Arlequín

Junio 2011

Cuando vi el apareamiento de dos mariposas arlequín no llevaba la cámara encima. Era a principios de mayo y se había levantado un fuerte viento. Ellas estaban acopladas la una a la otra sobre una hoja de fresa, a punto de dejarse vencer por las ráfagas de aire. Así que me acuclillé a barlovento, haciendo un parapeto con mi propio cuerpo para que terminaran en paz lo que habían comenzado, y les saqué una foto muy mala con el teléfono móvil. Tardé ¡dos meses! en encontrar la planta de aristoloquia de la que se nutren sus orugas. En el libro que consulté no había una segunda posibilidad: la oruga de arlequín sólo se alimenta de aristoloquias. Encontré la planta no muy lejos del fresal donde se apareaban los adultos. No muy lejos pero bien escondida, entre dos rocas enormes que incluso en pleno verano conservan  fresca la tierra en su base. Iba a plantar allí unos calabacines, por eso encontré la planta. No llegué a ver las orugas. Dejé que ese rincón se llenara de hierbas y ya no volví. En este punto, como cuando cuento la cópula acrobática de las libélulas, simplemente hay que creérselo: un puñado de orugas de mariposa arlequín han engordado y pupado esta primavera en ese rincón húmedo donde iba a poner yo los calabacines. Con un poco de suerte la próxima primavera se dejará ver su descendencia, y con un poco más de suerte todavía, fotografiar.

Sexo en el arroyo

Mayo 2011

Y muy en particular en las gigantescas angélicas que crecen en la orilla. Hay docenas y docenas de escarabajos y chinches apareándose. No tengo mucho tiempo para hacerles fotos; las que he traído aquí no pueden dar cuenta, ni de lejos, del bullicio de cópulas y cortejos que yo veo al pasar. Nada parece molestarles. No se distraen ni cuando una chinche asesina (Rhinocoris) se pone a cazar y a masticar tranquilamente, allí mismo, a uno de sus congéneres. Muy cerca, en la parte alta de una Hierba de San Pedro (Scrofularia) he visto apareamientos de libélulas, formando lazos en el aire, como acróbatas. Pero las fotos que les hice son de mala calidad, apenas se adivina el enredo…Y he escuchado durante ¿dos, tres meses? los ladridos de las ranas en celo, tan potentes que te parece seguir escuchándolos cuando ya estás en casa.

Cantáridas (o “coraceros”) de diferentes colores. Una rama más allá, parejas de Griphosoma (uno de ellos, sin perder la concentración, mordisquea la ramita de angélica…).

Rhinocoris, “chinche asesina”. Detrás, la cantárida que se ha salvado se va a buscar nueva pareja. La encontrará enseguida y continuará lo que interrumpió la chinche asesina. Las cantáridas, por otra parte, son ellas mismas depredadoras (quizá por eso se toman estos cambios de pareja con tanta naturalidad…).