado varias veces;  jaras de flor blanca, jaras de flor rosa; retamas que hacían ¡clac! al rasgarse sus legumbres; rabilargos de antiquísima estirpe (cuentan que llegaron en el siglo XVI en un galeón portugués, procedentes de Japón y Corea; desde Lisboa  subieron Tajo arriba… y hasta aquí llegaron), chicharras en el pinar, langostas, hormigas, alfalfa que alguien sembró hace una década, quién sabe si una pareja de luciérnagas….  Mil hectáreas de todo eso. Y así hay que vivir..

 

NOTAS
(1) P.P. Passolini usó en una ocasión «la desaparición de las luciérnagas» -ocurrida en los primeros 60, según su propia constatación- como término ante/post quem para explicar la política italiana contemporánea… o cualquier otra cosa. En el momento de confrontación de apocalípticos e integrados (el libro de U. Eco es también de la época) él representaba posturas muy puritanas, que no le parecían contradictorias con su  condición de «marxista humanista» (tampoco debía de serlo conducir un Alfa Romeo y salir con él  a vacilar por las afueras de Roma -esos descampados maravillosos, extraordinariamente poéticos, que filmó en Mamma Roma, en Pajaritos y Pajarracos… en los que para poder construir, entre otras cosas, las autopistas por las que él conducía a todo gas, ya no era posible encontrar luciérnagas…). Mi padre nos enseñó las luciérnagas, con mucho misterio, mucha ceremonia, a finales de los 70. Una amiga de Cotos de Monterrey fotografió una hace tres años (aquí a la derecha, sin flash). Una. Pero lo que yo recuerdo es un dibujo de luces, como un encaje, que se encendía y apagaba, e iba avanzando por la hierba. Las luciérnagas desaparecieron pronto, en pocos meses. Mis padres -como los padres de todo el mundo, que ni eran marxistas-humanistas ni lo contrario- querían construir ahí mismo una piscina; los vecinos ya habían construido la suya, el concello había asfaltado la bajada a la playa…

(Passolini. La compilación de artículos, Escritos corsarios, está en internet, formato pdf y libre acceso. Sobre las luciérnagas: artículo de 1 de febrero de 1975. De lectura  soporífera hoy, en mi opinión, salvo los párrafos iniciales)

Cointreau, l´unique

En el jarrón: espigas de acedera redonda, Rumex induratus, hermana de la más conocida, y a veces cultivada,  R. acetosa: la oseille de los franceses, quienes, según tengo entendido, se las comen en ensalada, mezcladas con otras hierbas del campo que ellos saben (los gabachos, como las ovejas).  Pero aquí nadie come las acederas. Antes sí, me dice Miguel, el cabrero; comían también las hojas de las collejas (Silene),de las pamplinas (Stellaria), y hasta los amargos ajoporros (Allium ampeloprasum). Ahora las ensaladas vienen en bolsas de plástico, de modo que las acederas del campo solo las comen, si acaso, los corzos o los conejos (estos prefieren la alfalfa; claramente).  Las matas de Rumex induratus florecen entre las cepas de LRO. La desbrozadora las respeta, como a los cantuesos, porque alegra el corazón verlas ahí. Los frutos forman una nube de minúsculas valvas translúcidas, que parecen de piel de cebolla, y como el solsticio coincide con el comienzo de su agostamiento (que será veloz: en diez días, todo reseco), la luz de la tarde-noche prende en ellas y va dejando manchas rosas, cristales rosas por la viña.

Gelatina de naranja con leche condensada y Cointreau. La chica de la sección de bebidas del Carrefour no sabía lo que era el Cointreau. Le fue a preguntar al encargado, que tampoco lo sabía. ¿Cómo se escribe?, me preguntaron. Pues nada, no, no lo tenemos.  Es como un Licor 43, les expliqué, un licor de naranja. Pero mucho más fino. Y triple-seco, además. Transparente como el agua. 

El licor Cointreau, l´unique, se destila en Angers. Allí, junto al Loira, en la Escuela Superior de Agricultura, obtuve mi título (BTSA, Aménagements Paysagers), siguiendo la modalidad para adultos, es decir, a distancia. Por entonces trabajaba en una cooperativa de espacios verdes en Luxemburgo. Una semana al mes cogía el tren hasta Angers, enganchando la Gare du Nord con la de Austerlitz, para las clases presenciales, y el resto del mes mandaba las tareas por correspondencia. Tareas redactadas en mi vacilante francés, acompañadas de esquemas, planos de plantación, dibujos en papel calco, todo a mano, con rotrings y lápices de colores… (Hoy diríamos, condescendientes: rudimentario teletrabajo en el ocaso del siglo XX)  
Necesité ayuda durante el segundo año para preparar la presentación oral, última parte, pero la más importante, del examen final en Angers. Mis compañeros en la coperativa eran mayoritariamente portugueses. ¿Cómo iba a mejorar mi francés, si me pasaba el día hablando en gallego? En la Alianza Francesa de Luxemburgo me pasaron un teléfono y un nombre (¡que he olvidado!); una profesora en la cincuentena, quizá algo menos, casada, si no recuerdo mal, con un mandamás de la Alianza. Una mujer extraña, también. Tristona, severa, amargada como un ajoporro… et pour cause. Su acento impecable no admitía duda: París, París de la France. Y, sin embargo, ella era ¡serbia! Nacida en la Krajina, actual Croacia. De convicciones socialistas, educada bajo el régimen de Tito…. todo un sargento post-comunista, con los complementos esperables: voz ronca, austeros jerséis de pico, maletín de cuero gastado. Exactamente lo que yo necesitaba para espabilar. Algo se fue suavizando, sin embargo, con el paso de las semanas. Nunca dejó de tratarme de usted (ni yo a ella, solo faltaba). Pero me contó de su vida. De muy niña había pasado algún tiempo en Francia, a donde habían emigrado sus padres. La familia regresó a Yugoslavia, y ella -con el corazón roto- hubo de acompañarlos. Y así hasta que estalló la guerra.1992, 1993… Hizo las maletas y salió a escape. Trabajó en lo que pudo. Se casó, ya mayor, y tuvo una niña. No renunció a sus ideales políticos, aunque daba la impresión de defenderlos por puro hábito, sin mayor entusiasmo. Lectora  ávida de Le Monde Diplomatique, seleccionaba artículos para ir enriqueciendo mi modesto vocabulaire, pero me cortaba en seco si trataba de polemizar… Un día, ya hacia el final,  quiso que viera su DNI actualizado. Me señaló  la indignité de tener que especificar su nacionalidad (serbia) junto a su ciudadanía (croata), como dos conceptos diferenciados, cada uno en su casilla. Lo más anti francés que se pueda concebir. Lo menos ilustrado. ¿No estaba de acuerdo, no me parecía claro, claro como el agua?  Tanto le amargaba recordar aquello -sus padres finalmente desplazados a Belgrado, la casa familiar abandonada- que se negó a que su hija, francesa, aprendiera la lengua de sus abuelos de la Krajina.  A veces tomaba conmigo un té. Me pedía que le contara despacio, con orden y sin atropellarme, cada viaje a Angers.  Angers. El Cointreau. La Loire. Los tapices del Apocalipsis y el buen rey René… De esas cosas hablábamos. Y hoy me estrujo la cabeza tratando de recordar su nombre. ¿Cómo es posible que lo haya olvidado? No consigo recordarlo, hélas, y eso que de ningún modo hubiera podido sacar el título sin su ayuda. Repasó conmigo la presentación hasta la víspera del examen. Un pequeño discurso de diez minutos (cronometrados) sobre la haie champêtre de Mme. Hirsch (el seto de la Sra. Hirsch, en Olingen), tema de mi rapport de stage. 
– Ce n´est pas  «estage»! – bramaba ella, hecha una furia serbo-croata- Stage, ssstage, faites attention, Madame, sssstage.. avec une s liquide!  

Sobre la gelatina, unas gotas de chocolate negro. El libro junto a la gelatina, Pierre Michon. Otro gabacho bueno, como la ensalada de oseilles y como el Cointreau de Angers, que en la foto no se distingue bien (en su tacita duralex, detrás del plato), porque es cristalino, transparente, claro como el agua.

P.D. La receta del cosmopolitan, que no está de más tener localizada: https://www.cointreau.com/es/es/cocteles/cosmopolitan