Estimada señora Barbie Jardinera:
Tengo un problema con los geranios que se ha ido convirtiendo en pesadilla y que, desde hace unos días, amenaza la estabilidad de mi matrimonio e incluso la vida de mi mujer.
Todo empezó esta pasada primavera. Era domingo. Como todos los domingos, me había levantado tempranito para afilar mi hacha de monte, el set de cuchillos carniceros, las sierras, serruchos y serrotes, y las cuatro motosierras. Es lo que yo digo: uno nunca sabe en qué momento va a tener necesidad de estas herramientas, así que más vale tenerlas siempre a punto. Guardo mis cosas en una cabaña de jardín, de esas de resina rígida que venden en el centro comercial. El jardín es un rectángulo de baldosas, terminado en un semicírculo con tejadillo, que es donde hemos instalado la barbacoa. El abeto lo talamos hace años, hartos de los gorriones que se metían entre las ramas. No era sólo el ruido que metían. Lo que me ponía malo era que hicieran sus necesidades en el parabrisas del coche y en las baldosas del jardín. Con la palmera de China y el macizo de chumberas que crecen en la parte de atrás tenemos más que suficiente. Delante de las chumberas he puesto el columpio de mi nieto, para que no estorbe al fregar las baldosas. A veces se pincha un poco las piernas, como es lógico, pero es lo que yo le digo: hijo, tendrás que hacerte un hombre. Por poner alguna planta en el jardín de delante mi mujer insistió en comprar unas macetas y colocarlas en los peldaños de la escalera de entrada. Bueno, le dije. Un peldaño sí y otro no. Para no exagerar. Fuimos al centro comercial y las compramos. Y plantamos unos geranios rojos, muy sencillos. Los primeros días todo fue bien. Mi mujer regaba los geranios, los geranios crecían, y yo los miraba complacido desde el ventanuco de la cabaña, mientras le pasaba una gamuza a mi katana japonesa….
No habían pasado ni dos semanas cuando empezaron los problemas. Era domingo, como ya he dicho, y yo andaba ya ocupado con el afilado de la primera motosierra. En eso me llama mi mujer para que vaya a ver un bichito que acaba de localizar en un geranio. Cogí un cuchillo de caza, por si las moscas, y salí a ver qué pasaba. Nunca había visto nada igual . Nunca en MI jardín. Era pequeño, verde, repugnante. Era un pulgón. Esa misma tarde lo rocié con un producto que me vendió el de la tienda de piensos del pueblo (Arturo). Repetí la rociada cada pocos días y al principio la cosa resultó. Pero a mediados de mes aparecieron nuevos pulgones, más grandes y más gordos. Volví a lo de Arturo. Y le dije, le digo, “necesito algo más potente”. Me vendió un frasco de cristal lleno de cruces negras, con la recomendación de que no lo dejara cerca del columpio, y unas horas después de pulverizar las macetas por allí no quedaba ni la sombra de un pulgón. Entonces mi mujer me hizo ver que tampoco los geranios tenían muy buena cara. Normal, le digo. Pero mañana verás que bien. Y en efecto, al día siguiente los geranios habían mejorado un poco. No era ése, sin embargo, el final de la historia. Muertos los pulgones, pronto empezaron a aparecer docenas, cientos, miles, millones, trillones de arañitas rojas…Voy corriendo a lo de Arturo. Lo que yo te diga: dame algo que mate a todos los bichos, no sólo a los pulgones. ¡Y rapidito!. Me vine con una mochila de 16 litros, un mono de trabajo plastificado, y una escafandra. Rocié todo, escaleras y fachada de la casa incluidas. Las arañas desaparecieron. Los geranios también. Pero es lo que yo digo: se compran otros y listo, porque sólo valen dos euros con cincuenta cada maceta y porque lo que es a las arañas y a los pulgones no les han quedado ganas de volver. Mi mujer, que por entonces empezó con una tosecilla perruna que no termina de curársele, fue al centro comercial y se vino con los nuevos geranios. Y yo, tranquilo, empecé por fin a ordenar mi cajas de munición, que bastante tiempo había perdido ya con la tontuna de los geranios. Poco duró la paz. A la semana los geranios estaban negruzcos, huecos, y una oruga gris, fea como un demonio, asomaba la cabeza (o el culo, no sé) por uno de los tallos. Arturo me sacó entonces un catálogo de productos “fitosanitarios” y juntos miramos qué podía encargarse. Hicimos un pedido a Chicago. Los tres sobrecitos (que aquí están prohibidos) valieron ciento cuarenta dólares cada uno. Volví a ponerme la escafandra y rocié todo, todo, hasta las juntas de las baldosas. Las orugas desaparecieron. … Calma. Consigo terminar de limpiar el arpón ballenero, la colección de dagas indonesias… ¿Victoria?. Qué va. Dos días después mi mujer me viene a buscar a la cabaña, golpea en el cristal con los nudillos y me dice, entre toses, que acaba de ver un pulgón en una maceta.
Estimada señora Barbie. A mi mujer le han diagnosticado una bronquitis de pronóstico reservado. Escribo esta carta desde la sala de espera del hospital. Los geranios han muerto. Mi nieto tiene prohibido venir a vernos. Los pulgones corretean alegremente por las escaleras y empiezan a acercarse a la cabaña. ¿Qué hago?. ¿Le prendo fuego a todo?. Tengo un lanzallamas ruso que compré por internet y que podría valernos.
Suyo afectísimo.
Firmado: Fumigator.
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Respuesta:
Estimado Fumigator:
No hay que perder los nervios. Si la carrera de armamentos consiguió acabar con la antigua Unión Soviética, qué no hará contigo, que sólo dispones de un pequeño arsenal de jardín. Sucede que el uso repetido de ciertos insecticidas favorece la aparición de “cepas resistentes”, o sea, individuos a los que ya no hace efecto el tal producto. Por otra parte, esos mismos productos acaban provocando un problema serio de arañas rojas, que se cuelan de rondón…. Lo de las orugas es otra cosa. Son unas polillas venidas de Africa, difíciles de combatir. Tú has llegado quizá a un punto de no retorno. Un producto lleva a otro, que a su vez lleva a otro, y a otro, y a otro, en una espiral rabiosa que no acaba nunca. Veamos
– Si decides tirar para delante, prueba con una pequeña bomba atómica de fabricación casera. Arturo el de los piensos podrá echarte una mano, seguro. Para la información técnica, el uranio y la piecería, puedes mandar un mail amistoso a la embajada de Corea del Norte-, o mejor, consultar esa web donde compraste el lanzallamas.
– Si decides rebobinar y empezar de cero, prueba con un buen chorro de agua a presión al atardecer. Es una opción, en cualquier caso, mucho más barata que la anterior. No tendrá efectos secundarios en el aparato respiratorio de tu mujer (salvo si se asoma en ese momento a la ventana). Tampoco te creará problemas con la CIA en caso de que investiguen tu correo electrónico. Enchufas la manguera y empapas bien las plantas donde haya pulgón. Respecto a los tallos perforados por la polilla, ten buen cuidado en ese centro comercial que frecuentáis: inspecciona las plantas antes de llevarlas a casa, y corta enseguida –y tira a la basura- los tallos afectados.
Con mis mejores deseos para ti, tu mujer, y tu nieto.
Firmado: Barbie Jardinera.
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NOTA
El dibujo de «Fumigator» procede de un folleto del Jardín Botánico de Montreal.