… Tercer paisaje, Gilles Clément

(Continuación de Jardín de brezos, tercer paisaje: https://laramadeoro.com/2021/02/14/jardin-de-brezos-tercer-paisaje/ )

Gilles Clement escribió su Manifiesto del Tercer Paisaje hace ya quince años. En esa época se hablaba mucho de los espacios abandonados o pendientes de «ordenamiento» El libro de Clément tiene la gran virtud, en mi opinión, de enfocar el asunto desde el punto de vista de la biodiversidad y de aportar, además, una lista de conceptos útiles para el paisajista, o el jardinero, que quiera argumentar de forma atractiva el valor de esos espacios. Aún así, al manifiesto me resulta pesado en dos aspectos, como todos lo que escribe Clément, gurú de modales amables, entre naif y chiant, aficionado a mezclar churras con merinas, cuyos jardines me gustan tanto como me cansan sus libros (y este es el mejor). Primero, la envoltura filosófica y política en que lo envuelve todo. Su crítica recurrente, machacona, siempre en los mismos términos inapelables, al sistema liberal-capitalista, causa última y única de todos los males. Sugiere de pasada en el Manifiesto (con más detalle en otros libros) alternativas respetuosas con el medio ambiente en sociedades no industrializadas (¡claro está!) del Tercer Mundo… No profundiza en esto, en si todo es malo en nuestra sociedad, como parece dar a entender (los fundamentos son malos) o si hay algo bueno, en si hay más o menos cosas malas/buenas en esos otros sistemas, en fin, en si tiene algún sentido a estas alturas de la película seguir con las mismas monsergas setenteras -todo está bien menos Occidente, y cualquier ocurrencia tiene un pase con tal de que venga con el marchamo altermondialiste(2)- y más aún cuando él, Gilles Clément, las suelta desde su piso en Paris, tan ricamente, y vende sus libros en amazon, y los promociona en la tele… En alguno de sus textos comenta, por ejemplo, lo bien que compostan sus residuos vegetales en no sé qué aldea brasileña, pero ni pío de los esfuerzos que están haciendo en Alemania, en Holanda, etc, los urbanistas de las grandes ciudades para poner en marcha programas de economía circular. Lo mismo con su defensa extemporánea de Lamarck frente a Darwin (ya me lo había encontrado en La sagesse du jardinier, pretencioso desde el título), que estaría bien si se limitara a sus escritos sobre las tendencias autodestructivas de la humanidad (atención, Lamarck, en los textos citados por Clément, no vincula esas tendencias a un sistema o a una sociedad en concreto, sino al Homme, par son égoïsme…), pero da la impresión de que Lamarck le parece más gauchiste (con su teoría de la herencia de los caracteres adquiridos ) y Darwin más crudamente conservador (con su teoría de la selección natural/sálvese quien pueda).
Segunda crítica. Clément ofrece en el Manifiesto dos modelos de aplicación de sus conceptos en el diseño de espacios públicos, el de Saint-Nazaire y el de la isla Derborence, en Lille. Los dos son lugares muy hermosos y poéticos, emocionantes (touchants!) como todos los jardines que hace Clément. Pero, en mi opinión, la defensa de los terceros-paisajes es una cosa más sencilla, más cotidiana y más urgente. Los grandes proyectos no valen como referencia para los que estamos a pie de calle. Tercer paisaje es el que veo desde la ventana del baño: un trozo de encinar en el que iba a construirse una promoción de chalés pero que paró la crisis de 2009, ya realizados los primeros movimientos de tierra. Es una mediana sin mantenimiento en cualquier parte. Los solares de las casas que se vienen abajo, las cunetas llenas de basura en las que, entre botellines y bolsas de chuches, siguen germinando las amapolas. Tercer-paisaje son, por encima de todo, los descampados. Para protegerlos no hace falta el aparato intelectual de Gilles Clément, que -una vez depurado de adherencias filosóficas y clichés del 68, es decir, limitado a sus tres grandes conceptos: Jardín en Movimiento, Jardín Planetario y Tercer Paisaje- puede ser útil en medios universitarios o a nivel de ambiciosos proyectos paisajísticos y concursos públicos (él ha ganado unos cuantos; cosas del sistema capitalista y la libre concurrencia), pero no para el común de los mortales. Por ejemplo, en la web he encontrado una tesis doctoral de un ingeniero de Zaragoza, J. Montolari, en la que cartografía los terceros paisajes de su ciudad, los clasifica detenidamente y los valora como lo que son, lugares llenos de vida y de belleza. (3) En qué han quedado sus propuestas, en la práctica, lo desconozco (¿algún eco a nivel administrativo?), pero el pdf está bien, vale la pena leerlo, y su jovencísimo autor concluye con un párrafo que demuestra que tiene los pies en la tierra: «En la realidad actual, sopesando los factores sociales y económicos, sería posible dentro de la voluntad de lo público y también de la iniciativa privada, plantear actuaciones muy localizadas, que probablemente llevarían más inversión en la parte de información, concienciación y mantenimiento, que en la parte de construir infraestructuras verdes relacionadas con el Tercer Paisaje».
En trabajos así los conceptos del Manifiesto pueden ser útiles -como el renombre del propio Clément, citado en boca de un paisajista con talento. Personalmente, sin embargo, prefiero mil veces, porque es mil veces más didáctico (¿de qué vale el Manifiesto si la mirada de la gente no cambia?), y de aplicación inmediata para cualquier concejal de Medio Ambiente o profesor de instituto, esto : http://javiergrijalbo.blogspot.com/p/descampados.html

En el Tercer Paisaje de brezos, el jardín de las fotos, yo me habría limitado a dividir el jardín, para que los perros no pudieran entrar en la «reserva»· de atrás, una landa en miniatura, después de arrancar los surrealistas naranjos, que bastante han penado ya, y de habilitar unos pasos japoneses para poder entrar a catalogar las plantas sin pisotearlas. Incluso en la parte de delante, la de la gente y los perros, eliminaría para siempre la segadora, limitándome a desbrozar, sin retirar la hierba, un par de veces al año.

NOTAS
(2) Los habitantes de Bali celebran la cosecha del arroz con ofrendas a Dewi-sri, la diosa del arrozal, y es todo una maravilla. Los del Luisiana (white trush, habría dicho hoy Clément) celebran la suya con el vuelo rasante de un avión que fumiga pesticidas. ¿Y por qué? Pues «parce que la Bible n´a rien prevu d´autre». Y así está todo mezclado en sus libros, sin el menor empacho (i.e., de la Biblia al afán de lucro, a la PAC, los sopladores de hojas -una de las fijaciones de G.Clément- etc). Apud La sagesse du jardinier, cap. 4, «L’arbre, est-il capitaliste?»
Y aquí también el guiño a los teósofos (Teosofía, Biodinámica), por ejemplo, que «manipulan humildemente sus preparados naturales y ponen su confianza en las estrellas. Estas prácticas teñidas de esoterismo han sido consideradas charlatanería por aquellos a los que lo vivo-complejo (le vivant complexe) exaspera.,..» (Une brève histoire du jardin, p.68). No, Monsieur Clement, sobre todo por aquellos que, tratándose del suelo y los vegetales, creen simplemente en los datos corroborados por la ciencia ( y se puede decir esto rechazando con la misma firmeza que ud. el recurso a los pesticidas/herbicidas y demás merdes.)
(3) https://zaguan.unizar.es/record/85007/files/TAZ-TFG-2019-3452.pdf

 

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