¡Abejarucos por fin!.
El año pasado no vinieron. Fue una primavera desastrosa. No había llovido ni nevado durante meses. Tampoco las jaras florecieron como lo están haciendo este año, ni los melojos brotaron con ganas, ni se pudo catar un solo espárrago silvestre. Nada. No vinieron los abejarucos y lo atribuimos a que todo estaba seco: la pradera con pocas flores, la hierba baja y poco gustosa. Una de las primeras entradas de este blog, sin embargo, había sido para esos pájaros, convertidos en santo y seña de cada primavera:
https://laramadeoro.com/2011/12/27/hope-is-a-thing-with-feathers-2/
.. Pero no aparecieron. Ni uno. Como en este blog nos esforzamos (de forma un tanto descabellada a veces) por subrayar lo que SÍ va bien, no tuve ánimos para decir la verdad. Decir, sencillamente, que los abejarucos no habían vuelto.
Pues bien, dos años después de su última visita, ¡aquí están!. Se me cruzo una pareja hoy a mediodía, cuando subía con el coche por el camino de LRO. Los ví con toda nitidez, como si se hubieran posado en mi mano. No solté el volante para hacerles fotos porque entonces no estaría ahora contándolo. Pero hay que creerme. Eran los abejarucos.
En mi zona llevan más de un mes
No sé cuándo han llegado a ésta, quizá antes, aunque yo no los haya visto hasta hoy; de hecho, creo que lo suyo es que lleguen en abril. Es una alegría enorme verlos. Aunque tarde, cuando están aquí siempre acabamos por cruzarnos (muchas veces). Por eso estoy completamente segura de que el año pasado se “saltaron” este pago.
Por cierto, a tí y a mí nos viene al pelo esta cita/verso de Bertold Brecht (poema):
“¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen” […]
Pero claro, es que el poema, de 1938, se llama premonitoriamente “A los hombres futuros”
Me parece una cita PRECIOSA. Gracias, Lans
Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es porque no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.
¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿lo encontrarán sus amigos cuando lo necesiten?
Es cierto que aún me gano la vida.
Pero, creedme, es pura casualidad. Nada
De lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado (si mi suerte acabara, estaría
perdido.)
Me dicen. “¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!”
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia,
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
A los hombres futuros (1938), Alianza Editorial, Madrid, 1
Qué alegría! Buenas noticias! Gracias
Nunca vi un abejaruco, pero hace tiempo, en verano, me cruce en el rio con un martin pescador que sobrevolaba los arboles de la orilla, y diria que aquel momento tan breve tuvo algo de magico.
Atisbar un martín es siempre mágico, Antonio: un fulgor esmeralda fugaz, que de pronto se sumerge desde la rama baja de un sauce al río tranquilo
Siempre me pareció que el nombre ‘abejaruco’ es muy feo para unos pajarillos tan lindos y delicados ¿no creéis?
Nustro padre nos contaba cosas muy interesantes sobre los distintas clases de pájaros que se veían por la finca durante las largas vacaciones de verano.
Pajarruco feo y desaliñado, el alcaraván. Decía padre que en su canto nocturno decía ‘alcaraván comí’…
No sé solfeo y no puedo deciros las notas exactas, pero esa era la métrica de su canto, y, según él había otro o quizás la hembra que respondía ‘a otra pero no a mí’ con esas notas y medida.
En una alamedilla próxima paraban otras aves de color azulón muy llamativas, de vuelo algo nervioso.
Criaba palomas zuritas en un palomar alto y pestilente: para el tiro pichón de Sevilla y la palomina como abono, tan fuerte que había que mezclar con paja seca o lo que fuera.
Martín pescador (admite plurales?) en un arroyuelo.
Tótolas a mansalva, ruiseñores, petirrojos, mirlos, cuervos, perdices, gorriones, golodrinas, vencejos y las chistosas abubillas, que al cogerlas (muy difícil) replegaban la cresta y se peían…
Eramos 9 hij@s criados correteando libres y algo asilvestrados, como en la Kacleberry Farm
.
Qué suerte tienes, Grillo: por haberte criado asalvajado en el campo, por haber visto -y recordar-tantísimos pájaros, y, sobre todo, ¡por crecer con ocho hermanos!. A la fuerza te tuviste que convertir en un hombre tolerante.
Yo creo que abejaruco es un nombre bonito: hace que el pájaro parezca “pequeñuco”, o algo así.
Y dichosos los tres que habéis visto con claridad un martín pescador. Yo medio lo adiviné una vez, pero tengo mala vista y siempre voy con retraso (¿dónde, dónde…?).
Te sientas a la sombra junto al arroyo adecuado y aguardas inmóvil y en silencio. es fácil, Vendrá.