Consejos a la juventud en tiempos de crisis

Pisar bien la tierra alrededor de las coles recién plantadas.
Arrancar las hojas bajas de las coles.
No enterrar el cuello de las lechugas.
Poner tutores a todas las tomateras, incluso a las que nos venden como “de mata baja”.
Los tutores se ponen antes; las tomateras, después.
Arrancar las hojas bajas de las tomateras.
Despuntar regularmente las tomateras, para que los racimos que quedan maduren bien.
Los calabacines aguantan la media sombra.
Si hay flores silvestres cerca (es decir, insectos), los calabacines cuajarán mejor.
Los rabanitos crecen muy rápido y son compatibles con todo.
No regar con el chorro a tope: doblar un poco la manguera, o colocarla en el interior de una maceta (sobre el suelo), o hacer un manguito con sacos y atarlo con un alambre al extremo…

 

 

 

 

 

 

El riego por goteo es para perezosos (o para huertas muy grandes).
Cavar favorece el enraizamiento y la penetración del agua donde esta es escasa.
Cavar favorece la aireación donde el agua sobra.
Cavar en exceso, allí donde el agua es escasa, favorece la evaporación.
Hay que elegir entre cavar o acolchar.
Acolchar impide que el agua se evapore (se riega colocando la manguera debajo)
El acolchado orgánico mantiene mullida la tierra, rica para las lombrices.
El acolchado orgánico, al descomponerse, aporta nutrientes al suelo.
Cavar perjudica al grillotopo.
Pero acolchar lo favorece.
El acolchado protege la tierra del golpeteo de la lluvia y el granizo.
Pero el acolchado es perjudicial al final del invierno, porque impide que el sol caliente la tierra.
Solución de compromiso: se puede cavar al principio, en primavera, y colocar el acolchado después, incluso renovándolo al “limpiar” la huerta en otoño.
Mucho cuidado con el verbo “limpiar”.
Las gallinas de Perico se comen los restos de la huerta: ¡y también al grillotopo!
Mirlos, rabilargos, alcaudones… a todos les gusta comer grillotopos.
Grillotopos y cebollas son incompatibles.
Grillotopos y patatas son incompatibles.
Hacer lo que se pueda (y más) por cazar grillotopos.
Lo mismo con los buprestes, que devoran las hojas de los albaricoqueros.
Las orugas de Chupaleches no son nocivas a menos que se acumulen muchas en el mismo árbol (en cuyo caso las recogeremos delicadamente, para redistribuirlas)
Las mariposas Macaón son, además de preciosas, inofensivas en la huerta: sus orugas solo comen hojas de ruda e hinojo; se les pueden dejar algunas plantas, enteramente para ellas.

Habas y guisantes se siembran enseguida.
Donde el verano es intenso, habas y guisantes se recogen también enseguida: mayo a más tardar.
Y en su sitio se plantan tomateras.
Las varas de la poda de los almendros sirven de tutores para los guisantes pero no para los tomates (tampoco para las judías)
Los mejores pimientos son los de septiembre.
Los mejores puerros, los de abril.
Si se aprietan mucho las cebollas en la línea, saldrán más pequeñas. Si se las espacia, más grandes.
En tierras pesadas: manzanos y ciruelos.
En tierras ligeras: perales y almendros.
Nada justifica no tener un compostero.
Nada justifica no aprender a obtener semillas propias. Nada justifica no intentarlo.
El hortelano que trabaja solo puede quitarse la mascarilla en la huerta.
Nada justifica no volvérsela a poner en cuanto sale.

Barbie Jardinera

 

NOTAS:
Completar con una guía de buenas asociaciones: https://laramadeoro.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=1528&action=edit
La foto de la macaón es del jardín de Gema.

Riego a manta

El pozo de Miguel de momento tiene agua. Riega «como siempre se ha hecho», dejando que la corriente colme los surcos mientras él vigila el circuito para que el agua se reparta bien (y «bien» quiere decir: a cada hortaliza según sus necesidades, pero sin quitarles el ojo de encima) y para que no rebose y se pierda por ningún punto. La ventaja del riego a manta es su facilidad, limpieza, abundancia…La desventaja, que no lo era en otros tiempos, es que una parte del agua se filtra sin provecho, otra se evapora, y que la tierra, una vez seca, se cuartea y endurece. Sigo siendo partidaria del acolchado. O de los cultivos intermedios con flores, aunque las plantas de la huerta rindan menos. A Miguel poner menos de cincuenta o sesenta tomateras le parece una tontuna. Tiene los surcos como una patena. Si una correhuela osara asomar la nariz, ¡zas!, azadón que te crió. Produce tomates y pimientos para regalar a todo el mundo, y lo que sobra se lo echa a las cabras de Wasa, el nuevo cabrero, marroquí, que ha tomado el relevo en sus viejas instalaciones del «tinao».

Miguel vendió las cabras en 2016. Hubo que hacerles fotos a todas, juntas y por separado, para que él pudiera elegir y después subirlas a milanuncios.com. Un conocido de aquí al lado terminó comprándolas, para gran alegría de Miguel, que así podría ir a visitarlas siempre que quisiera.
El día del traslado era un viernes. Yo fui primero, antes de que empezara el zafarrancho, para recoger a los dos perros del tinao: Boni y Curro. Luego el comprador preparó a las cabras.
– Y Miguel, a tí que te lleven en coche si quieres decirles adiós -le gritó.
Pero Miguel no quería dejarlas ir sin más, así, a la francesa: con su artritis a cuestas, sin casi poder levantar la mirada del suelo, de tan encorvado que caminaba entonces, hubo de acompañarlas hasta su nueva casa (a cinco kilómetros de aquí; para que el rebaño pudiera pasar al otro lado del monte, él mismo -apoyado en dos bastones- cortó durante unos minutos la carretera de Toledo). Una vez las dejó instaladas, y hechas las recomendaciones precisas al nuevo propietario, Miguel se volvió al pueblo para empezar a preparar la bolsa de viaje.
Ese mismo lunes ingresó en el hospital de Móstoles. Primero se operó una rodilla, después la otra, después la hernia…
Y ahí está ahora, jubilado y sin bastones, produciendo tomates para parar un tren.

Jardín limpio, cliente contento

 chaumont 07Voy de visita al festival de jardines de Chaumont-sur-Loire cada tres años. He ido ya en el 2007 y en  el 2010. Este año tocaba, pero entre la vendimia y el vino se me ha echado el tiempo encima y ya no podré ir. No faltaré, sin embargo, a la cita de primavera.
La primera vez fuimos en la furgoneta desde Madrid, sin prisas, haciendo varias paradas por el camino; al llegar a Chaumont, que es uno de los pueblos que se esparcen por la orilla del Loira (muy cerca de Amboise) nos quedamos a dormir en el camping. La segunda vez cogí un tren muy temprano en la estación de Austerlitz, en Paris; la parada es en Onfray, a dos kilómetros del castillo donde se celebra el festival. Fui caminando hasta Chaumont, pasé el día allí, y al atardecer regresé a París. En las dos ocasiones me quedé con la impresión de que el tiempo y el dinero invertidos  (150 euros en el segundo caso, por un «forfait» de avión +2 noches) eran muy poca cosa para lo que se podía obtener a cambio: ver en unas seis horas el mejor festival de jardines de Francia y volver a casa con la cabeza en estado de ebullición.

Al mes de volver quedé con un amigo jardinero en Madrid para tomar una cerveza. Venía todo sudoroso, después de horas trabajando con la sopladora, barriendo y recogiendo en bolsas de plástico las hojas caídas al pie de las plataneras… Saqué la cámara digital y empecé a enseñarle mis fotos. Déjate de mariconadas, me dijo. Mis fotos de Chaumont –como la que reproduzco aquí arriba– no le interesaban ni mucho ni poco. Pasamos a hablar de otras cosas.
Y es que aquí no tenemos nada que pueda compararse a un festival como el de Chaumont. Tenemos festivales gastronómicos, musicales, y otro tipo de cosas estupendas. Pero de jardines, nada. Cuando uno salta desde la plataforma en la que trabajan los grandes paisajistas –los de «Casa y Jardín», para entendernos– va a darse de bruces directamente contra el suelo: el terreno de los jardineros de mantenimiento, que son albañiles o agricultores reciclados en el mejor de los casos, y en el peor (que es lo habitual), jóvenes españoles sin cualificación, que sienten el mismo interés por podar un rosal que por conducir una carretilla elevadora; estos jardineros que pululan por las comunidades de vecinos y urbanizaciones de las afueras se reparten el business con los emigrantes sudamericanos, marroquíes y rumanos, quienes, como ellos mismos, trabajan por cuatro perras (qué remedio) y han aprendido  a marchas forzadas en las grandes compañías de mantenimiento, las que se llevan las contratas de los ayuntamientos (desbrozar cunetas, limpiar aparcamientos, etc). Pueden ser buenos trabajadores, pueden  tener pericia en el manejo de las máquinas, pero ni saben una palabra de botánica o agronomía, ni consideran que sea necesario saberla para cuidar un jardín. Naturalmente, los propietarios del jardín no son exigentes. En España no lo son, ni siquiera cuando creen serlo… Y lo que están dispuestos a pagar a estos jardineros  improvisados es lo mínimo (ocho euros/hora, cinco si es en negro).  Chaumont. Soluciones para suelos muy secos.Una familia de nivel económico medio dedicará el  95% de su presupuesto a la casa y al coche, pero ¿al jardín?. Con que esté limpio basta. Seto de “arizónicas”, + extensión de césped + puñado de rosales sin padre ni madre en la entrada. Este tipo de propietario estándar –el de los miles de chalés/segundas residencias surgidos como hongos al calor de la burbuja inmobiliaria, o el coprietario distraído de una comunidad de vecinos– tampoco considera la posibilidad de que haya otra forma de hacer las cosas. Y si sale a otros países de vacaciones, no ve lo que no llama su atención, aunque lo tenga delante de los ojos (foto 2: Chaumont, soluciones para suelos muy secos; más abajo, foto 3: chumberas, rosas y gramíneas). O puede que sí lo vean  y puede que sí se admiren, pero eso no significa que vayan a hacer comparaciones constructivas y a extraer de ellas la menor conclusión práctica. ¿Por qué somos así?. No lo sé.
pompas de jabón en un cuasi-desiertoEl ciudadano español medio tampoco le pide mucho a su ayuntamiento en cuestión de espacios verdes públicos. Pide, de hecho, lo mismo que para su pequeño jardín (el que lo tiene). Y ni él, ni su jardinero, ni el representante de la administración necesitan festivales de jardinería ni nada por el estilo. En todo caso, si se hace una “feria del jardín” a lo grande, como acostumbramos a hacerlo todo por aquí, lo que encontraremos en ella es lo último en maquinaria, nuevos cachivaches, pérgolas y casitas de jardín, barbacoas, horripilantes cabezas de Buda, tumbonas de maderas imputrescibles (procedentes de selvas tropicales en peligro de extinción), etc, etc.  Supongo que la falta de empatía con la naturaleza (¡la de verdad, no la de adorno!) es un defecto cultural que arrastramos desde la noche de los tiempos pero ¿por qué nos hemos curado en tantas otras cosas y en esta seguimos así?.
Cuando salgo al extranjero a ver jardines siempre vuelvo cabizbaja. En España no hay nada comparable –no digo ya a los grandes festivales, ¡pienso simplemente en las rotondas ajardinadas de Francia, por ejemplo!– no hay nada comparable porque casi nadie lo echa en falta (y los que sí lo hacen todavía son minoría: basta con abrir los ojos).  Como cuando paseamos por el campo. Si uno se da un paseo a pie por cualquier zona rural del sur de Inglaterra, o de Aquitania, o de la Toscana… puede estar bien seguro de que no se va encontrar ni neumáticos, ni bolsas de plástico, ni restos de palés, ni trozos de uralita… Por supuesto, las posibilidades de que se encuentre un perro abandonado, esquelético y muerto de miedo, son también muy bajas, e irán disminuyendo a medida que nos dirijamos al norte.

crocus hederifolius


En este jardín (Oxford), las hojas se descomponen al pie de los árboles, y en el mantillo que se acaba formando  brotan unos crocus diminutos.

En cuanto a mi colega jardinero, no me afectó gran cosa su desinterés.  Es un buen hombre que preferiría otro tipo de trabajo, mejor pagado y menos ingrato. Me quedé, eso sí, con ganas de decirle que estaba haciendo el canelo. Que las hojas de las plataneras debía soplarlas hacia el centro del césped, esparcirlas lo más posible y, acto seguido, pasar la segadora por encima. La bolsa de la segadora irá recogiendo una mezcla impagable de briznas de hierba y hojarasca triturada. Lo que él –y una mayoría de sus clientes y colegas, para qué negarlo– consideran “suciedad” es lo que mantiene fértil y protegido el suelo (por no hablar de la cantidad de pequeños invertebrados que encontrarán refugio en esa capa mullida y caliente de materia orgánica). De modo que, en vez de tanto sudar y tanto ir y venir al contenedor,  a lo mejor debería limitarse a ir vaciando esas bolsas al pie de  árboles y arbustos, devolviéndoles lo que es suyo, los nutrientes que ellos mismos han fabricado y de los que depende en buena medida su futuro. Así se mantienen esos jardines ingleses que tanto admiramos (foto 4). Y la única diferencia respecto al mantillo de los bosques  (foto 5, abajo) es la velocidad: allí todo es lento, aquí, por razones estéticas (y a veces funcionales: no resbalar por un camino lleno de hojas), se acelera el proceso de descomposición, pues las hojas secas vuelven a la tierra ya trituradas, amontonadas, y mezcladas con hierba.

hojas que formarán el mantillo

Notas.
Los troncos de la primera foto, pintados de azul y puestos cabeza abajo, como hombres caminando, procedían de los bosques azotados por las tormentas que arrasaron Francia en 2005. Algunos años después leí esta noticia en una revista de jardinería: los hombres azules de Chaumont habían arraigado en el fondo el estanque y se estaban cubriendo de hojas. Es decir, volvían a ser árboles.

Acolchado: sí y no, y a veces.

Todo el verano

acolchado sandías(Lo primero: hay que desterrar del disco duro el anglicismo “mulching”.  ¿Por qué usar   ese gerundio cacofónico en vez de nuestro castizo  “acolchado”, que es palabro cierto, y bien bonito?.)
En LRO se usa como acolchado todo cuanto nos viene a la mano.  La tierra no debe estar desnuda. Hay que protegerla de la insolación del mediodía, y del impacto del chorro de agua, y tratar de ponerle difícil las cosas a las malas hierbas (con una capa espesa de acolchado la luz no llega a las semillas que, de ese modo, tienen más complicada la germinación). Durante un par de años cometí el error de traer paja de fuera: comprada en una ocasión (lo que ya es una locura absoluta), y reciclada de unas pacas de heno para caballos en otra (estoy casi segura al 98% de que los primeros grillotopos vinieron con esa remesa de heno). Ahora, después de mucho romperme los cuernos, por fin he aprendido. Procuro desbrozar antes de que granen las hierbas que voy a usar de acolchado. Las dejo secar “in situ”, Y después, ya en pleno verano, las rastrillo y me las llevo a la huerta.
acolchado con brozaCuando algún cliente, o algún vecino, o el jardinero del ayuntamiento, me  guarda las siegas de césped, lo mezclo con mi broza y obtengo el acolchado de calidad PRIMA. Las siegas aportan el nitrógeno y  mi broza vieja el carbono. Las siegas tapan los vacíos entre la paja reseca, haciendo más eficaz la cobertura. Pero la paja reseca impide que el césped se apelmace en exceso. Las siegas se descomponen rápido, incorporando sus componentes al suelo. La paja, más estable, me permite no tener que estar acolchando cada quince días… Un acolchado, en fin, no es más que un «compostaje» (¡otro palabro dudoso!) en superficie, más lento que el del «compostero» (donde las temperaturas son más altas) y que protege el suelo y las hortalizas mientras el proceso de descomposición arranca..
En algunos cultivos, además, esos cojines de paja cumplen alguna otra función añadida. Sobre ellos se recuestan mis preciosas sandías “Crimson”,   como en una chaisse longue diseñada a medida, y ahí  van engordando lánguidamente –sin magullarse ni ensuciarse- hasta que llega el día de hincarles el diente. En capas de hasta cuarenta centímetros de paja coloco los tomates morunos, que de lo contrario se revolcarían, o se romperían, por muchas cuerdas y tutores que pongamos por todas partes (no son tomates de enrame); la alternativa es usar cajas de madera, las que dejan los fruteros en la puerta de la tienda, pero el inconveniente de las cajas, en mi opinión, es que dificultan el riego (el manejo de la manguera), además de lo evidente: que no aportan nada ni a la química ni a la física del suelo, como sí hacen los acolchados orgánicos a medio y largo plazo.
¿Todo son ventajas, pues,  en el acolchado de la huerta ?. Algunos dicen que sí.  Yo creo que sí…casi siempre. Algunas cosas que he aprendido:

  1. Si hay grillotopos, el acolchado se convierte para ellos en un hotel de cinco estrellas. Mis vecinos no sabían lo que era un bicho de estos hasta que me vieron a mí llorando por las esquinas. Ya he sugerido que los primeros pudieron llegar de otra zona, que sí estaba infestada, camuflados entre el heno. PERO después de dos años de lucha sin cuartel empiezo a conjeturar otra razón para mis grillotopos (no incompatible con la primera): mis vecinos aran y aran hasta que se les acaba el gasóleo…En LRO, sin embargo, apenas se mueve la tierra. Y la enseñanza, por desgracia, es ésta: sólo a base de cavar y de pasar la mulilla he conseguido que el grillotopo no acabe conmigo.  Y sólo cuando hay indidios fiables (v.gr.: varios días sin bajas en la línea de cebollas) de que el grillotopo se ha ido por piernas –excavando galerías de hasta un metro de profundidad-  puede uno plantearse empezar a acolchar la huerta (y dejando libres las calles para seguir dándole a la azada, por si el grillotopo asomara de nuevo)
  2.  Si hay riego por goteo, y el  agua viene con alguna impureza, (aquí las «impurezas» pueden ser del tamaño de una rana…)  remolachasla paja que tapa las tuberías es un engorro a la hora de controlar posibles fugas, atascos, o defectos en los goteros. Es una pequeña molestia. Se gana más que se pierde, desde luego. Pero dejar las tuberías en la superficie está descartado, pues son de polietileno negro y el agua se cocería en su interior (las de color arcilla, más caras, se calientan algo menos)
  3. Cuando uno acolcha, y lo hace sin tasa,  no debe olvidar que una cebolla  no  es tan buena bebedora como un tomate o una berenjena. Es bueno que la cebolla asome en la superficie de la tierra, y se coloree con el sol, y se endurezca un poco… (En Galicia ni siquiera se las riega: nada de nada). Como da la casualidad de que las cebollas son el menú principal del grillotopo, mi consejo de hortelana resabiada es éste: no acolchar las cebollas.

NOTAS
Sólo hablo del acolchado en nuestras huertas de verano, aquí en la Hispania profunda. En zonas muy húmedas o  frías habría que matizar mucho (el acolchado puede impedir que se caliente la tierra, puede provocar pudriciones, en fin).  También es otro cantar el acolchado de árboles y arbustos, según y cómo, y dónde, y con qué… Un resumen completo y actualizado de todas estas cosas puede leerse en el libro Medioambiente y espacios verdes, UNED 2013, pp.213-233

Azul-puerro

puerros y xela¿Cómo se llama este color, entre el glauco (que tira al verde) y el azul metalizado (que tira al plata)?. Es el color de las hojas de los puerros, que son largas y afiladas, como las de las cebollas, pero planas y más oscuras. El azul-puerro casa bien con el naranja pálido de las calabazas «cacahuete», con el púrpura de las lechugas «hoja de roble», con las flores abiertas de los calabacines, con la paja que les sirve de acolchado, y con el blanco de mi perra Xela (al fondo, dentro de la huerta y con correa; así estará hasta que los perdigones crezcan y vuelen; véase post del día 10/07/2013 ). En el libro Mariages heureux au potager (1) se recomienda plantar juntos puerros y apios, pues unos y otros prefieren los suelos ricos en estiércol (¡nunca fresco!) y  necesitan ser aporcados cuando ya están crecidos. Lo del estiércol maduro puede solucionarse, como sugiere John Seymour -esa especie de hombre-orquesta rural del que ya hemos hablado otras veces- poniendo los puerros justo después de recoger las patatas precoces, que se suponen bien estercoladas antes de la plantación (resumen de los cuatro pasos: 1. el pasado otoño se estercoló la parcela en la que 2. más adelante, en marzo, se plantaron las patatas, 3.recogidas a principios de julio, y 4. seguidas inmediatamente por los puerros). Respecto al «aporcado», o «recalzado», se trata de cubrir con tierra los puerros hasta el punto en que empiezan a abrirse las hojas, de modo que se blanquee la parte enterrada (no recibe luz/ la clorofila no trabaja). Lo mismo suele hacerse con el apio. El día que uno agarra la azada para proceder al aporcado, si puerros y apios están juntos el trabajo es más sencillo.  La alternativa es acolchar salvajemente, en capas muy espesas; en este caso, la broza/paja que se use como acolchado no sólo servirá para evitar la evaporación excesiva del agua de riego e impedir la germinación de malas hierbas (funciones básicas de cualquier acolchado orgánico), sino que también  impedirá que la luz haga verdear la base del puerro. ¿Mejor acolchar que aporcar, entonces?. No me atrevería a asegurarlo. A más tierra disponible, más superficie tendrán las raíces para explorar…y más hermoso saldrá el puerro (2). Por otro lado, el puerro es uno de los manjares predilectos del grillotopo, y el acolchado favorece su presencia (¡ojo, si esa fiera anda cerca, hay que retirar el acolchado y cavar, cavar, cavar, cavar  hasta aburrirle!).azul puerro
Por estos pagos de la meseta -los de LRO-, puerros y apio comparten alguna característica más. Crecen lentamente y  sufren con la solana. Se plantan ahora, sí, pero donde el sol no caiga a plomo, y con la idea de consumirlos en otoño y en invierno. Hay variedades que – aseguran los libros- «aguantan perfectamente el calor»… Atentos, en cualquier caso, a  quién nos da el consejo. Ya lo hemos visto más veces, al hablar de otras hortalizas: si el susodicho tiene el huerto al norte de los Pirineos, habrá que aplicarle una rebaja de 10 ó 20º a todo lo que diga.
Voilà la receta clásica de la «vichyssoise»: 3 puerros, 2 patatas medianas, media cebolla, medio litro de leche, medio de agua, sal y pimienta blanca. A cocer todo junto. Después se pasa la batidora, se añade algo de nata de cocina o de leche entera si está muy espesa la mezcla,  se deja enfriar, se enfría un poco más en la nevera, y hala.

NOTAS

(1) «Matrimonios felices en el huerto», Rustica editions, 2007
(2) Si el puerro ha sido enterrado profundamente, entonces esta afirmación mía es una tontuna, pues el puerro -como las restantes liliáceas- sólo desarrolla raíces por debajo del bulbo/engrosamiento del tallo.  Pero si se le ha dejado bastante arriba -para evitar pudriciones en tierra muy pesada o en zonas húmedas, cuando la plántula aún es muy frágil- entonces el aporcado protege esas raíces, y, en mi opinión, las fortalece.

Mona Lisa, buena para freir

Finales de marzo, primera quincena de abril.

Mona LisaHemos terminado de plantar  los ochenta kilos de patatas previstos para este año. Variedades Mona Lisa y Shanon, de las pocas que pueden encontrarse en el mercado con la certificación ecológica (en LRO se las compramos todos los años a Ecomanjar, en Lástras de Cuéllar, un pueblo muy pequeño, perdido Segovia adentro…).
Mona Lisa es de piel amarilla; Shanon de piel roja. Mona Lisa es buena para freir. Shanon, buena para cocer. Mona Lisa es la más rica. Shanon se conserva un poco mejor…Las dos son tempranas o semitempranas, lo que significa que estarán en la tierra no mucho más de 100 días. Las recogeremos a mediados o finales de julio, y ya no se volverán a plantar más. En otros lugares sí lo hacen, porque tienen suficiente agua para regarlas también en verano. Estos afortunados del norte plantan variedades de ciclo más largo, que en general se conservan mejor (estas primeras tienen «más agua»), o bien repìten plantación en agosto, para recogerlas en noviembre y guardarlas todo el invierno.
Aquí se planta a la antigua. Es decir, con la azada. La tierra queda abonada antes de Navidades con sabroso estiércol de oveja y cabra. Las patatas «de siembra» descansan mientras tanto en la fresquera, a oscuras. El pistoletazo de salida lo da la última cepa podada: en cuanto se termina con las viñas, sin transición, empiezan a verse hogueras (los sarmientos quemados) y los tractorcitos y motocultores cruzándose por el camino con las cajas de patatas en el remolque. Este año hubo que esperar a que escurriera un poco la tierra -después de las lluvias de marzo- , así que nos metimos en faena una o dos semanas más tarde de lo normal. Sabiendo como sabemos lo rápido que se instala aquí el calor, y estando la tierra con tan buen tempero (húmeda pero ya no empapada), hay que faire vite, ¡a todo gas!: desbrozar bien la parcela, pasar la mulilla, y marcar los surcos con estacas y cuerdas. Después hay que cavar, acostar las patatas -con los ojillos hacia arriba, buscando la luz- y taparlas con unos centímetros de tierra fina. Si se entierran muy abajo, pueden pudrirse. Si se entierran muy arriba, verdean.patatas 2013
¿Habría alguna alternativa al azadón, para no tener que volver a casa con la espalda molida y para no hacer tanto daño a la microfauna del sueno con el paso de la mulilla?. Haberla, haila, pero sale a siete euros la pieza.  En invierno se podría cubrir todo de una buena capa de paja por encima del estiércol. La paja  ( entre 5-7 euros, si no ha llovido, cada paca) , además de impedir la germinación de las hierbas, protegería la tierra del golpeteo de la lluvia  y también del frío extremo. Las lombrices y demás profesionales del sector (sector: Descomponer y Mullir) mantendrían la tierra esponjosa debajo del acolchado. En primavera bastaría con agacharse, apartar un poco la paja, acostar la patatina… y listo.

NOTAS

Una buena colección de recetas: http://www.patatasalacarta.com

En las otras huertas -de menor tamaño que la de las patatas, y con bancales  o «camas» bien separados- sí seguimos ese sistema, usando como acolchado un poco de paja y TODAS las hierbas desbrozadas a lo largo y ancho de la finca, más siegas de césped y todo cuando «resíduo verde» pillamos por ahí (Véase post https://laramadeoro.com/2012/05/08/lasagna-vs-deep-bed/)