Comienzo del fin

Vanessa cardui apurando las flores de una abelia, el mejor de los arbustos todo-terreno que se plantaron hace años entre las rocas, pegados a la casilla, a su calor, y ahora crecen solos, sin riego ni protección alguna. Queda en flor esa abelia y el rosal ‘Old Blush’, mi preferido entre los chinos, cuyas flores no dan de comer más que a las cetonias (y en primavera, con el sol en lo alto). Dos cólias -amarillo azufre, lunar negro y lunar plateado- aletean con la vanesa en torno a la abelia. Casi no se alejan de ella. Vuelan bajo, como sofocadas, se posan enseguida y pliegan las alas.

Hemos repuesto ya, para compensar las bajas de este año atroz, tres almendros (dos ‘Guara’ y un ‘Ferragnés’, de floración tardía), una higuera `Cuello de Dama’ y un hermoso nogal sin pedigrí. Quedan por plantar al menos otros cuatro almendros y tres olivos. Quedan también muchas almendras sin recoger. Hay más que el año pasado, pero pocas buenas. Las guardamos en saquitos de yute, que fueron de patatas, y vamos descascarillándolas poco a poco con un artilugio muy útil que compré en Griñón (modelo «cocodrilo»; lo tienen en cualquier ferretería; la ventaja respecto al martillo es que la cáscara no sale volando).
Crecen bien, pero despacio, las coles, alcachofas y puerros. La alberca de arriba rebosa. El pilón frente a la casilla vuelve a tener agua, y ya rebosa también, aunque más discretamente que la alberca, sobre un cauce tupido de tierra y grama que habrá que limpiar más pronto que tarde.

Hace dos días, de vuelta de poner los ajos, se me cruzó un meloncillo en el camino. Eran las tres de la tarde. Cruzó disparado, sin mirar, y se puso a salvo de un brinco entre las zarzas del otro lado. Nunca había visto uno tan de cerca (de lejos puede parecer un gato paticorto, o un hurón de buen año…) Tienen el pelaje oscuro, color chocolate, y la cabeza pequeña y puntiaguda.
No sé si veo o adivino a los alcaudones. Una pareja de plumas negras y blancas, con una gota de rojo teja.¿No deberían haberse ido? ¿Con qué otros pájaros me los confundo entonces?
Los cazadores, como cada año, han arrancado postes y carteles: propiedad privada, prohibido cazar. Ni caso. Cojo el mazo, unos carteles nuevos (fotocopias plastificadas), y volvemos a empezar. Cartuchos rojos o verdes, en los que me cabe el pulgar, aparecen entre las cepas peladas.
Al guardar la azada en la casilla me encontré una larga culebra de escalera deslizándose lentamente, muy lentamente, entre dos bloques de piedra de la pared. ¡Qué bien hicimos en dejarlos así, sin mortero! Una salamanquesa pequeña y adormilada, de cuatro o cinco centímetros, se cayó de espaldas desde el quicio de la puerta. Pero la culebra ya estaba yéndose. No la vio. Puse a la salamanquesa del derecho y la empujé con un dedo para que se metiera entre los capachos y cajas que usamos para la vendimia (el resto del año se ordenan justo ahí, detrás de la puerta).

El fin de semana pasado vino por LRO la familia de Anastasio, el anterior propietario, fallecido por Todos los Santos. Plantaron un almendro y enterraron las cenizas de Anastasio en el alcorque. El almendro crecerá en la parte alta de la finca, donde él solía poner su huerta. El valle del Tórtolas, que vierte en el Alberche, se extiende a sus pies: un ancho paisaje de encinas, olivos, viñedos, jaras. Muy a lo lejos, chalés desperdigados (urbanizaciones fantasma, en suelo rústico), plásticos de un invernadero, antenas del centro espacial de Robledo No fue nada triste. Anastasio tenía un montón de nietos, que bajaron riendo y alborotando por el camino. Cuando se despidieron subí a echar un vistazo. Añadí un tutor, del lado del viento dominante (noroeste) y protegí el tronco con un manguito de malla de plástico, muy fea, pero también muy necesaria para que los corzos no estropeen la corteza cuando vienen a frotarse los cuernos.

En quince días, a partir de ya, empezará a crecer el sol.

Riego a manta

El pozo de Miguel de momento tiene agua. Riega «como siempre se ha hecho», dejando que la corriente colme los surcos mientras él vigila el circuito para que el agua se reparta bien (y «bien» quiere decir: a cada hortaliza según sus necesidades, pero sin quitarles el ojo de encima) y para que no rebose y se pierda por ningún punto. La ventaja del riego a manta es su facilidad, limpieza, abundancia…La desventaja, que no lo era en otros tiempos, es que una parte del agua se filtra sin provecho, otra se evapora, y que la tierra, una vez seca, se cuartea y endurece. Sigo siendo partidaria del acolchado. O de los cultivos intermedios con flores, aunque las plantas de la huerta rindan menos. A Miguel poner menos de cincuenta o sesenta tomateras le parece una tontuna. Tiene los surcos como una patena. Si una correhuela osara asomar la nariz, ¡zas!, azadón que te crió. Produce tomates y pimientos para regalar a todo el mundo, y lo que sobra se lo echa a las cabras de Wasa, el nuevo cabrero, marroquí, que ha tomado el relevo en sus viejas instalaciones del «tinao».

Miguel vendió las cabras en 2016. Hubo que hacerles fotos a todas, juntas y por separado, para que él pudiera elegir y después subirlas a milanuncios.com. Un conocido de aquí al lado terminó comprándolas, para gran alegría de Miguel, que así podría ir a visitarlas siempre que quisiera.
El día del traslado era un viernes. Yo fui primero, antes de que empezara el zafarrancho, para recoger a los dos perros del tinao: Boni y Curro. Luego el comprador preparó a las cabras.
– Y Miguel, a tí que te lleven en coche si quieres decirles adiós -le gritó.
Pero Miguel no quería dejarlas ir sin más, así, a la francesa: con su artritis a cuestas, sin casi poder levantar la mirada del suelo, de tan encorvado que caminaba entonces, hubo de acompañarlas hasta su nueva casa (a cinco kilómetros de aquí; para que el rebaño pudiera pasar al otro lado del monte, él mismo -apoyado en dos bastones- cortó durante unos minutos la carretera de Toledo). Una vez las dejó instaladas, y hechas las recomendaciones precisas al nuevo propietario, Miguel se volvió al pueblo para empezar a preparar la bolsa de viaje.
Ese mismo lunes ingresó en el hospital de Móstoles. Primero se operó una rodilla, después la otra, después la hernia…
Y ahí está ahora, jubilado y sin bastones, produciendo tomates para parar un tren.

Pijo-huerto

 

Pijo huerto en marcha, en sustitución del huerto-huerto de LRO, que este año no va a poder ser porque no ha llovido (y el manantial se acaba: el agua que entre será para los árboles). No sabemos -nadie sabe- si va a volver a llover ordenadamente, previsiblemente, mansamente, algún día. Pero preguntárselo es una pérdida de tiempo. Andarse con jeremiadas, también.

El concepto «pijo-huerto» se lo debemos a Manolo de Porto do Son, que cultiva de todo con mucha paciencia en la terraza de su casa, usando macetas y recipientes diversos.
Para nuestro pijo-huerto-alternativo-rodante usaremos dos cajones que encontré en un contenedor, de esos que se meten debajo de las camas modelo Ikea. Los he colocado sobre sendos palés con ruedas, para poder llevarlos a la sombra si abrasa mucho el sol.  Por dentro: agujeros con una broca de 16 mm y una lona vieja impermeable, también agujereada. A su lado, dos macetones de plástico, también sobre palés (para que circule rápido el agua excedente de riego, sin que se formen charcos bajo la maceta). Delante he colocado un medio-palé (desmontado), que protegerá el plástico negro del sobrecalentamiento.
Cultivaremos solo tomates rosas, de una variedad misteriosa, extraordinaria, procedente del semillero de Mariquiña (Sarria).

¿Qué fue de Potxola?

Marzo 2013

potxola 2

-¿Quieres un leproso?
-¿Un qué…?
-Un galápago que acabo de recoger en la carretera…

Ya teníamos sospechas de que por esta zona pudo haber galápagos, leprosos (Mauremys leprosa).  Sabemos, por el plano catastral más antiguo que se conserva, que justo delante de la casilla  había una charca  donde afloraba el agua del segundo manantial  (véase el post «Aquí empieza todo»). Hace cosa de tres años Xela -la perrita blanca de las fotos- apareció con un caparazón en la boca. El caparazón se hizo añicos, literalmente, cuando lo limpiamos. Pero ERA un galápago leproso. Las otras pistas nos las dió uno de los autores de Los Bosques Ibéricos (¿quizá el libro más citado en este blog?).  Lo que veíamos en LRO nos parecía una mezcla de formaciones vegetales diferentes: por un lado, encinas, enebros, jaras, cantuesos; por otro lado, melojos, madroños, majuelos, jazmín silvestre… Hubo, pues, otro paisaje, algo más húmedo, y hoy en retroceso. «Nunca dejará de correr el agua en LRO», afirman los vecinos, afirma el antiguo propietario, afirman todos los que se criaron por aquí. Pero no es verdad.  Ahora se frotan la barbilla  y  echan la gorra para atrás cuando ven menguar el chorro en el pilón.
Bueno, Potxola. Le dije a Oscar, el vecino que la había rescatado, que en LRO ya no podíamos garantizar 12 meses ininterrumpidos de agua. La charca al pie de la alberca y el estanque artificial de la pradera se mantienen a costa de las huertas, y así seguirán. Es preferible tener menos tomates y más ranas. Pero ¿por qué condenar a la buena de Potxola a pasar penurias en LRO cuando hay tantas plazas hoteleras para galápagos en los alrededores?.  Potxola (pues ya se había determinado que era una hembra) durmió esa noche en casa de Julia, otra vecina, de dos años, que mostró gran interés, me dicen, en conocerla y toquetearla.  Por la mañana Óscar y el padre de Julia se llevaron a Potxola a su nueva casa, al pie de un viejo molino en ruinas, en un tramo  del río Alberche. Camino del molino se pasaron por LRO, con Potxola metida en un taper de plástico . Nada más llegar, y tras las pertinentes presentaciones, la dejamos unos minutos en el arroyo para que se refrescara y mordisqueara alguna hierba.  Tenía muy buen aspecto. Le hicimos unas tres o cuatro docenas de fotos, cabeza dentro, cabeza fuera,  en el pilón, en el agua, en una piedra, en la mano de uno, en la mano de otro… y al fin la dejamos ir.

la casa de potxolaFoto: por ahí debajo, a la derecha del molino, corre el agua del río. Hay sauces y carrizos, remansos de lodo por las orillas, juncos, hierbas, flores, y, con suerte, hasta un guapo Potxolo escondido bajo el agua.

NOTA
¿Qué hacía Potxola en la carretera?. Podía haberse despistado. O estar escapando de una obra (una retro excavando una balsa, una desbrozadora cortando la vegetación donde ella terminaba de hibernar…). O haber sido simplemente abandonada, como un perro o un gato. En España está catalogada como «Vulnerable». Reproduzo el párrafo correspondiente del Libro Rojo de Anfibios y Reptiles  (p.145): «Siendo una especie relativamente común, está en regresión en determinadas áreas, debido principalmete a la transformación del hábitat, la excesiva contaminación en zonas industriales o agrícolas, la desecación de masas de agua (Valencia),  y al comercio al que ha estado soemetida, para consumo (Huelva), recolección para la tenencia o venta como mascotas  (suroeste), fabricación de objetos ornamentales (Marruecos), etc. «