Amarillo mayo

El calor acelera el final de la floración de las retamas. Adelanta la de las santolinas -campo de cetonias- y de los cantuesos, su complementario en azul. Mayo termina entonces como antes terminaba junio: terciopelo amarillo entre las viñas; cebadillas maduras y ásperas (peligrosas: pueden meterse entre las pezuñas de los perros); pámpanos verde claro, todavía sanos y jugosos. Y en la orilla de los caminos, y alrededor de la casilla, y ya enseguida entre las cepas (i.e: antes de que los pámpanos se hagan sarmientos pero no antes de que los invertebrados terminen sus tareas de primavera, que incluyen la fecundación de las flores de la vid)… hay que ir empezando a desbrozar.

(Foto: Santolina chamaecyparissus,)

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Una cepa y una encina

LRO linda por abajo con la viña de Perico. La viña de su hermana, en realidad. O de su sobrino, un sujeto apodado «el Churrito», que tiene a sus perros de caza hacinados y los abandona en el monte cuando son viejos (noticia que me llega por su mismo tío Perico, como la cosa más natural del mundo).
Este hombre ya mayor, Perico, soltero a su pesar, se jubiló de su trabajo en el ayuntamiento hace tres o cuatro años. Sus tareas, imagino, serían las de los clásicos factótums de pueblo, que lo mismo te desatascan un registro de agua que levantan un tabique, «podan» las plataneras del parque, hacen recados, cambian bombillas… Perico ha vivido siempre con alguna de sus dos hermanas, ambas viudas. Le gusta muchísimo pegar la hebra, aunque es de los que hablan y hablan y jamás escuchan. Por eso no percibe mi escándalo cuando me cuenta lo del perro viejo que ya no cazaba y se quedó en el monte, etc. O sí lo percibe (¿?) pero le importa un carallo, porque en cualquier caso no lo entiende, y finalmente lo deja pasar… Otra de mis rarezas, pensará, como la de no arar la viña. Perico nunca levanta la voz ni se enfada. Es cansino, monótono como una chicharra. Cotilla incurable. Gran concepto de sí mismo. Tranquilo. Trabajador. Honrado y ahorrador, seguro. Hombre cabal. Siempre quiso casarse y así en la cara te lo dice. ¿Cómo es posible que ninguna moza le hiciera caso? Su modelo de mujer era, y supongo que es y siempre será, Esperanza Aguirre, por la que proclamaba abiertamente su admiración. Le tenía envidia a Anastasio, q.e.p.d., porque, siendo como era «un borracho y un desastre, que echó a perder lo de sus padres y después lo de sus hermanos», había encontrado a la Mari, una fuera de serie, «una santa», que lo había querido y cuidado hasta el final. ¡Inexplicable! Y nunca se cortó conmigo: sin llegar a insultar a Anastasio, como hacía Pepe el Nefasto, el otro vecino de LRO ( q.e.p.d. también él, si es que puede), Perico sí lo ponía educadamente a parir. Perico-Cuasi-Perfecto. Ni sentido del humor ni gota de compasión. Las dos cosas que le sobraban a Anastasio, ese «borracho perdido», «mantenido por la Mari» y largo etcétera.
A los pocos meses de jubilarse Perico me comentó que «andaba terminando por fin su casa» ¿Cómo su casa? Sí, su casa propia, a la que pensaba mudarse ahora… Con 65 años, ¡Perico se independizaba! Solo le faltaba terminar un baño. Qué bien, le dije.

El otro día se paró a charlar en el camino, como siempre. Que no se ha mudado a aquella casa lo sé por otros vecinos. No hay que preguntar qué pasó. Las últimas veces que lo hice, que pregunté, siempre había algún detalle que le obligaba a aplazar la cosa… Ahora venía de reponer unas cepas «en lo de su hermana». No le gusta ver huecos en las líneas (aquí les dicen «líneos», como dicen «lagartijo», «motosierro» etc). Cuando una cepa muere, corriendo la reemplaza para que la simetría sea completa y no se pierda ni un metro cuadrado. Perico -es justo decirlo- tuvo mucho que ver en la renovación de la cooperativa del vino y de la almazara del pueblo (hace unos 20 años). Vale mucho para todo eso. Y es tenaz. Cansino, vuelvo a decir. Está en las juntas directivas y seguro que las decisiones que toma las toma bien. Eso sí, sin mear nunca fuera del tiesto. Sin arriesgar una perra… Y como en la cooperativa pagan la uva sin seleccionarla, al peso, a Perico, como a los demás, le interesa producir mucho (quiero decir: no repone cepas solo por el prurito estético, para que las discontinuidades en el líneo no le dañen la vista, como se la dañaba a Anastasio, por cierto, ver una sola hierba en «lo arado»). Me pasma ver pasar a Perico con su remolque cargado de uvas, año tras año, vendimia tras vendimia, cuando ya se acerca a los 70 y no hay un solo sobrino que le venga ayudar (todo lo más, el miserable Churrito).

Reinicio.
Cada año, al terminar la poda, retiramos el pie seco de alguna vieja cepa. Hasta hace nada todavía las reemplazábamos. De hecho en LRO hay 25 nuevas, que el propio Perico me ayudó a injertar en 2015 (eran 35 bravías; 10 injertos no fueron adelante). ¿Seguir reponiendo? ¿Y para qué? Con más de cincuenta años (serán 54 este verano), ¿cuántas vendimias nos quedan? ¿Diez?¿Doce? Ojalá. Pero para esas 10 vendimias hay uva de sobra. El año pasado solo hicimos una tinajilla de 300 litros. Nos dimos el lujo de seleccionar uno a uno los racimos, ¡casi las uvas!, y de ir echándolos lentamente en la despalilladora.
El nuevo plan es este: 1. hacer menos vino pero mejor, y 2. cuidar con esmero todos los retoños de encina que vayan saliendo por la viña. Como no se ara, dejar incluso matas de cantueso y santolina por las calles (no todas; hay que poder vendimiar). Mantener los dos desbroces anuales. Cavar los pies si hay tiempo y ganas. Seguir sin echar azufre ni cobre (autorizados en viticultura orgánica; pero hace ya cinco años que detuvimos los tratamientos). Sólo sol y agua de lluvia. Devolver los hollejos a la viña después de prensados. Ir empezando la transición hacia… otra cosa. Cuidar más los árboles, que es lo que quedará detrás cuando las viñas «se pierdan», es decir, cuando nadie venga ya a podarlas. Reservar el agua para los árboles. Protegerlos de los corzos, que despellejan las cortezas tiernas -y no pocas veces llegan al cambium- cuando usan troncos y ramas para desprenderse del terciopelo, esa especie de tela que cubre, como papel de regalo, sus cuernas recién estrenadas. Seleccionar, refaldar y dar forma incluso a los retoños de melojo. A los brinzales de pino piñonero. A cada almendra enterrada que quiera germinar. ¿Plantar más olivos?
Ya iremos viendo.

Estación de las retamas

Y de los cantuesos. La foto es de hace diez días; hoy estas retamas –Cytisus scoparius– tienen, además de los penachos de flores, penachos de legumbres del tamaño de un meñique, fácilmente distinguibles de las de otras retamas/genistas/piornos porque son negras (al madurar; inicialmente verdes, como todas), aplastadas y cubiertas de una ligera pelusa blanca. Ha llovido bastante ayer y algo, aunque menos, entre el martes y el miércoles pasados. Hay charcos que aguantan durante semanas, en especial allí donde, bajo la tierra, se esconde un lanchón de granito que impide que el agua se filtre de un día para otro. Y si aguanta la lluvia en los charcos, la primavera se hincha a ojos vista. El hilo musical va variando. Es un croar de ranas a primera hora; un zumbido de insectos a mediodía (entrecortado de chillidos por el cielo: un gavilán, seguramente, como el que recogimos hace tras años con un ala partida, y que terminó en el hospital de Grefa); un todo orquestal de grillos por la tarde; y siempre las lagartijas removiendo la hojarasca, el cuco y las tórtolas turcas en el alcornoque del vecino (Bernabeleva, el de los vinos), y siempre el ir y venir de los rabilargos, menos garrulos que las urracas, sus primas hermanas, que se reservan las parcelas del pueblo, o contiguas, pero que nunca hemos visto por aquí, es decir, monte adentro.
He escrito que la foto es de hace diez días. Añado que esa ladera da al norte. Que el monte que se ve detrás es el cerro Guisando. Que lo que no se ve, porque crece entre las matas, son las encinas jóvenes, que ya germinan y brotan. Que ya se adivina un encinar en ciernes. Algún pino piñonero también. Algún enebro, más raramente. Está escrito en algún post antiguo: LRO ardió hace más de quince años, poco antes de que la compráramos, y que precisamente por eso pudimos hacerlo (comprarla, porque estaba en precio). Toda la zona ardió. Pero estas retamas y estos cantuesos, y en otras zonas las jaras y jarillas, los terebintos, y bordeando los charcos, los majuelos, las zarzas, endrinos… sujetan la tierra y la enriquecen, y en un momento dado, si uno las busca (y sabe lo que va buscando), las encuentra. Encinas naciendo. Chaparros de veinte centímetros, o menos aún. La nieve de enero seguro que les ha venido bien. La misma nieve, claro, que destrozó las ramas de las encinas más altas.

Fuego amigo

El permiso de quema que nos han expedido los guardas forestales caduca el día 10. Ramas y árboles destrozados por la nieve en enero: todo ha de arder ahora, mezclado con los sarmientos de la poda.. En LRO van ya ocho hogueras. Escojo fotos del fuego nº5 y del nº7 La leña al fondo, para el próximo invierno. Se picará cuando se pueda… Una pila de leña por cada fuego (nº 1, nº 2…), pero la cadena de la motosierra no puede con tanto, hay que afilarla de cada vez (Aprovecho para darle las gracias -gracias infinitas- a Mohamed B., que se compró la máquina de afilar para no tener que hacerlo a mano, que nunca queda igual de bien, o no tener que pagarle a Cipriano, el del polígono, que cobra 5 euros!! por cada afilado. Se la dejo quedar en el bar donde desayuna y la recojo bien afilada al día siguiente)

Huerto de Getsemaní

Olivos milenarios en el Huerto de Getsemaní en Jerusalén

Solo de olivos. Si no se ara ni se patea demasiado, pueden crecer ciclámenes bajo sus copas (1). Novecientos olivos que un grupo de franciscanos cuida, como a la niña de sus ojos, con ayuda puntual de voluntarios/ peregrinos cuando toca recolectar la aceituna. Getse-maní, explican, significa «prensa de aceite». Ellos mandan las aceitunas al monasterio de Latrún. Allí lo prensan y lo envasan, para consumo doméstico.(https://www.efe.com/efe/espana/gente/el-aceite-sin-precio-de-los-olivos-milenarios-getsemani/10007-3779726)
Ocho de esos olivos estaban ya ahí el Jueves Santo de hace 2021 años. «No creo que se necesite creer mucho para sentir algo», dice una voluntaria italiana (link de Efe, arriba). Yo estoy de acuerdo. Añado: que incluso no es necesario creer nada (basta con saber un poco, lo justo) para sentir algo.
Adjunto también el link de Blind WillieJohnson: Dark was the night, cold was the ground... Los comentaristas en youtube dan por hecho que habla de su ceguera y su soledad, de la vida dura en el Mississippi, o bien de los espacios interestelares de la galaxia, por donde viaja (en el «Voyager») una copia de esta grabación. Sin embargo, en el lamento de Blind Johnson solo hay olivos (y quizá ciclámenes). Una noche profunda sin luna. Un suelo helado. Es el primer verso de «Getsemani» , antiguo himno baptista para la noche de Jueves Santo (2).

NOTAS
-La foto: guías-viajar.com/jerusalén.
(1) Atlas de jardinería, J. Grimshaw, p.157: «Las grandes formas de ciclamen para interiores derivan de la silvestre C. persicum, oriunda de la región oriental del Mediterráneo. A menudo crece en arboledas de olivos viejos: pueden verse grandes cantidades en primavera, bajo los antiguos olivos del Huerto de Getsemaní, en Jerusalén»
(2) Fuente: https://www.songfacts.com/facts/blind-willie-johnson/dark-was-the-night-cold-was-the-ground

Trasmocho (y 5): escoba de bruja, cabeza de gato

(Nota, 8 de marzo/21- La borrasca «Filomena» ha destrozado muchos árboles que, se quiera o no, habrán de ser desmochados o terciados para tratar de salvar/rehacer lo que la nieve ha roto, lo que queda de las copas partidas. Al pensar en esto ayer -desde el coche, por los caminos, es indescriptible el destrozo, más visible cada día en encinas y olivos a medida que las hojas de las ramas muertas se van secando, en medio de la copa aún verde-  recordé este post y lo busqué, descartado desde hace años en la bandeja de borradores -supongo que por demasiado largo)

Terciado, que da > una escoba de bruja, que a su vez da, si se limpian los brotes al año siguiente>   una cabeza de gato.
Actualización: cuando el trasmocho (generalmente con motosierra y sin miramientos) se hace en cada una de las ramas estructurales en vez de en el tronco, entonces se le llama «terciado«, que es, por tanto, como un trasmocho/desmoche/descabezado aplicado a esas ramas primarias, dejando sólo  un tercio (+/-) de su longitud.

Foto 3. Cabezas de gato, tras retirar cuidadosamente la «escoba» (pelo a pelo, con tijera)

Foto 2: La herida se llena de brotes desordenados. Una escoba de bruja. Una melena enmarañada. Los brotes, muy numerosos, nacen de yemas adventicias en el perímetro del corte: las inserciones serán siempre débiles, proclives a romperse con el tiempo. Si se retiran esos brotes, todos, se forma entonces la cabeza de gato.

N.B: como se ve en la foto 3, si se amplía un poco, los jardineros que saben más , incluso cuando ven la cabeza de gato como un fin en sí mismo -que perpetuarán año tras año- acostumbran a dejar algunas varas aquí y allá sin cortar. Lo hacen sobre todo en árboles muy vigorosos, para que la escoba de brujas no se les desmadre…(más varas = más yemas = menor vigor de los brotes subsiguientes), y no tanto para reconstruir conscientemente una gran copa.

Ahora, foto 4, de una «cabeza de gato que ya va dejando de serlo», porque se han escogido dos o tres brotes bien orientados; estos 2 ó 3 brotes han engordado y ya vuelve a verse algo parecido a una «copa» estructurada; todos los demás brotes vuelven a limpiarse:

Foto 4. Cabezas de gato que pronto dejarán de serlo, en fase de reconstrucción de la copa. Conviene rebajar esos brotes al primer desvío aceptable, para que -en primavera, cuando se llenen de hojas- no corran el riesgo de quebrarse con el viento/su propio peso.

Sobre la primera opción, pongamos (a): cabeza de gato año tras año.
¿Por qué hacerlo?
En la mayoría de los casos esta poda  no se escoge por razones ornamentales -(¿bonitos muñones?) sino para arremeter la copa. Es decir, para que una especie arbórea de gran porte pueda seguir creciendo sin estorbar en un espacio reducido (mejor hubiera sido seleccionar un árbol más pequeño al hacer la plantación… pero no siempre se puede elegir; ante lo irremediable, supongo que es preferible recurrir a estas podas en cabeza de gato y conservar el árbol que apearlo porque estorba al camión de la basura, o porque se ha construído junto a él un aparcamiento, o…). Ahora bien, las razones ornamentales -que, confieso, me cuesta compartir- también se dan. En el norte de Francia y en los Países Bajos he visto a menudo, tanto en el campo como en la ciudad, cortinas de tilos podados en tête de chat. Y aquí mismo: en muchas plazas y paseos de pueblo se siguen haciendo bóvedas de plataneras con puentes de injerto, lo que implica mantener una estructura -fragilísima- de pequeños muñones/cabecitas de gato.
Las cabezas de gato envejecen mal.
Cuando esas cabecitas -en plátanos ornamentales casi siempre- , pasados unos años, han engordado tanto (acumulando reservas) que se pone en peligro la estabilidad d la rama que la sostiene, entonces se procede a decapitar. Con la motosierra. ¡Adios a los muñones! Suena muy salvaje, y lo es , pero al menos no se hace por pura impericia, de forma rutinaria año tras año, como con los terciados municipales que todos conocemos… Ese corte, pasados varios años de engorde del muñón, se hace para mantener una estructura estable. Y además, para debilitar adrede el árbol (hay que mantener una especie grande en un espacio pequeño). Al año siguiente del corte los brotes salen disparados como flechas del perímetro de la herida ,formando la «escoba de bruja» que ya conocemos…  Si en los años siguientes no hacemos nada el desbarajuste de la copa será total.
O sea, que
o bien (a) reiniciamos la formación de una cabeza de gato;
o bien opción (b) tratamos de reconstruir la copa escogiendo los mejores ramos y eliminando el resto; como en la foto 4.
la opción (*c), abandonar el árbol a su suerte, no vale. Se formará una maraña de ramos con inserciones muy frágiles que competirán entre sí; muchos se secarán, otros se partirán al crecer y engordar, perdiéndose reservas innecesariamente, abriéndose la puerta a infecciones….. Así que NO: ahora no vale hacerse a un lado. El que ha provocado el problema, que apechugue y lo arregle (opciones a/b)

Lo último vale también para todos los demás trasmochos. Fue saliendo en los otros «posts». Cuando un hombre decide formar un fresno trasmocho para ramoneo, o un melojo para leña, o un sauce para tejer nasas; cuando decide recepar un castaño o un quejigo; cuando decide formar un árbol, el que sea, contrariando el que sería su crecimiento natural, con su porte natural, si él no hubiera intervenido, entonces ya no debe separarse de él nunca (o al menos en una larga temporada…). Los chirpiales y los ramos de los trasmochos abandonados se desgarran y se secan por falta de cuidados. No pretendo decir que haya que seguir manteniendo una explotación que ya no es rentable, en un suelo cada año más seco, con un clima imprevisible…. Pero ¿es de verdad imposible  intervenir, siquiera  mínimamente, para que los árboles no se malogren y, con ellos, el paisaje?

Todo é fiuncho

Cruzando a Costa da Morte. A carón dos camiños, nos solares, nos taludes, arredor das leiras… Fiunchos xa maduros. E nos soutos: ourizos de castiñeiro mailas primeiras follas caídas no chán, aínda verdes. Hai quen, non tendo anís, tira de fiuncho para aromatizar as castañas. Nós faremos magosto terra adentro, onde en outono todo é fiuncho tamén, máis pequeno pero igual de abondoso se a terra é lixeira -aquí, case que area. As castañas serán as que trouxemos da aldea. A metade delas terán «bicho» dentro (Curculio elephas, un gorgojo); a outra metade irá asarse ao lume, feito esta vez- hecho esta vez de jaras, romeros, sarmientos y leña menuda de las encinas de LRO.

Futuros madroños

Semillero de Gema, en la sierra de Madrid. Cubiletes de yogur y sustrato de siembra estándar. El árbol florece en otoño, cuando los (lentísimos) frutos del año anterior están por fin madurando. Las semillas del madroño, como las de la mayoría de los árboles de zonas templadas (=cuatro estaciones marcadas) vienen programadas para no confundir el otoño con la primavera, de modo que, si no detectan suficiente frío, saben que aún no ha llegado el momento de germinar… Y no lo hacen. Por eso las semillas del madroño han de pasar dos o tres meses en la nevera: para tener garantizado un invierno de verdad. Un invierno frío, como los de antes (1).
Pasado el invierno del frigorífico, se siembra y se pasa a la fase dos: la primavera del garaje. Temperaturas de 15-20ª, que se consiguen fácilmente cubriendo el semillero con una chimenea de plástico, es decir, con una garrafa de agua sin la base.


En LRO, que no está en la sierra norte, sino en el valle del Alberche, al oste, en una zona de clima más suave (continental, pero con un aquel mediterráneo…), conservamos dos madroños relictos de cuando el agua corría por todas partes, y hasta nevaba un poco en enero.Los madroños, encaramados a las rocas, con las raíces siempre al fresco, vivían bien entonces. Como los alcornoques, de los que apenas queda uno -uno solo, muy hermoso- en la finca de enfrente, y como los laureles, las zarzaparrillas, los jacintos de bosque y las peonías, P. broteroi, hoy definitivamente desaparecidas.
Si los madroños de Gema siguen creciendo, algunos se vendrán a repoblar LRO, pero solo en aquellos rincones (rocosos, umbríos) donde todavía pueda tener sentido seguir intentándolo. En el resto de la finca, cada año más árida, ya no lo tiene. Apostamos preferentemente por los almendros y los pinos piñoneros, los pistacheros, los quejigos… Así como los pájaros se van a anidar más al norte, y los viticultores se mudan con sus bártulos a las faldas de los Pirineos, quizá en la sierra donde vive Gema, que es/era tierra de rebollos y encinas, pero no de alcornoques y madroños, el paisaje se irá pareciendo cada día más al que teníamos antes aquí. Y el nuestro al que tenían ¿en Toledo? Y el de Toledo…

NOTAS
(1) La temperatura de una nevera normal está entre 4-6 grados. Así que un sótano frío también vale. Se trata siempre de lo mismo: de fingir un invierno como Dios manda. Lo que de hecho hizo Gema fue ponerlas en un táper en el garaje, donde hace mucho, mucho frío, pero no hiela. En el táper metió sustrato de siembra, que es lo que tenía por casa. (Lo más seguro para evitar podredumbres, sin embargo, es arena, o una mezcla de arena y fibra de coco humedecida. Incluso si las metemos en bolsitas etiquetadas en la nevera). Unos tres meses más tarde, en cuanto las primeras semillas empezaron a germinar, la humedad del sustrato se condensó en la tapa-del-táper y apareció algo de moho. Momento de airear y sembrar/repicar a toda prisa (en los cubiletes de yogur)

Comienzo del fin

Vanessa cardui apurando las flores de una abelia, el mejor de los arbustos todo-terreno que se plantaron hace años entre las rocas, pegados a la casilla, a su calor, y ahora crecen solos, sin riego ni protección alguna. Queda en flor esa abelia y el rosal ‘Old Blush’, mi preferido entre los chinos, cuyas flores no dan de comer más que a las cetonias (y en primavera, con el sol en lo alto). Dos cólias -amarillo azufre, lunar negro y lunar plateado- aletean con la vanesa en torno a la abelia. Casi no se alejan de ella. Vuelan bajo, como sofocadas, se posan enseguida y pliegan las alas.

Hemos repuesto ya, para compensar las bajas de este año atroz, tres almendros (dos ‘Guara’ y un ‘Ferragnés’, de floración tardía), una higuera `Cuello de Dama’ y un hermoso nogal sin pedigrí. Quedan por plantar al menos otros cuatro almendros y tres olivos. Quedan también muchas almendras sin recoger. Hay más que el año pasado, pero pocas buenas. Las guardamos en saquitos de yute, que fueron de patatas, y vamos descascarillándolas poco a poco con un artilugio muy útil que compré en Griñón (modelo «cocodrilo»; lo tienen en cualquier ferretería; la ventaja respecto al martillo es que la cáscara no sale volando).
Crecen bien, pero despacio, las coles, alcachofas y puerros. La alberca de arriba rebosa. El pilón frente a la casilla vuelve a tener agua, y ya rebosa también, aunque más discretamente que la alberca, sobre un cauce tupido de tierra y grama que habrá que limpiar más pronto que tarde.

Hace dos días, de vuelta de poner los ajos, se me cruzó un meloncillo en el camino. Eran las tres de la tarde. Cruzó disparado, sin mirar, y se puso a salvo de un brinco entre las zarzas del otro lado. Nunca había visto uno tan de cerca (de lejos puede parecer un gato paticorto, o un hurón de buen año…) Tienen el pelaje oscuro, color chocolate, y la cabeza pequeña y puntiaguda.
No sé si veo o adivino a los alcaudones. Una pareja de plumas negras y blancas, con una gota de rojo teja.¿No deberían haberse ido? ¿Con qué otros pájaros me los confundo entonces?
Los cazadores, como cada año, han arrancado postes y carteles: propiedad privada, prohibido cazar. Ni caso. Cojo el mazo, unos carteles nuevos (fotocopias plastificadas), y volvemos a empezar. Cartuchos rojos o verdes, en los que me cabe el pulgar, aparecen entre las cepas peladas.
Al guardar la azada en la casilla me encontré una larga culebra de escalera deslizándose lentamente, muy lentamente, entre dos bloques de piedra de la pared. ¡Qué bien hicimos en dejarlos así, sin mortero! Una salamanquesa pequeña y adormilada, de cuatro o cinco centímetros, se cayó de espaldas desde el quicio de la puerta. Pero la culebra ya estaba yéndose. No la vio. Puse a la salamanquesa del derecho y la empujé con un dedo para que se metiera entre los capachos y cajas que usamos para la vendimia (el resto del año se ordenan justo ahí, detrás de la puerta).

El fin de semana pasado vino por LRO la familia de Anastasio, el anterior propietario, fallecido por Todos los Santos. Plantaron un almendro y enterraron las cenizas de Anastasio en el alcorque. El almendro crecerá en la parte alta de la finca, donde él solía poner su huerta. El valle del Tórtolas, que vierte en el Alberche, se extiende a sus pies: un ancho paisaje de encinas, olivos, viñedos, jaras. Muy a lo lejos, chalés desperdigados (urbanizaciones fantasma, en suelo rústico), plásticos de un invernadero, antenas del centro espacial de Robledo No fue nada triste. Anastasio tenía un montón de nietos, que bajaron riendo y alborotando por el camino. Cuando se despidieron subí a echar un vistazo. Añadí un tutor, del lado del viento dominante (noroeste) y protegí el tronco con un manguito de malla de plástico, muy fea, pero también muy necesaria para que los corzos no estropeen la corteza cuando vienen a frotarse los cuernos.

En quince días, a partir de ya, empezará a crecer el sol.