Trampa-botella para velutinas

Costa da Morte, marzo 2024

modelo 1: se corta la parte superior de la botella y se vuelve a introducir dada la vuelta. Aquí los dos trozos están sujetos con cinta adhesiva
modelo 2: se corta la parte superior de un botellín más pequeño y se le hace un agujero al grande, en el lateral, para introducirlo (como un mini embudo)

modelo 3: La Voz de Galicia 28.3.24

Los dos modelos de trampa-botella que corren por la web funcionan: uno tiene el embudo arriba (foto1) y otro en el lateral (foto 2). El primero tiene la ventaja de que el embudo es más grande pero la desventaja de que se puede llenar con la lluvia. El segundo, a la inversa, tiene el embudo más pequeño (se hace con la parte de arriba de un botellín de medio litro, insertado en otro de litro o litro y medio) pero está siempre más protegido. Un tercer modelo (foto 3), explicado en el artículo de La Voz de Galicia del 28 marzo, sería la botella con su tapón, entera, pero con orificios de entrada de 8 mm en la parte alta.

Hay varias recetas para el mejunge. La que usa Calixto, vecino de mi padre: cerveza y Aquarius de naranja a partes iguales ( Calixto: no vale de limón). Otros dicen que cualquier vinorro pasado mezclado con agua y azúcar. Otros que miel, o que orujo, o que orujo con miel o con vinagre, o agua con azúcar o aquarius o zumo de arándanos, y orujo o cerveza y/o vinagre, incluso ¡vermú! La lista de recetas es larga, pero quizá una sola cosa a retener. Azúcar más levaduras (que ya están en la cerveza o en el vino/vinagre, pero también pueden añadirse: una cucharadita de Royal) más algo de calor = fermentación = avispas en camino. Y siempre es así, sea en la parra en septiembre, sea en un montón de manzanas podridas en el fondo de un hórreo… sea en una trampa azucarada en una camelia en flor en marzo, que es cuando hay que ir a por ellas, a por las hembras fundadoras velutinas, para evitar que aniden.
Proporción aproximada: para cinco litros de agua (= 10 trampas), 2 kg de azúcar, medio sobre de levadura, un chorro de vinagre. O bien, para sólo 2-4 trampas: 1 cerveza, 1 aquarius de naranja, unas gotas de vinagre,y completar con agua y azúcar. Funciona. Comprobado.

La trampa se cuelga en un sitio protegido del viento, ni muy alta ni muy baja (= que podamos ver con facilidad el contenido), atada a la rama de lo que en este momento esté en flor (por aquí: rododendros, camelios, azaleas precoces, glicinias) Es recomendable atar la trampa con una lazada (firme) en vez de un nudo, para que sea cómodo desatarla. Habrá que revisarla una vez a la semana o cada diez días -por ejemplo. Si en la trampa hay «caza», la vaciamos y volvemos a rellenar de mejunge. Hay quien deja una velutina fermentando… (*pero no lo entiendo bien; ¿por las feromonas? ¿sigue desprendiéndolas una avispa muerta y bien muerta? )

Si no se hacen estos agujeros + bridas o ramitas, ES MEJOR NO USAR LA TRAMPA.

MUY IMPORTANTE. Para que los otros insectos (todos los demás que hayan entrado en la trampa) puedan salir -o lo tengan más fácil- hay que hacerle a la botella unos agujeros un poco por encima del mejunge. Es decir, si rellenamos cuatro dedos la trampa-botella, conviene hacer dos o tres agujeros a la altura del que sería quinto dedo. Medio cm de diámetro, por ejemplo. Pero también se pueden hacer algunos agujeros más, de diferentes diámetros, hasta la parte de arriba. La mayoría de los otros insectos saldrán pero la enorme velutina no. Del artículo de La Voz (véase foto 3) he sacado la idea de la brida: se hace una ranura fina en la botella y se introduce una brida larga en el mejunge, a modo de puente por el que puedan subir los insectos hasta los agujeros de escape de la parte media o alta. ¿Podrían valer en lugar de la brida unas ramitas? Pues sí, es todo lo mismo. Por otra parte, parece que la adición del vinagre no sólo ayuda a la fermentación: atrae a las velutinas pero disque repele a los demás.

Por último. Para entender esta inquina contra la velutina: https://www.miteco.gob.es/content/dam/miteco/es/biodiversidad/publicaciones/estrategias/estrategia_vespavelutina_tcm30-69976.pdf. Las crías de Vespa velutina, avispón negro/avispón asiático, son grandes predadoras de abejas melíferas y otros polinizadores, ya de por sí bastante amenazados en todo el planeta. (En su fase adulta, sin embargo, la velutina se alimenta sobre todo de frutas maduras -y por eso la trampa-botella con el mejunge «tipo Calixto» funciona en este momento del año).

P.D. SE AGRADECE CUALQUIER CORRECCIÓN / COMENTARIO

3/marzo. Me mandan desde Sarria la sugerencia de subir la dósis de azúcar (*ya está corregido: 2kgs para 5 litros), la idea de usar como alternativa zumo de arándanos (*ya añadido a la lista de recetas), y este link de Campo Galego:

Manual de heridas (4)

A pesar del temporal de nieve de 2021(‘Filomena’), que literalmente la tronchó, la encina de la entrada se ha recuperado. Le hemos quitado ya las muletas. Las heridas están casi cerradas. Y aunque la copa sigue descompensada, la recuperación es tan evidente que pronto, quizá el próximo invierno, podremos rehacerla podando por la derecha (por donde se desagarró el árbol; como no llegó a romperse del todo, enderezamos el tronco partido y lo atamos a una especie de corsé de madera, sus «muletas» durante estros tres años)
Tres años. Aquel día, cuando por fin conseguimos llegar a LRO, hundida bajo la nieve, se nos cayó el corazón a los pies al ver la encina tronchada.
La dimos por perdida: ¿cómo iba a soldarse de nuevo una copa entera?

Enero 2024


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Anotación de enero de 2021, que no llegué a subir al blog:
La nevada troncha la copa de la encina de la entrada (esta misma: https://laramadeoro.com/2019/05/27/encina/). Se abre una grieta de un palmo, justo en la cruz, y solo queda en pie una rama lateral de menor diámetro. Subimos la copa y la atamos con la primera cuerda que encontramos. La descargamos de dos tercios de su peso. La arremetemos. Dos tutores sólidos de diferentes alturas -estacas, afianzadas entre sí con otras de menor tamaño- para evitar que vuelva a partirse, uno para la copa enderezada y otro para la rama superviviente. Cambiamos las ataduras por alambres metidos en trozos de manguera vieja, que no hagan rozaduras en la corteza.

Flores nabucodonosorcitas

Los ojos bien abiertos. Las manos quietas.
Hay que andar con tiento al empezar la primavera. Se calienta la tierra, la savia sube, se despabilan los invertebrados que hibernaban en los montones de hojas, las gramíneas secas, en las cabezuelas sin podar de las hortensias, las arrugas de las cepas, la corteza de los frutales… Al pie de las plantas empieza a moverse todo. Y en las macetas, lo mismo. El principio es este: no cargarse porque sí todo lo que bulle entre los brotes. El principio es, mejor dicho: aprovechar este momento para observar con atención (y si hay que actuar, que a lo mejor NO, que con mucha frecuencia es NO, que casi siempre es NO, ya se verá cómo y por qué -tag «grillotopo», por ejemplo; para lo demás, tag «insectos». Observar y estudiar un poco. No ser como los nabucodonosorcitos, que lo hacen todo con entusiasmo pero a lo loco)

Cy Twombly, tulipanes

Mucho menos conocidas sus fotos que sus cuadros. Estos tulipanes ( quizá ‘Orange Favourite’) del catálogo de la exposición de Nueva York en 1993 (matthewmarks.com)

Los primeros tulipanes variegados o «de color-roto» debían su belleza a un virus (familia de los Potiviridae, no identificado hasta el siglo XX), es decir, al hecho de estar enfermos, de acuerdo con esa perversa relación entre enfermedad/ hermosura que da no poco que pensar (porque va mutando con el tiempo pero no acaba de desaparecer del todo), y que en tiempos parecía justificar, por ejemplo, que hubiera señoras que usaran la Atropa belladona para dilatar las pupilas o comieran arcilla para tener el cutis más blanco, y de este modo -cloróticas y cegatas perdidas- disque estar más guapas y tener más éxito en la vida. Las ostras producen perlas cuando un cuerpo extraño entra en ellas; las «impurezas» en un cristal de cuarzo pueden hacerle adquirir categoría de gema. Pero las piedras y petrificaciones son una cosa y los seres vivos otra -cabe pensar-, incluso a efectos de simple rentabilidad. A diferencia de las ostras perleras, que producen la perla precisamente para aislar al cuerpo extraño, lo que pasaba con los tulipanes es que cuanto más asombrosa «salía» la flor, más debilitado resultaba el bulbo y más incierto era el éxito de sus bulbillos. ¿Había, por tanto, que seguir tratando de obtener y reproducir bulbos enfermos, que se sabía que lo estaban? No, no salía a cuenta (como tampoco parecía muy rentable acabar con un pie en la tumba para casar bien…) A cambio, sí empezaron a tener éxito las hibridaciones artificiales de tulipanes sanos, y ese fue el camino a seguir para la producción de «rarezas». Hoy en día, todas esas variedades fantasiosas (como las de la foto de Cy Twombly ) son el producto de la selección en laboratorio. A nadie le interesa jugar a infectar bulbos con un potyvirus, todo lo contrario, aunque haya quien afirme -basándose en dibujos y cuadros del XVII- que nunca jamás, never more, podremos ver tulipanes comparables al ‘Semper Augustus’ original, fatalmente enfermo, irremediablemente perdido.

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Todos los tulipanes que vemos desde el tren -cientos de hectáreas al sur de Haarlem- llevarán su floración a término, porque son campos de producción de bulbos y no de flor cortada (esa es otra filial, la de los invernaderos, que viene a continuación). Cuando la flor decae -allá para abril- las segadoras descabezan el campo de tulipanes. Hojas y tallos continúan fotosintetizando para que engorde el bulbo. La cosecha tiene lugar en julio, con tractores equipados con un bastidor especial que va levantando las redes en las que habían sido plantados los bulbos, de modo que la operacíon sea más rápida, fácil y sobre todo limpia. Los bulbos se van al almacén para ser seleccionados; entonces, o bien vuelven a ser plantados en un invernadero 100% monitorizado por ordenador (los mejores bulbos: empieza la «filial flor»), o bien se guardan para la siguiente siembra de otoño en campo abierto (los bulbillos más pequeños), o bien, los menos, aparecen en una redecilla bien etiquetada en un estante del centro de jardinería -pongamos, en Shanghai, Boston, Ciudad de Méjico…- o, pongamos, en la tienda de semillas y piensos de mi pueblo. Un bulbo anodino, feúco, pero que lleva en sus tripas parte de la historia de la horticultura de Europa, o historia a secas, si se prefiere: una mezcla de buen gusto (los ojos bien abiertos de los holandeses ca. 1600, pues fue por una flor, ni más ni menos, por lo que pusieron su economía patas arriba a mediados de siglo) empeño, constancia, capacidad de organización, falta de escrúpulos comerciales y saludable afán de lucro. Al final del camino, esto:
https://fb.watch/pX2quRsdWf/

Notas
Sobre el «Tulip breaking virus», estupendo artítulo de la wikipedia. Historia de los bulbos infectados + lucha a brazo partido contra la propagación del TBV y similares (vía áfidos), que cada primavera causan pérdidas millonarias en el sector.


Vide-grenier 2023

Marea baja en la playa de Sada. Hippeastrum ‘Sweet Pink’, con nieve detrás . Camino de los Faros a la altura de Cabana. Niebla en la viña (*post de octubre). Relectura de Joseph Roth (Marcha Radetzky). Lectura de la Historia Natural de Europa, Tim Flannery + dos dinosaurios de goma. Los caballitos y las palmeras de los Cantones, no completamente a salvo del «picudo» (véase nota 1). El Campanile desde la Dogana. Hippeastrum ‘Sweet Pink’ ahora, con la nieve ya derretida (2).

Notas
1.https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/2023/11/24/ines-rey-sobre-plaga-picudo-preocupacion-intensa-palmeras-mendez-nunez/00031700831389777932387.htm
2. Pocos bulbos más fiables y madrugadores que los del Hippeastrum. En LRO, ya H. ‘Rilona’ : https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/5191

Arbusto bajo + tapizante

Pittosporum tobira ‘Nana’ + Geranium sanguineum como tapizante/cubresuelo. Y abajo: una hortensia cualquiera + la temible Oxalis corniculata (aleluya o acederilla común).
Mismo esquema en los dos casos: arbusto bajo + cubresuelo para un macizo en semisombra, suelo mínimamente fértil (< aportes de materia orgánica cada dos o tres años) y si hay posibilidad de regar en verano, una vez a la semana/10 días en clima seco, o una vez al mes en la costa… Mantenimiento próximo a 0, salvo la poda de la hortensia.

Las aleluyas/acederillas comunes -aquí a la izquierda- son feroces invasivas, en especial en suelos arcillosos. Es decir, que, a pesar de sus ventajas (suelo cubierto eficazmente, mantenimiento nulo) pueden no valer en según qué macizo… La foto es de un pequeñísimo jardín urbano, entre dos aceras y la calzada, donde el peligro de conquistar otros espacios ajardinados es mínimo (no imposible, porque la semilla se disemina con facilidad) y donde no tiene cerca otras herbáceas con las que competir (¡la hortensia se defiende bien sola!). Una variedad más tratable pero también más exigente es la Oxalis acetosella, la que crerce por carballeiras y soutos (ergo: materia orgánica disponible) pero requiere sombra, incluso sombra profunda.
Foto de arriba. Los pitósporos son arbustos-todoterreno en las condiciones descritas (semisombra, suelo enriquecido de vez en cuando, riego medio-bajo). El que interesa aquí es sólo el Pittosporum tobira ‘Nana’, pues el común (Pittosporum sp.) se abre y desparrama y puede llegar a crecer más de dos metros, como un arbolito de copa abierta. Los geranios-cubresuelos, por su parte, también aguantan mucho. Incluso en el secarral de LRO los he plantado; tras el riego de supervivencia de los dos primeros años, para que pudieran instalarse, ni una gota he vuelto a darles, hasta el punto de casi olvidar aquellos «casi jardines». Explicación de que hayan aguantado a pesar de mi falta de atención: sombra en las horas centrales del día. Aunque la razón de plantar geranios, en mi caso, no fuera disfrutar de su floración sino poner desconsideradamente a prueba su resistencia, a nadie le amarga un dulce: las flores de mi Geranium sanguineum `Max Frei´ son de color violeta, pequeñas, poco duraderas pero abundantes.

Nota. «Tapizante» alterna en los catálogos con «cubresuelo de poca altura»; pero todas estas plantas tienen en común su capacidad para extenderse -por diferentes medios-, cubrir, tapar …ese espacio que si no estuvieran ellas vendrían a ocupar las hierbas adventicias (en el caso del Oxalis lo justo sería decir «otras hierbas adventicias»)

Dorona, uva de oro y sal

Uva «Dorona»: variedad local prácticamente extinta tras la gran inundación de 1966; recuperada hace 20 años gracias al empeño de la familia Bisol (1), con ella se elabora de nuevo vino blanco en la laguna de Venecia (primera cosecha, 2010). Mazzorbo: isla dedicada tradicionalmente a la huerta y la viña (como la vecina Burano a la pesca; si todos los astros confluyeran: branzino de la laguna y una copa de este vino, aprox 30 euros el dl). Torcello, Sant´Erasmo, Murano… otras islas de la misma zona, en la parte norte de la laguna. Vino Venissa: monovarietal «dorona» fermentado con los hollejos durante 20 días, y de ahí ese color dorado, doradísimo, como la propia foglia d´oro que lleva cada botella.

(Conclusión: hay esperanza, incluso en Venecia)

(1) Los Bisol de Valdobbadiene, productores de prosecco.

A las puertas del invierno

27 septiembre. Por primera vez en 17 años no hemos podido vendimiar. Se llevó las uvas Perico, quien, por su parte, las hizo llegar a una nueva bodega de Navas del Rey (la cooperativa del pueblo ha cerrado). Recogidas el último fin de semana de septiembre, el nivel de azúcar estaría ya disparado, es decir, en su punto, tal como a Perico y a sus amigos les gusta. He pasado unos días en casa: hay otoñada, confirmado, gracias a las lluvias del mes pasado. Dice Manduca, sin embargo, que el agua que cayó por aquí no es suficiente. Que si el zamujo no está empapado no habrá níscalos, y el zamujo a día de hoy no está empapado, así es que… Pero bueno -añade, contemporizador como buen cabrero- en las pinadas claras, donde los árboles no están crecidos, la capa de zamujo es fina, se humedece enseguida, y al mismo tiempo deja que se caliente la tierra y basta para conservarle ese calor, lo que también es debido para que asome el níscalo. Por allí podríamos buscar. Quedamos en ir a Matalaszorras un día de noviembre, si yo pudiera volver, y de paso que cogemos níscalos llenamos también unos sacos de piñas -que él dice piñotas. Según la raza del pino (albar para piñonero; negral para el de enresinar) y según lo vieja que sea la piña, unas valen para prender el fuego, otras sólo para mantenerlo… (* este tema queda para otro día). En cualquier caso: los negrales, dice Manduca, son más finos para criar níscalos. Tiene fichados, por arriba del tinao, dos pimpollos de negral que crecen en una viña; por allí también hay que mirar. A lo mejor va esta misma tarde con las cabras, por capricho, aunque poco convencido de encontrar nada… y no sólo porque aún sea pronto, sino por el destrozo de los que vienen de Madrid el fin de semana, que a cada pino que ven le remueven el zamujo con palos (y así se va todo a tomar por culo, sentencia en su claro castellano Manduca, que antes se deja cortar la lengua que decirle a nadie -yo incluida hasta hace poco- la ubicación exacta de las pinadas y pimpollos donde él llena el cesto)

24 octubre, en LRO. La foto es de ayer a las 9.30 de la mañana, con la niebla deshaciéndose -sube desde el Tórtolas- y el sol empezando a atravesarla. Las cepas todavía tienen hojas, las últimas. Ha llovido más pero Miguel Manduca aún no ha catado un níscalo. Normal. No pasa nada. De momento sólo hay uno o dos por ahí escarriaos. Pero si el tiempo sigue así, el paseo de noviembre hasta Matalaszorras no será en balde.

N.B.
-Zamujo es sinónimo de pinocha. No lo encuentro en el diccionario, pero lo mismo me pasa con otras palabras de Miguel, como «tinao» -que la RAE no recoge con el sentido de «majada». Así que no hago mucho caso; lo escribo tal cual se lo oigo a él, como albar y negral, en la acepción que él les da.

Hortensias ‘Annabelle’

A diferencia de las hortensias comunes (Hydrangea macrophylla: las de todos los jardines gallegos, en azul o en rosa, según el pH), estas Hydrangea arborescens ‘Annabelle’ toleran el frío intenso y los suelos neutros-calizos, de textura arcillosa (¡sin pasarse!). La parte mala es que tienden a bajar mucho la cabeza: hay que podarlas más arriba que a las macrophylla, dejar más yemas, porque los pedúnculos son desproporcionadamente finos para unos capítulos florales tan voluminosos, a la par que contritos… Un amigo mío llamaba a esto revolcarse. Dejarse ir. Pero el efecto no está mal, en mi opinión -toda esa languidez- si las Annabelle crecen al fondo del jardín, o bien acompañadas de plantas que les lleven resueltamente la contraria, erguidas como sus hermanas macrophylla (si es que el suelo y el frío lo permite; foto de abajo); de porte esbelto, como unas salvias nemorosas; rastreras como unos heléboros -que además florecerán en invierno, con un poco de suerte en medio de una capa de nieve-; de hojas minúsculas como las de las potentillas; de hojas gigantes y recortadas, como las de ese ruibarbo de la esquina…
Es una pena quitar las flores cuando se secan. Las Annabelle pasan de los tonos verde-lima de septiembre a los tostados del invierno, y la escarcha les sienta bien, como a las gramíneas altas y fachendosas (calamagrostis, miscantus…).

Con unas salvias y unas hortensias de encaje rosas (imposible azul- donde el pH es ligeramente alto), ambas bien derechas. Las fotos están sacadas en un jardín de Tervuren, cerca de Bruselas.

Desde As Pichiricas

Avanza el dragado de la ría do Burgo, por fin.
En los días de calor huele a budleyas, es decir, a miel: esas budleyas que se ven en primer plano, repartiéndose la cuneta con los hinojos, un poco más retrasados en la floración. Desaparecerán juntos -quizá todo el descampado- cuando comiencen las obras de ampliación del CHUAC.

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/2022/10/07/dragado-ria-burgo-mayor-inversion-area-metropolitana/0003_202210H7C3991.htm