Noli me tangere, Rubens & Brueghel, 1626
Museo de Arte de Bremen
Jesús de Nazaret resucita este año a mediados de abril. Sólo ha estado fuera tres días, pero tres días que se han hecho largos, como suele pasar cuando la primavera tiene prisas por llegar (y se nota mucho alrededor) , pero el invierno no tiene ninguna en irse (y esto también se nota, sobre todo de noche). Como ya le había pasado antes a Tammuz/Adonis, al salvaje Attis, a Proserpina… también Jesús regresa hoy con los brazos cargados de flores. El trabajo se amontona en el huerto. Están abriéndose los tulipanes, las fritilarias, las anémonas, las margaritas, las alcachofas. Todo se acelera por horas, por minutos, y hay tanto, tanto que hacer, que el pobre Hijo de Dios, nada más resucitar, agarra la primera herramienta que pilla y se pone a quitar hierbas. En eso aparecen por un recodo del camino María Magdalena y dos amigos. El sepulcro de Jesús está vacío. Decepcionados, los dos hombres se van. ¿Qué se les pierde ya a ellos aquí?. Sólo Magdalena se queda junto al sepulcro. Deja en el suelo el frasco de aceite aromático que siempre lleva consigo (como el Bautista su piel de camello o San Lorenzo su parrilla) y se sienta sobre una piedra, llorando sin hacer ruido.
Durante todo ese tiempo un jardinero ha estado afanándose con el bieldo y la laya entre los bancales. El bieldo, suponemos, para airear la tierra sin levantarla (como con una «grelinete»); la laya, para perfilar cuidadosamente cada bancal. Qué raro que hoy empiecen a trabajar tan temprano, piensa ella. Normalmente no hay jardineros a esta hora… Dos pájaros blancos, tan blancos que pasarían por ángeles, cruzan en vuelo rasante frente al sepulcro. Y entonces Magdalena tiene una corazonada. Se vuelve hacia el jardinero, abre los ojos de par en par, e instintivamente alarga los brazos hacia él. “¡No me toques!”, dice San Jerónimo que dijo San Juan que dijo Jesús…(pues aún no estoy del todo allá…ni del todo aquí…). O bien, según otra interpretación, «¡No me retengas!».
Jan Brueguel sabía pintar muy bien las cosas del jardín. No iba con su talante pintar una crucifixión, pues en la noche del Gólgota no hay flores ni frutas, pero…¡ qué diferencia tres días después! Brueghel colaboraba con Rubens, con Jordaens y muchos otros, y a él siempre le tocaba esa parte del cuadro. Eran flamencos, todos ellos. Cualquiera que haya pasado por allí sabe lo que son los huertos en los Países Bajos. Ya por entonces (siglo XVII) eran los amos en la producción intensiva de hortalizas y el cultivo de “primores” (plantas forzadas a madurar antes de tiempo). Con todo y eso, las alcachofas son plantas del sur. En Amberes sería difícil sacar las plantas adelante. Lo hacían, pero es probable que su precio en el mercado fuera alto. Artículo de lujo, sólo para ocasiones especiales.
En esta otra versión del cuadro, obra de Jordaens y Brueguel, que se conserva en el Museo de Nancy, lo que el Nazareno tiene a los pies pasaría por un mercadillo callejero. En comparación con este cuadro, de fruta desparramada, macetones, hasta un ánade real de exposición, el de Bremen que abre el post resulta muy sobrio. La escena no se dispersa, los protagonistas ocupan el primer plano, Jesús viste de rojo… Y sin embargo, hay algo que desconcierta al contemplarlo: el Domingo de Resurrección sólo parece haber alcachofas en el huerto de Getsemaní. Si sólo hay alcachofas –aparte de algunas flores- uno tiende a recordar el cuadro más por la carretilla a la derecha de María Magdalena, que por esas dos manos luminosas que casi, casi se juntan, y que muy probablemente es lo que Rubens, autor de las figuras, querría poner de relieve. En el batiburrillo del cuadro de Nancy uno no sabe con qué quedarse, ¿los melones, las zanahorias…?. Todo desplegado como en un catálogo. Pero que el autor es el mismo, y que lo que a él de verdad le gustaban son las alcachofas, lo demuestra el carro que ocupa el lugar central.. Ahí os dejo todas esas verduras, escoged, dad gracias al Nazareno por haber traído con él la primavera…pero las alcachofas me las llevo yo.
No sé si existen otras representaciones de Jesús (seguro que sí) donde tan abiertamente se relacione su resurrección con la exuberancia de la primavera. Podemos dar por sentado que Brueghel nada sabía de ritos antíguos ni de adherencias paganas en el Evangelio. Pero el vínculo existe, perceptible para el que se acerque lo suficiente a verlo. Por un instante (el tiempo de una breve alucinación hortícola en un museo de Bremen o de Nancy) Jesús de Nazaret se convierte en Dios de la Vegetación, y María de Magdala en un trasunto de la diosa Istar/Astarté, capaz de ir hasta las puertas del inframundo a buscar a su amado (muerto y resucitado ritualmente, año tras año) para que en la tierra puedan florecer de nuevo las anémonas, las violetas, los tulipanes, las alcachofas…
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... y boletín informativo desde Sarria:
La primavera también explota en el río. Los alisos salvados «in extremis» la madrugada del 24 de febrero están cubiertos de hojas. Esta mañana habrán repicado en el pueblo las campanas de Santa Mariña, y creo que, mirando esas copas y esas orillas verdes, a todos se les habrá alegrado el corazón al escucharlas. Ayer se organizó un «roteiro» por el río. Pronto arrancará la peregrinación de los plataformeiros hasta Compostela, para decirle a Feijoo (si se digna a recibirles) que ya va siendo hora de entrar en razón. Por lo demás, una nueva denuncia está al caer. Y las otras siguen su curso.
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