Blanco cerezo vs. blanco peral

«Las flores de los cerezos, como una funda blanca, están tan estrechamente pegadas a las ramas que, vistas desde lejos, entre los árboles que aún no tienen ni flores ni hojas, en un día soleado pero todavía frío, se podría creer que lo que se ve es nieve, fundida alrededor pero conservada ahí, detrás de los arbustos. Los grandes perales, sin embargo, envolvían cada vivienda, cada modesto patio, de una blancura más vasta, más homogénea, más resplandeciente, como si todas las casas y todos los jardines del pueblo estuviesen a punto de hacer a la vez su primera comunión…»

El lado de Guermantes, M. Proust. Gallimard 1967, p. 155.

Marmelos

En la libreta de hule donde lo anotaba todo y siempre (ahora: solo aquí y solo a veces) encuentro por fin esta entrada: «10 de febrero de 2010. Plantamos un olivo Manzanilla, un nectarino Fantasía -que pasa por autofértil-, un almendro Ferragnés para reemplazar al que se secó en verano, y dos membrilleros Wranja«. Nunca llegamos a comprobar la auto-fertilidad del nectarino porque no pasó de esa primavera (entonces no supe por qué; hoy, visto lo visto con sucesivas plantaciones de nectarinos y albaricoques, estoy segura de que fueron larvas de bupreste). Los demás árboles siguen vivos. Los marmeleiros Wranja, que recuerdo haber comprado poco convencida, porque tenía el capricho de unos Gamboa (algo habría leído por ahí), alternan años de mucho y años de poco, pero apenas requieren cuidados -una mínima poda- y da gusto verlos  ahora, a las puertas de octubre, cuando el calor aún aprieta a mediodía pero de noche hay que echar ya dos mantas. Las uvas: garnachas y moscateles, estas últimas ya casi pasificadas, es decir, perfectas.

Comienzo del fin

Vanessa cardui apurando las flores de una abelia, el mejor de los arbustos todo-terreno que se plantaron hace años entre las rocas, pegados a la casilla, a su calor, y ahora crecen solos, sin riego ni protección alguna. Queda en flor esa abelia y el rosal ‘Old Blush’, mi preferido entre los chinos, cuyas flores no dan de comer más que a las cetonias (y en primavera, con el sol en lo alto). Dos cólias -amarillo azufre, lunar negro y lunar plateado- aletean con la vanesa en torno a la abelia. Casi no se alejan de ella. Vuelan bajo, como sofocadas, se posan enseguida y pliegan las alas.

Hemos repuesto ya, para compensar las bajas de este año atroz, tres almendros (dos ‘Guara’ y un ‘Ferragnés’, de floración tardía), una higuera `Cuello de Dama’ y un hermoso nogal sin pedigrí. Quedan por plantar al menos otros cuatro almendros y tres olivos. Quedan también muchas almendras sin recoger. Hay más que el año pasado, pero pocas buenas. Las guardamos en saquitos de yute, que fueron de patatas, y vamos descascarillándolas poco a poco con un artilugio muy útil que compré en Griñón (modelo «cocodrilo»; lo tienen en cualquier ferretería; la ventaja respecto al martillo es que la cáscara no sale volando).
Crecen bien, pero despacio, las coles, alcachofas y puerros. La alberca de arriba rebosa. El pilón frente a la casilla vuelve a tener agua, y ya rebosa también, aunque más discretamente que la alberca, sobre un cauce tupido de tierra y grama que habrá que limpiar más pronto que tarde.

Hace dos días, de vuelta de poner los ajos, se me cruzó un meloncillo en el camino. Eran las tres de la tarde. Cruzó disparado, sin mirar, y se puso a salvo de un brinco entre las zarzas del otro lado. Nunca había visto uno tan de cerca (de lejos puede parecer un gato paticorto, o un hurón de buen año…) Tienen el pelaje oscuro, color chocolate, y la cabeza pequeña y puntiaguda.
No sé si veo o adivino a los alcaudones. Una pareja de plumas negras y blancas, con una gota de rojo teja.¿No deberían haberse ido? ¿Con qué otros pájaros me los confundo entonces?
Los cazadores, como cada año, han arrancado postes y carteles: propiedad privada, prohibido cazar. Ni caso. Cojo el mazo, unos carteles nuevos (fotocopias plastificadas), y volvemos a empezar. Cartuchos rojos o verdes, en los que me cabe el pulgar, aparecen entre las cepas peladas.
Al guardar la azada en la casilla me encontré una larga culebra de escalera deslizándose lentamente, muy lentamente, entre dos bloques de piedra de la pared. ¡Qué bien hicimos en dejarlos así, sin mortero! Una salamanquesa pequeña y adormilada, de cuatro o cinco centímetros, se cayó de espaldas desde el quicio de la puerta. Pero la culebra ya estaba yéndose. No la vio. Puse a la salamanquesa del derecho y la empujé con un dedo para que se metiera entre los capachos y cajas que usamos para la vendimia (el resto del año se ordenan justo ahí, detrás de la puerta).

El fin de semana pasado vino por LRO la familia de Anastasio, el anterior propietario, fallecido por Todos los Santos. Plantaron un almendro y enterraron las cenizas de Anastasio en el alcorque. El almendro crecerá en la parte alta de la finca, donde él solía poner su huerta. El valle del Tórtolas, que vierte en el Alberche, se extiende a sus pies: un ancho paisaje de encinas, olivos, viñedos, jaras. Muy a lo lejos, chalés desperdigados (urbanizaciones fantasma, en suelo rústico), plásticos de un invernadero, antenas del centro espacial de Robledo No fue nada triste. Anastasio tenía un montón de nietos, que bajaron riendo y alborotando por el camino. Cuando se despidieron subí a echar un vistazo. Añadí un tutor, del lado del viento dominante (noroeste) y protegí el tronco con un manguito de malla de plástico, muy fea, pero también muy necesaria para que los corzos no estropeen la corteza cuando vienen a frotarse los cuernos.

En quince días, a partir de ya, empezará a crecer el sol.

Verano 2019 (2)

27 de julio

Después de tres años olvidado y sin florecer, ahí asomó esta mañana: Hibiscus x moscheutos, de color rojo sangre, efímero y dramático como las amapolas, pero con una corola de quince centímetros de diámetro. Viene de la costa este de los Estados Unidos, como su prima H. coccineus, De zonas pantanosas, charcas, remansos fértiles a la orilla del ¿Missisipi? Allí donde crecen también los cipreses calvos y los tulíperos de Virginia: muy, muy lejos de este jardín. Una perogrullada (locura total transitoria) que escondí con buen criterio detrás de una mata de euforbias.

30 de julio

Las golondrinas que vienen a criar cada año (hacia mediados de abril) al porche de mis vecinos. Una primera nidada salió adelante hace ya tres meses. Cinco pollos. Esta es la segunda, de cuatro pollos, todos bien criados. Los padres echaron a picotazos a los cinco primeros, para que espabilaran. Los otros cuatro salen ya al amanecer, con sus padres, y vuelven al caer el sol. Mi vecina está pendiente. Los ve llegar (los va contando) desde el frailero de la puerta de entrada. Los cuatro pollos se meten en el nido y sus padres se acomodan frente a ellos, en el farol del porche
Mi vecina lleva años con este trajín. ¡Y con lo bien que le vendría acristalar la entrada, para ganarle unos metros al salón…!

1 de agosto

En una gran plantación de pistacheros cerca de casa, acompañando a dos vecinos que vienen a recoger yemas para reinjertar con ellas sus cornicabras (las que han fallado, que no son muchas). Plantaron doscientos patrones -cornicabra, queda dicho- y el año pasado injertaron (Pistacia vera, todo comprado en un vivero en Tembleque). Convencidos de que, pasados 3 ó 4 años, los árboles se adaptarán al terreno -franco-arenoso- y al clima -sequísimo–, mis vecinos van tres tardes a la semana a regarlos, transportando garrafas de ocho litros en su furgoneta. Treinta o cuarenta garrafas por viaje, que hay que llenar, cargar y descargar. Proyectan un pequeño estanque para que se bañen los pájaros. Hileras de lavandas. Colmenas en la parte más alta….Hoy, para poder reinjertar las marras de sus pistachos, han venido a por ramas verdes a esta otra plantación, que poco o nada tiene que ver con la suya.

El propietario es muy amable. Nos lleva en su todoterreno y nos va contando. Tiene otros negocios en la zona, pero esta plantación es la niña de sus ojos. Arrancó las viejas cepas de tempranillo para ponerlo en marcha (con la uva se pierde dinero, ya estaba harto; pero para que su padre no se disgustara excesivamente, renunció a arrancar también los olivos… de momento). Variedades ‘Peter’ (los machos) y ‘Kerman’ (las hembras) Marco de 5 x 6, que hace un total de 327 pistacheros por hectárea. Los goteros funcionando a todo trapo. En regadío, con una producción de 2000 a 3000 kilos por hectárea. Pongamos 2000, para tirar por lo bajo. A 8 euros el kilo: 16.000 euros por cosecha. Tenemos 3 ha., así que 48 mil euros. Pongamos 45.000, para tirar por lo bajo…. En España, sin embargo, comemos pistachos iraníes. Los que se producen por aquí los compran los italianos «para hacer helados». Nos explica la formación de los arbolitos, que están impecables, preciosos. Nos habla de los nuevos productores manchegos (cada vez más) y de gente valiosa, como el tío de Pistachos Nazario, que pela, seca y envasa él mismo, sin mediar italiano alguno.
Y que cuándo se ara, pregunto.
– Cuando me cabreo con los obreros. Los mando a tomar por culo (sic) y me vengo para aquí a desestresarme en el tractor.
Una razón técnica como cualquier otra. Y que cómo se riega, vuelvo a preguntar. Con una balsa de 10 millones de litros que llena la lluvia. ¿La lluvia? ¿Aquí? Bueno, y un arroyo del que se bombea el agua hacia la balsa cuando no llueve. O sea… ¿desde mayo, desde abril?¿Siempre? Momento en que conviene dejar de hacer preguntas (por ejemplo: qué pasa si ese vecino de allí, y ese otro de allá, hacen a su vez sus captaciones en el arroyo, un poco antes y un poco más arriba de tu balsa). Pero no. Al fin y al cabo, pronto serán 45 mil al año, para tirar por lo bajo. Más el salario de los jornaleros, el camino bien cuidado, etc. «A cambio», nos asegura (y a me parece que es un buen hombre, sin doblez), los helicópteros pudieron venir a cargar agua el otro día, para ayudar con un incendio… Otro incendio…Otro más. Porque el bosque está agostado y arde fácil. Porque los árboles (los inservibles, que no producen 45.ooo al año) tiran la toalla y se dejan ir. Porque los pastos de las parcelas «perdidas» se churruscan y crujen, y los corzos, sedientos, se caen en las albercas. Porque los arroyos -vaya por Dios- llevan tres meses secos.

3 de agosto

¡Año de ciruelas! Botes y más botes de mermelada. Y esta tarta de la Larousse de los Postres (receta aún mejor, que sigue a la de la tarta y además rima: «ciruelas mirabel en sauternes y miel», que a lo mejor haría si tuviera ese sauternes, aunque si lo tuviera -para qué negarlo- dudo mucho que se lo fuera a echar a unas ciruelas…): en el fondo del molde, untado previamente de mantequilla, se extiende la masa quebrada; sobre ella se van colocando medias-ciruelas, con la parte cóncava hacia arriba; se espolvorea todo de azúcar, y al horno media hora.

tarta ciruelas

Se puede tomar con un oporto o un jerez o un banyul...