Primaveras desde el 2008
El primer año en la historia de esta “tira”, 2008, sembré amapolas de California, acianos, y nigelias (para la floración de primavera), y cosmos a continuación (para el otoño). Todas estas flores son anuales. Para separar la tira del espacio en torno –que se desbroza– le coloqué delante una pequeña bordura hecha con varas de sauce. Saqué un ramal desde la línea de goteros de las moras vecinas, e instalé riego también en las flores. Con el paso de los meses me dio miedo la facilidad para resembrarse y escaparse a la aventura que observé en las amapolas, así que les impedí semillar y las arranqué en cuanto empezaron a secarse. Los acianos no se resembraron. Las nigelias siguen haciéndolo, por aquí y por allá, cinco años después de la siembra.
Entre el 2009 y el 2010 no tuve tiempo para sembrar flores, así que planté dos romeros y varias matas de tomillo y dejé que entre unos y otros crecieran las hierbas. En primavera los arbustos quedaron sofocados bajo las redes de arvejón, y hacia el verano la tira se llenó de coniza, grama, milnudos, alijonjera… y la invasión fue tal que por primera vez consideré la posibilidad de aceptar el término “malas hierbas”. Es verdad que la tierra de partida era malísima. El mantillo y el abono que añadimos al sembrar las anuales el primer año no había sido suficiente para mejorar el suelo en condiciones.
En el 2011 (en junio, que es tarde; debería haberlo hecho en primavera) limpié la tira de grama y demás gentuza. Incorporé mantillo en cantidad y retiré los goteros. Planté tres Carex testacea, cuatro matas de rudbeckias, tres de geranio (¡que no Pelargonium!), dos de gauras rosas… y por donde quedó sitio, lechugas y puerros, las sobras de la huerta. Lo acolché todo bien con paja de la finca (restos del desbroce), y la cosa fue bien. No espectacular, pero bien. Las plantas convivieron en paz con los anagallis y algunas fumarias tardías (hay muchas más en primavera), alguna zanahoria silvestre, alguna festuca. Lo regué a mano dos o tres veces por semana. El único problema sobrevino hacia finales de septiembre, cuando los jabalíes –después de liarla en la huerta de las coles– anduvieron hoceando también por la tira (tierra blanda y fresca + restos orgánicos en superficie = lombrices aseguradas). Pero el estropicio no era irreversible.
Las matas de tomillo y romero, incluso algunas flores atrevidas de gaura se conservaron dignas a pesar del frío y las heladas. No se retiraron las hojas secas de rudbeckias y geranios, para que esos restos vegetales de la propia planta protegieran del frío las yemas ya formadas en la base (las flores del 2012, que están al caer).