Desde finales de noviembre…
Hoy vamos a preparar un cóctel de boñiga de vaca, conocido en los foros de jardinería y revistas del ramo con el galicismo «pralín».o «praliné»
Ingredientes :
-medio cubo de bosta de vaca (boñigas)
-medio cubo de tierra arcillosa
-agua
Cómo hacer el pralín:
se mezclan las tres cosas en un cubo grande, capacho o similar. Se revuelve despacio con un palo (insisto en lo de «despacio»; si se va con prisas puede acabar uno de praliné hasta las cejas). Hay que remover hasta que quede fácil de untar, cremoso, apetitoso.
¿Para qué sirve ?. Para impregnar las raíces desnudas de los rosales antes de la plantación. También las de los árboles frutales. Hay que dejar el rosal un rato en el cubo, que se pringue bien. La arcilla empapada rehidratará las raíces, que están en estado de «shock» tras ser arrancadas del vivero; la boñiga aportará una gran cantidad de nutrientes ( «bioestimuladores», les dicen), compuestos orgánicos y oligoelementos, -procedentes de la descomposición de las hierbas en el estómago de la vaca…entre otras cosas igualmente ricas- que favorecerán la formación de nuevas raícillas, las que de verdad dan de comer al rosal ( las grandes y gordas lo anclan al suelo). Con el pralin todo irá mejor y más rápido, en especial si el trasplante se hace tarde. ¿Ahora en febrero es tarde?. Sí. Lo suyo habría sido hacerlo en diciembre. ¿Es grave?. Creo que no… Mientras el rosal NO esté brotado, aún hay esperanza. Y el pralín es el mejor cóctel para empezar bien en la vida. Con una buena masa de raicillas operativas, el rosal – que es goloso y exigente- tendrá brotes más fuertes y resistirá mejor la sequía y las enfermedades.
NOTA
La foto es de un rosal llamado ‘Wettra’, en el Parque del Oeste, Madrid. De los rosales plantados con su pralín hace unos días -cinco ‘Chartreuse de Parme’, que se ven detrás del cubo blanco- prometo publicar fotos en cuanto florezcan.
¿También se piuede untar en pan? que diría Grillo.
Una rosa es una rosa que es una rosa, y una boñiga es…
¡Pero claro que sí!. ¡Y no veas lo que te bio-estimula…empiezan a salirte raicillas por la planta de los pies, y después capullos por la nariz…!.
Qué bien debe oler el pralín ese, normal que luego huelan así las rosas.
Espero ansiosa esas fotos de rosales reventones
Emma, sí: entre el tufo de la caca.de-vaca y el aroma de las rosas sólo pasan unos meses. ¿No es una maravilla?. Conste que a mí el olor a bosta fresca nunca me ha desagradado…
No me gustan las rosas; mejor dicho, no me gustan las rosas cultivadas, que son poliploides (mutantes monstruosos) de los delicados escaramujos (Rosa canina, Rosa spp) y rosales silvestres que proliferan por muestros campos; menos mal que muchos insectos tienen el buen sentido de comérselas
Mmm..creo que voy a intentar hacerte cambiar de opinión. Pero no hoy. Dentro de unos días, con una entrada dedicada al asunto…Bsss
A mi me gustan mucho esas rosas que llaman ‘de jardín’. Tienen muchísimas espinas y son bastante efímeras, pero son preciosas y huelen ‘rosa’ de verdad. Mis favoritas, las blancas.
También tenía en casa violetas preciosas y aromáticas en los arriates. Hacía pequeños ramitos envueltos en sus propias hojas, atados con hilo negro y los regalaba a las invitadas… que lo flipaban. Al salir de noche, se lo colocaban en el pelo y decían que eso era algo que solo habían visto en las pelis.
Hola, Grillo. Esta primavera, si la huerta me deja respirar un poco, querría poder dedicarle cierta atención en el blog a las rosas. A mí me encantan…y me propongo «convertir» a Lansky (lo sé, será difícil). ¿Sabes la historia de la rosa más famosa del s.XX?. La creo a finales de los años 30 M.Meilland para su señora, Mme. Antoine Meilland. O eso cuenta la leyenda. La rosa era (es) entre amarillo pálido y blanca, con una sombra rosa pastel, muy tenue. Yo he visto por ahí las dos formas. Bueno, la cosa es que, cuando los nazis entraron en París, en junio de 1940, el último avión de la Francia libre que despegó de la ciudad tomó rumbo a Nueva York con un cargamento de Mmes. Antoine Meilland en la bodega. Esas rosas se harían famosas gracias a la habilidad del socio yanki de los Meilland : grandes, enormes ramos de pálidas rosas Mme.Meilland decoraron las mesas de la sesión inaugural de la ONU, en 1946. Y desde ese momento cambiaron su nombre en los catálogos, pasando a llamarse Peace. Siguen vendiéndose como churros. Son enfermizas y no huelen a nada, pero son bonitas, crecen derechas y formales, y ahí están. Yo prefiero las rosas de colores vivos y porte desparramado. Las blancas, como las camelias blancas, se estropean enseguida (es verdad: son «efímeras»). Por ejemplo. Esas «Chartreuse de Parme» que acabo de plantar con bosta de vaca, son rosa púrpura, barrocas y repolludas y…¡las más fragantes del planeta!. Si todo va bien, cuenta con un ramo este verano. Y otro para Emma. Y otro para Lansky…
Lo que cuentas de las violetas es más que de película. Las dejarías bobas, claro.
Yo adoro las rosas amarillas. Y si son de las enanas mejor.
Ay, qué preciosidad, las «piti-minís» amarillas (a Lans le puede der un cólico si nos oye…). Me rechiflan. Pero es una pena que no huelan. Bueno, aprovecho para apuntar que, evidentemente, en LRO no se plantan cosas de éstas; allí el respeto al ecosistema está por encima de mis pasiones jardineras (aunque en la zona de paso, contígua a la casilla, hemos acondicionado un minúsculo «cuasi-jardín», del que hablo en algún post; de todos modos, incluso ahí dominan las jaras y aromáticas). Las chocholadas éstas -pitiminís y demás- las dejo para el pequeño jardín de delante de casa, es decir, en el pueblo. ¡Y me encantan!.¡Arriba los «poliploides»!
Bonita historia de rosas que desconocía totalmente. Queremos más.
Supongo que te va a costar trabajo convencer a Lansky… Pero el señor hombre no tiene un pelo de tonto y a veces sa aviene si lo que se le cuanta tiene sentido.
Las violetas. No era mi intención dejar bobas ni ‘ligar’ con mis invitadas. Era una cuestión detallista que me proporcionaba a mi un enorma placer; y se las preparaba igual a mis hermanas. Las otras, las que venían buscando ‘geurra’ ya llegaban convencidas y ligadas de antemano.
No sé qué tendría la tierra de aquellos arriates, tal vez eso que allí llamaban ‘garrufo’ o algo parecido. Lo cierto es que cuando me deshice de la casa porque la zona se convirtió en un lugar de hampones rusos, taifas y cursis de media Espalña, se presentó un viverista y me rogó que le vendiera todas las viloletas y una palmera real que era de libro. Se las regalé, (a cambio le pedí que cuando volviera a pasar por Marbella me dejará volver a hacer mis ramitos de violeta. Lo hice un par de veces.)
Luego olvidé la zona per in séculam: era imposible salir a la autopista para comprar un periódico o un cartucho de ‘calentitos’ para el desayuno.
Te digo, te repito muy en serio, que también yo me iría a un campito cercano a Madrid y vivir desligado del mundanal ruido. Pero la pereza de otra mudanza me horroriza más que todas las cosas.
Muac.
Sí, había leído sobre tu marcha de Marbella en algún lugar de tu blog. Creo que yo hubiera hecho lo mismo. Largarme. Ya no es mi sitio, ya no quiero esto. Au revoire!. Me llevo la pasta y el recuerdo de las violetas. Chapeau.
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