Los casijardines de LRO (1)

Diciembre 2011

Quedan tres días para el solsticio de invierno. Tres días eternos, los más oscuros del año. ¿Qué hacemos?. Sobre todo comer bien y dormir mucho. Aguantar un poco más, que esto del invierno se cura… ¿Y recordar el mes de abril, por ejemplo?.

En LRO se han casi-ajardinado dos únicos rincones. Ambos están especialmente bonitos entre abril y junio, pero aguantan sin mayores trastornos hasta el final del otoño. Uno detrás de las camas de las fresas, y otro junto al emparrado de la casilla. Dos “casijardines” por los que se está pasando todo el tiempo.

¿Y por qué ajardinar nada en una finca rústica?. Para ser coherente con mis principios (respetar el orden natural de las cosas: la sucesión ecológica, la flora autóctona), ¿no debería dejarlo todo tal cual?. En esos dos rincones he decidido que no, que prefiero meterles mano. Razones. Primero, si lo dejo todo tal cual, ya a finales de junio tendré agostadas las hierbas y se impondrá el desbroce también ahí, en las proximidades de la zona de mayor paso (como en otros lugares “sensibles” de la finca que también se desbrozan… o deberían: caminos, calles entre viñas, y lindes). Esos dos rincones de los que hablo también quedarían desnudos, rapados al cero. Segundo. Si pongo cerca de mí –cerca de la casilla, cerca de la furgoneta– unas masas de arbustos o plantas vivaces perfectamente adaptados a este clima y suelo, hay muchas probabilidades de que me pueda permitir cuidarlos (regarlos, limpiar ramas secas), porque los tengo muy a tiro, no me supone ningún esfuerzo especial atenderlos. Y, en consecuencia, tengo masas verdes, e incluso flores, también en uno de los momentos más angustiosos del año, cuando todo, salvo las huertas, está reseco o pelado por la desbrozadora. Así, no sólo están más bonitos los alrededores de la casilla, sino también más contentos los insectos y algunos productos de la huerta, como los calabacines, por ejemplo, que a veces no cuajan, se quedan canijos y amarillean, precisamente por una mala polinización. Esta última razón (atraer y proteger a los insectos, y hacerlo no sólo dentro de la huerta, donde ya se siembran anuales ornamentales, en particular tagetes y caléndulas) es también la que me ha llevado, por un lado, a dejar pequeños islotes sin desbrozar incluso en esas zonas sensibles que enumeré antes, y, por otro, a preparar una “tira de flores” permanente junto a las moras (hablaré de ella en otra entrada).

Así que, en pleno verano, y en las zonas de más trajín, en LRO tendremos:

1- verde + flores en los casijardines y en la “tira de flores”, además de las anuales sembradas en las huertas, y 2- refugios de hierbas altas, secas, llenas de semillas, en los islotes salvados por la desbrozadora (como en la zonas alejadas que se quedan sin desbrozar, claro).

Estas dos fotos corresponden al casijardin número uno, orientado al este y plantado en tierra muy ligera, al pie de unas rocas (rocas que mantienen fresco el suelo y protegen las plantas de los rayos del sol poniente): Heuchera `Purple Rain’, Euphorbia `Red Wings’, Santolina sp., Artemisia `Powis Castle’, Salvia officinalis (en flor en la foto), Sedum spectabile, Geranium sp. (¡que no Pelargonium!), Salvia aurea, Stachis bizantina (la que está en primer plano en esta segunda foto), Thymus citrodorus, Iris germanica. En el extremo del casijardín, dando la vuelta a las piedras, hemos plantado un grupo de lavandas, que parecen cuidar de sí mismas bastante bien. El cuasijardin se riega dos o tres veces a la semana, con manguera.

Honorables rosas chinas

23 de noviembre 2011

Rosa chinensis ‘Mutabilis’ frente a la casilla de La Rama de Oro, un veinte de octubre, y en la parte trasera del Museo del Quai Branly, en París, a finales de septiembre.

También en LRO la floración de las rosas `Mutabilis’  remonta en otoño, pero no es ni la sombra de lo que fue entre abril y junio. Me imagino que las cosas serían diferentes si regara intensamente todo el verano, pero no quiero hacerlo. He comprobado que estos rosales están fuertes, y muy sanos, con un riego semanal durante julio y agosto. Es suficiente. Si la floración es algo menor que en primavera lo asumo como algo normal  Regarlos más no sólo no está previsto en el “régimen de aguas” de LRO; es que me da en la nariz que… que sí tendrían más flor en septiembre, pero seguramente también más oídio y más marsonia (“mancha negra”).

Ese espacio frente a la casilla, orientado al este, era un terreno en pendiente hacia las viñas. Levantamos un pequeño muro de piedra y lo rellenamos con la tierra procedente de la excavación del estanque. Es una tierra pesada, que mezclamos –¡por añadidura!– con varios sacos de tierra también arcillosa (muy rica y ligeramente caliza) procedente del jardín de uno de mis clientes. Por la tarde la propia casilla proyecta su sombra sobre el macizo, así que la evaporación se reduce en las horas más calurosas. Al pie del muro, pero por dentro, colocamos en su día un tubo de drenaje perforado, que recogiera el agua excedente y la evacuara por un saliente en el punto más bajo. La idea era proteger los cimientos del muro y, de rebote, evitar que las raíces de las plantas se encharcaran.

Estos rosales ‘Mutabilis’ –cuyas flores van pasando del amarillo melocotón al rosa pastel o magenta– están plantados en compañía de una jara blanca, varias estipas y media docena de verbenas de Buenos Aires. El pasado año añadí otro rosal chino, un ‘Old Blush China’, que es igual de remontante que el `Mutabilis’, con hojas igualmente pequeñas y apuntadas, ¿y quizá un poco más fragante? (nada del otro mundo, en cualquier caso). Cuentan los manuales que este ‘Old Blush’ fue uno de los primeros rosales chinos en llegar a Europa, gracias al capellán –de origen sueco– de un barco de la Compañía de las Indias Orientales. El rosal salió de la provincia china de Guangzhou y llegó por mar hasta Uppsala en la segunda mitad del siglo XVIII, dejando maravillado a todo el que la contempló. Por entonces pocos imaginaban que pudiera existir algo así: rosales floreciendo durante meses y no sólo entre mayo y junio… Se piensa que el rosal ‘Mutabilis’ llegó casi un siglo más tarde, tal vez procedente de la misma provincia china (para ser precisos: del mismo vivero chino), pasando primero por la Isla de la Reunión (escala comercial de muchos barcos), por los jardines de la familia Borromeo en el Lago Como después, y de ahí, finalmente, a Ginebra, a las manos del botánico y viverista Henri Corrévon, al que se atribuye el inicio de su comercialización por Europa. (1)

Así que mis rosales  pertenecen a una vieja estirpe aristocrática, oriunda de Guangzhou. No se puede pasar junto a ellos sin hacerles un saludo reverencial agachando la cabeza. Esto debe saberlo, y respetarlo, todo el que se acerque por LRO…

En verano, cuando los rosales se aletargan un poco, las verbenas toman el relevo. Cada pie de verbena dura unos dos años, pero aunque fueran anuales daría lo mismo porque se resiembran solas con mucha facilidad, de forma que, para tener siempre en flor el macizo, me basta con trasplantar esas pequeñas verbenas cuando ya miden un palmo. En la parte de delante, entre las piedras, hay Erigeron karvinskianus y un pie de Gipsophila en la parte del muro que da al pilón. En el capítulo de las marras habrá que anotar dos hinojos de color bronce. ¡Qué bien habrían quedado mezclados con las rosas Mutabilis! (así los vi en un libro de J.P. Collaert). ¿Era demasiado pesada la tierra para unos hinojos?. Como no estoy ni mucho menos conforme con este fracaso, volveré a intentarlo en cuanto pueda. Para terminar, en las dos esquinas del macizo hay romeros rastreros. Tanto más sanos y florecientes –prácticamente diez meses al año– cuanto menos caso se les hace.

 (1) La historia más completa y coherente de las rosas chinas en Europa la he encontrado en este libro: La Rosa, una herencia de color, de Peter Harkness. Ed. Cartago 2005.

Uvas de gato (2º parte)

Septiembre  2011

Los Sedum spectabile y telephium, con su cohorte de híbridos, son plantas erguidas, de hojas anchas como espátulas, y de floración muy decorativa hacia la segunda mitad del verano. Son como las parientes “crecidas” de los sedum rastreros. Sus condiciones de vida son, sin embargo, muy similares, con la única salvedad de que necesitan más suelo (más profundidad de suelo, pero no más rico; la planta se abriría, afeándose). He leído que proceden de China. No están mal combinadas con sus parientes rastreras, pero mucho, mucho mejor,  proyectadas contra un grupito de gramíneas (stipas, calamagrostis…) y en proximidad de unos Ophiopogon nigriscens: los tonos apagados de las flores ya pasadas del Sedum casan bien con el color chocolate de los ophiopogon.  Así las ví hace tiempo en el festival de Chaumont; desde entonces las he vuelto a ver –el mismo patrón, con pequeñas variantes– en muchas revistas y en otros jardines del norte.  Las gramíneas –en particular la stipa– tienen tan poca necesidad de agua como el sedum y el ophiopogon. Y una cosa más. Las flores de estos sedum están entre las más visitadas por los insectos en septiembre y octubre. ¿Quizá porque en el secarral de La Rama de Oro nadie más –salvo achicorias y erigeron– tiene valor para florecer en este momento del año?.

Uvas de gato (1ª parte)

Septiembre 2011

Son los sedum rastreros. Esas plantas carnosas, de hojas pequeñas y gruesas, que tapizan las rocas en aquellos puntos en los que éstas parecen doblarse, formar un ángulo o una ligera hondonada donde pueda acumularse algo del polvo traído por el viento, restos de líquenes pioneros… y poco más. Se han puesto de moda con los llamados “tejados vegetalizados”, pero por aquí es una planta del montón (S. acre, S. album…). No hay fisura en la que no encuentre acomodo, e incluso ha empezado a extenderse a su aire entre las tejas de nuestra casilla.

Como todas las plantas crasas, también los sedum son vegetales frugales y resistentes. Tienen flores en forma de estrella, minúsculas, agrupadas en cabezuelas de diferentes colores: blanco, blanco-rosado, amarillo. Entre las variedades hortícolas, el Sedum spurium púrpura y el tricolor. Ambos están ya plantados en uno de esos rincones perezosamente ajardinados de La Rama de Oro. No los riego jamás.

Una combinación para maceta: sedum al pie de un Aeonium “cabeza negra”, cubriendo a continuación el sustrato con gravilla fina de río, y la maceta pintada de azul turquesa. Otras dos combinaciones: sedum con Lampranthus, de flores anaranjadas, en una jardinera en el alféizar, o con Delospermum cooperi en la parte frontal de un macizo (proporción de referencia para 1m2: grupo de tres Delospermum y alfombra de siete sedum). Todas esas combinaciones las he probado en mi casa en Madrid. Las regaba una vez a la semana en verano, y nada el resto del año. Lo único que me fastidiaba un poco es que las flores de Lampranthus y Delosperma no duraban más de veinte días. ¿Hubieran durado más con riegos más frecuentes? En todo caso, el follaje nunca decayó, y ninguna de esas plantas ha muerto todavía.

En cuanto al acolchado mineral, yo creo que es imprescindible, no sólo por razones estéticas y por evitar malas hierbas, reducir evaporación, etc., (como todos los acolchados), sino que (¡sobre todo!) protege el cuello de sedum y demás plantas crasas de posibles pudriciones (hay muchas más posibilidades de cargarse un cactus por exceso de riego que por lo contrario).