desbrozar. La foto es de hace una semana. Las calles entre las viñas sí están ya despejadas, para que los pámpanos no se enreden entre las hierbas. La parte de abajo de LRO, sin embargo, donde la cubierta vegetal es más espesa, tiene que aguantar todavía unos días. Puede aguantar, de hecho: aún están frescas las flores de las malvas y las viboreras, y los melilotos y las cañahejas. Y por toda la extensión de esa pradera, un zumbido que la cubre, como una colcha. ¡Mucho ajetreo! En los claros, el cloqueo de una pareja de perdices. Entre unos tanacetos (donde le pilló), la muda de una serpiente de escalera. ¿Cuánto más hay que esperar? No mucho más. Queda aún algo de azúl y algo de amarillo, puntadas rojas de la últimas amapolas, rosa claro de los carraspiques entre las piedras. Pero cuando todo se agoste -muy pronto- sólo habrá un color. Justo entonces, un momento antes de que empiece a crujir, pasaremos por fin la desbrozadora.
Más explicaciones sobre cuándo y por qué: tag «desbrozar» ( Trabajo que marca la estación, como la poda lo hace al salir del invierno; todos los años se desbroza, todos los años tratamos de aguantar un día más, dos, tres días más; todos los años lo mismo: esperar a que todo semille, esperar a que los invertebrados terminen su ciclo, esperar a que Perico haya arado su viña -lo que nos beneficia, como cortafuego- , todos los años limpiar el carburador de las máquinas, madrugar para no cocernos al sol y comprobar antes de empezar que no haya nidos al pie de las moras -rincón muy fresco, apreciado por las perdices)
El calor acelera el final de la floración de las retamas. Adelanta la de las santolinas -campo de cetonias- y de los cantuesos, su complementario en azul. Mayo termina entonces como antes terminaba junio: terciopelo amarillo entre las viñas; cebadillas maduras y ásperas (peligrosas: pueden meterse entre las pezuñas de los perros); pámpanos verde claro, todavía sanos y jugosos. Y en la orilla de los caminos, y alrededor de la casilla, y ya enseguida entre las cepas (i.e: antes de que los pámpanos se hagan sarmientos pero no antes de que los invertebrados terminen sus tareas de primavera, que incluyen la fecundación de las flores de la vid)… hay que ir empezando a desbrozar.
(Foto: J.M. Díaz Bernárdez. El paisano lleva la guadaña en la mano izquierda, un carabullo para guiar a las ovejas en la derecha, el paraguas colgado del cuello y, aunque no se vea en la foto, seguro que hay una piedra de afilar en algún bolsillo ).
No conozco a nadie en el pueblo que me pueda enseñar a afilar y cabruñar la guadaña como es debido. Perico, que es el más cabal de los labriegos de por aquí, dice que él ni siquiera sabe segar, que él nunca segó. Segaba su padre, cuya guadaña conserva amorosamente en el garaje, como un fetiche. A Perico lo contrataron de «factotum» en el Ayuntamiento, allá por los años 70, y aunque le tiraba mucho el campo, sólo pudo consagrarse realmente a la huerta y el viñedo cuando se jubiló (el verbo «consagrarse», en este caso, es muy preciso). Anastasio sí segaba. Me cuenta que iban en cuadrillas de a siete, avanzando hacia delante y procurando seguir el ritmo que marcaba el más diestro. Pero Anastasio es desordenado y le cuesta trabajo explicarse.
Total, que he terminado en internet, estudiando a fondo los vídeos de youtube sobre el tema. Los hay en todos los idiomas. Hay incluso varios tratados en inglés, muy actualizados, y un par de empresas que venden accesorios on line (por ejemplo: piedras de afilar «doppelbock», las más cotizadas, que, a juzgar por lo que cuestan, deben de estar hechas con algún mineral caído de la luna). Los enlaces que copio aquí abajo son una selección de los que, sin tener ningún conocimiento previo, me han parecido mejores:
En inglés adjunto tres links. En Gran Bretaña sigue habiendo competiciones de siega con guadaña, y seguramente hasta se retransmiten por TV en horario de máxima audiencia. Los vídeos que más abundan en la web sobre la materia proceden, sin embargo, de granjas yankis de permacultura.
El primer vídeo, a cargo de un granjero «permacultor» del estado de Washington, es muy bueno y detallado; quizá un poco largo de más, pero si usted es capaz de seguir las explicaciones -con la cámara enfocando a las manos del que habla, lo que es de gran ayuda- aprenderá a afilar y cabruñar (sharp /hone & peen; atención al modelo de yunca, anvil)). https://www.youtube.com/watch?v=vn70UfJcULI&feature=player_detailpage
Este segundo vídeo también me ha enseñado alguna cosa: el protagonista es otro segador-permacultor-barbado de los EEUU, muy bien dispuesto y parlanchín, pero que casi se carga a su propia perra (Sabrina) mientras intenta el pobre no autolesionarse; curiosamente, es el único segador en todos los vídeos que he visto (y he visto unos cuantos) ¡que lleva guantes!. https://www.youtube.com/watch?v=4BMI9C672xQ&feature=player_detailpage
El protagonista de este tercer vídeo es un anciano británico llamado Ernie, que perfectamente podría ser el padre de Perico. No se aprende mucho (y a él se le escucha mal), pero la imagen de Ernie con su guadaña de los años 40 vale la pena. Un detalle práctico en el que insite: que la lama de la guadaña se mueva siempre horizontal al suelo. https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=vDq8fPX0JPw
Para concluir, copio directamente los dos vídeos que me han resultado más prácticos.
1. Para cabruñar la guadaña ya mismo, este vídeo en asturiano, protagonizado por Manolo:
2. Una vez lista la guadaña, queda aprender a segar, esto es, el «baile» del segador. Muchos -los permacultores, por ejemplo- tienen la extraña manía de ir descalzos (como la protagonista del siguiente link; no he podido verlo hasta el final porque me pone muy nerviosa; seguro que en los últimos minutos del vídeo se la llevan en ambulancia al centro de salud: https://www.youtube.com/watch?v=yzmrLFHRaTY&feature=player_detailpage). El enlace que he escogido -Los Alegres Segadores de Nueva Zelanda- propone utilizar un paso de tai-chi para segar sin perder el ritmo.
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Conclusión: En LRO ya he empezado a usar la guadaña, teniendo bien presentes los consejos de toda esta gente, a los que agradezco mucho su ayuda. Como Manolo, ajusteme les gafes, escupín, afilela y cabruñela. Pero la siega la hago como el de las antípodas, con la única diferencia de que yo voy calzada (¡si el alegre segador neozelandés viera los matojos resecos y pinchudos de por aquí, creo que también él preferiría ponerse las botas!). Por último: el día que se saca la guadaña los perros se quedan en casa.
No se puede vivir sin desbrozar en una finca donde no se ara. Tampoco hay ya rebaños ni caballerizas que mantengan a raya las hierbas (hasta hace dos años venía el pastor, Miguel, con sus ovejas y cabras, pero la artrosis ya no le deja aventurarse tan lejos del tinao). Si viene una primavera lluviosa, como ésta, la pradera nos llega al cuello – literalmente, e incluso más arriba-, lo que está muy bien de marzo a mediados de junio, cuando todo está aún verde y los insectos enloquecen de felicidad entre la avena loca, las alfalfas, las anchusas…. Pero la cosa cambia mucho en cuanto empieza a hacer calor de verdad, al rondar los treinta grados. El campo se convierte entonces en un peligroso y crujiente almacén de paja seca, y ya no se puede esperar más: hay que sacar las máquinas, ponerlas a punto, preparar la mezcla de gasolina y aceite. De junio a septiembre se hacen, como mínimo, tres depósitos semanales (en realidad, uno diario durante la segunda quincena de junio). Tenemos dos desbrozadoras manuales, de las que se cuelgan de la cadera agarradas a un arnés, y con un cabezal de corte “de pelo”, esto es, de hilo de nylon grueso. La primera es una Stihl 230, que de joven trabajaba con mucha furia pero que desde hace un año empieza a dar problemas (el carburador, dizque; pero cambiarlo no baja de 200 euros). Su hermana pequeña es una Stihl 55, con menos potencia pero mucho más segura al arrancar. Una es mi brazo derecho, la otra mi brazo izquierdo. Todos los días están zumba que zumba por la finca. Han de desbrozar los caminos, las zonas contíguas a la casilla y las huertas, y las calles entre las viñas. La pradera de abajo se deja a su aire (linda con la viña de Perico, tan perfectamente arada que no puedo imaginar mejor cortafuegos que ése). La hierba alta y de caño duro se corta moviendo la máquina de arriba abajo. Aquí no interesa ir formando haces largos, que se tiendan ordenadamente a un lado, como al guadañar. Primero, porque el diámetro de corte no pasa, en el mejor de los casos, de 40 cm, y habría que darle un fuerte impulso a la máquina para que, además de cortar, desplazara toda esa broza. Y ni esta máquina ni mis brazos están pensados para eso. Segunda razón: mucha de esa hierba no se recoge (sólo una parte; luego lo explico), así que interesa dejarla bien triturada, para que se descomponga antes y rebaje unas décimas (¿?) el riesgo de incendio.
La desbrozadora corta mal -¡ fatal!- los tallos de las margaritas, de las alijonjeras, y de las malvas. Se enredan salvajemente al cabezal y hay que parar el motor para deshacer la maraña. Un incordio. Por eso es recomendable cortar esos cañotos con la hoz antes de empezar con la máquina. Y digo la hoz en vez de la guadaña porque guadaña -por la que llevo suspirando AÑOS- aún no tengo. (Está de camino: mi amigo Rubén me la va a traer de Asturias este verano, una guadaña negra, elegantísima, con su “kit” de afilado incluido…).
¿Qué se hace con la broza?. Con la mejor, esto es, la más fina y más limpia (sin grama ni demasiadas semillas), se acolchan la huerta y el pie de los árboles frutales. La más basta se divide en dos: una parte se queda «in situ», procurando pasarle una segunda y hasta una tercera vez la desbrozadora, y otra parte se rastrilla y se acumula en los composteros, que están en zonas donde se llega bien con la manguera. Siempre que se puede se mezcla con hierba fresca -verde, nitrogenada- que me traigo de otros jardines o incluso de las segadoras de césped del Ayuntamiento (cuando las pillo). En esos composteros, más o menos regados, sembraré cucurbitáceas el próximo año, o sacaré la tierra de la parte baja -la hierba ya descompuesta – con una pala de mango largo, como si fuera un horno de pan…