Amapolas amarillas o rojas, Flandes ha.1430

Primavera de 2022 en un jardín belga, del lado flamenco.
Papaver cambrica, la amapola amarilla de Gales, que es tan «de Gales» como yo; es decir, como de cualquier otro pueblo del norte (pongamos, del Cantábrico hacia arriba y hacia el oeste) en el que llueva bastante/mucho, el sol llegue con desgana o de través y el suelo sea más o menos rico, un punto calcáreo (1). Esto significa que será difícil encontrarlas, hombro con hombro, donde crecen las amapolas rojas (y mejor así). En un post reciente sobre el «amarillo-mayo» las santolinas se entendían con el azul de los cantuesos. Aquí, siguiendo el mismo patrón, las amapolas amarillas se apoyan en las azul-violáceas aguileñas (Aquilegia vulgaris), que parecen menos exigentes en cuanto al suelo, porque las hay un poco por todas partes al pie de los muros: en Galicia, herbas dos pitos. Nunca muy abundantes, sin embargo. Nunca tan altas como en el norte (el norte del norte).
Hemos visto aguileñas/herbas dos pitos en el políptico de Van Eyck en la Catedral de San Bavón en Gante, la Adoración del Cordero Místico: las aguileñas están en el prado del panel central y en la corona de la Virgen. También las hemos visto en la Adoración de Van der Goes que terminó en Berlín (2), y en la Virgen con el niño de Van der Weyden que está en el Thyssen. En el Tríptico Portinari. Etcétera. Columbines las llaman en Inglaterra, como Taubenin en alemán, por la forma de los cinco petalos, terminados en espolones nectaríferos, que, unidos a los cinco sépalos, vendrían a recordar -nos dicen- a cinco palomas (o cinco pitos), emblema del Espíritu Santo (esto es, de la Anunciación; sin contar con que todo lo que compute 5 remite a las 5 llagas, y por ese camino a la Crucifixión, etc ).

Aguileñas en el Políptico de Van Eyck, reproducido más abajo. Los detalles sólo se distinguen bien con el retablo delante. Para compensar, añado la acuarela de Durero.
Aguileña. Durero hacia 1490

Pero el término Aquilegia, que da nombre al género, nada tiene que ver con palomas ni pitos, sino con las uñas de la garra de un águila: como aguileña en español, y ancolie en francés (con la raiz deformada), dio akelei en neerlandés y âcolète en el francés de Valonia. Omnipresente, pues, en la pintura flamenca antigua -siglos XV y XVI. Hoy en los viveros de la zona se ofrecen muchas variedades hortícolas de Aquilegia, algunas con la corola de un violeta profundo, casi negro, otras con la corola de un rosa pálido, casi blanco (híbridos de A. vulgaris con especies americanas o asiáticas). Cabe pensar, en resumen, que las herbas dos pitos/akelei/ancolies son plantas nativas bien conocidas, muy apreciadas, muy representadas y con una larga tradición simbólica a sus espaldas.
No puede decirse lo mismo de la amapola amarilla, su partner en la foto. La he buscado despacio por esos cuadros de los primitivos flamencos, con su prurito por la exactitud, siempre atentos al detalle de las flores, las piedras, los pájaros y los tejidos. Tampoco está la amapola roja, en realidad (Papaver rhoeas e híbridos), aunque con solo mencionarla uno piensa en Flandes y en la Gran Guerra: el poema In Flanders fields, ancho campo de coquelicots. Ni está la amapola azul, (Meconopsis; hubiera sido una sorpresa), ni la blanca (Papaver somniferum, a veces coloreada, con una mancha oscura en la base de los pétalos; no era del todo imposible…), ni esa amapola asiática, Papaver orientale, de corolas que miden un palmo, y que es, de hecho, la única que se vende como planta ornamental en los viveros.
Conclusión: a diferencia de las aguileñas, habituales en códices y retablos, NO hay amapolas, de ninguna variedad, en la pintura flamenca del siglo XV.

Más sobre las amapolas amarillas y rojas.
Esta pasada primavera de 2022, en los alrededores de Bruselas y Gante.
A mediados de abril, quizá principios de mayo, empiezo a ver amapolas amarillas por todas partes: en los jardines de las urbanizaciones y en los patios a la sombra, entre los adoquines; en las orillas de los canales, sombreados por las copas ya desplegadas de arces blancos y plataneras; al pie de los setos… Corrijo ese «por todas partes». En realidad, no veo amapolas amarillas en este prado donde nos acabamos de tumbar al sol, los perros y yo. Es un prado ancho, hermoso, no un simple claro en el hayedo. El amarillo-mayo de este prado es una colcha de botones de oro, la ranunculácea que domina el conjunto, arrinconando a las aguileñas (también ranunculáceas) hacia las orillas del camino por donde entramos. A lo mejor hay que pensar que las amapolas amarillas no «prenden» donde el suelo es demasiado arcilloso y/o donde el sol da de lleno durante las horas centrales del día. Rebobino. Las amapolas amarillas abundan a finales de abril/principios de mayo pero siempre donde el suelo está revuelto, quiero decir, donde puede haber algo de escombro o de arena, y sobre todo algo de sombra, incluso sombra profunda. Donde abunda la Aquilega vulgaris, precisamente.
Un mes más tarde. Sin llegar a formar manchas monócromas, como en los campos del sur, las amapolas rojas (Papaver rhoeas) están un poco por todas partes. En las orillas de las eras que son o fueron de cereal (o remolacha, maíz… lo que más se ve por aquí), cuando el glyphosato les deja; por las medianas, en los solares. Es decir, como para las amarillas, allí donde el suelo está revuelto. Única e importante diferencia: siempre, siempre a pleno sol.

Más sobre los pintores flamencos.

Políptico de Gante, llamado del Agnus Dei o del Cordero Místico.
En el centro, el prado en torno al Cordero y la Fuente de la vida.
Para verlo en detalle:https://closertovaneyck.kikirpa.be/ghentaltarpiece/#home

En el catálogo del políptico de Gante se recogen 76 especies botánicas bien identificadas, la mayoría herbáceas, un mini paraíso flamenco colocado a los pies del Cordero Místico (3). La mayor parte de ellas están en el prado del primer plano, pero también hay plantas detrás del grupo de peregrinos, a la derecha, y del grupo de caballeros que avanza por la izquierda (entre las rocas, por ejemplo, una mata de orégano…). La selección de herbes folles puede encontrarse en cualquier pueblo belga, del norte de Francia, de los Paises Bajos, de Inglaterra, de Asturias. El retablo lo empezó Hubert Van Eyck, el hermano mayor, y lo remató Jan en 1432. Dicen los historiadores del arte que a Jan se deben, entre otras muchas cosas, la inclusión de palmeras, cipreses, cítricos y hasta un pino piñonero (como los nuestros de LRO).

Por qué se incluyen esas flores y no otras en la lista del Políptico: por su valor simbólico (aquí, exclusivamente teológico) o por su valor utilitario (aquí, exclusivamente medicinal; Analogia Christi cum perito medico, cita de S. Agustín recogida en el catálogo). Valor añadido botánico: por tratarse de planta autóctona, incluso endémica, que a los Van Eyck les apeteciera incluir porque sí, para acercar la escena biblica al presente; o por lo contrario, por tratarse de planta exótica, en concreto mediterránea, para ambientar en un remoto Oriente/Sur la misma escena. Estas dos últimas intenciones no son contradictorias. El mensaje de redención es urbi et orbi, no entiende de geografía. Y además intemporal: por eso plantas tan distintas pueden florecer a la vez, y aquí no pasa nada. Por lo demás, olivos, palmeras y resinosas tienen también (si uno quiere) su posible lectura simbólica.
Las ausentes amapolas, ¿no tenían entonces ningún valor botánico, ni simbólico, ni utilitario?

Valor botánico

Plantas «rojo-sangre» muy comunes y usadas en los países del sur -de los que son nativas- para acompañar las representaciones de la Muerte/Resurreción de Jesucristo, podían ser, además de la rosa, el clavel y la anémona roja, esta última, A. coronaria, de antiguo simbolismo pre-cristiano (aunque muy similar: sacrificio y resurrección). Aquí en Flandes, 1430, no hay rastro de ellas. Cómo iba a haberlo (*la anémona de bosque no cuenta, es de un blanco inmaculado). Pero ¿y las amapolas?, ¿qué pasa con ellas? El que no las veamos en los cuadros ¿se debe a que tampoco las veía nadie por los campos?

Busco el pedigrí de las amapolas belgas.
La Papaver cambrica, amarilla, que durante años se clasificó entre las Meconopsis, como la amapola azul- en Bélgica está incluida en el listado de plantas alóctonas (alien-plants-Belgium, nota 4) y registrada por primera vez en ¡1979! Una preciosa intrusa, pues, venida de por ahí, de Francia o de las islas, que parece hacer buenas migas con la muy patriótica akelei/ancolie.
La Papaver rhoeas, roja, es más dudosa. En la misma página web leo que solo 3 de las 80 especies del género Papaver «podrían» considerarse nativas; sin embargo, el autor se inclina por etiquetarlas como «arqueófitos», es decir, como alóctonas introducidas antes del descubrimiento de América. Alóctonas naturalizadas depuis longtemps, pero sin especificar el términus post quem (que si se empuja mucho hacia atrás termina por hacer un poco absurda la categoría misma: ¿arqueófita o nativa?). Un grupo numeroso de arqueófitos es el de las plantas arvenses: “malas-hierbas” que acompañan al cereal desde el Neolítico, en su lenta extensión por el hemisferio norte. Y aquí tenemos a la amapola, planta arvense por excelencia, que compite con el trigo y demás cereales por los nutrientes del suelo.
Siguiente paso: ¿hay alguna planta arvense en el Políptico? ¿Hay, por ejemplo, acianos..? No hay acianos (bleuets, que se podrían asociar a la Virgen, nota 5). No hay ortigas, claro. No hay rubias. No hay correhuelas.

Los campos de Flandes rebosaban poppies en mayo de 1915, entre las cruces de los caidos tras la batalla de Ypres. El paso de la artillería pesada, los obuses -en vez dela reja del arado- haciendo volar la tierra en pedazos… Ahí está otra vez: el suelo «un poco revuelto» donde prosperan las amapolas rojas de Flandes, famosas gracias al poema In Flander fields, que convirtió a la amapola, símbolo hasta entonces del sueño y el olvido, por sus poderes narcóticos, en justo lo contrario: Remembrance Flower. No sabemos si en tiempos de los Van Eyck esos campos -esos campos belgas en concreto- ya se llenaban de amapolas o su presencia era todavía reducida. Tendríamos que preguntarle, se me ocurre, a algún palinólogo (semillas/polen en registros fósiles), pero esto es solo un post, escrito después de una visita a Gante… En cualquier caso, sí había amapolas rojas y eran de sobra conocidas. Muchas o pocas pero sí, y en guerra declarada con los labriegos. Como las de todas las plantas arvenses, las semillas de Papaver, mezcladas con las del trigo, la avena etc se desperdigaban tranquilamente por toda Europa desde la noche de los tiempos.

2014. SSMM en la Torre de Londres, remembering entre las 886.246 poppies de porcelana instaladas en el foso, una por cada soldado británico muerto en la Primera GM

Valor teológico
El Políptico del Cordero Místico es de 1432. Jan Van Eyck jamás pudo toparse una amapola amarilla en Gante o Brujas. Pero sí conocía las amapolas rojas, porque ya entonces, como hemos visto, crecían donde el cereal. Además, si Jan viajó un poco -y sabemos que lo hizo, y mucho, al servicio del Duque de Borgoña- pudo ver amapolas amarillas (abril/mayo) y rojas en abundancia (si mayo/junio) en Francia y en España. Por tanto, no pintó amapolas en el Políptico porque no quiso hacerlo.
Así como a una flor x no le basta con ser uniformemente azul o blanca para entrar en la lista de plantas marianas (la aguileña sí, pero el aciano, en este caso, no, etc), tampoco le basta con ser roja para obtener caché teológico, para aludir con su sola presencia en un cuadro o un poema la sangre de Cristo y la Redención. No. Roja la peonía, roja la rosa de Damasco (rosa profundo o rojo desvaído). Pero en la amapola roja-roja debía de pesar más su condición de planta arvense, es decir, indeseable. En las listas de plantas “buenas cristianas” la amapola no está nunca. Aguileña, lirio, azucena, rosa, más las «humildes» violeta, margarita, caléndula, muguete… Esas son las que cuentan. Unas por el Cantar de los Cantares. Otras por haber sido fijadas por la tradición (himnos a María, homilías, ilustraciones de los breviarios) cada una de ellas con sus connotaciones específicas. No era el caso de la amapola. Una mala hierba sin valor teológico reseñable, ni en los textos sagrados ni en la tradición pictórica de Flandes (6)

Valor medicinal

La única utilidad que cuenta en el Políptico es la medicinal, porque todo su programa iconográfico gira en torno a esa idea, la del Cristo Sanador, de cuerpos y almas. En el políptico no está por ejemplo, la garance, la Rubia tinctoria, con cuyos rizomas se obtenía el rouge-garance, tintura para las telas que se vendían en las ferias de todo el país (emporio textil del S.XV), y se exportaban a Inglaterra, Francia etc. (7) Flandes era entonces el mayor centro de producción de esta planta, de gran valor comercial, omnipresente por los campos y caminos y por eso tanto más llamativamente ausente del Político, ¡como el lino!, otra de esas plantas que hicieron la riqueza de Flandes, que llenaba sus campos hasta las dunas de Ostende, y que, sin embargo, tampoco vemos por ningún rincón del Agnus Dei.
En una representación de la Sanación Universal, de entre las plantas útiles solo interesan las medicinales. Bueno. Pero entonces, precisamente, ¿cómo explicar la ausencia de la amapola? Pocas plantas medicinales más útiles que ella, en especial la variedad Papaver somnifera, la adormidera, la más rica en alcaloides (entre ellos, la morfina, base del opio). ¿Quizá porque en el Flandes del siglo XV no se sabía mucho de ella?

Aunque se pudieran ver amapolas rojas por los campos de cereales, aunque se comieran sus semillas tostadas, o se extrajera aceite de ellas, o se macharan las cápsulas porque se sabía, se decía… que amortiguaban levemente el dolor… el proceso de obtención del opio era otro cantar. Ya en la antigüedad sus lugares de fabricación estaban en Oriente. Leo en la web que los médicos griegos y romanos se lo compraban a comerciantes de Alejandría. Pero el acceso al opio, su uso real, como el propio conocimiento de sus virtudes terapeúticas, quedó interrumpido/oscurecido en la Edad Media (8). Los primeros manuscritos de Dioscórides, Pseudo-Apuleyo etc proceden del siglo VI y son rarezas, libros excepcionales (*foto de la derecha: Papaver en el manuscrito de Salamaca, finales s.XV; vid. dioscorides.usal.es;; la representación es bonita pero poco precisa, imposible de entender sin el texto que la acompaña). El conocimiento científico de las plantas medicinales no se recupera y empieza a divulgar hasta el siglo XI/XII, en especial en el sur de Italia (Salerno) y gracias a la influencia de los árabes, que, en este caso concreto, apreciaban el opio no solo por sus efectos analgésicos, sino también por todo lo otro (efecto euforizante, alucinógeno… ¿sustituto del alcohol?), razón de más para fomentar el cultivo de la adormidera en Turquia, Persia etc, al tiempo que se promovía la traducción y enriquecimiento de los antiguos tratados. Pero bueno, el hecho es que el opio, como producto listo para ser utilizado -en especial en triacas: esa especie de bálsamo de Fierabrás- no empieza a llegar a Occidente hasta más tarde, finales de la Edad Media, terminadas las Cruzadas, y siempre como artículo de lujo. Cuando el opio empezó a aparecer de nuevo en las boticas, su altísimo precio no era, sin embargo, el único problema que se oponía a su venta y uso generalizado: la mala fama le precedía. Había que usarlo con cuidado. Creaba adicción. Podía matar. Y además, si el dolor apretaba, solo a Dios correspondía ponerle término (o no; ese oscuro, siniestro prestigio del dolor, y la ambigua postura de la Iglesia al respecto). De hecho, hasta el siglo XVIII no se empezó a consumir opio en Europa con la misma alegría que en el mundo islámico. Los problemas aparecieron después, pero esa es otra historia.

Papaver en el dioscórides de Amberes, 1555, un siglo posterior a nuestro Políptico, con ilustraciones de gran calidad.

Dicen en el catálogo del Políptico de Gante que los Van Eyck pudieron usar antiguos herbarios como fuente para alguna de las plantas del catálogo. Pudieron hacerlo. O no. ¿Es importante saberlo? ¿Por qué es necesario imaginar que los hermanos Van Eyck «tuvieron que» consultar algún libro (más allá de informarse sobre su valor terapéutico y/o simbólico, es decir, teológico)? ¿Hay en el Políptico alguna planta que pudieran no conocer personalmente? Las diferentes especies de amapola estaban ya descritas en los dioscórides más antiguos, con todo lujo de detalles, haciendo referencia también a sus peligros, y cabe pensar que los Duques de Borgoña tenían algún manuscrito del Dioscórides propiamente dicho, o de cualquier otro Tractatus de herbis o recensión al uso . No lo sé. Pero de esos libros, si es que los vieron, los pintores habrían seleccionado, en todo caso, sólo plantas que conocían. Y habrían rechazado la mayoría de las ahí descritas, bien por no conocerlas personalmente (ergo dudosas; los Van Eyck eran rigurosos), bien a pesar de conocerlas… caso de las amapolas.
En el Dioscórides hay varios cientos de plantas descritas y unas 400 ilustraciones (o más, según el manuscrito, y de calidad muy variable): en el Políptico hay sólo 76, la mayor parte caseras, y una menor parte no-caseras pero todas ellas bien conocidas (muy bien conocidas). Lo que hay que preguntarse, en mi opinión, no es por las “fuentes” consultadas por los pintores, sino por qué escogieron esas 76 y no otras. O dicho de otra manera: por qué estos dos señores, que -según insisten en el catálogo- no daban puntada sin hilo, dejaron fuera a algunas de las más conocidas, más útiles, incluso más vistosas. Incluso más bonitas.

Conclusiones.
A las razones ya vistas (las amapolas rojas, más o menos extendidas en Flandes en el XV, eran en todo caso malas hierbas; su valor simbólico-teológico, desconocido) hay que añadir entonces que su fama como narcótico era algo turbia, y su precio, prohibitivo. Si en el XV, y mucho antes, había ya amapolas rojas en los Paises Bajos, e incluso podían ser ya abundantes, eso no significa que se supiera cómo extraer de ellas los alcaloides que permiten la obtención del opio. Tampoco que esas variedades, no seleccionadas, fueran las de mejor calidad. El opio se compraba ya listo para su consumo y a precio de oro a comerciantes del Mediterráneo oriental. Por tanto, ni valor simbólico/teológico reconocido por la tradición; ni valor utilitario/medicinal que pudiera asociarse sin matices, sin escrúpulos, al Redentor; ni valor como planta autóctona, para contextualizar en el presente la escena bíblica (guiño naturalista a los paisanos que irían a ver el cuadro, y reconocerían esas plantas, pintadas con extraordinario realismo) por tratarse de una planta arvense, una «mala hierba». La misma ausencia de amapolas, acianos etc. en el prado del Agnus Dei me hace pensar, al menos a mí, que las amapolas rojas cubrían ya los campos de Flandes, ¡en profusión!, y que por eso precisamente, porque les sobraban y estorbaban, no las querían en el Políptico.
Tampoco hay que descartar que los hermanos Van Eyck no se tomaran tan absolutamente en serio, en todos los casos, las razones para elegir una u otra planta… Sí, desde luego tenía que haber aguileñas, lirios, rosas. El puñado de plantas marianas y cristológicas indiscutible. Las de siempre. Y en cuanto a las demás… Si Jan Van Eyck tuvo ocasión de pasearse por los jardines de la Alhambra (como parece que así fue, 1428) ¿Cómo no iba a preferir, para su gran cuadro de altar, los limoneros a los manzanos, los cipreses a los abetos…? Junto a las razones «serias» descritas, por qué no incluir las simplemente estéticas, personales (que tal o cual planta, usada contra el dolor de espalda -el hipérico, sin ir más lejos, otra ausencia notable en el Políptico- hubiera estado a punto de mandar al otro barrio a Jan o a Hubert), de estilo (que estuvieran esas plantas ya representadas, que tuvieran el licet de la tradición), de mala fama (el mismo hipérico, ¿demasiado asociado a las festividades paganas del solsticio de verano, que perduraban medio camufladas en la festividad de San Juan?)… o quién sabe. Quién sabe si sólo fue lo efímero de sus pétalos lo que llevó a descartar a la amapola en el retablo de Gante, con su mensaje de Redención eterna.

En cualquier caso, el trabajo que queda pendiente no es el de las plantas incluidas en el Políptico, sino el mucho más vasto y complejo de por qué no están las que no están.

Hoy las amapolas florecen tranquilamente en Flandes. Las amarillas primero, las rojas después. Se acomodan mejor en suelos alterados: si más frescos y a la sombra, la amarilla, rigurosamente sincronizada con las aguileñas/herbas dos pitos; si más secos y soleados, la roja. Las amarillas llevan 50 años por aquí. Las rojas, mucho más.
Parece que por la zona – sobre todo un poco más al norte, cruzado el Escalda- ya han aprendido a procesar alcaloides diversos. La materia prima, sin embargo, se la siguen comprando a los de siempre.

C. Monet, Champ de coquelicots, 1881. Por el medio se distinguen pinceladas azules: los acianos, que tampoco quisieron los Van Eyck en su retablo.

NOTAS
1.Origen de Papaver cambrica sc. floraibeica.es, la wiki, etc: Cadenas montañosas de Gran Bretaña, SO de Francia y norte de España.
2. https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/10670
3. Catálogo: Op zoek naar het paradijs. Flora op het Lam Gods (À la recherche du paradis. La flore sur lÁgneau mystique), P. Van den Bremt, H. Van Crombrugge. Gent 2020
4. https://alienplantsbelgium.myspecies.info/content/meconopsis-cambrica
5. La explicación que se da en el catáloigo, p. 96, de la ausencia de Centaurea acianus, nuestro aciano/azulejo, el bleuet de los franceses, no termina de convencer: no aparece en el Políptico, dicen los autores, porque «es una planta que no nace espontáneamente en los prados, sino en el campo». Pero cómo que no. Y en todo caso, ¿sí nacen espontáneamente en un «prado» las rosas?
6. De San Alberto Magno en adelante. Vid. Catálogo, pp. 26-44
7. El rojo-garance, en contraposición al azul- guède aquí: Bleu, Michel Pastoureau, Ed. du Seuil 2000. pp.55 y ss.
8. A. López Restrepo: https://innovacionyciencia.com/articulos_cientificos/el-opio-en-occidente-durante-la-antigueedad-y-la-edad-media. El autor rebate convincentemente a L.Escohotado, según el cual la desaparición del consumo de opio en la Edad Media se debió a la caza de brujas. El principal argumento de L.Restrepo es cronológico: la caza de brujas va de 1420 a 1600…. justo cuando el opio vuelve a los botiquines

POST SCRIPTUM
Que los primitivos flamencos hayan rechazado la amapola roja no significa que en ella hubiera algo (?) que la hiciera no-apta para recibir todos los honores. Muy al contrario. Su valor medicinal era impagable, como hemos visto. Pero también su posible valor teológico, y no solo por el color rojo-sangre. Así se entendió más adelante y en otros lugares, con mayor libertad: vemos una amapola roja detrás de la Virgen con el Jesús y San Juan niños de Rafael Sanzio, en Viena, pintada hacia 1507. Es la única flor del cuadro. Símbolo de la pasión, en este caso sí, como cualquier otra flor roja, como esos claveles y -sobre todo- esas rosas espinosas (rosa profundo) que a veces lleva el Niño en la mano o que rodean el trono de su madre. Sin embargo, la amapola tiene en este cuadro pleno sentido, más que el que tendría un clavel, una rosa o una peonía, porque la tierra que se ve detrás de las figuras parece completamente removida: tierra estéril, pues, hasta que la sangre roja del Redentor, todavía niño, venga a fertilizarla. (Un espectador del siglo XV descifraba este “código” al vuelo, sin necesidad de tantas palabras). Lo que exigiría mucho más tiempo -y no un simple post- es determinar si esta amapola de Rafael es sólo una excepción en este tipo de representaciones. Sea como fuere, ya estamos en otro mundo: la primavera italiana del XVI, y no el «otoño flamenco de la Edad Media» .

Cy Twombly, tulipanes

Mucho menos conocidas sus fotos que sus cuadros. Estos tulipanes ( quizá ‘Orange Favourite’) del catálogo de la exposición de Nueva York en 1993 (matthewmarks.com)

Los primeros tulipanes variegados o «de color-roto» debían su belleza a un virus (familia de los Potiviridae, no identificado hasta el siglo XX), es decir, al hecho de estar enfermos, de acuerdo con esa perversa relación entre enfermedad/ hermosura que da no poco que pensar (porque va mutando con el tiempo pero no acaba de desaparecer del todo), y que en tiempos parecía justificar, por ejemplo, que hubiera señoras que usaran la Atropa belladona para dilatar las pupilas o comieran arcilla para tener el cutis más blanco, y de este modo -cloróticas y cegatas perdidas- disque estar más guapas y tener más éxito en la vida. Las ostras producen perlas cuando un cuerpo extraño entra en ellas; las «impurezas» en un cristal de cuarzo pueden hacerle adquirir categoría de gema. Pero las piedras y petrificaciones son una cosa y los seres vivos otra -cabe pensar-, incluso a efectos de simple rentabilidad. A diferencia de las ostras perleras, que producen la perla precisamente para aislar al cuerpo extraño, lo que pasaba con los tulipanes es que cuanto más asombrosa «salía» la flor, más debilitado resultaba el bulbo y más incierto era el éxito de sus bulbillos. ¿Había, por tanto, que seguir tratando de obtener y reproducir bulbos enfermos, que se sabía que lo estaban? No, no salía a cuenta (como tampoco parecía muy rentable acabar con un pie en la tumba para casar bien…) A cambio, sí empezaron a tener éxito las hibridaciones artificiales de tulipanes sanos, y ese fue el camino a seguir para la producción de «rarezas». Hoy en día, todas esas variedades fantasiosas (como las de la foto de Cy Twombly ) son el producto de la selección en laboratorio. A nadie le interesa jugar a infectar bulbos con un potyvirus, todo lo contrario, aunque haya quien afirme -basándose en dibujos y cuadros del XVII- que nunca jamás, never more, podremos ver tulipanes comparables al ‘Semper Augustus’ original, fatalmente enfermo, irremediablemente perdido.

***
Todos los tulipanes que vemos desde el tren -cientos de hectáreas al sur de Haarlem- llevarán su floración a término, porque son campos de producción de bulbos y no de flor cortada (esa es otra filial, la de los invernaderos, que viene a continuación). Cuando la flor decae -allá para abril- las segadoras descabezan el campo de tulipanes. Hojas y tallos continúan fotosintetizando para que engorde el bulbo. La cosecha tiene lugar en julio, con tractores equipados con un bastidor especial que va levantando las redes en las que habían sido plantados los bulbos, de modo que la operacíon sea más rápida, fácil y sobre todo limpia. Los bulbos se van al almacén para ser seleccionados; entonces, o bien vuelven a ser plantados en un invernadero 100% monitorizado por ordenador (los mejores bulbos: empieza la «filial flor»), o bien se guardan para la siguiente siembra de otoño en campo abierto (los bulbillos más pequeños), o bien, los menos, aparecen en una redecilla bien etiquetada en un estante del centro de jardinería -pongamos, en Shanghai, Boston, Ciudad de Méjico…- o, pongamos, en la tienda de semillas y piensos de mi pueblo. Un bulbo anodino, feúco, pero que lleva en sus tripas parte de la historia de la horticultura de Europa, o historia a secas, si se prefiere: una mezcla de buen gusto (los ojos bien abiertos de los holandeses ca. 1600, pues fue por una flor, ni más ni menos, por lo que pusieron su economía patas arriba a mediados de siglo) empeño, constancia, capacidad de organización, falta de escrúpulos comerciales y saludable afán de lucro. Al final del camino, esto:
https://fb.watch/pX2quRsdWf/

Notas
Sobre el «Tulip breaking virus», estupendo artítulo de la wikipedia. Historia de los bulbos infectados + lucha a brazo partido contra la propagación del TBV y similares (vía áfidos), que cada primavera causan pérdidas millonarias en el sector.


Jardín a oscuras (2)

Paul Klee: Blüten in der Nacht, 1930. MOMA de San Francisco,

Las verdaderas flores de los verdaderos jardines nocturnos son casi siempre blancas o al menos pálidas (pálido amarillo, pálido rosa pastel) y/o casi siempre fragantes (a muy fragantes). Por ejemplo, el galán de noche (Cestrum nocturnum). La ipomea blanca, trepadora temible e invasiva. Algunas daturas de perfume intenso (D. discolor). Es lógico que sean blancas si el polinizador que les ha tocado en suerte, de hábitos crepusculares, ha de barruntarlas bajo la luz de la luna. Lógico que huelan tanto, si no hay colores cálidos que ayuden a encontrarlas. Polillas y murciélagos deben de saberlo, de agradecerlo. Lógicamente… Pero lo escribo consciente de que la lógica, enemiga del azar y los «casi siempres», no tiene por qué ser causa necesaria de la secuencia descrita (ausencia de sol ergo blanco ergo aroma), de que a veces uno se encuentra flores rojas o naranjas-nocturnas-inodoras (común por la costa, la Oenothera, onagra), o flores nocturnas muy aromáticas que además llevan colores vivos (Mirabilis jalapa, Don Diego, alias «Maravilla del Perú»), de que yo no sé, en resumen, ni sé si es cosa sabida, qué fue primero, si la flor blanca o el polinizador nocturno… pero consciente también de que no ha de faltar quien me diga: a pesar de la inodora onagra naranja, del derrochador Don Diego, y de esto, aquello y lo de más allá… ¡claro que impera la lógica, solo que tú no has encontrado aún el concreto silogismo que gobierna todo esto!

White Garden en Sissinghurst. Basso continuo de artemisias y santolinas (follaje), y solos de azucenas, iris o espuelas de caballero, en variedades hortícolas blanquísimas: https://www.nationaltrust.org.uk/visit/kent/sissinghurst-castle-garden/the-garden-at-sissinghurst-castle-garden#cb-51138871-1
Otra asociación del blanco a la noche: las cortezas de álamos y abedules que orillaban los caminos: https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/352

En las matas y matojos de LRO, sin embargo, los tonos blancuzcos, cenizas, plateados y glaucos -de la propia hoja o del tomento que la recubre- solo pueden ir asociados al sol, es decir, a la necesidad de protegerse de él. Casas encaladas de Andalucía: follaje del Helichrysum, de las lavandas, de todas las aromáticas.

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Addenda, 23 mayo 2024: » Para ver lo que de completamente antieconómico, de irracional hay en las plantas, para ver su lujo principesco, su sobreabundancia, para eso le faltan ojos al darwinismo (…) Notable resulta ya el número inmenso de especies; propiamente tendrían que imponerse unos pocos modelos, sencillos, bien acreditados, y repartirse entre ellos el espacio. Está además la belleza, el despilfarro inaudito de una materia pasajera (…) A los millones de años con que trabajan las teorías evolucionistas corresponden los millones de años-luz de la astronomía que está coordinada con ellas. En la sustancia de un diminuto cáliz de flor, de un tembloroso estambre escóndese un sentido más alto que en todas esas lejanías y en todos esos períodos que dan soledad al corazón«.
E. Jünger, Radiaciones, vol. II, Tusquets ed. 1992, p.417

Ribeira Sacra norte/sur

(Miradores- Vinos de la D.O. – Hugo Van der Goes – Madroños)

El río, el Sil, cruza la Ribeira Sacra en sentido este/oeste: entra desde Valdeorras y vierte en el Miño (Los Peares). Sus orillas, entonces, solo pueden mirar al sur o al norte. Desde los miradores de Lugo vemos Orense. Desde los miradores de Orense vemos Lugo. La foto de arriba está hecha en Cividade (Lugo), no muy lejos ya de los Peares. En ese tramo final el cañón es tan escarpado que, si se vence el vértigo y se mira hacia las laderas, solo se ven matogueiras y rocas peladas. Arriba, manchas de carballos. Al fondo a la derecha (pero no sale en la foto) el embalse de Santo Estevo, propiedad de Iberdrola.

Moviéndose unos kilómetros hacia el este, sin embargo, el río se abre un poco, como una cuerda que perdiera tensión. El sol entra cómodamente hasta el agua, las laderas se suavizan (es un decir), y el paisaje empieza a diversificarse. En las laderas umbrías del lado orensano: bosques de castaños (robles, abedules etc, pero el castaño se impone, al menos en este tramo, porque su sistema radical lo acapara todo). En las laderas soleadas del lado lucense: terrazas vertiginosas de cepas en espaldera (mencías, godellos…). En medio de los castaños dormita lo que queda del monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil. De este lado, que es el lado de la solana, allí donde no hay viñas hay un bosque ralo que -prescindiendo de las encinas y añadiendo el brezal, indicativo de acidez- parece calcado del de LRO y huele y suena igual (jaras, retamas, pinos, y el suelo crujiente como un milhojas).

24/ 8/ 2021. Dos paradas en Monforte, capital de la Ribeira Sacra: en la sede de la Denominación de Origen y en el Colegio de los Escolapios, para ver La Adoración de los Magos (Hugo Van der Goes, hacia 1475).
Un rapaz muy joven -flaco, nervioso, listísimo- nos hace la presentación de los vinos de la D.O.. Es una alegría escucharle hablar, porque en él -que no pasará de los veintitantos- se reúnen los conocimientos del enólogo y la pasión heredada de su familia, de sus abuelos, a los que nombra una y otra vez. ¡Y qué bálsamo, también, esta copa de» mencía con algo de garnacha y caíño», para combatir las desolaciones que leemos hoy en la prensa! Compramos vino. Guímaro, Proencia… Lo que da de sí el presupuesto.

En la iglesia del Colegio de los Escolapios (1) nos fijamos en algunos detalles del cuadro de Van der Goes, que en realidad ya conocemos: los iris detrás de San José; las aguileñas o herba dos pitos (Aquilegia vulgaris) en la esquina derecha. Pero cuesta trabajo distinguir las flores, tal es la cantidad de mugre que las tapa, en un altar lateral de la iglesia, permanentemente en obras (la guía, que es joven y entusiasta como el enólogo de la D.O., y siente personalmente cada defecto de su Colegio, le sigue echando la culpa al terremoto de Lisboa; ¡1755!). El original está en Berlín, que es donde lo vimos por primera vez. Esta es una copia, una copia estupenda pero sucia, mal iluminada, tratada -se diría- como cosa sin valor.
En 1910, el Duque de Alba (heredero del Condado de Lemos y, por tanto, Patrón del Colegio) acordó con el Rector de los Escolapios la venta del cuadro original de Van der Goes a «los alemanes». La Corporación Municipal apoyó el proyecto: el de los escolapios era el único centro de enseñanza media (además de primaria) en todo el Valle de Lemos, pero su estado amenazaba ruina. Era urgente conseguir dinero para arreglar el tejado, siempre a punto de desplomarse, y, ya metidos en faena, para reformar las viejas instalaciones escolares. Cuando se anunció la venta del cuadro algunos políticos y escritores pusieron el grito en el cielo. Un ministro de educación la paralizó. El siguiente ministro la reactivó, tras intervención del Consejo de Estado. Sin una Ley de Patrimonio efectiva, ¿cómo proteger jurídicamente La Adoración de los Magos, parte de la herencia (privada) que el cardenal Rodrigo de Castro legara al colegio -por entonces de los jesuitas- allá por 15…?
El embajador del Kaiser entregó el dinero. Un millón doscientas mil pesetas, que hoy serían, según la guía que nos hace el tour, y que abre mucho los ojos al decirlo, ¡cincuenta millones de euros!. Y prometió una copia fiel del cuadro, que enviarían a Monforte tan pronto como se pudiera. Con intención de evitar el posible boicot por parte de los vecinos, los padres escolapios pusieron un anuncio en la prensa solicitando cuatro operarios «rubios y de ojos azules», cuatro desconocidos que pudieran hacerse los suecos (es decir, los alemanes) si alguien se dirigía a ellos -aquí la guía dejó volar su fantasía, me parece, pues la historia del anuncio no la encuentro por ningún lado; le pregunto al terminar; me habla de un profesor que vivió cien años en el colegio y lo recordaba…- y, cuando «dos asturianos y dos guardiaciviles que respondían al perfil» se presentaron, La Adoración, bien empaquetada (siguiendo indicaciones del director del entonces Kaiser-Friedrich Museum, receptor formal del paquete), salió traqueteando en un carro de mulas por la puerta de atrás del Colegio en dirección a la estación de tren de Canabal, más discreta que la de Monforte, desde donde pudo ser facturada a Vigo. El viaje en carro se hizo de noche. No lo sabemos a ciencia cierta (en algún archivo estará el dato), pero cabe imaginar que se cargó en el primer tren que pasó por Canabal, de buena mañana. En el peirao vigués, una fragata del Káiser Guillermo la estaba ya esperando. Rewind: los dos guardiaciviles rubios se habían presentado en Monforte de incógnito (sic) para ver lo que se cocía allí, pero los escolapios les presentaron los documentos que acreditaban la legalidad de la venta, y ellos aceptaron participar en el traslado. La Adoración llegó a Berlín sin daño alguno. El dinero se invirtió, por orden del Ministerio de Instrucción, en títulos de Deuda Pública cuyas rentas habrían de percibir anualmente los PP Escolapios, el Colegio y el Patronato (entiéndase, la Casa de Alba). El tejado se arregló… más o menos. Después vino la Gran Guerra. Después, un buen día de 1920, apareció la copia apalabrada en el puerto de La Coruña, porque los alemanes cumplieron, y se mandó recado a los escolapios para que alguien se pasara a recogerla. Ahí termina la historia (2).
Y a mí, en agosto de 2021, la copia me vale. Por eso quisiera que la cuidaran un poco más. El suelo de la iglesia sigue siendo de madera, siempre «por falta de fondos», se lamenta la guía. Pero a mí también me gusta así. Un Escorial gallego con suelo de tablones (1923), machacados por el paso de muchas generaciones de niños. Hay un andamio en el presbiterio, delante del retablo del altar mayor, que está completamente tapado por plásticos blancos; dos operarios con casco taladran y perforan y martillean, recolocando piedras de la bóveda que quedaron desplazadas por el terremoto de Lisboa. El retablo tapado, nos cuenta la guía, para que lo imaginemos detrás de los plásticos, es de Francisco de Moure. Siglo XVII. Todo en madera de nogal, «precioso, pero se quedó sin pintar». Hace años se hizo un tratamiento contra la carcoma, pero… (3)

25/8. Otro día llegamos al Miño, a Maiorga, donde hay lanchas motoras que van y vienen desde Belesar, con pasajeros que se conocen, que hablan en castellano y bajan a tomarse juntos el vermú en el bar del embarcadoiro, muy apañado; cruzamos audis y 4×4 por el camino que baja desde Santa Mariña; amigos que llegan por tierra, a esperar a los del barco; muchos mercedes también, pero estos, casi con seguridad, los diríamos propiedad de roncos de mediana edad -emigrantes que vuelven en verano presumiendo de coche, pero después, con lágrimas en los ojos, se beben el vino y se comen los lacones de la casa familiar, como esos gusanillos blancos, los roncos do xamón (4)-. En Maiorga es abrumadora la presencia de los madroños. Alvedros, érbedos. Los madroños delante, los carballos detrás, retorcidos y de tronco corto, porque son Quercus robur y la mayoría jóvenes o muy jóvenes, menos esbeltos que nuestros melojos/rebollos de LRO, Quercus pyrenaica, aunque también de estos hay aquí, muy cerca, del lado orensano sobre todo, hasta Verín y la raia, donde hay quien los llama directamente veriños ou rebolos beriños (5).

NOTAS

(1) Otros nombres: la Compañía, por sus anteriores inquilinos; Nuestra Señora de la Antigua, por deseo del fundador, el Sr. Cardenal Rodrigo de Castro; el Escorial gallego, por su traza herreriana.
(2) De no estar en la Pinacoteca de la Plaza de Potsdam, Berlín, el cuadro estaría hoy en el El Prado o -lo que es más probable- en algún museo inglés o francés: de ningún modo en Monforte de Lemos. El Patrón y el Rector adjudicaron el cuadro al gobierno alemán tras ofrecerlo al español (que dijo no) y tras pública subasta, con sobres cerrados y demás.
La Ley de Patrimonio Histórico-Artístico que habría protegido efectivamente el cuadro, evitando su salida de España, es de 1985. Buen resumen de la situación antes de esa fecha :https://historicodigital.com/antecedentes-legislativos.html

(3) Dos fuentes, que no coinciden en todos los datos: Colegio de Nª Sª de la Antigua, por el P. Esteban Martínez González (Ed Uno, 2019) y para el entramado jurídico de la compraventa: Boletín do Museo Provincial de Lugo, 1993/94, artículos de Juan Díaz Ferreiros.
El libro del P. Esteban se vende en la entrada del Colegio. En el epílogo a la 1º edición del año 2000 leo que en 1988 y en 1999 se firmaron acuerdos con el Ayto. de Monforte para permutar terrenos adyacentes a cambio de algunas reformas: » todo el tejado y sus estructuras de soporte… pues persisten las goteras...» (p. 149).

Y para anotar en la agenda, porque nunca se sabe:
En Berlín hay organizada una exposición monográfica sobre Van der Goes para la primavera de 2023: https://www.smb.museum/en/exhibitions/detail/hugo-van-der-goes/

(4) Larvas del «escarabajo de patas rojas», más frecuente en verano: https://es.wikipedia.org/wiki/Necrobia_rufipes
(5) O cerquiños, o carballo negro. La asociación veriño/beriño a la villa de Verín se la oí hace años a un profesor de galego, compañero de claustro en el IES de Cambados. El término debe de ser poco frecuente. No lo encuentro en la guía de árboles de ed. Bahía, por ejemplo. Desconozco si tiene algún fundamento etimológico serio, más allá de la evidencia geográfica o de la similitud fonética. A mí, en cualquier caso, me quedó claro que nunca encontraría un Q. pyrenaica en La Coruña. Todas las denominaciones, aquí: http://ilg.usc.es/indices/?m=2023

Di li Alberi et verdure

E. H. Gombrich sobre el Tratado de la pintura de Leonardo (en concreto, sección sexta del Codex Urbinas, Di li Alberi et verdure): “lejos de considerar la pura mirada como medio para conseguir su meta (= análisis científico de las apariencias naturales), Leonardo nunca se cansó de subrayar la importancia del razonamiento». Así, para reproducir la estructura de un árbol:

Leonardo entendía que las ramas se dividen poco más o menos como el delta de un río. Cuantos más tributarios nacen, menos agua lleva cada uno. Esto le hace concluir que si se suma el grosor de las ramas o ramitas tras cada subdivisión la suma debe coincidir con la anchura del tronco o de la rama que quede por debajo (…) Como consecuencia de este principio leemos en el fol.246r que el crecimiento anual de un árbol se refleja en estas ramificaciones, cuya suma equivale siempre a su vez a la anchura total del tronco. Se trata de una hipótesis de gran sencillez y elegancia, aunque vuelve a ser una construcción a priori a la que se llega más por razonamiento abstracto que por medición. Guardo en mi archivo una carta de la East Malling research Station de la Horticultural Society, que fue consultada a petición mía. El autor quedó impresionado por el estudio de “biométrica”, como él decía, de Leonardo, pero no pudo confirmar sus ideas. Ninguno de los ocho manzanos que midió se ajustaba a la predicción de Leonardo, siendo en realidad la suma total de los diámetros de las ramas muy superior al diámetro del tronco, aunque en la parte inferior, próxima a la primera división, la discrepancia fuera menos llamativa…”

Y sobre la representación de árboles con hojas, “uno de los problemas más recalcitrantes y complejos de la historia de la pintura”:
(…) Recordando los métodos reducidos de la tradición bizantina, representando todas las hojas de un árbol, y las fórmulas globales de Giotto, no sólo resultan admirables los métodos de Van Eyck para representar la luz y el follaje, sino que se aprecia lo conseguido por Leonardo en las extraordinarias páginas del Tratado, que aspiran a la clasificación científica de todas las posibilidades (…). Siempre sistemático, enumera cuatro factores que afectan al aspecto de las hojas de los árboles, a los que llama lustre, luz, transparencia y sombra… (…) Ha confundido a veces a los traductores, pero dentro de su contexto el significado es claro. Los extremos son la oscuridad de la sombra y la claridad del lustre. Entre ambos se halla la cualidad intermedia, que Leonardo desea dividir en dos: una más oscura próxima a la sombra, que llamará transparencia, y otra más clara próxima al lustre, que llama luz..»

E.H. Gombrich, Nuevas visiones de viejos maestros. Estudios sobre el arte del Renacimiento vol. 4, Debate, 2000, pp.44 y ss.

Reproducción de «Estudio de un árbol» y «Estudio de un bosquecillo», Leonardo da Vinci; hacia 1498. Windsor Royal Library

Jardín a oscuras (1)

Vogelgarten, Paul Klee

Con parecido «horror al vacío», como si el jardín fuera una especie de pecera con el espacio y el oxígeno limitados, Vogelgarten replica en abstracto al giardino dipinto del otro día (https://laramadeoro.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=7079&action=edit ). Solo pájaros y plantas, aunque estos sean de ninguna-raza/ sin padre ni madre. En los jardines nocturnos de verdad habría rapaces -un moucho, una lechuza en el olivo, al acecho de un ratón- y, si sonara la flauta, a lo mejor un ruiseñor (una amiga que vino a ayudar a podar las viñas lo escuchó el pasado mes de marzo, aquí mismo, cuando se levantó de madrugada para ir al baño). Entre las flores predominarían las blancas, o las amarillo o rosa muy pálidos, y muchas de ellas serían fragantes, las más fragantes del jardín, pues a los polinizadores que trabajan sin luz no les diría nada el rojo, el naranja, el azul…. Pero aquí no hay matices ni olores. Heinz 57 (varieties), le dicen los ingleses al chucho de raza x: -57, en este caso, pues se llega a él por sustracción, restando, restando, hasta quedar reducido a un espectro. Y al igual que en el fresco de Livia, fuera babosas, fuera lombrices, fuera ratones, avispas, culebras, chinches, orugas, mouchos, perros y gatos. Fuera el jardinero y fuera, sobre todo, el sol.

( Vogelgarten. Pinacoteca de arte moderno, Munich. Lo pintó Paul Klee en 1924, diez años después del viaje a Túnez; seis años después del final de la guerra)

Una viña roja, toda roja como el vino rojo

«Hemos visto una viña roja, toda roja como el vino rojo. En la lejanía se volvía amarilla, y más allá un cielo verde, con un sol; terrenos después de la lluvia, violetas y centelleantes de amarillo por aquí y por allá, donde se reflejaba el sol poniente…»
Vincent Van Gogh, Cartas a Theo, noviembre 1888
Pero solo un mes antes esas viñas de Arlès aún estaban verdes, y Vincent también las pintó:
«¡Si vieras las vides!. Hay racimos que pesan por lo menos un kilo. Este año las uvas son excelentes…»

Anastasio, antiguo propietario de LRO, solía repetir por estas fechas la misma cantinela: que cuando él era joven se vendimiaba en noviembre, y que a los vendimiadores hombres les daban medio litro de vino, y a las mujeres un cuartillo…
Hoy los viejos siguen vendimiando tarde, pasado el Pilar, y los vinos que «corren» -en tinajillas de barro los muy castizos, en barreños de plástico los más pragmáticos- tienen un aquel de coñac, muy apreciado por todos ellos (nada que decir). Sin embargo, en las mejores bodegas de esta zona vecina a Gredos -las de Bernaveleba, Comando G, etc- hoy se vendimia entre los últimos días de agosto (la uva blanca) y los primeros de septiembre (la tinta). Es decir, dos meses antes que cuando Anastasio era joven y que cuando Vincent vivía en Arlès. Es decir, dos meses antes de lo habitual en cualquier país del sur hasta hace nada (¿quince, veinte años?).
El cuadro de V. Van Gogh es conocido porque arrastra la fama (hoy discutida) de haber sido el único que vendió en vida. Lo pintó a principios de noviembre de 1888, mes y medio antes de pelearse con Gauguin, cortarse la oreja e ingresar por primera vez en un hospital. Hojeo un catálogo de sus cuadros. Van Gogh prefería sin duda la primavera -los árboles en flor, tan del gusto japonés: https://laramadeoro.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=4910&action=edit – y también el pleno verano: las labores de cosecha, los almiares… Pero viñedos solo se le conocen dos. La Viña verde, que está en el museo de Otterlo, y esta Viña roja, del Museo Pushkin (Moscú).
Eran éstas las viejas viñas de la Provenza, las mourvèdre (nuestra monastrell), cinsault, mouscardin…, que se salvaron de la filoxera por estar plantadas en suelos muy arenosos, en los que el insecto no puede cavar sus galerías y acceder a las raíces. No se plantaban en cuadrículas esmeradas, ni se ataban en contraespaldera (ahí se las ve, despatarradas por la arena) ni se mimaban tanto como hoy. Por otro lado, todas las figuras que vendimian en el cuadro son mujeres. En la mano debían de llevar serpettes. Con poco que se distrajeran -una broma, una pulla-, el filo de la serpeta les cortaba las yemas de los dedos, y así, con esos dedazos picoteados, tendrían por la noche que cambiar pañales y preparar la cena. Cada pocos pasos habría un capacho de esparto (?), y allí irían echando las uvas; después lo cogerían entre dos para poder subirlo al carro (en el pescante, arreando al caballo, sin duda un hombre). Los capachos quedarían rojos, gotearían mosto, se llenarían de avispas… Pero lo que más me alarma hoy, mirando y remirando el cuadro, es que las vendimiadoras arlesianas no flexionan las rodillas para cortar los racimos. Solo con verlas le duelen a uno las lumbares, y aún más al final de la tarde, momento escogido por Van Gogh, con ese sol redondísimo, blanco roto o blanco tostado, a punto de tocar tierra.

¡No me toques (las alcachofas)!

Noli me tangere,  Rubens & Brueghel, 1626
Museo de Arte de Bremen

rubens_bruegel_christus_erscheint_mariaJesús de Nazaret resucita este año a mediados de abril. Sólo ha estado fuera tres días, pero tres días que se han hecho largos, como suele pasar cuando la primavera tiene prisas por llegar (y se nota mucho alrededor) , pero el invierno no tiene ninguna en irse (y esto también se nota, sobre todo de noche). Como ya le había pasado antes a Tammuz/Adonis, al salvaje Attis, a Proserpina…  también Jesús regresa hoy  con los brazos cargados de flores. El trabajo se amontona en el huerto. Están abriéndose los tulipanes, las fritilarias, las anémonas, las margaritas, las alcachofas. Todo se acelera por horas, por minutos, y hay tanto, tanto que hacer, que el pobre Hijo de Dios, nada más resucitar, agarra la primera herramienta que pilla y se pone a quitar hierbas. En eso aparecen por un recodo del camino María Magdalena y dos amigos. El sepulcro de Jesús está vacío. Decepcionados, los dos hombres se van. ¿Qué se les pierde ya a ellos aquí?. Sólo Magdalena se queda junto al sepulcro. Deja en el suelo el frasco de aceite aromático que siempre lleva consigo (como el Bautista su piel de camello o San Lorenzo su parrilla) y se sienta sobre una piedra,  llorando sin hacer ruido.
Durante todo ese tiempo un jardinero ha estado afanándose con el bieldo y la laya entre los bancales. El bieldo, suponemos, para airear la tierra sin levantarla (como con una «grelinete»); la laya, para perfilar cuidadosamente cada bancal. Qué raro que hoy empiecen a trabajar tan temprano, piensa ella. Normalmente no hay jardineros a esta hora… Dos pájaros blancos,  tan blancos que pasarían por ángeles, cruzan en vuelo rasante frente al sepulcro. Y entonces Magdalena tiene una corazonada. Se vuelve hacia el jardinero, abre los ojos de par en par, e instintivamente alarga los brazos hacia él. “¡No me toques!”, dice San Jerónimo que dijo San Juan que dijo Jesús…(pues aún no estoy del todo allá…ni del todo aquí…). O bien, según otra interpretación,  «¡No me retengas!».

Jan Brueguel sabía pintar muy bien las cosas del jardín. No iba con su talante pintar una crucifixión, pues en la noche del Gólgota no hay flores ni frutas,  pero…¡ qué diferencia tres días después! Brueghel colaboraba con Rubens, con Jordaens y muchos otros, y a él siempre le tocaba esa parte del cuadro. Eran flamencos, todos ellos. Cualquiera que haya pasado por allí sabe lo que son los huertos en los Países Bajos. Ya por entonces (siglo XVII) eran los amos en la producción intensiva de hortalizas y el cultivo de “primores” (plantas forzadas a madurar antes de tiempo). Con todo y eso, las alcachofas son plantas del sur. En Amberes sería difícil sacar las plantas adelante. Lo hacían, pero es probable que su precio en el mercado fuera alto. Artículo de lujo, sólo para ocasiones especiales.

brueghel-jordaensEn esta otra versión del cuadro, obra de Jordaens y Brueguel, que se conserva en el Museo de Nancy, lo que el Nazareno tiene a los pies pasaría por un mercadillo callejero. En comparación con este cuadro, de fruta desparramada, macetones, hasta un ánade real de exposición, el de Bremen que abre el post resulta muy sobrio. La escena no se dispersa,  los protagonistas ocupan el primer plano,  Jesús viste de rojo… Y sin embargo, hay algo que desconcierta al contemplarlo: el Domingo de Resurrección sólo parece haber alcachofas en el huerto de Getsemaní. Si sólo hay alcachofas –aparte de algunas flores- uno tiende a recordar el cuadro más por la carretilla a la derecha de María Magdalena, que por esas dos manos luminosas que casi, casi se juntan, y que muy probablemente es lo que Rubens, autor de las figuras, querría poner de relieve. En el batiburrillo del cuadro de Nancy uno no sabe con qué quedarse, ¿los melones, las zanahorias…?. Todo desplegado como en un catálogo. Pero que el autor es el mismo, y que lo que a él de verdad le gustaban son las alcachofas, lo demuestra el carro que ocupa el lugar central.. Ahí os dejo todas esas verduras, escoged, dad gracias al Nazareno por haber traído con él la primavera…pero las alcachofas me las llevo yo.

No sé si existen otras representaciones de Jesús (seguro que sí) donde tan abiertamente se relacione su resurrección con la exuberancia de la primavera. Podemos dar por sentado que Brueghel nada sabía de ritos antíguos ni de adherencias paganas en el Evangelio.  Pero el vínculo existe, perceptible para el que se acerque lo suficiente a verlo.  Por un instante (el tiempo de una breve alucinación hortícola en un museo de Bremen o de Nancy) Jesús de Nazaret se convierte en Dios de la Vegetación, y María de Magdala en un trasunto de la diosa Istar/Astarté, capaz de ir hasta las puertas del inframundo a buscar a su amado (muerto y resucitado ritualmente, año tras año) para que en la tierra puedan florecer de nuevo las anémonas, las violetas, los tulipanes, las alcachofas…

                             ***
... y boletín informativo desde Sarria:

La primavera también explota en el río. Los alisos salvados «in extremis» la madrugada del 24 de febrero están cubiertos de hojas.  Esta mañana habrán repicado en el pueblo las campanas de Santa Mariña, y creo que, mirando esas copas y esas orillas verdes,  a todos se les habrá alegrado el corazón al escucharlas. Ayer se organizó un «roteiro» por el río. Pronto arrancará la peregrinación de los plataformeiros hasta Compostela, para decirle a Feijoo (si se digna a recibirles) que ya va siendo hora de entrar en razón. Por lo demás, una nueva denuncia está al caer. Y las otras siguen su curso.
Toda la información: httpos://www.facebook.com/salvemosoriosarria

Higos negros de Liotard

Liotard, figues noirs et poiresJean-Étienne Liotard pintó este cuadro a los 80 años.  Vivía entonces en una  gran casa de campo próxima a Ginebra, su ciudad natal, a donde había vuelto después de toda una vida rulando por las cortes de media Europa, desde Constantinopla hasta Londres, pasando por Versalles, La Haya, Viena.
Liotard ha retratado a reyes, emperadores, aristócratas y buenos burgueses.  Ha conseguido reunir un cierto capital. Vive tranquilo, retirado en la aldea de Confignons, y, al decir de algunos, reintegrado a la religión calvinista de sus padres (refugiados hugonotes, como tantísimos otros, a los que Ginebra debe su buena fama  hortícola y viticultora). Liotard tiene un hermoso jardín. La vista, más allá de los muros, es un paisaje de viñedos y frutales. No sabemos realmente lo que Liotard pensaba entonces, si echaba de menos o no las recepciones en el Hofburg,  las soirées en las Tullerías, o los reflejos de la luna sobre las aguas del Bósforo… Sí sabemos, en cambio, porque él se preocupó de hacérnoslo saber, que un día de agosto o septiembre, ya muy anciano, contempló un puñado de higos sobre la mesa y sintió la necesidad loca de pintarlos, es decir, de hacer que perdurasen en el tiempo. Higos de montaña, llamados «higos Nordland», de piel morada o violeta, casi negros, muy plantados junto al  lago Lemán y más al sur (sureste), en el Valais, tierra de albaricoques, ciruelas, manzanas y peras… Los higos Nordland aguantan hasta -15 grados bajo cero, incluso un poco más si la tierra drena perfectamente y la higuera está plantada en empalizada, contra un muro orientado al sur.  Quizá fueran también Nordland, o de alguna variedad parecida, las higueras que hizo plantar en su palacio de Potsdam Federico II el Grande, protegidas por aparatosos bastidores de madera y cristal.
Los higos de Liotard, sin embargo, tenían que ser para él algo más que una fruta sabrosa. Los pintó con la misma aplicación, la misma consideración, con la que años antes había pintado al Delfín o a la Emperatriz de Austria. Quizá más. Como los claveles y lilas que pintaba Manet al final de sus días, o los bodegones esquemáticos del casi nonagenario Renoir ( el pincel atado con vendas a su mano derecha, petrificada por la artritis), pintar flores y fruta a las puertas de la muerte  tiene mucho de acción de gracias, o mejor, de silenciosa declaración de fe:  fe en la vida tal cual la vemos y deseamos todos, creyentes o no, sin necesidad de sobreponerle mensajes cifrados.  Junto a los higos Liotard pintó también dos peras y un trozo de pan, una servilleta bien doblada y el mango de un cubierto, todas estas cosas con una perspectiva extraña, forzada, quizá con la intención de ver más y mejor (todos los puntos de vista a la vez) y de ayudarnos a nosotros – amigos lejanos-  a  mantener viva su admiración.

NOTAS

Sobre la (presunta) relación entre el despojamiento de estos bodegones tardíos y los austeros valores calvinistas:  Cl.Sttoulling,  «Natures mortes», p.110, apud Jean-Étienne Liotard dans les collections des Musées d´art et d´histoire de Genève. Somogy Ed., Paris 2002. A saber si esa relación estaba en la cabeza del pintor (además de en la del crítico del s.XXI). Lo único que nosotros vemos es esto: media docena de higos y peras en sazón, que un hombre ya muy mayor acaba de ordenar amorosamente sobre la mesa.

Para el que tenga interés en el cultivo del higo allende los Alpes, adjunto el enlace a un forum muy chusco que acabo de encontrar, y que se abre con el comentario de un «fig fan from Germany» (sic),  sorprendido al enterarse de que hay higos en Prusia:  
http://forums.gardenweb.com/forums/load/fig/msg1015515611539.html?13

En los terrenos del «château» de Confignon (la que fuera casa de Liotard) se siguen cultivando viñas y frutales.  Una enorme higuera crece a pocos metros de la parada del tranvía.

¡Crece!

melocotonero Van Gogh«Señoras y señores, fieles amigos, ahora esta servidora hará el número de  ‘La plantación de un melocotón’. Pero antes de ello vamos a abrir el número con una cita del presidente Mao: ‘Nuestra literatura y las artes sirven a los trabajadores, campesinos, y soldados‘. Entonces cogió el hueso de un melocotón del suelo, lo plantó en un terreno fértil y escupió un buche de agua encima. «¡Crece!«, le ordenó. Quién iba a decir que un brote de melocotonero de un rojo brillante iba a salir de la tierra. Cada vez era más y más alto, hasta que se volvió un árbol hecho y derecho. Entonces la multitud observó cómo brotaban las flores en las ramas y los melocotones empezaban a crecer. En cuestión de segundos estaban maduros, y eran de un color blanco hueso. Si los mirabas con atención parecía que unas diminutas bocas rojas salían del tallo. La chica cogió unos cuantos melocotones y se los dió a los espectadores, ninguno de los cuales se atrevía a probarlos. Con la excepción de un niño, Yu, que le cogió uno de las manos y lo devoró. Cuando le preguntó que qué tal sabía él contestó que delicioso. La chica volvió a invitar por segunda vez a los espectadores a que los probaran, pero de nuevo, simplemente, permanecieron ahí de pie con los ojos fuera de sus órbitas, tan impresionados que ninguno se atrevía a probarlos. La joven suspiró y con un movimiento de mano hizo que el árbol y los melocotones desaparecieran, dejando tan sólo el espacio de tierra vacío…»
(Mo Yan, La República del Vino, Ed.Kailas, 2012, p.238)

NOTAS
Vincent Van Gogh pintó este melocotonero a mediados de marzo de 1888. El cuadro está en Amsterdam, pero el árbol que le sirvió de modelo estaba en Arlès, en uno de los vergeles que entonces rodeaban la ciudad. «Bien ves -le escribía a su hermano Théo-  que los melocotoneros rosas han sido pintados con cierta pasión...».
Entre diciembre y febrero se plantan los frutales en el hemisferio norte, siempre que la tierra no esté helada ni sople fuerte el viento.  En LRO se han plantado esta semana («¡creced!») un cerezo, un albaricoquero, un caqui, un granado, dos ciruelos y un melocotonero.