Hace una semana
Querida Barbie Jardinera:
Tengo un pequeño jardín en una pequeña urbanización de una pequeña ciudad del norte. En el jardín no hay apenas sitio para nada, pues un enorme castaño de indias crece en medio y medio, dándonos sombra en verano y muchas hojas para barrer en otoño. Algunos vecinos nos dicen que por qué no lo talamos. Que ensucia mucho, estorba al autobús, y tal y cual. Pero mi marido y yo queremos conservarlo a toda costa. Mide más de quince metros de alto. Cuando está en flor hay gente que se para en la acera a hacerle fotos, de tan bonito que se pone. Todos los años le hacíamos una poda de limpieza, muy suave, y arremetíamos la copa para que el señor del autobús no protestara al pasar. Ahora el árbol está tan alto que ya no hay manera de podar nada. No se vé el final de la copa, que se ha ido cerrando, ni se sabe muy bien lo que pasa ahí dentro. Bien, la razón por la que te escribo, querida Barbie, es que hace cosa de una semana, mientras esparcía amorosamente una carretilla de mantillo al pie del castaño, escuché un frufrú muy raro que salía de lo alto. Levanté la cabeza y me encontré de frente con ESTO. Pegué un grito, solté el rastrillo y me metí en casa a la carrera. Pero el bicho debió de asustarse también, pues al cerrar la puerta me dió tiempo a verle desaparecer entre el ramaje. Una compañera con la que voy a hacer pilates todos los viernes me ha recomendado aceite de neem. He hecho la prueba, he pulverizado neem por las ramas bajas y desde la ventana, pero nada: el monstruo peludo se esconde en la copa durante el día y asoma el hocico y las patas al caer la noche. Salta la tapia, se da unas vueltas por la urbanización, y regresa. Como un gato, lo mismo, pero en araña gigante. Mi marido ha intentado atraerla con un reguero de cabecitas de gambas, en línea recta a la alcantarilla, abierta de par en par. Nada. Es muy lista. Se come las cabezas de gambas hasta el bordillo de la acera y después se vuelve al castaño, relamiéndose y haciendo frufrú. La verdad es que con el paso de los días me he ido acostumbrando a ella y hasta me he animado a hacerle esta foto, que es de ayer a eso de las nueve, antes de entrar a cenar (souflé de espárragos trigueros). Pero temo por nuestro castaño de indias. Querida Barbie, ¿no estará destrozando el arañón las yemas del árbol?, ¿no estará estropeando la corteza con esas uñas afiladas? Y además, ¿no acabará atacándonos a mi marido y a mí cuando coja confianzas…? Te escribo desesperada. ¿Qué hemos de hacer?.
Firmado: Amapola del Camino
Respuesta.
Estimada Amapola del Camino:
Primero de nada, tranquilízate. Todas las arañas son carnívoras, en efecto, así que vuestro castaño de indias no sufrirá por su presencia. En todo caso, lo mantendrá limpio de otros bichos, seguramente más molestos para vosotros (avispas, mosquitos). Por otra parte, he consultado en mi base de datos y te puedo asegurar que no hay ningún caso registrado de seres humanos devorados por arañas en Europa occidental. Nada que temer por ese lado.
En segundo lugar, los tratamientos biológicos, como el neem que te recomendó tu amiga, o las infusiones de ajo, el agua jabonosa, etc (hay una larga lista) sólo son realmente eficaces en las fases larvarias del insecto/arácnido, o bien como repelentes, pero no como curativos. No como insecti-cidas/aracni-cidas. Osea, que podías haber eliminado el huevo o la araña-bebé, si la hubieras pillado a tiempo, o, mejor aún, haber evitado su llegada, pero difícilmente puedes hacerle nada con esos tratamientos a la araña adulta. Y mucho menos cuando ya está tan hermosa y bien criada, con un peso, según mis cálculos, de entre treinta y cinco y cuarenta kilos. Hemos llegado tarde. Las opciones ahora se reducen a dos, y ya te adelanto, querida Amapola, que personalmente me inclino por la primera, pues los arácnidos -salvo casos de infestaciones agudas, como las arañas rojas en las judías, por ejemplo- han de ser siempre bienvenidos en el jardín:
Opción A. O bien adoptas al arañón como animal de compañía (tú misma dices que ya no corres a esconderte cuando aparece, señal de que le estás cogiendo cariño, quizá sin tú saberlo), o bien, opción B, te planteas seriamente eliminarlo. En este caso, te repito, no valen aceites ni infusiones ni salmodias… Habrá que recurrir a las armas de fuego: un fusil de caza mayor. Como imagino que ni tú ni tu marido sabéis mucho de estas cosas (pues os dedicáis a actividades más pacíficas, como recoger espárragos trigueros o contemplar la floración del castaño) aquí te adjunto estos dos links, en los que encontraréis mucha información cinegética y buenos contactos:
http://www.nraespanol.org (Asociación Nacional del Rifle)
http://www.casareal.es
Un saludo afectuoso.
Firmado: Barbie Jardinera.
P.D. No olvides, por último, que incluso el neem, por muy natural y biodegradable que sea, es también un producto no-selectivo. Si abusas de él, o si lo echas a tontas y a locas, sin apuntar bien a la diana, acabarás eliminando o ahuyentando a un montón de insectos fabulosos…
P.D2. Intenta mantener la copa del castaño un poco más aireada. Hay empresas especializadas en ese tipo de podas. Son bastante caras, sí, pero hacen bien su trabajo y sólo hace falta llamarlas de Pascuas en Ramos. Y así te llevarás menos sustos.
Eres un poquito descuidada, Barbie, debería advertir que ambos enlaces/links son tóxicos
jajajaja, me encanta esta sección sentimental del jardin y tu papel de Elena Francis. La araña es espeluznante a primera vista, pero como es tan verde y tan gordita sí que es verdad que se le puede llegar a coger cariño. Y te lo dice una que padece aracnofobia desde que una araña se paseó por mi almohada de niña, despertándome con cosquillas en el rostro que aun me dan sudores fríos. La araña es mi único enemigo.
Pero este relato tuyo me ha encantado.
Con esta arañona de la foto (es de un paseo «marítimo» en Montreux) te podrías hacer incluso un almohadón…Me da pena lo de tu aracnofobia: las arañas son BUENAS, Emma. Digo más, buenísimas. Limpian, brillan y dan esplendor en la huerta. Si te acuestas encima de ellas, en el campo, pues normal, te picarán…Pero sus picadoras ni siquiera pican mucho. Un rascajo de nada, hecho sin acritud. Lo de la aracnofocia merecería un estudio. No me explico por qué un niño, por el simple contacto de esas patitas en la piel, pueda desarrollar ese rechazo visceral (¿?). Debe de tener que ver con algún dibujo animado japonés (de esos medio marcianos- medio locoides), o la fobia contagiada inconscientemente por algún familiar… Vete tú a saber.
Es una cosa extraña Barbie, en mi casa nadie tiene a las arañas y yo desarrollé una aversión a ellas a raíz de aquel episodio. Sin embargo, una vez un psicoanalista belga me dijo que el temor a las arañas es el «siempre el temor al padre» y se quedó tan ancho. Yo, como simbolista, dada a creer en patrañas que soy, me quedé tan contenta y desde entonces echo a mi padre la culpa de mi aracnofobia.
Ya sé que son buenas pero te juro que si veo una puedo echarme a llorar a lágrima viva. En Irlanda, en la casita de campo en la que vivía, había muchas y lo pasaba realmente mal.
Otra cosa que me dijo un irlandés al que convencí para que entrara en mi baño a matar una araña que vivía en mi ducha
«Sólo las niñitas tienen miedo a las arañas»
Desde entonces vivo con temor de ser una niñita 🙂
Las fobias son miedos irreprimibles e intensos, pánicos irracionales, y.. reales. Las explicaciones psicoanalíticas creo que son falsas, o si se prefiere, ‘imaginativas’. Son difíciles de combatir, como la claustrofobia o la agorafobia. En cualquier caso hay que tener cuidado con el lenguaje: la aracnofobia, he conocido casos, no es la xenofobia, un sentimiento derivado de prejuicios que se combaten con educación en su mejor sentido, incluyendo el ético. Las arañas son beneficiosas mayoritariamente, en efecto, pero de poco le va a servir saber eso a Emma, me parece.
Pues mira, le dices a tu amigo irlandés que yo también soy una niñita y no les tengo miedo.
Se me ocurre una cosa para que intentes superar tu fobia: ¿has visto alguna vez una tela de araña empapada de lluvia, entre las ramas de un arbusto?. Suena bien, ¿verdad?. Pero mejor es verlo… y quedarte extasiada. Creo que después mirarías a las habilidosas arañas con otros ojos.
las he contemplado desde todos los ángulos y siempre me invade una sensación de inexplicable temor que me supera. La araña es más fuerte que yo. Cuando veo a una araña me paralizo. No soy capaz de pensar con claridad, me vuelvo histérica. La verdad es que nunca he seguido tratamiento- que sé que es efectivo- porque en Madrid no hay arañas.
Emma, por lo que dices lo tuyo es un problema de verdad (fuera bromas). No podrías de ninguna manera vivir en el campo.Yo te animo amistosamente a hacer esa terapia…aunque sólo sea para sentirte libre cuando andas por ahí. Mira, hoy mismo, ordenando tejas y macetas viejas, ¿cuántas arañas me habré encontrado?. ¿una o dos docenas?. Tu fobia me parece una especie de esclavitud. ¡No puede ser!. Más tarde o más temprano, hay que hacer esa terapia.
Puedo entender perfectamente la deseperación de Amapola del Camino. Yo tuve un problema parecido con un bicho de estos. Lo solucioné clavándole UNA ESTACA EN EL CORAZON. Creo que es una opción a considerar, que habría que añadir a las dos que propone nuestra querida Barbie Jardinera.
Arrea, Bétula, ¡cómo te las gastas…!
(Pero tu tratamiento sí puede considerarse selctivo -muy selectivo-, osea, 100% ecológico, a diferencia del aceite de neem)
Esta entrada me ha gustado más que el mejor de los cuentos de Montague R. James. Pero tiene razón Lansky, los enlaces son tóxicos, más el segundo que el primero, pues a éste ya estábamos acostumbrados, al menos yo, tras la decepción que me supuso ver haciendo el mamarracho en dicha asociación a un actor norteamericano que hasta entonces me había caído bastante bien. Quien también tuvo un problema muy serio con una araña fue el protagonista de la inolvidable “El increíble hombre menguante”.
Hablando de fobias, desde que era pequeño me desagradan las gallinas, y a veces tengo una pesadilla recurrente en la que me persiguen e intento apartarlas a patadas pero no lo consigo. También soñé hace muchísimos años, una noche que estaba durmiendo con mi abuela, que me atacaban hormigas, y me desperté pidiendo ayuda a gritos a mi padre (?)
Gallinas, durmiendo con tu abuela, ataque de las hormigas, patadas, papá…Antonio, perdóname, pero voy a tomarme una copa (pacharán del bueno, es decir, del MÍO), a ver si se me enciende la bombilla.
(Respecto a los links, no digo nada que no sea del dominio público: que ahí saben de caza mayor.)
Barbie, eres la repera, tía.
Como dice Emma te has montado un consultorio bien jocoso a lo Helena Francis. Lo que quizás ignore Emma es que la misma señora (que luego se supo que era un señor patrocinado por no sé qué leche de cósmético a base de leche de pepinos) se preparaba ‘ella misma’ las preguntas y las respuestas – como se diría que haces en este divertido post. O me paso de lsitillo o ceo advertir que es la misma escritura. Eso da igual. O no: es mejor aún. Qué cachonda.
Hay muchísimas personas que padecen aracnofobia, y no me extraña. Coño, son bien asquerositas todas, desde las chiquininas que dejan ronchas hasta las gordotas tan empleadas en la pelis de terror, esas hirsutas que no se hacen la cera en las patas ni la espalda, ¡ puaggg !!! ¡ Guarras !
Hay toda una serie de pesadillas recurrentes muy generalizadas que los psicólogos interpretan sin puta idea, como bien dice mi oftalmólogo de cabecera.
Soñar que se te caen o te comes lo propios dientes; que sales desnudo a la calle; que eres capaz de volar, o que intentas correr y no puedes porque estás adherido al suelo por una fuerza desconocida. Algo significarán puesto que son universales. ¿Y qué decir de los sueños húmedos? Anda y que no me lo he heho yo con un sinfín de guayabas… Tres o siete mil – y puede que me quede corto. Eso sí: en el momento de la corrida misma me despierto y me cabreo muchísino, (antes me remataba a mano viendo mi erguida enormidad, viendo aquello de susto donde se me podía posar tres o cuatro cigüeñas.)
Yo me conozco otras pescadillas mías y por una extraña alerta no dejo que lleguen hasta el final. P.ej., que estoy acurrucado en una mínúscula plataforma sobre un poste altísimo, me cimbrea el viento, sé que me la voy a dar contra el suelo… pero decido lanzarme al vacío y me despierto a tiempo. Me dijo un ‘experto’ que eso era debido a una gran grandísima inseguridad en mí mismo. Ah, bueno…
No sé si en otro post conté que andaba por el fondo del mar con mi escafandra de buzo antiguo y las gomas de entrada y salida de aire, y os encontre sentados en un roqueo profundo, estábais merendando unos cuantos blogueros a pelo limpio y bebiendo vino de un porrón. Me llamásteis, me convenciíseis, me quité los arreos de buzo y estuvimos un ratico de charla. Oyes : ni una burbuja de aire al hablar. Fíjate tú, las cosas.
¿Y soñar que ahora vuelvo a mi trabajo y mis empleados no me admiten? ¿No tiene miga eso? Lloro y lloro… y lloro hasta que me cabreo y los despido a todos. Ojú
Grillo, tú sí que eres la repera. A ver si termino de reirme y me centro.
Yo también pienso como Lans, que lo que hay es mucha imaginación desbocada (que te lo digan a tí!). Pero lo de estar a punto de meterte un leñazo (me sumo) como indicativo de inseguridad parece convincente; y lo de querer deseperadamente volar, incluso amagar unos aleteos, señal de ansiedad y necesidad de liberarse…
Qué parecidos somos todos al final, ¿no?. Me encanta lo de estar junticos bebiendo del porrón en el fondo del mar (¿será el fondo del mar este mundo paralelo, subterráneo o submarino, de la blogosfera?), todavía me parece más loco que lo de las 7000 guayabas…»o más»!!.
Bss mil
En realidad no es tanto la buena de Elena Francis como el propio género, el «consultorio sentimentl» (en tono grave, «de mujer a mujer») lo que es una risa. Por eso desde que se inventó se presta tanto a la parodia. Creo que por cada Elena (o Eleno) Francis seria/o y circunspecta/o que sale debe de haber una docena de cómicos sacándole punta, al menos en este pais nuestro… Para desternillarse -como parodia de la locura gastronómica de élite que se ha puesto de moda-: el «¿Aló, comidista?» de El Pais, con consultas auténticas (aunque cueste creerlo). Por no hablar de todo lo que aperece en las revistas para quinceañeros (¡y ahí sí van en serio!)
Mujer, lo de que tú tengas inseguridad no me parece muy probable, y sin ganas de fardar creo que tampoco yo peco de falta de eso. O dicho al revés, me alegraría que ese fuera un problema muy mío, porque si llego a haber sido un sujeto seguro y lanzado habría ya dado tres veces la vuelta al mundo con un monociclo haciendo además malabares con mazos de circo. Pero oiga, yo soy muy bien mandado y si un profesional de los sueños me diagnostica de inseguridad le creo a cuernos juntillos, me compro un caracolón vacío y me meto ahí el resto, de hermitaño.
Otros tres o siete mil besos a tí también, resalada.
Antonio, lo tuyo. Creo que ya lo tengo. Veamos. Tú tenías en el instituto unos compañeros que te hacían la vida imposible y a los que no te hubiera importado mucho sacártelos de delante. Entonces: las hormigas (tus compañeros) van a por tí– las gallinas van a por las hormigas– tu padre va a por a las gallinas. Osea, que tu padre, todopoderoso, pone fin a la cadena liquidando una gallina. Tu abuela entonces se despierta y prepara un caldo con ella.