Extracto de ajo

 

Anejo al post del otro día, «manchas negras en rosal»

Extracto de ajo para pulverizar diluido como fungicida e insectífugo (1). En la huerta (fresas con Botrytis; mosca de la cebolla; pulgones), en los árboles frutales (melocotoneros con lepra, Taphrina deformans), y sobre todo en el jardín (rosales con un poco de todo). No contra todos los hongos es igual de eficaz, pero nada  -o solo una cabeza de ajo- se pierde por intentarlo . En cualquier caso, sí se garantiza el efecto insectífugo, siquiera durante la «contrarreloj»:  el tiempo necesario para que los tejidos vayan creciendo y haciéndose menos apetecibles para el pulgón (y Cía.)

Pasos para elaborarlo, siguiendo la numeración de las fotos:

1. Picar 100 gramos de ajo (= una cabeza grande)
2. Mezclar con dos cucharadas soperas de aceite de linaza
3. Tapar. Dejar macerando (a oscuras, donde no haga excesivo calor)
(…)
4. Doce horas después: añadir el ajo a 1 litro de agua y revolver un poco.
5. Filtrar los restos de ajo, pasando el líquido a un recipiente que tenga buen cierre (en la foto se ven dos botellines de 0,5 litros, en vez de uno, para calcular más fácilmente las dósis). Se guardan el/los recipientes en una habitación fresca, siempre a oscuras.
(…)
6. Una semana después ya se puede pulverizar, pero diluido:  1 volumen de ese extracto por 20 de agua (= 5%, en rigor sería 1 parte por 19, pero redondeamos). Es decir: cada botellín de 0,5 litros, en una regadera de 10 litros o en dos garrafas de 5. 

Pulverizar a fondo de buena mañana (nunca a pleno sol) hasta acabar la dósis.
Algunos cálculos de referencia para rosal: como mi pulverizador es de un litro, cada garrafa de extracto diluido me da para 5 aplicaciones (4 garrafas: 20 aplicaciones). Ahora ya depende de a cantidad de rosales a tratar. Yo gasto 1 litro (un pulverizador del chino) por cada 4-5 rosales (= una garrafa de 5 L para repartir entre 20), y repito la aplicación cada tres días (= con cuatro garrafas de extracto diluido= cuatro tratamientos para 20 rosales, separados por 3 días de intervalo) ¿Se puede subir la dósis? Alguna vez la he subido hasta el 10% (1 botellín de 0,5 diluido en 1 garrafa de 5) , y lo que observo es solo mayor eficacia como insectífugo, pero no como fungicida.
Una última cosa: el extracto se degrada muy rápido. En quince días habrá perdido su efecto. ¿Otra cabeza de ajo, vuelta a empezar? No. Para entonces ya hará calor (por encima de 25º), y no hay mejor fungicida.(2)

NOTAS
(1) El término «extracto» se usa más para productos fermentados o sometidos a alguna forma de cocción/destilación. En una simple maceración, como esta, siempre se «extrae» menos…
(2) Además de en los rosales lo he probado en melocotoneros de viña. Si los árboles están muy afectados por la lepra/Taphrina, ni ajo ni agua de Lourdes: solo la entrada del calor detiene al hongo.

Fuentes: Jean.Claude Collaert, La rose pas-à-pas, Édisud 2004, y Plantas para curar plantas, Bertrand, Collaert, Petiot, ed. Fertilidad de la Tierra, 2007, todo probado en LRO y resumido/adaptado en ¡Toma Tomate!  (barra lateral, a la dcha.)
La historia del ajo, la peste y otras cosas, aquí: https://classicgrandtour.com/2020/04/19/estaban-en-el-ajo/

Por San Martín el ajero

Después de una semana de lluvia (lluvia despaciosa, de la buena), el cielo estaba azul y la tierra fresca. También estaba blanda, la tierra; fácil de trabajar. Preparé para los ajos una cama ancha, de modo que me cupieran dos líneas (más una tercera por el medio, haciendo un quincunx) y de un codo de alto, para que las raíces estén siempre bien drenadas.
Desde mediados de noviembre (San Martín) y a lo largo de todo el invierno, cualquier día es bueno para plantar ajos, con la sola limitación del hielo o del suelo encharcado. En cuanto a la luna, ya es otro cantar. Los que se lo creen a pies juntillas me reprocharían haber plantado ayer. Conviene al ajo la luna menguante, no el cuarto creciente en que estamos. ¿Por qué no esperar un poco, qué trabajo cuesta? Pues sí cuesta. Los ajos «de siembra» no pueden aguantar eternamente en su redecilla, porque corren el riesgo de empezar a brotar; y eso es peor, en mi opinión, que lo que diga la luna.

Uno planta cuando le cuadra. Hay que hacerlo en una tierra limpia de hierbas, raicillas, piedras. Una tierra en tempero, como la de ayer. En un caballón alto y bien drenado. En un rincón aireado, que quede expuesto al sol cuando el sol llegue. Con un material vegetal sano; ni viejo y reblandecido, ni con la yema verdeando, apuntando ya al cielo. A la profundidad adecuada: no tan abajo que se pudran, o se enfríen y tarden demasiado en brotar, ni tan arriba que el viento o un chaparrón, o el pico de un pájaro hambriento, los puedan descalzar a la primera de cambio. Por San Martín el ajero, dicen, siembra ajos con el dedo: escarbando con la mano en la tierra muy suelta, o empujando simplemente el diente de ajo, bien hacia dentro. Si además de todas esas cosas uno puede organizarse y esperar a que la luna se ponga a tiro, ¿por qué no? Dicen que plantando en creciente el ajo «sube» antes de tiempo, es decir, antes de echar buenas raíces. Es posible. Mi vecino Miguel Manduca, el cabrero, lo cree así. Pero también es posible que no. Lo único seguro es que si los dientes de ajo están malos, la tierra encharcada, la parcela poco soleada… no habrá nada que recoger en el mes de junio. En esto también está de acuerdo Manduca.

(Otros requisitos que se imponen a la luna; tener tiempo y tener la espalda bien. No dejarse olvidada la faja en el armario; cavar firme, sacudir los terrones con energía)

Acolchado: sí y no, y a veces.

Todo el verano

acolchado sandías(Lo primero: hay que desterrar del disco duro el anglicismo “mulching”.  ¿Por qué usar   ese gerundio cacofónico en vez de nuestro castizo  “acolchado”, que es palabro cierto, y bien bonito?.)
En LRO se usa como acolchado todo cuanto nos viene a la mano.  La tierra no debe estar desnuda. Hay que protegerla de la insolación del mediodía, y del impacto del chorro de agua, y tratar de ponerle difícil las cosas a las malas hierbas (con una capa espesa de acolchado la luz no llega a las semillas que, de ese modo, tienen más complicada la germinación). Durante un par de años cometí el error de traer paja de fuera: comprada en una ocasión (lo que ya es una locura absoluta), y reciclada de unas pacas de heno para caballos en otra (estoy casi segura al 98% de que los primeros grillotopos vinieron con esa remesa de heno). Ahora, después de mucho romperme los cuernos, por fin he aprendido. Procuro desbrozar antes de que granen las hierbas que voy a usar de acolchado. Las dejo secar “in situ”, Y después, ya en pleno verano, las rastrillo y me las llevo a la huerta.
acolchado con brozaCuando algún cliente, o algún vecino, o el jardinero del ayuntamiento, me  guarda las siegas de césped, lo mezclo con mi broza y obtengo el acolchado de calidad PRIMA. Las siegas aportan el nitrógeno y  mi broza vieja el carbono. Las siegas tapan los vacíos entre la paja reseca, haciendo más eficaz la cobertura. Pero la paja reseca impide que el césped se apelmace en exceso. Las siegas se descomponen rápido, incorporando sus componentes al suelo. La paja, más estable, me permite no tener que estar acolchando cada quince días… Un acolchado, en fin, no es más que un «compostaje» (¡otro palabro dudoso!) en superficie, más lento que el del «compostero» (donde las temperaturas son más altas) y que protege el suelo y las hortalizas mientras el proceso de descomposición arranca..
En algunos cultivos, además, esos cojines de paja cumplen alguna otra función añadida. Sobre ellos se recuestan mis preciosas sandías “Crimson”,   como en una chaisse longue diseñada a medida, y ahí  van engordando lánguidamente –sin magullarse ni ensuciarse- hasta que llega el día de hincarles el diente. En capas de hasta cuarenta centímetros de paja coloco los tomates morunos, que de lo contrario se revolcarían, o se romperían, por muchas cuerdas y tutores que pongamos por todas partes (no son tomates de enrame); la alternativa es usar cajas de madera, las que dejan los fruteros en la puerta de la tienda, pero el inconveniente de las cajas, en mi opinión, es que dificultan el riego (el manejo de la manguera), además de lo evidente: que no aportan nada ni a la química ni a la física del suelo, como sí hacen los acolchados orgánicos a medio y largo plazo.
¿Todo son ventajas, pues,  en el acolchado de la huerta ?. Algunos dicen que sí.  Yo creo que sí…casi siempre. Algunas cosas que he aprendido:

  1. Si hay grillotopos, el acolchado se convierte para ellos en un hotel de cinco estrellas. Mis vecinos no sabían lo que era un bicho de estos hasta que me vieron a mí llorando por las esquinas. Ya he sugerido que los primeros pudieron llegar de otra zona, que sí estaba infestada, camuflados entre el heno. PERO después de dos años de lucha sin cuartel empiezo a conjeturar otra razón para mis grillotopos (no incompatible con la primera): mis vecinos aran y aran hasta que se les acaba el gasóleo…En LRO, sin embargo, apenas se mueve la tierra. Y la enseñanza, por desgracia, es ésta: sólo a base de cavar y de pasar la mulilla he conseguido que el grillotopo no acabe conmigo.  Y sólo cuando hay indidios fiables (v.gr.: varios días sin bajas en la línea de cebollas) de que el grillotopo se ha ido por piernas –excavando galerías de hasta un metro de profundidad-  puede uno plantearse empezar a acolchar la huerta (y dejando libres las calles para seguir dándole a la azada, por si el grillotopo asomara de nuevo)
  2.  Si hay riego por goteo, y el  agua viene con alguna impureza, (aquí las «impurezas» pueden ser del tamaño de una rana…)  remolachasla paja que tapa las tuberías es un engorro a la hora de controlar posibles fugas, atascos, o defectos en los goteros. Es una pequeña molestia. Se gana más que se pierde, desde luego. Pero dejar las tuberías en la superficie está descartado, pues son de polietileno negro y el agua se cocería en su interior (las de color arcilla, más caras, se calientan algo menos)
  3. Cuando uno acolcha, y lo hace sin tasa,  no debe olvidar que una cebolla  no  es tan buena bebedora como un tomate o una berenjena. Es bueno que la cebolla asome en la superficie de la tierra, y se coloree con el sol, y se endurezca un poco… (En Galicia ni siquiera se las riega: nada de nada). Como da la casualidad de que las cebollas son el menú principal del grillotopo, mi consejo de hortelana resabiada es éste: no acolchar las cebollas.

NOTAS
Sólo hablo del acolchado en nuestras huertas de verano, aquí en la Hispania profunda. En zonas muy húmedas o  frías habría que matizar mucho (el acolchado puede impedir que se caliente la tierra, puede provocar pudriciones, en fin).  También es otro cantar el acolchado de árboles y arbustos, según y cómo, y dónde, y con qué… Un resumen completo y actualizado de todas estas cosas puede leerse en el libro Medioambiente y espacios verdes, UNED 2013, pp.213-233

Unha trenza de cebolas

Verán 2012

A nai de Manolo, Pilar, trenzando cebolas no alpendre. A meirande parte das cebolas cultivadas en Galicia son amarelas e doces, achantadas, coa túnica moi moi finiña. A  nai de Manolo conta que antes empregabanse xuncos para liar as cebolas na trenza, pero  si as follas son longas dabondo non fai falta nada. Esta que ela está trenzando na foto -mandáronma hai tres días-  a colgarían despois no cabazo ou na lareira, ou no teito do alpendre, para que se conserve ben todo o inverno e non apodreza coa humedade (as que se ven no chan están ainda a secar)

Una trenza de ajos

Junio- Agosto 2012. Para Mariquiña de Sarria, que es quien me ha enseñado

Ajos en la cocina de Marica

Los ajos se plantan en lo más crudo del crudo invierno. Se recogen a principios del verano, antes de que suban  a flor (antes de que agromen). Se dejan secar al sol, con las hojas.  Se limpian bien de tierra; se les cortan las raicillas con una tijera, se les quita alguna piel. Se escogen para la trenza ajos de similar calibre. Y se empieza la trenza, con tres ajos bonitos y un CORDEL (clave del éxito). Uno de los tres «mechones» llevará el cordel, para darle firmeza a la trenza. No han de ir muy pegados los ajos. Sí  bien apretados los nudos.

¿Y las cebollas?. Lo mismo pero más tarde. Se plantan al principio de la primavera, se recogen en pleno verano. Para la trenza sólo valen las pequeñas y medianas. Han de estar bien secas y endurecidas al sol. Si no es así, la conservación será mala. En LRO hemos plantado unas cebollas enormes, de la variedad ‘Leone’ , que son difíciles (imposibles) de trenzar.  Pero son sabrosas, un punto picantitas, e incluso empezadas se conservan durante semanas en la nevera. Un cuarto de las que plantamos -no llevo la cuenta exacta- se las comieron los grillotopos, que deben de estar este año orondos y de muy buen ver.

Pisto, ratatouille y cia.

Agosto 2011

En La Rama de Oro se cultivan todas las verduras que hacen falta para preparar un buen pisto. Mejor aún, una buena ratatouille. Después de mucho bucear por internet, y de consultarlo con algunos familiares entendidos en la materia, he llegado a la conclusión de que la diferencia es mínima, En su versión estándar ambos platos llevan siempre tomate, pimiento, calabacín y cebolla. Y se suelen acompañar de huevo frito. O de huevo batido mezclado en la propia sartén. Pero la ratatouille añade berenjenas y lo aromatiza con orégano. Otras diferencias atañen a la presentación. En el plato español  se cortan las verduras según van viniendo, sin muchas contemplaciones, en tiras los pimientos, o “como si fueran patatas para hacer una tortilla” el calabacín. En el plato francés se cortan cuidadosamente en pequeños dados todas las hortalizas (menos el pimiento, claro). Una vuelta de tuerca más y aparece el “confit byaldi”, que inventó un chef de renombre en los años setenta  a partir de un plato  turco similar a nuestros pistos, ratatouilles y demás. En el “confit byaldi” las verduras se cortan en discos y se colocan en escalera. Pero sobre todo, no se van friendo poco a poco, como en el pisto, ratatouille y cia, sino que se asan en el horno y se aliñan después con una vinagreta.

Bueno, en el mes de agosto hay tantos tomates, pimientos y calabacines en La Rama de Oro que el sentido común ordena preparar conservas para el invierno con todos los excedentes. Además, en ese mes Madrid se vacía, y no es nada fácil vender las cestas de hortalizas que preparamos aquí. La ratatouille es perfecta para ir sacando de delante todo lo que empieza a madurar. Los frascos, rellenos en caliente y bien tapados, se esterilizan al baño maría veinte minutos, exactamente igual que los de salsa de tomate. Si una ratatouille en agosto, hecha con verduras frescas, le reconcilia a uno con el mundo, ¿cómo no saborearla con gratitud los primeros días de enero, cuando en la huerta sólo hay coles de Bruselas y un puñado de ajos aguerridos luchando contra el hielo?.