Luz de mayo + Pierre de Ronsard

Rosal ‘Pierre de Ronsard’, con la luz de las nueve de la mañana (primera foto)  y de las siete de la tarde (hace un rato; segunda foto). Rosal sofisticado, como todos los modernos que afectan cansancio, nobleza, desgana (cosas que suelen ir juntas). 
La debilidad de los pedúnculos es reveladora. Las rosas, apabullantes (41 pétalos o más; rosa muy llena, sc. la clasificación estándar), cabecearán al primer contratiempo/chaparrón, y quizá fuera eso -esa languidez impostada- lo que buscaba su creador (rosalista francés de los años 80). Por lo demás, arbusto grande y desgarbado, cultivado como trepador por su tendencia a dejarse vencer.  Resistencia media a la marsonia, que será tanto mayor (la resistencia) cuanto mejor el «empalizamiento». En la segunda foto, también una rama de ‘Ballerina’,  rosal opuesto en todo a Ronsard: solo una línea de pétalos; racimos prolíficos, de flor pequeña, que delatan a su ancestro R. multiflora; ligereza; resistencia probada a la marsonia, la roya, el oídio.
Ninguno de los dos tiene verdadera fragancia, razón por la cual hubo que añadir al ramo unas flores de madreselva, cortadas ayer en un seto del camino que lleva a LRO. Ni ellas ni la aspérula y el antirrino que se adivinan por detrás durarán demasiado, pero eso, en realidad, forma parte de su atractivo (Le temps s´en va, le temps s’en va, ma Dame!) 

 

Non me esquezas!

Ayer por la mañana, regresando de abrirle los semilleros al pastor (https://laramadeoro.com/2020/03/26/sigilosamente/

Ventajas de caminar cabizbajos: a veces uno encuentra una flor con la que no contaba, y, gracias precisamente a que va arrastrando los pies, aún le da tiempo a reconocerla al vuelo y a  levantar y desviar el zapato – ¿myosotis?-  un nanosegundo antes de pisarla. Ne-m´oubliez-pas, Nomeolvides, Forget-me-not!  Myosotis arvensis, la flor más pequeña de esta pradera estacional que debemos tanto a la lluvia de abril como al confinamiento (menos gente, menos motos, menos quads…). Crece en suelos arenosos y frescos, a media sombra. No es longeva como sus hermanas vivaces (myosotis de las orillas de los ríos, por ejemplo-nota 1) sino anual, relativamente frágil, y a tal punto depende del grado de humedad que no es de extrañar que sea la primera vez que la vea aquí, en este terreno -una viña de albillo- seco tirando a árido, que el arado rompe y voltea dos veces al año. Un tono azul cielo característico, poco común, le da al myosotis  cierta distinción en el grupo de las boragináceas (que parecen tender al azul puro/bleu-azur, o ya al violeta) además de ponerla a salvo de los pisotones.
Los myosotis se ven (o veían) mucho en los jardines de alcurnia. Variedades hortícolas de M.sylvatica, de floración muy precoz, de mata más compacta y de corolas en azul más luminoso o incluso -absurdamente- en rosa o en blanco. Los jardineros de allende los Pirineos arreglan (o arreglaban, ya no sé) sus plate-bandes reproduciendo el esquema estándar de bianuales  (Myosotis, Cheiranthus, Viola…) con bulbos de primavera. Pero ninguna de esas variedades, creo yo, resiste la comparación con un nonmeesquezas de pueblo.
En el centro de la corola azul mantiene abierto un ojo amarillo, su complementario, reclamo seguro para abejas y otros polinizadores .

(1) Myosotis  stolonifera, palustris… Quizá lo lleva en la mano esta «Mujer de la familia Hofer»:https://www.nationalgallery.org.uk/paintings/swabian-portrait-of-a-woman-of-the-hofer-family

 

 

Alhelí de invierno

No es en La Habana sino aquí mismo, en casa de mi vecina Mercedes. 

Matthiola incana
, planta vivaz en España pero anual o bianual en la Europa más fría, si es que aún existe tal cosa. Cientos de variedades hortícolas, de todos los colores, de similar fragancia, y a veces, en las variedades más antiguas, con nombre de señora (‘Isabella’, ‘Milena’…). Muy cultivadas en invernadero por los productores de flor cortada -en variedades monstruosas con nombres coherentemente monstruosos, tipo ‘Mamut’, ‘Excelsior’, ‘Climax’ (?)-,  los alhelíes son sobre todo plantas de jardín, ya muy distanciadas de un ancestro autóctono, mediterráneo, al que han olvidado hace mucho. Tienden a escaparse del confinamiento… A veces un alhelí de flor doble aparece en el intersticio de las baldosas sin que nadie lo haya sembrado. Como algunos Antirrhinum sospechosos, demasiado multicolores para ser botánicos. Plantas, en realidad, de jardin de grand-mère, con ese aire que se gastan, maravillosamente pasado de moda. Un jardinero minimal ni miraría para ellas (¡pero bien que las olería al pasar!) y las metería, displicente, en el mismo saco que los geranios, las malvarrosas, los gladiolos… Todo en la sección «viejunos».  Las flores que le gustaban a mi abuelo. Las que me gustan ahora a mí, cada vez más.
En cuanto al cultivo: suelo rico, agua con tiento (ni una gota de más) y pleno sol. Algunos libros, traducción o adaptación poco atenta de originales escritos en el norte, nos dicen que florece en verano. Pero esta foto es de ayer. Mercedes me dijo  -asomada a la ventana de la cocina, en rigurosa cuarentena- que todos los años empezaba a florecer ahora. Marzo, segunda quincena de febrero. Por eso aquí le dicen «alhelí de invierno».  Solo su primo de la costa, M. sinuata, más suave y aterciopelado, pero también más sufrido, florece a principios del verano (yo lo he visto incluso en julio, en la Costa da Morte, punteando de morado/púrpura el camino entre las dunas)

 

Cactus en flor

Cuando florecen, que pueden tardar años, florecen como las rosas: ahora, a pleno sol. Este de la foto está en una maceta del jardín, colocado de modo que los perros no puedan entrar en el macizo y patear las rosas (precisamente).

Eso tienen en común además de los pinchos: la necesidad de luz. Difieren en que el cactus exige tierra suelta, ligera, mientras que la rosa siempre estará más contenta en una tierra arcillosa. Difieren también en que a la rosa la quiere todo el mundo -tantos poetas, pintores, cantores buenos y regulares- mientras que el cactus, coitado, no suele inspirar mucho a nadie. O a casi nadie… (en el vídeo que sigue: Opuntias/ chumberas en Baja California, con flores que, según la especie, pueden ir del amarillo pálido hasta el rojo)

Love-in-the-mist

cápsulas nigelia fin junio«Amor -en -la -niebla» es como llaman en Gran Bretaña a nuestra «arañuela», la Nigelia damascena, flor anual del sur de Europa, que ellos han introducido en sus jardines y ha terminado desperdigada por cunetas y lindes Como muchas ranunculáceas (¿quizá todas?), la nigelia es tóxica. Incluso muy tóxica. Lo que favorece su dispersión, porque las ovejas son muy listas y no se la comen. El amor-en-la-niebla es uno de los «hits» de la pradera de junio. Bonita cuando florece y espectacular cuando fructifica. Pero mala toda ella, una mala pécora de la cabeza a los pies. En la «tira de flores» de LRO (véase post correspondiente) se sembró un sobrecito de nigelias hace años. Como sólo se riega -y poco- el espacio que ocupa la tira, la nigelia no se ha salido del lugar que le fue asignado, manteniéndose formal y sumisa entre los márgenes. Se resiembra sola. Todos los años la fotografío, y nunca me canso.

nigelias

Violetas y pensamientos

Ya se ven en flor por algunos rincones, pero este año todavía es un poco pronto, en Madrid, para que lleguen a formar alfombras. Hablo de las violetas silvestres, de colores suaves,  que pueden crecer incluso en el reborde un poco levantado de un adoquín. La flor es bastante efímera; en el centro de la meseta la primavera pasa volando, en un abrir y cerrar de ojos, y la flor de la violeta no soporta la calorina. La flor, que no que la planta, pues la violeta es una vivaz poderosa; siempre que puedan instalarse en rincones algo sombríos, sus raíces aguantarán carros y carretas, sobreviviendo sin problemas al verano y al invierno. Pero hay muchas variedades de violeta. Junto a las diminutas Viola cornuta, hirta, riviniana, etc,  hay violetas  algo más orgullosas (hasta donde pueda llegar a serlo una violeta, claro), de colores más intensos, incluso amarillas, y de olor dulcísimo (V.odorata). Las que se vendían en ramitos por la calle, imagino, al comenzar el mes de abril.  Todas ellas terminaron asilvestradas por los jardines y las cunetas, lejos de sus lugares de origen (melojares, robledales…donde florecían un nanosegundo antes de que empezara la brotación, aprovechando la luz, todavía soportable, que se filtraba en el bosque). Se hibridaron entre sí, se soltaron la melena, echaron a correr… Ahora hay clientes que me piden que las arranque, como si fueran malas hierbas, para que no acaben invadiendo sus macizos de anodinos y deprimidos rosales.
???????????????????????????????En una semana -o quizá ya, ahora mismo- el Ayuntamiento mandará sus cuadrillas de jardineros a tapizar alguno de los taludes de la M30 con «pensamientos» bicolores. Los pensamientos, Viola x wittrockiana,  son hermanos mellizos de las violetas.  Y sus híbridos (en general), mucho más grandes, como inflados por una mala digestión, sin aroma.  La foto de este escudo de Madrid es de hace dos años. Una docena de jardineros, más los vehículos, más una o dos toneladas de sustrato, más los palés con los cientos de macetitas de plástico, más los aspersores de riego. Teóricamente los pensamientos son vivaces, pero no, de eso nada. Pasado el primer año, la flor degenera. Hay que levantarlo todo y volver a empezar. Imagino que antes de la plantación habrán pulverizado herbicida, para que esos tristes pensamientos  no tengan que vérselas con las flores de verdad. Como las violetas minúsculas y risueñas, sin ir más lejos, que seguro, seguro, si se abriera la veda, empezarían a asomar por las zonas más sombrías del escudo, entre las orejas del oso, entre las raíces del madroño…

NOTAS
Viola odorata es lo que, en «La Violetera»,  Sarita le arroja en la cara, con toda la razón, a su ricacho y desconsiderado pretendiente (*la escena se ve en el vídeo de youtube original, pero he tenido que cambiarlo por este otro, tan soso, por no sé qué historia del copyright).

En el índice de Los Bosques Ibéricos (ed.Planeta, 2005) encuentro citadas hasta trece variedades autóctonas de Viola.

El odio de un tulipanero

(Resumen de  El tulipán negro, de Alejandro Dumas; los fragmentos transcritos pertenecen al capítulo sexto, «El odio de un tulipanero». Ed.Akal,2000. Traducción de P.Hernúñez)

bosschaert 1630, museo de estocolmoCorre el año 1672. Cornelio Van Baerle,  joven y acomodado ciudadano de Dordrecht, ha invertido en sus arriates e invernaderos de tulipanes  una buena parte de la fortuna familiar.  Poco a poco se va haciendo con su cultivo. Produce nuevas y hermosas variedades, y su fama se extiende por las Provincias Unidas.

“…Van Baerle pertenecía a aquella ingeniosa e ingenua escuela que tomara por lema, ya en el siglo VII, este aforismo: “Es ofender a Dios despreciar las flores”. Premisa de la que la escuela tulipanera, la escuela más selecta, extrajo en 1653 el silogismo siguiente: “Es ofender a Dios despreciar las flores. Cuanto más bella es la flor, más se ofende a Dios al despreciarla. El tulipán es la más hermosa de todas las flores. Luego quien desprecia al tulipán ofende a Dios infinitamente…”

Puerta con puerta vive su archienemigo Isaak Boxtel, otro tulipanero, eclipsado por la fama (justificada) de los tulipanes de Van Baerle.   Boxtel, corroído por la envidia y la curiosidad, decide espiar todos los movimientos de su vecino. Éste no sospecha nada. Además de excelente tulipanero, Van Baerle es un hombre distraído y de buen corazón.

“…De modo que, para hacerse una idea de lo que era un condenado olvidado por Dante, había que ver a Boxtel por aquella época. Mientras Van Baerle escarbaba, abonaba, regaba sus arriates, mientras que de rodillas sobre el declive del césped analizaba cada vena del tulipán en flor y meditaba sobre las modificaciones que en él podían hacerse, las combinaciones de colores que podían intentarse, Boxtel, escondido tras un menudo sicomoro que había plantado a lo largo de la tapia, y que le servia de biombo, seguía con ojos desorbitados y la boca llena de espumarajos cada paso, cada gesto de su vecino…
…Una vez dueño de ella, tan rápidos progresos hace el mal en el alma humana, que pronto Boxtel no se contentó con espiar a Van Baerle. Quiso también ver sus flores; en el fondo era un artista, y la obra maestra de un rival le interesaba muchísimo.
Compró un telescopio, y con él pudo seguir, además de al propietario, toda la evolución de la flor  desde el momento en que su pálida yema brota el primer año hasta aquel en que, tras haber cumplido los cinco, moldea su noble y gracioso cilindro…
¡Ay, cuántas veces el desdichado envidioso, encaramado en su escalera, vio en los arriates de Van Baerle tulipanes que le cegaban por su belleza, que le quitaban el aliento por su perfección!…¡Cuántas veces, en medio de sus torturas, de las que ninguna descripción podría dar idea, se vió Boxtel tentado a saltar al jardín a la llegada de la noche y destrozar las plantas, devorar los bulbos con los dientes e inmolar al mismísimo propietario si se atrevía a defender a sus tulipanes!.
Mas matar a un tulipán  es, a los ojos de un verdadero floricultor, un crimen tan horrendo…
Matar a un hombre, pase…”

En estos momentos, como todo tulipanero que se precie, Van Baerle trabaja sin descanso en la obtención de un tulipán negro. El que lo consiga recibirá un premio de 100.000 florines, ofrecidos por la Sociedad Tulipanera de Haarlem. Boextel sabe que su odiado vecino está a punto de lograrlo.
tulipan negro“…Daba la una de la madrugada y Van Baerle subía a su laboratorio, el cuarto de vidrieras en el que tan bien penetraba el telescopio de Boxtel… Éste lo observaba escogiendo semillas, regándolas con sustancias destinadas  a alterarlas o colorearlas. Se enteraba cuando, calentando ciertas de aquellas semillas y humedeciéndolas luego, y combinándolas después con otras mediante una especie de injerto, operación minuciosa y maravillosamente ingeniosa, Van Baerle encerraba en las tinieblas a las que debía dar el color negro, ponía al sol o bajo la lámpara a las que debía dar el rojo, observaba en un permanente reflejo de agua las que debían producir el blanco…”

…Y entonces empieza de verdad la historia. 1672. Juan de Witt es desde hace casi veinte años el Gran Pensionario (algo así como Primer Ministro) de la próspera República de las Provincias Unidas. Pero el ejército de Luis XIV, el rey francés, ha empezado la invasión del país, obligando a sus habitantes a inundar  huertos y prados para cortarle el paso. hnos de wittEnfurecida, la población se vuelve contra el republicano De Witt y reclama el regreso del heredero de la casa de Orange, Guillermo III. Juan de Witt tiene un hermano, Cornelio, alcalde de Dordrecht y padrino…de nuestro amable tulipanero Van Baerle. Cuando la animadversión de los ciudadanos empieza a crecer, éste De Witt visita a su ahijado, simula interesarse por sus tulipanes y, ya a solas en el secadero de los bulbillos, le hace entrega de un misterioso paquetito, para que lo guarde  en un lugar seguro… Van Baerle  lo esconde allí mismo, en un cajón de bulbos. Y como no vive más que para sus flores, ni siquiera pregunta qué contiene el paquete. Los lectores sí lo sabemos: es la correspondencia entre el Gran Pensionario y el Marqués de Luvois, ministro de la guerra del Rey Sol. Los hermanos de Witt han tratado de negociar con los franceses para evitar la guerra; ahora bien, si las cartas cayeran en manos de los orangistas, éstos podrían tergiversarlo todo, incluso acusarles de alta traición. ..
Padrino y ahijado se abrazan y se despiden.
No pueden sospechar que, muy cerca de ellos, mirando a través de un telescopio,  alguien más ha asistido a la escena…

El primer Iris

Madrid, invierno

Iris unguicularis

Es una nadería. Una flor vista y no vista, que apenas levanta una cuarta del suelo. Como algunas anémonas montaraces en medio de la nieve, aquí, entre el follaje del Jardín Botánico, asoman la cabeza en enero los Iris unguicularis ssp. cretensis,  delicados parientes de los muy robustos híbridos de jardín, Iris x germánica – que tapizan los taludes de la M.30 y pueden con todo.

El Iris unguicularis – conocido como Iris de Argelia, pero común en todo el Mediterráneo oriental- y el Iris reticulata, procedente del Cáucaso, son los primeros bulbos que he visto florecer por aquí, antes incluso que los galanthus. Cuando estos iris minúsculos están en flor, sólo los hamamelis, los heléboros, las anémonas precoces, algunos avellanos y algunos camelios les pueden hacer compañía.

Sobre el cultivo del I.unguicularis, léanse estas recomendaciones de la Sra. Vita Sackville-West: (artículo de los años 50 reproducido en el blog de jardinería de «The Guardian»):  http://www.guardian.co.uk/lifeandstyle/gardening-blog/2009/feb/19/gardens-iris-unguicularis. Mucho cuidado, de todos modos, con lo que dicen los jardineros de por ahí arriba. Aunque sea Vita Sackville-West. Si un inglés afirma que «sun and poverty are the two things it likes», o que este iris se da en el más «miserably poor soil», incluso entre la grava, semejantes frases no pueden interpretarse literalmente en Madrid (el bulbillo del iris se deshidrataría, y después terminaría de freirse al sol…). En la foto que encabeza esta entrada puede verse que el iris está brotando de entre una alfombra de hojas a medio descomponer. Ni el suelo, pues, es tan pobre ni la exposición tan soleada (el árbol que ha dejado caer sus hojas justo ahí protegerá más adelante a los iris con su sombra). Conclusión, la de siempre. Que en este secarral en el que vivimos, lo que para un inglés es «exposición soleada» para nosotros ha der ser «semisombra» o «luz indirecta». Y el suelo -por más que insistan los gurús del norte- ha de tener suficiente materia orgánica y una textura mínimamente arcillosa (¿cómo podría, si no, retener la escasísima humedad?) .

Arenero, tipi, crocosmias.

Desde el verano de 2005.

A los niños de entre tres y cinco años les encanta escarbar en la arena. No sé por qué lo hacen pero es así. A veces escarban concienzudamente, como las gallinas, otras veces se rebozan en la arena, y se revuelcan al sol como los perros al salir del agua. Hace unos años, cuando nacieron mis primeros sobrinos, mi hermana mayor y yo les construimos un arenero. Excavamos –¡a mano!– un rectángulo de tres por dos, colocamos al fondo un fieltro geotextil, encima una capa drenante de unos veinte centímetros de grava, y, para terminar, una capa espesa (35 cm) de arena de granulometría media (1). Rodeamos el rectángulo con una de esas borduras prefabricadas, hechas con rodillos de madera partidos al medio y cosidos con alambre (hubiera preferido rodillos enteros clavados a diferentes alturas, como si fuera la empalizada de un fuerte vaquero, pero se nos iba del presupuesto y era más complicado). Compramos unas cañas enormes en un pueblo vecino –famoso por sus “fogueteiros”– y con un rollo de brezo para vallados, recortando aquí y atando allá, construimos un tipi indio en la esquina. Rodeamos el arenero con crocosmias –esas plantas naranjas, de origen sudáfricano, que antes llamaban Montbretias–. Las crocosmias tienen un pequeño bulbo (un cormo en realidad), que se reproduce alegremente por los suelos arenosos del litoral. En la zona de la que hablo –Costa da Morte, provincia de La Coruña– las crocosmias empiezan a asilvestrarse por las orillas de los caminos y los pinares. No son todavía invasivas (me parece), como los también sudafricanos Carpobrotus (que sí llegan a cubrir roquedos enteros), y no digamos los «plumeros», género Cortaderia (que se escapan de las medianas de la A6 y aparecen ya por cualquier rincón) pero es cierto que cada vez se ven más, mezcladas con los helechos, madreselvas, tojos, brezos, y demás flora autóctona. Bueno, fuimos al pinar vecino y nos trajimos al arenero unas docenas de cormos de crocosmia. Al enterrarlos cortamos las hojas por la mitad, para reducir la transpiración de las plantas y hacerles más llevadero el trasplante.

Esquema casero. Un consejo para areneros sureños: reemplazar crocosmias por GIRASOLES.

Han pasado los años. Los primeros niños que jugaron en el arenero hoy prefieren entretenerse con el ipod. Pero detrás de ellos vinieron otros y tomaron el relevo. Y ya hay uno más en camino, me dicen.  Así que el arenero, que creíamos destinado a durar dos o tres años, lleva ya ¿seis, siete? aceptando los revolcones de unos y otros niños.

Cada verano se reponen unos cuantos sacos de arena limpia, que se rastrilla y lava con cuidado. En invierno el arenero se queda tapado con una lona. Esta lona, cuando se levanta a finales de mayo, está cubierta de ramas y hojas resecas que el viento ha llevado hasta allí. La bordura de madera ha envejecido pero resiste. El drenaje ha funcionado bien. Y los niños y las crocosmias progresan adecuadamente.

NOTAS

(1) Si la arena es muy fina, se pega a las manos y los juguetes; además, el viento la levanta y se mete en los ojos; pero si la arena es muy gruesa puede arañar la piel de los niños.