Rinocerontes XXS

Dos machos: el grande es Oryctes nasicornis y el pequeño, de color castaño, Phyllognathus excavatus . Son de la misma familia (escarabeidos), y los dos tienen cuerno (grande o pequeño) en forma de media luna (cuarto creciente). Los dos aparecieron muertos estos días, uno en el campo y otro dentro de la furgoneta. He leído que los adultos de escarabajo-rinoceronte apenas se alimentan. Viven unos pocos meses, lo justo para procrear. Revolotean como drones al atardecer, cerca de los puntos de luz, quizá también -pienso ahora- cerca de los faros de los coches (?). Las larvas son otro cantar: gordas como langostinos pelados, el doble o el triple de grandes que las del escarabajo sanjuanero, viven durante años entre los restos de hojas secas, serrín y leña fina; por ejemplo, la que «sobró» después de cortar las ramas que rompió la nevada en enero. Muchos montones quedaron por ahí apilados. En parte porque los forestales ya no expedían más permisos de quema; en parte porque está bien que sea así… Las larvas de los escarabajos rinoceronte se alimentan de esa madera en descomposición. Aceleran el proceso. Ayudan. No son los únicos escarabajos que lo hacen, pero sí los más espectaculares (ciervos volantes no he visto aún, no aquí).
A estos dos los he guardado en una vieja caja de lata, Veritables Bergamotes de Nancy, que es perfecta para que se conserven bien (no le he puesto etiqueta; si me olvido de que los rinocerontes están ahí -y lo olvidaré, seguro-, daré un respingo cuando vuelva a abrirla, pero entonces recordaré muchas cosas: LRO, nieve, leña, montones de ramas, el final del verano, escarabajos volando al ponerse el sol)
Mañana iré a buscar entre la hojarasca, por si apareciera también alguna hembra.

Trasmocho (4): leña para hoy, nada para mañana.

Imagen

 

encina desmochada

Con trasmochos y chirpiales para leña (nota 1, abajo), en especies de hoja caduca y fuerte brotación, cultivadas en zonas medianamente frescas, era como se solucionaba antes la papeleta. Haciendo este tipo de podas a nadie puede extrañar que esos árboles no llegaran a viejos. Pero hasta los años ¿50/60? del siglo pasado, en un contexto medioambiental muy distinto, aún había  una razón comprensible para hacerlo, una lógica estricta en los turnos de poda, que su responsable era el primer interesado en controlar, y todo un business que incluía a leñadores, almacenistas, carboneros…: un aprovechamiento racional, en definitiva, en el que habría sitio para la impericia y el descuido -como en todas partes-, pero también un interés objetivo por hacer las cosas con cierto cuidado. A día de hoy, sin embargo, quedando tan pocas dehesas y carballeiras en buen estado, habiendo tanto, tanto, tanto monte que limpiar, y viviendo como vivimos en una galaxia diferente (la ganadería extensiva se reduce o desaparece, las antiguas explotaciones se abandonan…¡y esto sin hablar del cambio climático!) es difícil entender por qué se se les sigue dando esas tundas a los pocos robles y  encinas de cierta envergadura que aún se ven por ahí. Seguimos aceptando que se tercien y/o desmochen sus copas, que se hagan podas abusivas tirando de la motosierra, y todo ello como si nada hubiera pasado: como si siguiéramos en 1900.

En muchos pueblos -como éste mío de la Sierra oeste madrileña- el ayuntamiento extiende concesiones de leña a los particulares que lo solicitan. Les adjudican una determinada parcela y un determinado volumen de leña a extraer ( pino y jara, sobre todo ). Pero pocos lo hacen. Salvo ilustres excepciones, que las hay, la mayoría de mis vecinos tienen depósitos de gasoil (fumata nigra), y la chimenea (fumata blanca) es sólo un complemento más o menos exótico. Hay incluso quien busca troncos de encina perfectamente cortados, estandarizados e impecables como los tomates del súper («cortada a 35 cm», dice una publicidad casera pegada sobre el semáforo).tronquitos bonitos y limpios Por lo general, se prefiere pagar varios cientos de euros por un camión de encina free-lance que pasarse un fin de semana al año cortando ramas y haciendo viajes con la furgoneta, o que pagarle un jornal de 60 euros diarios (gasolina aparte) al que vaya a hacerlo en tu lugar, consiguiendo, de rebote, que el riesgo de incendio en el término municipal disminuya. (¿Por qué se prefiere pagar la leña a ciegas? O por falta de información, supongo, o porque. no siempre es fácil, ay, encontrar a esa persona joven/medio joven que «vaya en tu lugar» a sudar al monte )
Las únicas desventajas que se me ocurren son: una, que esta leña «max-mix» del monte comunal es de menor calidad; hace falta más volumen para calentar lo mismo; y dos, que, con respecto a otros sistemas de calefacción, uno no puede darle a la palanca y olvidarse (hay que levantarse, bajar a llenar un cesto, cargar…). PERO no hay que rendirse a la fatalidad: ahora hacen unas chimeneas cerradas fantásticas, con un rendimiento que rasca el 90% (es decir, que el poder calórico de la madera se aprovecha mejor, con lo que se necesita menos leña: menos desriñonarse) y un precio cada día más asequible.

Se puede tener un plan B (un segundo sistema de calefacción) para cuando no haya tiempo o no haya fuerzas. Pero el objetivo, en mi opinión, sería invertir el orden de prioridades: intentar calentar el 80% ó + de las veces con la chimenea, que ésta se convierta en el sistema central, no en el sistema de apoyo, y dejar en la reserva el radiador (por ejemplo).

Gran Quema 2010…Todo ha cambiado tanto. Antes se regalaba la madera a cambio de que le «limpiaran» a uno la finca (2). Ahora el propietario de esa finca ha de pagar, o hacerlo él mismo, y los montones de ramas y maleza seca se convierten en un problema si no han ardido con su correspondiente permiso de quema – y sin calentar a nadie: ya no son propiamente «leña»- antes de que se meta el verano. El problema del propietario con su parcela es el del Ayuntamiento con el monte común. Y es un problema grande, de los que quitan el sueño.

El futuro, nos dicen, está en las briquetas de viruta prensada y los pellets, procedentes  de «la limpieza de los montes» (resíduos varios). Ojalá. De momento, sin embargo, los pellets son bastante más caros que ese max-mix del monte común (coste mano de obra + transporte)  o que los viejos troncos de roble/ encina. No parece haber más opciones.

Respecto a esos troncos, para terminar por donde empezamos, la cosa sería menos dudosa si procedieran de explotaciones bien gestionadas, con podas selectivas, con un mínimo de amor por los árboles…Y con el sello FSC, por ejemplo, tan fácil de encontrar en otros países (3). Pero esta información, detallada y certificada, sin tonterías, en España casi ningún consumidor la pide, ningún vendedor la ofrece, y basta con echar un vistazo alrededor para comprender que cada vez hay más chaparro y maleza que árboles, más especies de crecimiento rápido que roble/encina, más árboles mutilados que copas estructuradas, y que, en fin, arrancar la motosierra y tirar para el monte (cualquiera, sin entender ni pío de cómo ha de curar un árbol sus heridas)… es lo más fácil de este mundo.

NOTAS

(1) Sobre trasmocho: https://laramadeoro.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=3122&action=edit . Chirpiales, tras un recepe a nivel de suelo, era lo que producía el «cultivo en monte bajo regular»  (R. Serrada, 2008, «Apuntes de selvicultura»). taillis de chataignerEste tipo de cultivo se ha ido abandonando… y, como con los viejos trasmochos dejados a su suerte, sin rehacer la estructura del árbol, lo que queda atrás ya no es nada de lo que quisiéramos ver, ni bosque productivo ni bosque natural. Pura maraña, en parte seca (en especial por las yemas terminales), y en parte desgarrada: si no se siguen cortando los rebrotes, engordan más de lo que puede soportar la inserción -siempre mala en chirpiales y trasmochos, porque el brote procede de yemas adventicias.

(2) La expresión «limpiar»  da miedo en boca de algunos: se trata de reducir el material combustible del monte,  ¡no de dejar a la intemperie a los animales, el suelo expuesto a la erosión y comprometida la regeneración…!.

leña FSC

(3) Caja de 15 kilos FSC, en cualquier súper de Alemania o  Suiza: unos 5-6 euros si es mezcla (haya, fresno, arce) y 7-8 si sólo haya. Comprando por palés sale más barato.

Trasmocho (3): turnos de poda

En octubre, cuando las hojas están todavía en el árbol, es decir, cuando se  puede distinguir bien la rama seca de la rama viva, hay que ir empezando a cortar leña. En LRO tenemos leña en abundancia. La voy trayendo a casa poco a poco, en los mismos capachos que utilizamos hace unos días para vendimiar…

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Savvinskaya sloboda, cerca de Zvenigorod (43 km al NO de Moscú).

savvinskaya slobodaEl pintor Isaak Levitan,  hijo de un funcionario del ferrocarril, nieto de rabino, y pobre como las ratas, fue deportado de Moscú con su familia en 1879 por pertenecer a la raza maldita. Se le «perdonó»  en virtud de su ya probado talento con los pinceles (entre sus protectores aristócratas estaba Tretiakov, cuya galería de arte es hoy una de las más visitadas de la ciudad) de modo que, a los pocos meses de su partida forzosa, Isaak pudo regresar a Moscú y seguir pintando. Lo suyo eran los paisajes agrícolas de los alrededores.  O bosques, sobre todo en otoño, con una marcada preferencia por los  abedules. O la orilla de un lago.  No solía incluir figuras -aldeanos-  en sus paisajes, pero sí se fijaba mucho en las huellas que dejaban, como aquí, en este  roble trasmocho junto al camino (así suelen estar los árboles útiles:  muy a mano).
Detrás del cuadro hay un grupo de personas, una familia. La misma que cuida de esas gallinas que picotean lo que pueden al pie del árbol. La escena es así: adultos , ancianos y niños, todos ellos pelados de frío, esperando que las ramas del roble engorden para poder cortarlas, echarlas al fuego, y hacerlas cundir.  Muchas veces (quizá la mayoría) el árbol no es de ellos. Tienen arrendado el usufructo, como quien compra el derecho a las castañas pero no el árbol que las produce. Y en el mismo contrato de arrendamiento suele estar escrito -en esta aldea moscovita como en una pedanía de Cuenca, o del Aveyron, o de Sussex…- cuántos años han de pasar entre corta y corta.
A este roble trasmocho del cuadro le están dejando crecer un número suficiente de ramas (las de grosor medio, destinadas quizá al fuego de este invierno, o a la producción de carbón, se amontonan detrás; alguien vendrá pronto a picarlas). Y no es más que eso, un viejo árbol bien cuidado,  lo que Levitán quiere pintar. Conservará su copa, más o menos estructurada. Se recuperará, almacenará reservas, y cuando vuelva el turno de trasmocho (8, 10, 12 años), la cicatrización será buena. Pero no todas las podas eran tan cabales, eso ya lo sabemos…. En la Rusia decimonónica, como en cualquier pais de miseria y analfabetismo, los recursos se explotaban según el solo criterio de la urgencia. Pan para hoy, hambre para mañana. (Llevado a su extremo más doloroso, lo ví -lo tuve que ver- hace ya unos años en Angola: baobabs y acacias literalmente machacadas para obtener leña rápida, sin dedicarle ni medio pensamiento al árbol, ni una duda, ni una pregunta.)
Isaak Levitan era amigo de Anton Chéjov, cuya dacha en Crimea frecuentaba, y de cuya hermana, cuentan, andaba enamoriscado. Era amigo íntimo de hombres como Ástrov, el médico  de la aldea, siempre atareado, siempre exhausto, que paraba de cuando en cuando en casa de tío Vania a charlar y compartir un vaso de vodka . Ástrov, enamorado también él sin esperanza, el mismo que plantaba árboles por dónde pasaba, y que ya en 1899 se rebelaba contra las talas irracionales:

“…Puedes utilizar carbón mineral para las estufas y piedra para los graneros…Pero, en fin, yo estaría conforme con que se talen los bosques cuando es absolutamente necesario, ¿pero para qué arrasarlos?. En Rusia los bosques gimen bajo el hacha, se destruyen millones y millones de árboles, se aniquilan las guaridas de animales y pájaros, disminuye el caudal de los ríos y acaban por secarse, desaparecen para siempre espléndidos paisajes…y todo ello resulta de que la gente es demasiado haragana y estúpida para agacharse y recoger combustible del suelo. (a Yelena). ¿No es verdad, señora?. Hay que ser un bárbaro irracional para quemar toda esa belleza en la estufa, para destruir lo que no podemos crear (…) …y con cada día que pasa la tierra es más pobre y más fea  (a Voinitsky). Veo que tú me miras con ironía y que nada de lo que estoy diciendo te parece serio, y…y quizá no sea más que una chifladura mía; pero cuando paso junto a los bosques de los campesinos que yo he salvado de la tala, o cuando oigo el rumor de los árboles jóvenes que yo he plantado con mis propias manos, comprendo que, hasta cierto punto, el clima también depende de mí (…)”

 (A.Chéjov, Tío Ványa, al final del Acto I. Alianza editorial, 2003. Traducción de J-López-Morillas)

NOTAS
La galería Tretiakov posee los mejores paisajes de Levitan: http://www.tretyakovgallery.ru/en/search/_page/1/?searchme=isaak%20levitan
Rusia, a juzgar por estos paisajes, se diría sembrada de abedules.También en este cuadro los hay: ese grupo de corteza blanca que se distingue al fondo, con las hojas todavía en su sitio pero ya doradas (¿ finales de octubre?)

El camino de Middleharnis

Junio 2011

Hubo un tiempo y un lugar en que las avenidas eran casi siempre sinónimo de alamedas: una  hilera de álamos (Populus alba) a cada lado del camino.  También valían chopos (Populus nigra, “álamo negro”). Y si sus troncos no fueran tan finos, los abedules (Betula pendula).  ¿Qué tienen en común, (además de que crecen rápido)? Una piel blanca, fina, a veces hecha jirones. La luz de la luna se reflejará en ellos, y el caminante, al que se le ha echado la noche encima, no se perderá. Este cuadro de Hobbema está ahora en Londres, pero fue pintado al otro lado lado del Canal, a finales del siglo XVII. En esta reproducción que he bajado de internet no se distinguen bien. Pero sí, son álamos.

¿Y por qué tienen tan poca copa los álamos del camino de Middleharnis? Se me ocurren varias explicaciones. Algunas más sencillas, otras más arriesgadas. Primero, que en Holanda –llana, desarbolada y pegada al mar– el viento es un compañero omnipresente. Y no hoy, que es un día tranquilo, pero sí quizá mañana, una ráfaga de aire se levantará en el mar –al fondo del cuadro– y romperá las ramas blandas, quebradizas, de la avenida de álamos. Segundo, que no es fácil encontrar con qué calentarse en invierno (de hecho, lo más fácil era hacerlo con bloques de turba), y el que pasaba por allí  (mejor dicho, el que estuviera autorizado para hacerlo…) podía retrepar tronco arriba por los árboles e ir cortando rama a rama con un serrote a medida que bajaba.

Ahora bien, la madera de álamo arde demasiado mal, y, por otro lado, estos troncos ¿no están demasiado derechos para haber crecido en un lugar tan ventoso?. Además, no hay tocones, y cuando el viento parte una rama no es tan cuidadoso; los brotes tiernos salen directamente del tronco; y por ellos sabemos también, de paso, que ha ido avanzando la primavera, que quizá sea ya verano; los rebrotes son numerosos, y las copas que se agitan allí arriba, como penachos, están ya bien tupidas.

Al ir quitándole las ramas bajas el árbol empezará a estirarse, a  “subir la copa”; como lo que hacemos por aquí los jardineros con los pinos piñoneros, por ejemplo, para forzarlos a “tirar  para arriba”, a crecer con el tronco recto y sin achaparrase; pero en estos casos sólo se sube “un piso” de ramas,  y en cualquier caso nunca más de un tercio de la altura total, pues se hace por razones ornamentales, no por el aprovechamiento de la madera. En el campo, que es otra historia,  a la poda radical de todas las ramas  se le llamaba “escamonda”, escamonda para leña si se quitaban ramas de grosor medio (lo que sólo podía hacerse, evidentemente, cada cierto número de años), o escamonda para forraje, si se le quitaban los ramos del año, hacia la segunda mitad del verano. Las escamondas, según se dejara o no algo de copa en lo alto,  recibía diferentes nombres y estaba sujeta a diferentes ciclos de poda/reconstrucción, según  la especie, el contrato de arrendamiento, etc. (hablar de todo eso ahora nos alejaría mucho de Middleharnis)

Aquí, en este cuadro, una escamonda para leña podría entenderse si se tratara de robles, pero nunca, me parece, con álamos o chopos (que no tienen ningún poder calórico, que cuando la rama es un poco grande se pudre con sólo mirarla, de empapada que está siempre por dentro…). Además, cuando uno quiere aprovechar un árbol para leña deja que las ramas engorden durante unos años; y las ramas que les faltan a estos álamos no eran gruesas: si el viento, o los propietarios de los árboles (el ayuntamiento, tal vez) hubieran dejado que las ramas engrosaran, también el tronco lo habría hecho en su debida proporción. Serían mucho menos altos y no estarían tan escuálidos, aún siendo especies de porte esbelto. En cuanto a la escamonda para forraje, se entendería mejor con un fresno, con un sauce… pero qué va,  en esta época del año no, y mucho menos en Holanda, donde si algo sobra, precisamente, es el pasto verde (hasta bien metido el invierno).

Mi impresión es que, aún dejándole al viento su cuota de estropicio, hay alguien que ha estado “limpiando” sistemáticamente de ramas/ramillas los troncos de esos álamos desde que eran jóvenes, y no lo hace desde luego por la leña (aunque siempre haya alguien más pobre que las ratas que pueda aprovechar incluso las ramas finas).

Tres. Acabo de recordar, al releer lo anterior, esos arbolitos flacos –“aviverados”– que venden en cualquier vivero de España (del mundo). Son árboles para hacer avenidas, o como ahora se dice, “alineamientos urbanos”.  Siempre había pensado que esos árboles los cultivaban así no sólo para que tuvieran una copa alta (que deje pasar un coche por debajo; y con el tiempo, incluso un autobús) sino también porque les sería más fácil a los del vivero transportarlos en los camiones. Por el camino de Middleharnis también pasaban carros, como se ve por las rodadas que dejan. ¿Era esa la razón de que los álamos se plantaran  “aviverados” y se les intentara conservar así año tras año, es decir, tan largos y con la copa tan desproporcionadamente pequeña? Puede haber una pequeña verdad en esa explicación… pero nada más que eso (porque a ver, ¿qué altura podía tener un carruaje, por muy cargado que estuviera hasta los topes).

De todos modos, aunque de las explicaciones anteriores pueda aprovecharse algo, ninguna me parece suficiente por sí misma. Sí, el viento rompe algunas ramas; la madera de álamo, por mala que sea, acaba ardiendo; y los carruajes no pueden andar tropezando con las ramas de los árboles. Pero tiene que haber más.

Cuatro. ¿Es posible que desde que eran muy jóvenes los álamos hayan sido conducidos “en copa alta” (como hacemos por aquí los jardineros con los pinos…)  para que el viento se filtre perfectamente por la avenida y no tire abajo unas copas densas que le ofrecerían demasiada resistencia? ¿Es posible que estos álamos no hayan tenido nunca una copa estructurada? En un pueblo de Holanda, con la capa freática tan alta, cabe pensar que las raíces no serán profundas. Los árboles aislados, y plantados en alto, serán inestables, peligrosos…

Hay un hombre a la derecha, en un nivel más bajo. Se protege con un sombrero plano y trajina muy concentrado con una navajita. Está formando árboles jóvenes, de copa redondeada y alta. ¿Destinados al jardín de algún rico vecino? Su poda parece puramente ornamental, y desde aquí al menos, por muy fijamente que escrutemos la reproducción, no se puede distinguir de qué especies se trata.

Esto es entonces lo que uno ve inmediatamente: los árboles altos y esmirriados, pelados por el viento, o por unos hombres muertos de frío, o por quien quiera que sea (nada de esto se ve en el cuadro) y, más abajo, los otros arbolillos, más coquetos, que amaestra el podador con sus navaja. Los del camino están más expuestos al viento. Los del vivero están tranquilos.

Hay muchas más cosas en el cuadro. La elevación del camino (tanto como el faro y los mástiles que se entreven al fondo) nos dice también que estamos en el norte, muy cerca del mar, en una tierra cenagosa que vive con la amenaza permanente de las crecidas e inundaciones (esto tampoco se ve). A los lados del camino corren canales de agua mansa, bien disciplinada, obediente como los arbolitos del vivero.

Un hombre viene de Middleharnis. Es un cazador, con su escopeta al hombro y su perro husmeando algo en dirección al canal. Pero unos metros más adelante hay un borrón no perceptible (sólo los libros de arte llaman la atención sobre él, y entonces sí se ve). Ese borrón es el de un segundo perro; esta vez, un perro flaco, sin dueño. Vaga por el camino de Middleharnis, tendrá hambre y pulgas; intentará cazar un conejo, o un mirlo, y a lo mejor el caminante, o el podador, se disponen a alejarlo a pedradas. Debía de ser tan poco elegante que Hobbema lo borró.

En conclusión,  ¿para qué han plantado estos álamos aquí y por qué no dejan que las copas espesen? Bueno, no son una pantalla eficaz contra el viento, eso parece claro. Tampoco el iluminar a los caminantes justificaría  una plantación tan concienzuda. El brillo nocturno viene de regalo, sin haberlo previsto. Se escoge el álamo porque crece rápido, se reemplaza rápido, y soporta perfectamente los encharcamientos. Me imagino que en alguna web holandesa lo deben de contar con todo detalle, porque aún hoy lo seguirán haciendo así en las zonas rurales (si es que les queda alguna). Las raíces de los álamos están sosteniendo el talud, protegiendo el camino de la erosión del agua, como en la playa esas masas de raíces del barrón (Ammophila arenaria), sin las cuales no podrían formarse las dunas, ni podrían protegerse los pescadores (como aquí el podador) a sus espaldas.  Y las copas no pueden crecer  porque el fuerte viento, al moverlas, podría desgajar la base del talud.  De ahí la limpieza repetida de los rebrotes del tronco (que suba pero que no engorde, que no forme nunca una pesada copa), que es lo que quizá esté haciendo, a escala menor, el hombre de la derecha.  Así que lo que interesa del álamo no es ni su copa ni su leña. Interesan sobre todo sus raíces.  La copa será la necesaria para mantenerlas vivas y hacer que el tronco estire, sin estorbar en ningún momento el paso del viento. Si los troncos están tan rectos es precisamente por eso, porque el viento se desliza entre ellos, casi bailando.  A mano izquierda se deja ver una  masa de árboles completamente diferentes –seguramente robles–, que aparecen con tanta frecuencia en los cuadros de los antiguos maestros holandeses. Ahí sí que habrá árboles deformados, con el tronco inclinado en la dirección dominante del viento, y tocones que nadie habrá limpiado, que son lo que queda de las ramas partidas por el viento; y ahí, con seguridad, sí habrá gente recogiendo leña. Y árboles, no escamondados, sino desmochados… Ese bosque, cuando las ráfagas vengan de ese lado (Middleharnis está en un islote frente a Rótterdam; el viento vendrá de todas partes) sí forma una buena pantalla contra el viento, y sí protegerá en alguna medida la avenida de álamos (en alguno de sus tramos al menos, y desde luego el vivero).

Hacer un camino en un lugar así no era ninguna broma. Hacer una red entera de canales y caminos, y conservarla año tras año, era una enorme obra de ingeniería de la que sin duda se sentían muy orgullosos los ciudadanos de Middleharnis. Así se entiende que el perro rascándose las pulgas estuviera de más.

Entonces, ¿y si esos arbolitos relamidos del vivero no fueran sino álamos de dos o tres años, destinados a reemplazar rápidamente a sus mayores, que el viento acabará partiendo, o el lodo asfixiando? El hombre del gorrito y la navaja, a la derecha, se convierte en el primer sospechoso de las escamondas en la avenida. Y no por la leña. Sólo como una labor más, una entre otras, para la conservación del camino.

En los cuadros –como en las imágenes que desfilan por la ventana del coche, ¿como cada vez que abrimos los ojos?– lo que vemos es muy poco, apenas nada. Vemos sólo lo que sabemos, y si no sabemos nada, no podemos ver nada. El perro flaco no existe, ni las manos agrietadas de los hombres que plantaron los álamos de Middleharnis, y, para el que no quiera enterarse,  ni las inundaciones ni el viento, ni la angustia de ir caminando de noche por un camino oscuro, son siquiera presentimientos. Irá a Londres, a la Nacional Gallery, y sólo verá un cuadro muy hermoso, uno de los mejores de la confortable, bien caldeada sala en la que está expuesto.