«¿Qué hay más bonito que un quincuncio, en el que, mires hacia donde mires, solo ves líneas rectas?» (Quintiliano, VIII,3,9)
El quincunx /quincuncio de los tratados de agricultura antiguos se suele traducir por «tresbolillo». Dos tresbolillos (dos triángulos equiláteros) se unen para formar una X compartiendo el vértice. Así se aprovecha mejor el espacio, las raíces no se estorban y las sombras van girando sin superponerse. El ojo también lo agradece ( y no digamos el que tenga que pasar un tractor). Pero no todos los árboles crecerán por igual. El viento inclinará este o aquel tronco; un corzo, al frotarse la cuerna recién crecida, romperá las ramas de un tercero, o llegará al cambium (como ha pasado tantas veces) y provocará su muerte; la nieve partirá algunas copas, el asurado resquebrajará las cortezas de los plantados en la línea que da al sur… Y así, con el tiempo, lo que al principio parecía tan derecho se irá haciendo irregular, proceso que está en el «orden» de las cosas (empezar de una manera, la más racional posible; ir viendo y aceptando después; ¿qué queda de los bosquetes regulares que se plantaron en los jardines a la francesa, allá por el siglo XVII? Supongo que hay un momento para el compás, las cuerdas y estacas, y otro para dejar que todo se emborrone). En LRO los hermanos de Anastasio -los Serranos, porque bajaron de Navaluenga, en Gredos- plantaron en los años 50 una viña al tresbolillo, perfectamente tirada a cordel. No sé si en ese momento todas las cepas eran garnachas. Lo dudo. Hay algunos pies de tempranillo y de cariñena (que por aquí llaman «morenillo»). Algo de moscatel, de macabeo, algo de albillo… Cepas que murieron no fueron reemplazadas inmediatamente. Las hay de setenta años y otras, las que injertamos con Perico, por ejemplo, que no pasan de diez. Por eso aquella reticula de tresbolillo hoy sólo se advinina cuando la viña está recién podada y desbrozada. Después, al crecer, todo serán diferencias. Y aún hay más. Sobre ese primer tresbolillo se plantó otro, de olivos, en 2009. Un segundo tresbolillo para cuando la viña se pierda porque no haya nadie para podarla (no es una extravagancia prever eso: también está en el orden de las cosas): 26 olivos de variedad ‘Arbequina’, con un marco tan ancho que apenas se distingue en el terreno (seguro que desde el helicóptero de Google-maps sí)
NOTA: Sobre el quincuncio como patrón universal, véase El jardín de Ciro, de Sir Thomas Browne, 1658 (hay traducción den ed.Siruela). Que no es un tratado de jardinería sino una divagación filosófica, alquímica, libresca y oscura, muy del gusto barroco. La imagen de arriba, con la cita de Quintiliano, abre el tratado de Browne. El mismo la tomó de un (este sí) verdadero trado de jardinería del siglo XVI, Hortorum libri XXX, de Benedictus Curtius.
En una calle de Florencia. En el huerto de Manduca. La receta preferida: a la sefardí. Esto es, picada la col en juliana fina, acompañada de pasas y piñones y aliño espeso de yogur, aceite y menta. Por encima, en el último momento, otro puñado de piñones, tostados en la sartén.
(Sí plantamos coles este año, aunque un poco deprisa y corriendo, 29 de septiembre, que es tarde, y en el huerto de Miguel Manduca, no en LRO. La tierra estaba muy abonada con «basura» del tinao. Traducción: con estiércol de cabra. Por eso las coles crecieron como fieras… y también las hierbas alrededor. Las heladas cortaron el vuelo de las ortigas. A las coles, por el contrario, cuanto más frío mejor. Más tersas las hojas, más firme la pella.)
Le melon entamé, J.B. Chardin, 1760. Un piel de sapo, como los de Villaconejos. Vendido en Sotheby´s hace unos días por 26,7 millones de euros.
Para conservarlo una vez empezado: en la nevera y sin quitarle las pepitas, envuelto en una lámina de plástico. Pero aún es pronto. Yo creo que los buenos melones, los buenísimos, no empiezan a llegar hasta septiembre, puede que finales de agosto, que es cuando aparece por el pueblo la camioneta del Melonero de la Mancha («más dulces que la miel; ¡más dulces que un caramelo!»). Tan infalible como las golondrinas: tres melones piel de sapo por cinco euros, ¡dulces como la miel, señoral! Un vecino melancólico sugiere que «podrían ser robados». (¿En qué se basa? ¿En que es lo que solía hacer él de pequeño, ir por las huertas robando melones…? Quiá. A mí me parece más probable que el Melonero de la Mancha -palillo entre los dientes, gafas Ray-Ban de los chinos- compre la fruta «por ahí», pagándoles cuatro perras a los paisanos.) Hace ya varios años que no siembro melones. Miguel Manduca no suele ponerlos, él tampoco. Pero ya le tengo echado el ojo (discretamente) a los de A., un buen hombre, jornalero jubilado (¿quién no lo es, a estas alturas?), que cultiva de todo en una huerta modélica, envidia incluso de Manduca, junto al Arroyo de la Presa. Le hemos ayudado con los gatos. Tiene muchos, que le llegan de «por ahí», como le llegan los melones al Melonero, y él los alimenta amorosamente, sin fallar un solo día. La ayuda consistió en coger a las hembras (cinco), y en llevarlas a esterilizar y desparasitar. Cuando hayamos ahorrado un poco nos pondremos también con los machos, para que dejen de pelearse y montar broncas. Por eso A. nos da de todo. Habas tiernas (y verídicas, no judías, que aún es pronto). Pepinos, que cultiva en invernadero desde marzo. Tomates, pimientos, en cuanto terminen de madurar. Y con seguridad, a finales de agosto, me ofrecerá un melón. Así que yo tranquila.
Se divide el m2 en secciones (en la foto, con palos) y se colocan los cuatro cherris equidistantes en el centro. A partir de ya. Cuando las temperaturas nocturnas no bajan de 10º, es decir, después de San Isidro, que viene a coincidir, en Francia y más arriba, con los «santos de hielo» ( Santos Pancracio, Gervasio y Bonifacio: 12, 13 y 14 de mayo). Dicho en plata: el que plante tomates antes de la segunda quincena de mayo se arriesga a quedarse sin ellos por culpa de una helada tardía. Si el bancal está elevado, como es el caso en la foto -un pijo-huerto estándar, véase: https://wordpress.com/post/laramadeoro.com/6355-, se puede colocar una barandilla de cañas o de palos, para que las plantas desborden el bancal sin revolcarse exageradamente y -sobre todo- sin romperse (En los huertos a ras de suelo llega y sobra con unas cajas de fruta). Riego muy cuidadoso introduciendo la manguera al pie de las plantas, tratando de no mojar demasiado las hojas. Acolchado. Jardines del norte: donde no hay problemas de agua (al revés: donde el «problema» puede ser su exceso), donde además las noches aún refrescan algo, las tomateras se quedan de momento sin acolchar, para que la tierra se caliente bien durante las horas de sol y ese exceso de agua se evapore. Jardines del sur: donde el calor ya está disparado, hay que acolchar desde el principio, preferentemente con la hierba de la segadora, que se descompone rápido y aporta al tomate su nitrógeno. Despuntar y aclarar, como siempre, como con todas las variedades de tomates del mundo, ¡sin que nos tiemble la mano! Y aún así, por mucho que despuntemos y aclaremos, los cherris se desparramarán. Pero es igual. Madurarán pronto,¡son tan pequeños!, y se podrán comer antes que los otros tomates de la huerta. Por ejemplo, en pincho moruno alternando con bolitas de mozarella y albahaca. Para que los mirlos no se acerquen al huerto a picotear los cherris: un par de gatos adoptados en la protectora más cercana (castrados y chipados; vacunados, desparasitados, bien alimentados y muy queridos) Si el bancal está bien orientado, si recibe sol sin tasa, tendremos cherris hasta octubre.
Septiembre 2022. Si no se hace rotación hay que cambiar la tierra. Este bancal se dejó en barbecho un año y medio, pero no es suficiente. La tierra de la foto de arriba procede del compostero.
Cursiño en Lourenzá. Inxertos de escudete en maceiras.
A mediados de abril, es decir, a ojo velando: yema cerrada que parece dormitar (no dormir profundamente, pues está hinchada) pero de hecho se mantiene despierta. Ojo velando: yema en armas y a la espera. El injerto se hace forzosamente en verde, para que la corteza se despegue bien del patrón (un brinzal de maceira brava) en el que queremos insertar el escudete de la variedad nueva (una reineta, para el caso). La yema del escudete brotará enseguida en el patrón. Cuando el brote de nuestra reineta haya crecido lo suficiente, cuando sea ya rama, se corta tranquilamente la parte de arriba del bravo brinzal.
Me manda Gema un mail con el listado de hortalizas que quiere combinar en su huerto. Recupero, para no repetirme más que el ajo (o el pepino), aquel viejo «romance del bio-huerto» . https://laramadeoro.com/2012/03/16/romance-del-bio-huerto/
Severo y Miguel Manduca el otoño anterior a la pandemia. El sistema del bloque de hormigón permite quitar después la corteza con más facilidad. Hay un paisano que compra los sacos en el polígono, a diferente precio según sean almendras dulces o amargas, que estas últimas también valen, pero no para comer (cosmética, aceites, no sé si piensos…). Este 2021 el precio del kilo de almendra dulce ha bajado: 70 céntimos, en vez del euro más o menos convenido desde hace unos años. Cosas que no se entienden, sin embargo: el precio de la bolsita de almendra ha subido en el súper.
De las muchas formas que hay de hacerlo, esta es la que yo prefiero, incluso para tomateras etiquetadas como «de mata baja». Es menos exigente de lo que parece, pues el tinglado de marcos de hierro que se ve en la foto lo hemos hecho anteriormente con palos clavados en tierra y cañas cerrando el marco por arriba. En este sistema los palos, bambúes etc del sistema tradicional (especie de tipi) se reemplazan por cordeles. Descripción:
1. Entre los marcos, por arriba de todo, se van pasando alambres, cuatro o cinco, como líneas del tendido eléctrico. Se pueden hacer orificios con un taladro en el propio marco. O se atan los cables al marco, sin más, pero con sujeciones bien fuertes (¡que no se muevan cuando tengan que soportar el peso de varios kilos de tomates!) 2. Al pie de cada tomatera se clava una estaquilla, piquete… o cualquier cosa similar que sirva para atar un cordel, como los vientos de una tienda de campaña, que suba hasta el alambre del tendido que esté más cerca. Se pueden poner tantos cordeles como hagan falta, según lo vigorosa que sea la tomatera, es decir, según el número de tallos con racimos que podamos dejar con ciertas garantías de que acaben madurando… (dejarlos por dejarlos, para «ver qué pasa», es una tontuna que hacíamos mucho al principio; ya no). 3. Después iremos atando o enredando a él ( a ese cordel/»viento» que sube) cada tallo elegido. Digo «enredando» porque los tallos de la tomatera son flexibles. Se puede pasar el cordel por debajo de los racimos más cargados. (Otra opción, alternativa a 2.: los cordeles pueden atarse directamente desde debajo de una hoja de la propia planta, sin piquetes ni nada ; si el cordel no es excesivamente fino, y el tallo no está sobrecargado de tomates – cosa que hay que evitar siempre, despuntando brotes sin piedad-, no hay riesgo de que al atarlos corten/estrangulen la tomatera).
El tinglado vale al año siguiente, o ese mismo otoño (pues aquí los otoños son largos y suaves), para unas judías trepadoras. O para echar por encima un sombrajo y cultivar debajo unas lechugas, unas acelgas, poco amigas del sol directo.
Respecto a los cherris, me reafirmo: hay que despuntarlos mucho pero, en mi opinión, no vale la pena el lío de los tutores, palos, ataduras…. Demasiado trabajo. Que se espatarren por donde quieran con un buen, buen colchón de paja debajo, o, en su defecto, unas cajas de madera a modo de cojín para levantar un poco los tallos más largos. Función de la paja/cajas: poder regar por debajo, sin mojar excesivamente la planta.
Primero, el origen del sello de la denominación de origen (o por qué los pimientos se tuvieron que llamar «de Herbón»). Después, el affaire del convento de San Antonio de Herbón (en la foto), con los pimenteiros implicados y un alcalde poco amigo de Patrimonio.
Primera parte: el sello de la DOP (Denominación de Orixe Protexida)
Herbón es una parroquia del concello de Padrón. Al entrar España en la CEE (1984), el Ministerio de Agricultura actualizó el Registro de Variedades Comerciales de Plantas (BOE de junio 1985) e incluyó entre ellas la variedad «pimiento de Padrón». Seis meses antes los productores de la zona, más el Agente de Extensión Agraria, más el Conselleiro del ramo, más el alcalde de Padrón, habían solicitado al Ministerio dos cosas: que se hiciera extensiva al pimiento la normativa de Denominaciones de Origen y que se le concediera al Pimiento de Padron su sello correspondiente. Esto a finales del 84. Seis meses después, repito, se publica en el BOE el registro de variedades. El conselleiro vuelve a escribir a Madrid, vuelve a solicitar la Denominación… Otros seis meses más tarde, diciembre del 85, recibe la negativa: porque la variedad «Padrón» ya está inscrita con ese nombre, incluso en el Catálogo Común de Plantas Hortícolas de la Comunidad Europea, a disposición de cualquiera, y no como producto exclusivo de la comarca padronesa (1) ¿Qué pasó en esos primeros seis meses -de finales del 84 al BOE con el Registro en junio del 85? ¿Presión de las grandes productoras del sur y de levante, y de los pequeños/medianos de aquí mismo -los del Salnés, los de Ourense, que querían producir y vender como propios los «pimientos de Padrón»? El hecho es que, por trabas burocráticas relacionadas con el nombre, y bajo todo ello, quizá (¿quizá?) por evidentes intereses comerciales, los grandes productores pudieron seguir sembrando y distribuyendo desde Andalucía, Murcia, Marruecos… esa variedad seleccionada en el XVII por los monjes franciscanos del Convento de Herbón, la misma que habían cultivado desde entonces, sin interrupción, los pequeños productores de su zona de origen, en las orillas del bajo Ulla y el Sar. Pero estos no tiraron la toalla. Propusieron como alternativa «Herbón», la parroquia padronesa de origen – aunque los concellos productores fueran en realidad cinco: Rois, Dodro, Cesures y Valga, además de Padrón- y los mandamases de Madrid/Bruselas lo aceptaron. En el momento de la concesión del sello -¡2010!- solo tres plantas envasadoras reunían los requisitos del pliego de condiciones.: dos particulares y una cooperativa, la SAT (=sociedad agraria de transformación-) A Pementeira. La otra cooperativa del pueblo, Pimerbón, mucho más grande y más veterana, no se espabiló lo suficiente, no vio claro que, a cambio de cumplir la normativa de la UE, ese fuera el camino para dar prestigio al producto y ganar más dinero con su venta. Ellos, los viejos de Pimerbon (los de A Pementeira aún estaban gateando) habían iniciado los trámites en los años 70, antes de la aplicación de las D.O. a los productos hortofrutícolas, para proteger su «pimiento de Padrón» como «marca «. La tramitación no tuvo éxito. Se inició la de la DOP… Pasaron los años. Y cuando por fin llegó la concesión del sello, de la anhelada denominación de origen, a los de Pimerbón se les pasaron las ganas: había que tener una planta envasadora, con unas medidas determinas -tamaño, acondicionamiento, higiene-, un registro de sanidad al día, aceptar las inspecciones, cubrir papeleo. Ellos querían el sello, sí. El sello nomás, para que nadie les pisara el business. ¿Pero el sello a cambio de nada…? (Sobre Pimerbón y esta tradición -tan enxebre- de ir cada uno a su bola, hasta el punto de no tolerar «intromisiones», véase más abajo, 2ª parte). Quedaron fuera de la DOP, y -por lo que leo en la prensa- ahí siguen. Prefieren vender a 5 euros el ciento (por ejemplo) y quedarse ellos con 4 ó 4,5 (*pero esto es pura hipótesis mía, un decir, para tratar de entender por qué lo hacen; .el euro/0.50? restante cubriría el envasado, sin el sello de la DOP) que vender a 8-9 euros con el sello -o 6 si es granel-, pero no quedarse ellos más que con 3-4?, porque con los otros 4-5 habría que pagar los gastos, mucho más altos (inscripción en el Consejo Regulador, transporte a puntos de venta más alejados etc). Eso sí: se vendería mucho más, incomparablemente más. Y por tanto la ganancia, si la apuesta se mantiene, y si todos reman a la vez, también sería mayor. Tanto mayor, de hecho, cuantos más se sumaran a la DOP. Pero que no todos ven las cosas de la misma manera, está claro. Algunos de los que no quieren el sello venden sus pimientos por ahí, a los restaurantes, o incluso a pie de carretera, como Ramona Boga: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/santiago/2018/07/19/vender-pimientos-pie-carretera-n-550-padron/0003_201807S19C5991.htm
¿Qué hacer, entonces? En un súper yo solo compro pimientos con la DOP. Única y exclusivamente. A Pementeira, Carmucha, Evangelina… Quedan descartados, por inconcebibles, los «pimientos de Padrón.de-vaya-usted-a-saber-dónde», y me da igual que estén a mitad de precio, o que el productor me subestime como consumidora asegurándome que «¡ninguno pica!». Para eso me los compro do Couto (zona de Ferrol), que son siempre dulces y tienen su propia Indicación de Origen. Menos aún que inconcebibles -no debiéramos ni reparar en su existencia- son los pimientos «tipo Padrón» de marcas blancas: a 0,87 euros la bolsa de 200 gr de Carrefour, por ejemplo. ¿Qué le habrán pagado al productor para poder vender ellos a ese precio y tener aún margen de ganancia? ¿Serán pimientos robados? Lo mismo el aceite, lo mismo la leche… Subastas a la baja, precios por los suelos, y entre los clientes que compran los 200 gr a menos de un euro, fijándose o sin fijarse, siempre hay alguno que después te larga el discurso de la globalización, la burocracia de Bruselas, la transición ecológica o el vivamos como galegos! Por último, si voy a Padrón, o a la zona de Santiago, me parece bien aparcar un momento en el arcén y comprárselos a Ramona in situ (2). Pero no estoy nada segura de que a esta señora le salga a cuenta estar ahí achicharrándose junto al asfalto (ya sin entrar en el fondo del asunto: el daño que históricamente nos hemos hecho los gallegos entre nosotros yendo cada uno por libre y no pensando más que en el corto plazo). Porque esto de parar a comprar pimientos de un cesto -un cesto precioso, por cierto, hecho de tiras de castaño- lo puedo hacer un día, un día de verano, una excepción. En casa de mis padres, sin embargo, se comen pimientos todas las semanas, desde finales de mayo hasta octubre. Son muchas bolsas, me parece… Todas con el sello de la DOP Pementos de Herbón. Y si ese día no los hay certificados, ni de Herbón ni do Couto, pues nos pasamos sin ellos. Compramos otra cosa. Unos pimientos italianos, por ejemplo, que también están muy ricos fritos.
Sobre Pimerbón pesa una larga y negra sombra, que ellos mismos, los viejos cooperativistas, parecen querer olvidar. No les faltan motivos. Pero todo lo que sucedió está en la prensa de la época y, por tanto, en internet. 2011, 2012, 2013. El convento de Herbón, atendido por los últimos tres frailes franciscanos que aún quedaban en él, permitía usar sus instalaciones a varias asociaciones de la zona: desde os Amigos do Camiño a una asociación que trabaja con niños en riesgo de exclusión social (Viravolta), a los ecoloxistas locales de Sementar, etc. En 2011, con el padre prior al frente, se plantearon solicitar el registro del convento como Bien de Interés Cultural (BIC), con el objetivo de obtener fondos para su restauración y de ponerlo a salvo – el convento y su entorno- de futuras y más que probables especulaciones inmobiliarias. Redactaron un informe completísimo, acompañado de un proyecto de reforma, y lo mandaron a la Dirección Xeral de Patrimonio que, de entrada, lo acogió con entusiasmo. Pero la máquina se paró enseguida… y fueron los pimenteiros de Pimerbón, justamente,quienes se encargaron de hacerla parar. En el origen: un exconcejal del PP, presidente de la cooperativa, con un invernadero ilegal y hasta una orden de derribo. Más el alcalde, también del PP. Declaraciones incendiarias desde la propia alcaldía sobre el horror que iba a ser la catalogación del monasterio como BIC. ¡Les obligarían a tirar sus invernaderos y chabolas contiguos al muro del convento!, ¡les obligarían -esos entrometidos de Santiago, o de Madrid, o de Bruselas- a rodear con setos de tuyas los invernadoiros! ¡No podrían mover ya «ni una piedra»!
Los frailes empezaron a recibir amenazas telefónicas. Amenazas muy serias, calumnias, groserías. Les envenenaron a los perros dos veces. Simba, el labrador, y Alma, una pastora alemana. La primera vez el prior salió zumbando al veterinario de Santiago y los salvó a ambos. A la segunda -cuadriplicada la dosis de estricnina- consiguieron cargarse a Alma. Una cadeliña, Alma, entrenada para trabajar con niños con discapacidad y enfermos de Alzheimer. Y siguieron las amenazas. El mal rollo entre productores de la DOP y los de Pimerbón. A Evangelina le cortaron tres mil plantas de uno de sus invernaderos… La Comisión Territorial de Patrimonio de La Coruña, con todos los informes previos a favor de la concesión del BIC ( y con un único miembro de la comisión descartándose: Carlos Amoedo Souto, ahí queda su nombre) ¡se declara en contra de la concesión! El padre provincial de los franciscanos también dobla la rodilla ante las presiones: cierra el convento -después de 600 años de ocupación- y manda a sus frailes al Cebreiro. Y cuando ya la guerra parecía perdida, aparece la Xunta. La Xunta, cual deus ex machina, en septiembre de 2013, con el convento cerrado solo un mes antes, lo declara por fin Bien de Interés Cultural, «sin que ello afecte a los invernaderos de pimientos de la zona».
A finales de 2020 salieron a licitación pública las obras de reforma del claustro. Cuatrocientos veinte mil euros de presupuesto. (Los 700.000 mil apalabrados con el Ministerio de Fomento en 2011 se perdieron, por andar haciendo el mafioso). El alcalde que tan activamente ayudó a sembrar la discordia -y que, según se lee en algún periódico, recibió «varios toques» desde las altas instancias del partido- fue reelegido, con toques o sin ellos, en 2015 y en 2019. Esta última vez con mayoría absoluta. No pierde ocasión de bramar contra Patrimonio (véase vídeo en youtube), pero corre un tupido velo -ayudado por la entrevistadora- sobre el affaire del convento. Donde había tres plantas envasadoras de la DOP Pimentos de Herbón ahora hay ocho. Los franciscanos volvieron en 2015 con un nuevo padre prior, de 71 años. Un tío tranquilo. Su antecesor sigue en el Cebreiro, en Santa María la Real. Tiene con él a Simba. Atiende con otros frailes a los peregrinos y da gracias a Dios cada mañana «polo irmán sol, pola lúa e as estrelas» (3)
No hay en internet, o yo al menos no la encuentro, declaración alguna del alcalde ni del Presidente de Pimerbón, ni de ninguno de los que tan insidiosamente se opusieron a la protección del convento y su entorno. En la web de la asociación de antiguos alumnos del convento hay mucho material útil: exherbón.org/peche.html
Punto de partida: tenemos prisa. Para adelantar la germinación de las semillas se dejan una noche (o un poco más) en un vaso de agua tibia. La técnica funciona con todas las semillas hortícolas un poco grandes y de tegumento duro: cucurbitáceas y leguminosas. En condiciones normales, en siembras directas en el exterior, la humedad y el calor primaveral de la tierra habrían reblandecido esa piel que recubre el embrión. Así fue o parecía que iba a ser al comenzar abril. Sin embargo, el frío intenso de finales de mes (al que -hay que decirlo- nos habíamos ido desacostumbrando las últimas primaveras) se lo ha hecho pasar mal este año a las siembras y plantaciones precoces, y eso a pesar del tinglado de campanas de plástico y túneles que montamos en la huerta. Las patatas, por ejemplo, se nos han helado por primera vez en doce años. Berenjenas , tomates y pimientos (estos últimos plantados diez días más tarde), se helaron solo parcialmente y ya están rebrotando con fuerza. En cuanto a las cucurbitáceas, alegremente sembradas por Semana Santa en los montones de hierba para compostar… aurevoire! (1) Lo dicho. Para recuperar el tiempo perdido las pipas de calabaza y calabacines (y si se quiere, aunque son más pequeñas y, mojadas, se pegotean entre ellas, de pepinos + sandías/melones) se ponen a hidratar 12- 24 horas y después se siembran en un recipiente cualquiera. Semisombra. Dos tercios de fibra de coco y un tercio de tierra limpia. O mitad y mitad… Germinará igualmente. Y si la siembra la hubiéramos hecho a cubierto y quince o veinte días antes, como el año pasado (2), incluso valdría con usar solo fibra de coco, contando con repicar después la plántula a un sustrato más rico. Pero ya vamos mal de tiempo; si queremos catar los calabacines antes de la Virgen de Agosto (fecha de referencia muy usada por aquí), no hay ni que pensar en repicados: hay que quemar etapas. ¿Y por qué no repetir la siembra directa, que siempre va también? Para no jugármela dos veces, en este caso (ahora, ya pasada la primera mitad de mayo) con el deambular del grillotopo en celo… Solo cuando las plantas tengan cuatro hojas las llevaré a la huerta, rompiendo por abajo el cubilete/recipiente donde las he sembrado, de modo que puedan salir las raíces pero quede el cuello protegido con esa especie de cinturón defensivo/bufanda de plástico -a modo de Detente Grillotopo.
NOTAS (1) Tiempos de germinación y temperaturas medias requeridas, según Jerôme Goust (Le plaisir de faire ses graines, éd. de Terran, 2005): Cucurbitácas, en general: 10 días, entre 20-25º Judías: 7 días, entre 15 y 30º (guisantes, 8 a 24º) (2)https://laramadeoro.com/2020/05/02/semilleros-de-la-cuarentena/