En el brezal (Auf der Heide)

La madre de Ehrard Schwiegert, recientemente fallecido en el frente danés (fusilado, de hecho), recibe la visita de Leni, la novia de su hijo. Años después relatará aquella entrevista al autor/narrador, en busca de testimonios para reconstruir la historia de Leni.

“...La Sra. Schweigert reconoció que la chica también la había visitado una vez, que había tomado el té -todo hay que decirlo- con absoluta corrección y que el único tema de conversación -por increíble que pareciese fue así- habían sido los brezos; la chica le preguntó dónde y cuándo florecía el brezo; si por ejemplo, en aquella estación. “Imagínese usted: a finales de marzo, como estábamos. Tuve la impresión de estar hablando con una idiota”; ¡que si a finales de marzo -y en 1940, en plena guerra- florecía el brezo en Schleswig- Holstein!; la chica ignoraba por completo la diferencia entre brezo atlántico y brezo de roca, como asimismo sus condiciones ecológicas. (…)

(…)Tal vez no parezca injustificada la conclusión de que Leni acarició la idea de visitar a Erhard allí arriba y disfrutar con él sobre los brezos; por más que el examen objetivo de las condiciones botánicas y climatológicas nos obligue a sacar la consecuencia de que semejante tentativa estaba condenada a fracasar entre la humedad y el frio, subsiste el hecho verificable de que, a veces, determinados brezales de la zona de Schleswig-Holtein disfrutan realmente, al menos según la experiencia del autor, de una atmósfera seca y cálida”.
Retrato de grupo con señora, H. Böll, Bruguera 1984, pp.107-108 (1)

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27 de marzo 2021
Pensaba que tampoco este año los vería, pero sí. Los brezos en flor. No son los brezos da Costa da Morte, equivalente doméstico de los del Báltico y el Mar del Norte -cerradas entradas y salidas por Covid, tanto allí como aquí- sino los de una urbanización cercana, junto al pantano de San Juan. No forman parte de la vegetación autóctona, pues esta es tierra de jaras, romeros y tomillos, sino de la vegetación diseñada para un jardín, un jardín de muchas ínfulas, vislumbrado a medias desde uno de los varaderos del pantano. No forman masas monocromátcas continuas, sino manchurrones en diferentes tonos de rosa y blanco, como mandan los manuales clásicos del Jardín Nórdico (véase foto 3, abajo), en alternancia con puntos de amarillo chillón (Evonymus ‘Aureus’) , lenguas de hiedra variegada, con cenefa blanca o corazón-de-oro (var. `Goldheart´), y todo de hoja persistente, salvo el magnolio de hoja caduca, igualmente de rigor, el berberis color rojo-burdeos (o rojo-sangría, a imaginar a pleno sol, entre evónimos dorados…) y los previsibles abedules, que sobreviven como pueden bajo la copa de los pinos piñoneros (toda la zona es un inabarcable pinar; primera incongruencia -pero cómo evitarla- con los jardines 100% nórdicos)
Mirando despacio la foto: o el diseñador /dueño es alemán, o tiene el ojo educado en Alemania/Suiza/por ahí, o simplemente nació hacia 1950 y el jardín es antiguo, de finales de los 80, cuando los contrastes de color eran un must -con perdón- y triunfaba, me parece, todo lo que venía del norte, así en el jardín como en las camisas estampadas que seguramente vestía el propietario, ya por entonces… También puede ser simple nostalgia de los Alpes. El que haya visto los colores de una pradera de alta montaña en el mes de abril/mayo, lo entenderá. (Pero habría que estudiar todo esto un poco: la relación entre el gusto nórdico por los colores chillones, la flora alpina, los inviernos largos y la luz menos intensa. Puede ser, ahora que lo pienso y lo escribo, ¿que aquí en el sur, con tanta luz, apreciemos más las transiciones, los tonos mates, los colores velados, la semi sombra, la ligereza?)
Mirando otra vez las fotos. En la de arriba el efecto es más natural porque el único punto amarillo es el del musgo sobre la roca, en primer plano, mientras que los dichosos (inoportunos) evónimos dorados se quedan al fondo, sin molestar demasiado. El macizo de la foto 3, sin embargo, está pasado de moda: no tiene remedio. Hoy reemplazaríamos esos amarillo-huevo por gramíneas (como en los brezales atlánticos) y los arbustos de hoja persistente por vivaces adaptadas al suelo y clima… y a un propietario menos obsesionado por la limpieza+orden inmutable del jardín. Más mano de obra (o la misma, pero más puesta al día) y menos riego durante el verano.

NOTAS:
(1) En el norte de Alemania, por esa época, el brezal, der Heide, tenía connotaciones que hoy/aquí se nos escapan. «En el brezal crece una florecita, de nombre Erika» ( de donde el género botánico, Erica sp), así empieza la marcha militar «Erika».
Auf der Heide blüht ein kleines Blümelein
und das heißt: Erika…

La letra va por su lado (el lado de Leni/ Heinrich Böll: flores, primavera, abejas, amor) y la música por el suyo (infantería de la Wehrmacht desfilando, dirección Polonia). La referencia en la wiki a los brezales de Schleswig-Holstein, donde hacía maniobras el ejército alemán en los años 30: https://es.wikipedia.org/wiki/Erika_(canci%C3%B3n).

Respecto a esa diferencia que establece la Sra. Schwiegert entre brezo atlántico y «brezo de roca», quizá se refiera a Erica y Calluna respectivamente, o a diferentes especies de uno u otro género, pero no encuentro por ningún lado la denominación ·brezo de roca».

… Tercer paisaje, Gilles Clément

(Continuación de Jardín de brezos, tercer paisaje: https://laramadeoro.com/2021/02/14/jardin-de-brezos-tercer-paisaje/ )

Gilles Clement escribió su Manifiesto del Tercer Paisaje hace ya quince años. En esa época se hablaba mucho de los espacios abandonados o pendientes de «ordenamiento» El libro de Clément tiene la gran virtud, en mi opinión, de enfocar el asunto desde el punto de vista de la biodiversidad y de aportar, además, una lista de conceptos útiles para el paisajista, o el jardinero, que quiera argumentar de forma atractiva el valor de esos espacios. Aún así, al manifiesto me resulta pesado en dos aspectos, como todos lo que escribe Clément, gurú de modales amables, entre naif y chiant, aficionado a mezclar churras con merinas, cuyos jardines me gustan tanto como me cansan sus libros (y este es el mejor). Primero, la envoltura filosófica y política en que lo envuelve todo. Su crítica recurrente, machacona, siempre en los mismos términos inapelables, al sistema liberal-capitalista, causa última y única de todos los males. Sugiere de pasada en el Manifiesto (con más detalle en otros libros) alternativas respetuosas con el medio ambiente en sociedades no industrializadas (¡claro está!) del Tercer Mundo… No profundiza en esto, en si todo es malo en nuestra sociedad, como parece dar a entender (los fundamentos son malos) o si hay algo bueno, en si hay más o menos cosas malas/buenas en esos otros sistemas, en fin, en si tiene algún sentido a estas alturas de la película seguir con las mismas monsergas setenteras -todo está bien menos Occidente, y cualquier ocurrencia tiene un pase con tal de que venga con el marchamo altermondialiste(2)- y más aún cuando él, Gilles Clément, las suelta desde su piso en Paris, tan ricamente, y vende sus libros en amazon, y los promociona en la tele… En alguno de sus textos comenta, por ejemplo, lo bien que compostan sus residuos vegetales en no sé qué aldea brasileña, pero ni pío de los esfuerzos que están haciendo en Alemania, en Holanda, etc, los urbanistas de las grandes ciudades para poner en marcha programas de economía circular. Lo mismo con su defensa extemporánea de Lamarck frente a Darwin (ya me lo había encontrado en La sagesse du jardinier, pretencioso desde el título), que estaría bien si se limitara a sus escritos sobre las tendencias autodestructivas de la humanidad (atención, Lamarck, en los textos citados por Clément, no vincula esas tendencias a un sistema o a una sociedad en concreto, sino al Homme, par son égoïsme…), pero da la impresión de que Lamarck le parece más gauchiste (con su teoría de la herencia de los caracteres adquiridos ) y Darwin más crudamente conservador (con su teoría de la selección natural/sálvese quien pueda).
Segunda crítica. Clément ofrece en el Manifiesto dos modelos de aplicación de sus conceptos en el diseño de espacios públicos, el de Saint-Nazaire y el de la isla Derborence, en Lille. Los dos son lugares muy hermosos y poéticos, emocionantes (touchants!) como todos los jardines que hace Clément. Pero, en mi opinión, la defensa de los terceros-paisajes es una cosa más sencilla, más cotidiana y más urgente. Los grandes proyectos no valen como referencia para los que estamos a pie de calle. Tercer paisaje es el que veo desde la ventana del baño: un trozo de encinar en el que iba a construirse una promoción de chalés pero que paró la crisis de 2009, ya realizados los primeros movimientos de tierra. Es una mediana sin mantenimiento en cualquier parte. Los solares de las casas que se vienen abajo, las cunetas llenas de basura en las que, entre botellines y bolsas de chuches, siguen germinando las amapolas. Tercer-paisaje son, por encima de todo, los descampados. Para protegerlos no hace falta el aparato intelectual de Gilles Clément, que -una vez depurado de adherencias filosóficas y clichés del 68, es decir, limitado a sus tres grandes conceptos: Jardín en Movimiento, Jardín Planetario y Tercer Paisaje- puede ser útil en medios universitarios o a nivel de ambiciosos proyectos paisajísticos y concursos públicos (él ha ganado unos cuantos; cosas del sistema capitalista y la libre concurrencia), pero no para el común de los mortales. Por ejemplo, en la web he encontrado una tesis doctoral de un ingeniero de Zaragoza, J. Montolari, en la que cartografía los terceros paisajes de su ciudad, los clasifica detenidamente y los valora como lo que son, lugares llenos de vida y de belleza. (3) En qué han quedado sus propuestas, en la práctica, lo desconozco (¿algún eco a nivel administrativo?), pero el pdf está bien, vale la pena leerlo, y su jovencísimo autor concluye con un párrafo que demuestra que tiene los pies en la tierra: «En la realidad actual, sopesando los factores sociales y económicos, sería posible dentro de la voluntad de lo público y también de la iniciativa privada, plantear actuaciones muy localizadas, que probablemente llevarían más inversión en la parte de información, concienciación y mantenimiento, que en la parte de construir infraestructuras verdes relacionadas con el Tercer Paisaje».
En trabajos así los conceptos del Manifiesto pueden ser útiles -como el renombre del propio Clément, citado en boca de un paisajista con talento. Personalmente, sin embargo, prefiero mil veces, porque es mil veces más didáctico (¿de qué vale el Manifiesto si la mirada de la gente no cambia?), y de aplicación inmediata para cualquier concejal de Medio Ambiente o profesor de instituto, esto : http://javiergrijalbo.blogspot.com/p/descampados.html

En el Tercer Paisaje de brezos, el jardín de las fotos, yo me habría limitado a dividir el jardín, para que los perros no pudieran entrar en la «reserva»· de atrás, una landa en miniatura, después de arrancar los surrealistas naranjos, que bastante han penado ya, y de habilitar unos pasos japoneses para poder entrar a catalogar las plantas sin pisotearlas. Incluso en la parte de delante, la de la gente y los perros, eliminaría para siempre la segadora, limitándome a desbrozar, sin retirar la hierba, un par de veces al año.

NOTAS
(2) Los habitantes de Bali celebran la cosecha del arroz con ofrendas a Dewi-sri, la diosa del arrozal, y es todo una maravilla. Los del Luisiana (white trush, habría dicho hoy Clément) celebran la suya con el vuelo rasante de un avión que fumiga pesticidas. ¿Y por qué? Pues «parce que la Bible n´a rien prevu d´autre». Y así está todo mezclado en sus libros, sin el menor empacho (i.e., de la Biblia al afán de lucro, a la PAC, los sopladores de hojas -una de las fijaciones de G.Clément- etc). Apud La sagesse du jardinier, cap. 4, «L’arbre, est-il capitaliste?»
Y aquí también el guiño a los teósofos (Teosofía, Biodinámica), por ejemplo, que «manipulan humildemente sus preparados naturales y ponen su confianza en las estrellas. Estas prácticas teñidas de esoterismo han sido consideradas charlatanería por aquellos a los que lo vivo-complejo (le vivant complexe) exaspera.,..» (Une brève histoire du jardin, p.68). No, Monsieur Clement, sobre todo por aquellos que, tratándose del suelo y los vegetales, creen simplemente en los datos corroborados por la ciencia ( y se puede decir esto rechazando con la misma firmeza que ud. el recurso a los pesticidas/herbicidas y demás merdes.)
(3) https://zaguan.unizar.es/record/85007/files/TAZ-TFG-2019-3452.pdf

 

Jardín de brezos, tercer paisaje

 

 

 

 


Calluna vulgaris
(foto de la derecha) es el brezo europeo ordinario, el de las landas y bosques aclarados de roble o pino, que crece un poco donde se le deje, desde Escandinavia hasta aquí, con tal de que el suelo sea pobre y algo fresco (y no calizo; pero esto es común a todos los brezos, con algunas ilustres excepciones: Erica carnea y su hibrido x darleyensis, y creo que alguno más). Es el brezo que produce polen para las colmenas del Bierzo (por ejemplo; son las que yo he visto conduciendo hacia Galicia; pero por todo el norte las hay) y que florece a la vez que los castaños: «Miel de castaños, robles y brezos», por ese orden (1). El brezo que crece donde ya no crece nada, después de arder el monte una y otra vez. El último de la sucesión ecológica de la carballeira, pero también el primero para intentar la remontada (planta pionera, pues, en taludes arenosos, en extensiones de tierra ácida y pobrísima). Leo en el Catálogo de Viveros Bruns -manual de cabecera desde mis tiempos de peón jardinero en Luxemburgo, allá a principios de siglo- que Calluna vulgaris está «extraordinariamente sujeto a mutaciones genéticas», y de ahí que el número de cultivares hortícolas sea tan vasto (link de variedades de Calluna: https://online.bruns.de/fr-fr/recherche?q=Calluna ; prestando atención al calendario de floraciones, se puede diseñar una extensión de brezos que vaya floreciendo por oleadas, de febrero a octubre)

Erica cinerea y Erica tetralix, sin embargo, son brezos exclusivamente atlánticos. El segundo necesita incluso algunos días de encharcamiento para estar a gusto. Dice «Bruns» que todas las Erica vienen de Sudáfrica: todas. Allí hay más de quinientas especies. Aquí apenas una docena. Y en el Atlas de Jardinería lo confirmo: 500 de las 735 especies de Erica son endemismos de El Cabo, con un clima mediterráneo similar al nuestro, con idénticos calores abrasadores pero colocados «al revés», es decir, entre diciembre y febrero, que es cuando en nuestras antípodas maduran las uvas (cabernet-sauvignon, merlot… en su tierra de origen tiritando aún de frío)

En la foto de arriba se ven las Erica cinerea y las Calluna de un jardín abandonado cerca de La Coruña, en el que no se pasa la segadora desde 20016, puede que 2017. El suelo ha sido colonizado por brezos, helechos, incluso toxos, que se mezclaron a las gramíneas ya establecidas y a otras que fueron viniendo. La última vez que estuve allí descubrí gladiolos silvestres en algunos rincones. Lithospermum de color azulón… El jardín, sin segadora y sin gente, se había ido convirtiendo poco a poco en eso que Gilles Clément llama -un tanto petulantemente- «Tercer Paisaje». Los terrain vague, los descampados de toda la vida. Nunca zumbaron con más energía las abejas (¡lástima de colmena!). Ni se vieron más lagartijas en la piedra de los bancos y de la fuente. De noche, no uno, sino media docena de murciélagos amagaban con entrar por la ventana de la cocina. Los naranjos amargos del jardín, inexplicablemente plantados hace cuarenta años (en un suelo escaso y pobre, puro granito), se abandonaron por fin a la cochinilla algodonosa y se dejaron morir en paz, pudriéndose la fruta a sus pies, un manjar de larvas, escarabajos, caracoles, ofrecido ya sin recato a los mirlos, de día, y de noche a los erizos, que entran al jardín por los tubos de drenaje, colonizados (pero no cegados) por las raíces de los árboles, el musgo, las hojas que nadie barre, y finalmente convertidos en cálidos cubículos para sus crías.

(Continuará: …Tercer paisaje, lectura crítica de G.Clément)

NOTAS
(1) El porcentaje de flor de castaño suele ser el más alto. Mieles solo de brezo recomendadas por «mieladictos»: https://mieladictos.com/guia-mieles-espana-y-portugal/mieles-de-brezo/  Pero las de castaño que se completan con brezo y/o roble también son muy ricas (de hecho, más suaves)

 

Tiramisú, Caramel, Brownies…

Basilea 002Podía ser  la carta de postres de un restaurante, pero no. Es una selección de un catálogo de heucheras, todas ellas híbridas,  con un pariente yanqui muy cercano (Heuchera villosa), aunque su padre putativo sea un francés (el viverista T.Delabroye).
Las heucheras necesitan suelo fértil y fresco.  Si se intenta su cultivo en la mitad norte de España, mejor mirando al sur-este. Si se intenta en la mitad sur -lo que no sé si es muy recomendable…- mejor a la sombra, sombra total, aunque la planta no florezca. En realidad, con estas variedades de la carta de postres la flor no importa tanto. Antiguamente ( antes de los años 80), las variedades de heucheras que podían encontrarse eran plantas  diferentes a éstas; la más habitual era una heuchera mejicana (H.sanguinea), adaptada al suelo mediocre, al pleno sol, y cultivada en Europa y USA en ese estilo de jardines «kitsch» que eran, por entonces, las viejas rocallas. Leo en un manual de plantas vivaces que estas primeras heucheras  se usaban por sus espigas de flores, tan diminutas, etéreas casi, que en Francia se  las llamó «désespoir du peintre».
Las heucheras modernas son otro rollo.  Más fornidas que sus primas de Chihuahua, estos híbridos «siglo XXI», descendientes de variedades del este de los EEUU, se cultivan como tapizantes por su crecimiento compacto y sus hojas recortadas, de silueta parecida a la de los arces (a escala XS), con mucho colorín, de tacto ligeramente atercipelado, siempre sanas y rubicundas.
La foto está sacada en una rotonda urbana (Basilea) el pasado mes de enero.  Las Caramel  están mezcladas con las Brownie, las Citronelle, las Tiramisú… y el marco, muy irregular, lo forman unos brezos dorados (otros que interesan por su follaje; hasta es bueno quitarle la flor en cuanto asoma, para que la mata no decaiga).
Cruzamos la rotonda de buena mañana. La escarcha había cubierto el macizo de una lámina de cristal, y el follaje de las heucheras -con todos los colores entremezclados, como en el escaparate de una tienda de chuches-  parecía espolvoreado de azúcar glas.

NOTA:
Hay mucha información sobre estas y otras plantas de ancestros americanos en el link http://www.ngb.org (Natinal Garden Bureau, USA)

brezos y heucheras

Brezos, brecinas, queirugas.

Agosto 2012, una aldea del norte.

En la ladera que baja  a la playa, en las zonas más rocosas y ásperas, más expuestas al sol, al viento, al salitre, donde la tierra es escasa y pobre,  florecen desde la primavera diversas especies de brezos y brecinas – queirugas grandes e pequenas, géneros Erica, Calluna y Daboecia-  mezclados con gramíneas, toxos (Ulex), algunos cardos y poco más.

El viento del nordeste rompe las ramas resecas de los pinos y esculpe a su manera las masas de laurel y madreselva que crecen ya muy abajo, donde sí se ha acumulado una buena capa de tierra. El monte se ha quemado varias veces. En la parte alta crecen los eucaliptos, inmediatamente más abajo (otro tono de verde), grupos de pino marítimo; en la siguiente franja, donde haya un mínimo de humedad, helechos y zarzas, y donde no, queirugas... Cuando éramos niños esa bajada a la playa era un pastizal, dividido por regos que canalizaban el agua de lluvia y de los manantiales de la parte alta; el agua lo empapaba todo, todo el año, y hacía salir al camino unas babosas gordísimas, como no he vuelto a ver desde entonces; las vacas de Evaristo, que pastaban pendiente abajo, levantaban parsimoniosamente la cabeza cuando nos veían bajar corriendo…. Pero el fuego, la sustitución de los carballos por pinos y eucaliptos, el abandono de los pastos, han contribuido a que el suelo sea ahora más pobre y más ácido. Donde la tierra es mínimamente rica todavía hay tojos y xestas (ginesta, retama). Pero donde domina el brezo la cosa no tiene duda: ahí ya no puede crecer nada más.