Y de los cantuesos. La foto es de hace diez días; hoy estas retamas –Cytisus scoparius– tienen, además de los penachos de flores, penachos de legumbres del tamaño de un meñique, fácilmente distinguibles de las de otras retamas/genistas/piornos porque son negras (al madurar; inicialmente verdes, como todas), aplastadas y cubiertas de una ligera pelusa blanca. Ha llovido bastante ayer y algo, aunque menos, entre el martes y el miércoles pasados. Hay charcos que aguantan durante semanas, en especial allí donde, bajo la tierra, se esconde un lanchón de granito que impide que el agua se filtre de un día para otro. Y si aguanta la lluvia en los charcos, la primavera se hincha a ojos vista. El hilo musical va variando. Es un croar de ranas a primera hora; un zumbido de insectos a mediodía (entrecortado de chillidos por el cielo: un gavilán, seguramente, como el que recogimos hace tras años con un ala partida, y que terminó en el hospital de Grefa); un todo orquestal de grillos por la tarde; y siempre las lagartijas removiendo la hojarasca, el cuco y las tórtolas turcas en el alcornoque del vecino (Bernabeleva, el de los vinos), y siempre el ir y venir de los rabilargos, menos garrulos que las urracas, sus primas hermanas, que se reservan las parcelas del pueblo, o contiguas, pero que nunca hemos visto por aquí, es decir, monte adentro.
He escrito que la foto es de hace diez días. Añado que esa ladera da al norte. Que el monte que se ve detrás es el cerro Guisando. Que lo que no se ve, porque crece entre las matas, son las encinas jóvenes, que ya germinan y brotan. Que ya se adivina un encinar en ciernes. Algún pino piñonero también. Algún enebro, más raramente. Está escrito en algún post antiguo: LRO ardió hace más de quince años, poco antes de que la compráramos, y que precisamente por eso pudimos hacerlo (comprarla, porque estaba en precio). Toda la zona ardió. Pero estas retamas y estos cantuesos, y en otras zonas las jaras y jarillas, los terebintos, y bordeando los charcos, los majuelos, las zarzas, endrinos… sujetan la tierra y la enriquecen, y en un momento dado, si uno las busca (y sabe lo que va buscando), las encuentra. Encinas naciendo. Chaparros de veinte centímetros, o menos aún. La nieve de enero seguro que les ha venido bien. La misma nieve, claro, que destrozó las ramas de las encinas más altas.
¡Qué bonito! ¿No huele a flores que es para morirse?
Hola Tricolina! Esta retama no huele, o no tanto, creo, como la que plantan en las medianas de las autopistas, la «retama de tintoreros» (Spartium junceum). A lo que huele el campo estos días por aquí -y supongo que aún más en tu zona- es a lluvia, a hierba mojada. El olor más rico del mundo.