Matemáticas verdes

(Continuación del post «Andrés, hijo de Juan, hijo de Pedro»)

…¿Cómo se come todo esto? ¿Puede la misma persona diseñar jardines formales y adorar al Lorenés?. Parece que sí.
I. En las historias escolares la ecuación es sencilla: «Francia, jardín formal, jardín arquitectónico, Le Brun, orden, sometimiento de la naturaleza, racionalismo, S.XVII»  versus   «Inglaterra, jardín natural, jardín pictórico,  Claudio de Lorena, desorden, naturaleza libre,  empirismo, S.XVIII». Y hay quien añade a la serie las inevitables connotaciones morales: la línea recta es conservadora y absolutista; la línea curva es progresista y liberal. Pero si uno afina la vista, el oído, y hasta el olfato (y deja en el cajón ciertos prejuicios), enseguida se dará cuenta de que nada es tan simple.
Primero, ¡atención!, ni la geometría tiene por qué ser «mala» ni los jardines formales «reaccionarios»… Pero esto lo dejamos para un poco más adelante. Segundo, ¿eran de verdad tan  rígidos los jardines de Le Nôtre que en ellos no había cabida para el azar, tan absolutamente inhumanos en su escala y concepto, tan «tristes y estériles (A.Baraton) que excluían la sorpresa, el juego, la douceur de vivre…?.
La historia de un jardín es una historia de seres vivos -hombres, animales y plantas mezclados- todos ellos diversos, y complejos, y cambiantes por definición.  Los árboles de Le Nôtre crecieron tanto que hacia 1725 ya no había manera de meterlos en vereda. Y el hombre que los plantó sabía que acabaría pasando eso. Sabía que las vistas se convertirían en «entre-vistas», y que en muchos lugares las líneas rectas quedarían ocultas. En cuanto a los parterres bordados (broderies, casi siempre de boj, o de una sola variedad de flor), el cronista de la Corte, Saint-Simon, nos informa de que a Le Nôtre le aburrían… Toda la vida, desde niño, había estado dale que dale, primero ejecutándolos, después diseñándolos él mismo. No le gustaban , dice Saint-Simon porque no se podía pasear por ellos. Y los jardines son para «ser paseados», no sólo contemplados (como  seguramente piensan los que ven en Versalles un puro ejercicio intelectual); de hecho, todo el diseño  fue concebido en función de la promenade, que el propio Rey Sol describiría en un célebre opúsculo. Al caminar, los diferentes elementos iban apareciendo poco a poco: un nuevo punto focal, una escultura especialmente hermosa (o especialmente cargada de significado, que quizá sólo captara la nueva amante del Rey…), o una orquestita que salía de detrás de un seto cuidadosamente recortado.  En ese diseño el parterre era necesario para rellenar los inmensos espacios entre escaleras, terrazas, bosquetes. A Le Nôtre le cansaban, pero entendía su función. ¿Con qué reemplazarlos sin alterar por completo el conjunto, sin interrumpir las vistas dominantes ni llamar la atención más de lo imprescindible?.   Chateau_Versailles_and_the_Grand_Canal_(Photo,_13-06-2010).jpegOtras cosas. En el supuestamente inmutable jardín del orden y el rigor matemático, veintitres hectáreas de cielo imprevisible se reflejaban en la superficie del Gran Canal: «..el canal refleja las nubes, la luz, todo lo que pasa, a la velocidad que le plazca al viento… le pur éphémére..» (E. Orsenna, op.cit. p.78). Y aún más efímera y- más reñida con la línea recta- era el agua en movimiento . Para un visitante de hoy es difícil imaginar lo que era Versalles en el XVII, porque habría que poner a funcionar (y se hace sólo a medias, los fines de semana de verano) todas las fuentes e «ingenios» hidráulicos que se repartían por el jardín, acompañando con su música el paseo del visitante…

II. Volvemos ahora al primer asunto. La geometría. Yo creo que todos llevamos dentro un similar deseo de luz y de orden, que se expresa de diferente manera y/o en diferentes grados según el temperamento de cada cual, pero que suele reactivarse, precisamente, cuando las cosas no van del todo bien.
El mundo que produjo a Le Nôtre es el que acababa de despertar de las guerras de religión y – apenas empezaba a aclararse el agua del Sena, que había corrido roja durante años- de las guerras de la Fronda.  Andrés creció entre tiros, estocadas, hogueras, cadáveres embarrados por esas callejas -sucias, sucísimas- de lo que hoy es el centro de París.  Fuera de las ciudades, el norte de Europa era todavía un mundo de bosques y ciénagas, ya en rápida disminución,  pero todavía cerrado: ¡y peligroso.!  El jardín era exactamente la antítesis de todo eso. Como los versos alejandrinos o la música de Lully. Era una forma de plantarle cara a la barbarie, no sólo la de los hombres enfrentados entre sí, sino también de la propia naturaleza,  amenazante e informe

Líneas rectas en LRO

Líneas rectas en LRO

III.  No es de extrañar, pues, que el mundo que produjo a Le Nôtre fuera también el que produjo a Descartes y a Spinoza. Líneas rectas, matemáticas:  para sugerir, por ejemplo, que en las cosas del mundo sublunar la razón va primero y la fe después…Esas líneas rectas del XVII, símbolo del amor a la ciencia, llevaban directamente a las Luces del XVIII. Y el romanticismo, tan liberal en ciertos aspectos, no dejaba de tener una cara oscura, una inclinación nostálgica y peligrosa hacia el pasado (lo veremos en otro post: por ejemplo, la afición de H.Walpole a las falsas ruinas ¡góticas!).
Tengo en alta estima a Monsieur Le Nôtre. Entiendo perfectamente su (humanísima) voluntad de poner orden en un mundo caótico.  Y creo que esto no es incompatible con la necesidad de recordar, ahora, que la utopía del «progreso ilimitado»  tocó fondo hace tiempo, dejando bien a la vista las limitaciones que encerraba. Nuestros dramas de hoy. Nosotros, los que  sufrimos por encontrar un sitio en el parking tumultuoso de Versalles, al que llegamos por una carretera asfaltada, con alumbrado público,  con uno o dos móviles a bordo, protegidos y bien desayunados… no sabremos nunca lo que es un bosque de verdad. Nos hemos quedado sin ellos; incluso sin su recuerdo. Y hasta los setos y la maleza que uno ve por el camino parecen guiñapos, retazos marginales de lo que debieron de ser en otros tiempos. La naturaleza hoy, aquí, es cualquier cosa menos amenaza. Todo es claridad cegadora. Mineral y humo. Todo es descampado, es decir, solar de próxima construcción…Los animales escapan. Van desapareciendo, simplemente, porque ya no tienen donde meterse. ¿Cómo podríamos encontrar consuelo en un jardín tan estricto, hecho de terrazas, fuentes, esculturas, senderos de grava, ánforas, escaleras, que no son ya lo que andamos buscando, lo que necesitamos?.  Le Nôtre era un hombre de su tiempo como nosotros lo somos del nuestro.  Sus jardines son una respuesta perfecta -un prodigio de buen gusto y serenidad- para el tiempo que le tocó vivir.  Y todavía hoy, en momentos particularmente convulsos, sentarse junto a un «charmillo» de Versalles puede calmarle a uno los nervios…  Pero por todas estas cosas, en realidad, también se puede juzgar con escepticismo la obra  de determinados paisajistas contemporáneos, que  han olvidado la hora que marca el reloj y que – al margen de consideraciones estéticas- continúan ajardinando enormes espacios sin prestar atención a a lo más urgente: la creación de ecosistemas viables, tan «biodiversos»  y autosuficientes como sea técnicamente posible (hasta una mediana abandonada nos dice más cosas, a día de hoy, que , por ejemplo, esas anchas avenidas asfaltadas del Parque Juan Carlos I, en Madrid…).
rangee_arbres_w650_h441Nuestra naturaleza animal echa de menos la libertad desordenada del bosque. En nosotros, que hemos nacido tan tarde, hay una desproporción de luz y sombra (de intelecto e instinto, o como cada cual quiera decirlo) inversa a la que se daba en el todavía agreste siglo de Le Nôtre. Por eso, en mi opinión, a algunos les  chirría ese despliegue de geometría y disciplina.  Porque, si no hacemos el esfuerzo de ponernos en la piel de un hombre del XVII, siempre veremos esas cosas como un yugo, no como una liberación. No como la geometría balsámica que sin duda era entonces, pues hacía olvidar  a un puñado de hombres del XVII el horror y el caos circundante, horror y caos que ellos (un grupo de privilegiados, sí)  veían materializados en el lodazal que había sido Versalles antes de ser jardín… o en esos bosques impenetrables, oscuros, llenos de peligros muy, muy reales, que tenían que atravesar cada dos por tres, y que nosotros -¡aunque a ellos les costaría trabajo creerlo!-  jamás de los jamases conoceremos ya.

                        (Continuará en el post:  «Peligro: curvas»).

NOTAS

Bibliografía básica, además del estupendo libro de Orsenna: Todos los jardines del mundo, de G.Van Zuylen, Gallimard, 1994. Y Grandes jardines de Europa, E. Kluckert, K¨önemann,2000.
La foto del los castaños de indias de Versalles (salvados de la terrible tormenta de diciembre de 1999)  es de Isabelle Rodrigues («France in photos»).

8 comentarios en “Matemáticas verdes

  1. Magnífico, Barbie. Lo he leído de un tirón, absorto y disfrutando en cada párrafo.

    He encontrado en tu post, claramente expuestas y explicadas, sensaciones y emociones que sentí por primera vez, sin ser, claro, capaz de formularlas, a los seis y a los ocho años, en los jardines de La Granja y de Aranjuez, y que aún ahora siguen presidiendo mis visitas a esos y parecidos sitios. Ha sido un verdadero placer. Muchas gracias.

    • Gracias a tí, Vanbrugh. Al escribirlo yo misma me iba obligando a poner en orden las ideas. Quería hacerlo desde hacía tiempo. Me pasaba como a tí, que primero le dí al jardín mi aprobación «sentimental», sin saber muy bien por qué, y sólo después, mucho después, intenté racionalizar esa aprobación.

  2. Se me olvidaba. Únicamente una salvedad (y luego una recomendación). Hablas del jardín ordenado como una antítesis de los peligros del bosque y la naturaleza violenta, pero el jardín paisajista inglés pretendía lo mismo por otros medios: abrirlo, eliminar los peligros que se refugiaban en el bosque o las montañas.

    Y citas nuevamente a Érik Orsenna, cuya novela La exposición colonial es un libro que adoro y recomiendo cada vez que me dan ocasión

    • ¡Sí, exactamente!. Por ahí, me parece, irán los tiros del post sobre las «curvas»…
      Ese otro libro de Orsenna no lo he leído aún. Caerá. Que sepas que el otro, el de Michon, YA ha caído…

      • Al releer todo esto de noche me doy cuenta de que mi respuesta, sin matices, puede parecer contradictoria con el propio post. El matiz necesario es que esos ingleses, aunque manipulaban la naturaleza con la misma contundencia (en eso, en esa manipulación, es en lo que yo quería insistir al responderte), ya no la percibían de la misma forma. Ni la propia sociedad era la misma. Oxfordshire no es Versalles, ni 1740 es comparable a 1660. Y sobre todo, detrás del jardín inglés hay una concepción filosófica muy elaborada, y novedosa..Pero bueno, hay mucho que precisar.

  3. Por supuesto, Barbie, las sociedades eran muy distintas: surgían las sociedades modernas, el higienismo, el urbanismo, el proletariado y la burguesía moderna, desparecían las monarquías absolutistas…Son muchos factores explicativos y los estilos de jardinería -y eh ahí lo fascinante- las reflejaban, o por lo menos sus ‘vanguardias’, pero…dejemos que nos lo cuentes tú y tus mentores como 0rsenna

  4. Pingback: Peligro: ¡curvas! (1) | La Rama de Oro

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