Shishi odosi

cervus nipponDicen los libros que los ciervos sica estuvieron a punto de desaparecer en Japón al mediar la Era Meiji. En esa época (finales del siglo XIX y primera mitad del XX) los ciervos habían pasado de ser objeto de veneración a ser objeto de caza masiva. Esta persecución, sumada a la deforestación acelerada de las islas, puso a los ciervos al borde de la extinción. Hasta ese momento habían sido considerados mensajeros del cielo. Vagaban libremente, como las vacas en la India, y a veces se acercaban hasta las aldeas y los templos. Todavía lo hacen a día de hoy, según cuentan las guías turísticas, en la ciudad de Nara, antigua capital del Imperio del Sol Naciente. Las últimas poblaciones salvajes viven  en Hokkaido  y en algunas de las islas más montañosas y desapacibles del norte.  Para evitar que los ciervos se comieran los brotes tiernos de los arbustos del jardín, los monjes  inventaron el shishi odosi, el «espanta-ciervos», un artilugio formado por una caña hueca de bambú, en la que siempre circula el agua, y que va llenando poco a poco una segunda caña, sujeta en un balancín. Cuando esta segunda está llena, se cae hacia delante, se endereza de nuevo, y golpea la piedra que tiene detrás.

espanta-ciervosHace unos quince o veinte años empezaron a ponerse de moda por aquí los jardines japoneses.  Una versión simplificada y vacía de contenido, en realidad, como son siempre estas cosas (1). Lejos de la exquisitez inimitable de los jardines originales, se nos enseñó que un «jardín japonés» podía ser, simplemente, una colección de arces de follajes púrpuras combinados con alguna conífera, unas azaleas rosas y blancas, cuatro o cinco pedruscos y  una pantalla de bambúes. Se dieran o no las condiciones de clima y suelo (más parecidas a las de Asturias que a las de Madrid) una caricatura de jardín japonés vestía mucho en los patios interiores de ese Gran Banco o esa Gran Constructora que, no mucho tiempo después,  se desintegrarían en el aire de la noche a la mañana, llevándose con ellos sus azaleas, sus piedras de granito imitando el Monte Meru, y, por supuesto, los ahorros de sus clientes. Lo japonés se puso de moda – como el shushi y los libros de autoayuda pseudo-budistas, o las versiones del Bushido (2) adaptadas a las altas finanzas- justo en los años del pelotazo. No sé por qué, pero así fue. ¿Y qué quedó de todo aquello? En mi pueblo de la meseta madrileña, un Acer japonicum penando en una mediana. En el hueco de las escaleras mecánicas de un Centro Comercial de mi otro pueblo, en La Coruña, una pequeña extensión de arena rastrillada (llena de colillas) con tres piedras de diferente tamaño colocadas al buen tuntún. Las casas comerciales de jardinería, como Intermas, sacaron al mercado shishi-odosis, por la módica cantidad de setenta euros. No había ciervos que espantar, y el toc-toc-toc… acababa sacando de sus casillas al jardinero, pero  el cacharro se ponía igualmente, junto al cerezo que no daba cerezas y al puentecito de madera rojo que no cruzaba ningún río.(3)

descarga (3)La primera parte de «Kill Bill»  (Q.Tarantino) se rodó en 2003, momento en que todo lo japonés hacía furor. Tampoco sé muy bien por qué esa quietud radical de los jardines japoneses -las piedras parecen ahí colocadas desde el origen del mundo-  se combina de forma tan eficaz con la violencia. Por ahí deben de ir las explicaciones. Lo más limpio, inmutable y ordenado  suele hacernos saltar las alarmas. Pero puestos a hablar de violencia, quizá sea más soportable en su forma desatada, desmelenada, al estilo Kill Bill, que en la contenida y surnoise de ciertos consejos de administración. La escena tiene lugar de noche, bajo la nieve, en un coqueto jardín privado de Tokio: estanque de aguas someras y orillas despejadas, piedras colocadas con cuidado, imitando islas o montes, arbustos de hoja persistente  podados rigurosamente (pero asimétricos: no hay dos iguales), pinos y enebros, alguno incluso en miniatura, la linterna de piedra, el paso de piedras irregulares («paso japonés»), la galería de bambú…
Tal como se reproduce más abajo, la escena está dividida en tres tramos, precedidos de una breve introducción: Combate + desenlace + anti-clímax. Los dos primeros tienen música. En el tramo central, donde todo se decide, sólo se escucha el viento, la respiración de los guerreros, y el monótono golpeteo del shishi odosi (minuto 5:12, y otra vez desde 6:12) 


NOTAS
(1) No se puede evitar. Seguro que a algunos japoneses del siglo XXI les encantaría encontrar un jardín morisco, o un olivar… en las faldas del Fujiyama.
(2) «El Camino del Samurai».
(3) Quizá no haya que renunciar a nada. Lo complicado es tomar de cada estilo de jardín aquello que SÍ puede adaptarse a nuestro mundo (nuestros vegetales,/ clima/ entorno cultural). Por ejemplo: podar nuestras santolinas y las lavandas en formas más o menos esféricas pero asimétricas. Este mínimo detalle es típicamente japonés -ajeno al jardín  occidental- pero suele quedar muy bien…Como el uso en grandes masas de los iris ( usando, en lugar de las especies japonesas, los híbridos de jardín, rizomatosos, que soportan bien la sequía), etc. Lo que no funciona, me parece, es la imitación literal. En cuanto al shishi-odosi, resulta tan extraño en un jardín de Madrid como, no sé, ¿un botafumeiro?

14 comentarios en “Shishi odosi

  1. Aunque no habla explícitamente de jardines, yo creo que el libro más maravilloso para entender la estética japonesa es el Elogio de la sombra de Tanizaky Junichiro (el nombre detrás del apellido o nombre familiar).

    Y para entender el ‘alma’ japonesa nada mejor que la visión desde occidente de una antropóloga que pasó muchos años allí y escribió un informe para las tropas USA que nos e explicaban como combatían tan diera y hasta suicidamente los amarillos; el informe se convirtió en libro El crisantemo y la espada, la autora es Ruth Benedith y la tesis principal es que virtudes o defectos, características disociadas en Occidente, como al crueldad y la sensibilidad, en el Japón tradicional pueden estar reunidas (y aquí, como si no se pudiera disfrutar de Mozart y dirigir un campo de concentración…)

  2. Me gusta todo lo japonés, sus ritos, sus tradiciones su compleja escritura tradicional que es puro arte en sí mismo. Todo tan sutil como lo cuentas tú con idéntica delicadeza en este post..
    Qué de cosas tan diversas sabes y lees.y escribes.

    Es curioso que la larguirucha, flaca, mona, rubia y estilosa Umma Thurman, a pesar de su extensa y exitosa filmografía, sea mayormente conocida por su dos pelis ‘bárbaras’; la de Tarantino, ‘Pulp Fiction’ (genial) y esta de Kill Bill.
    Me resultó muy curioso que en la secuencia de lucha que reproduces suene al principio un música de guitarra española, con sus palmas incluídas. ¿?¿

    Y ahora, aprovechando que a menudo hablas de frutas y comidas, permite que aborde ese tema que poco viene a cuento ahora:
    Siempre he detestado el bacalao – en general casi todos los pescados por sus latosas espinas. Bien, pues de repente me llamó anoche una de mis hermanas recordando que en casa nuestra madre nos lo hacía comer como ‘Soldaditos de Pavía’, disfrazando su salado ya acre sabor con granitos de anís o de matalauva. Corriendo corriendo he ido esta mañana al súper a comprar los ingredientes y no he encontrado ningún botecito de matalauva. ¿ya no existe eso? ¿se llamará aquí de otra manera?

    Gracias de antemano mi querida señora.
    (Fdo. Elena Francis)

    • Todo viene a cuento, Grillo. Yo creo que anís y matalaúva son sinónimos…Pero hay un anís-anís, el nuestro mediterráneo, y hay un anís «estrellado», que procede de ASIA. A lo mejor lo que hacíais en casa era usar uno de los dos tipos, no sé cual. Pero es seguro que los encuentras -ambos dos- entre los botes de especias del súper, aunque no sea con ese nombre. Vamos, yo los tengo (para aromatizar las castañas cocidas).
      Ah, la canción. Es de un grupo llamado Santa Esmeralda, quizá mejicanos. La busqué inmediatamente después de ver la película, tanto me gustó. Tarantino quería darle deliberadamente a la escena un aire de western. La pelea tiene lugar en Tokio, pero el origen de toda la historia está en El Paso.
      Me gusta muchísimo Uma Thurman, aunque la segunda parte de Kill Bill es bastante churro (pienso). Un amigo del pueblo le uso a su perra Uma, supongo que en su honor. bss

      • Por cierto, más sobre japoneses. ¿Habéis leído Estupor y Temblores, de Amelie Nothomb…?. Lo recuerdo con gran placer; la experiencia laboral de una belga en Japón; ella procura adaptarse (habla japonés con fluidez) pero no hay nada que hacer. Me reí mucho leyéndolo («con estupor y temblores», según, dice el protocolo imperial, deben presentarse los súbditos ante el Trono)

  3. Te gusto «Kill Bill»? A mi me parecio una de las peores peliculas de Quentin Tarantino (junto con todo lo que hizo despues de «Jackie Brown», la verdad sea dicha), aunque las escenas de duelos estan bien rodadas. En realidad, «Kill Bill» es un refrito de ideas sacadas de «Sex and fury» (incluido el duelo en la nieve), una vieja pelicula de los setenta dirigida por un tal Noribumi Suzuki que a su vez se inspiraba en el cine del gran King Hu. Dos de las peliculas que rodo entonces, «Raining in the mountain» y «The Fate of Lee Khan», son realmente magistrales.

    • No, no: me gustó ESA escena, muchísimo, y algunas otras. Ninguna película de Tarantino me parece imprescindible (creo que sólo me queda J.Brown por ver), pero hay escenas inolvidables. Más en K.Bill I que en II, en mi opinión infumable. La entrada de O-Reen Ishi con sus 88 maníacos en el Pabellón de Té, tras cruzar Tokio en moto, es trepidante, divertidísima. Algunas escenas de Django a caballo entre los campos de algodón, la escena de S.Hayek bailando con la cobra al cuello, el R&roll de Travolta/Thurmann en Pulp Fiction… Creo que es un buen ¿escenógrafo?. Tiene buen gusto y buen oído, sus bandas sonoras son fabulosas, como los actores que se lleva con él, por cierto, pero los guiones parecen escritos por mi sobrino Jaime (8 años, la cabeza llena de «gormitis» y otros monstruitos sanguinolentos de la tele).

      • Si te gusta lo oriental y al mismo tiempo ese tipo de escenas casi musicales, te recomiendo las películas de King Hu que te comentaba antes, te van a encantar.
        (¿»Gormitis?» Santo cielo…)

      • Pues te lo agradezco mucho, Antonio. Fichado King Hu. A ver si son fáciles de encontrar sus películas (¿te quieres creer que aún ando detrás de «El último tren a Gun Hill», que me recomendaste hace ya UN AÑO?). Las buscaré a fondo, aunque sé que lo esencial es que los títulos queden bien grabados en el disco duro…Después, cualquier día, salta la liebre en el lugar menos pensado (un mercadillo, la videoteca de mi cuñado…). Pero ahora tengo tiempo para estas cosas. Las buscaré- Bss

  4. Cielos. Nunca he conocido un ‘particular’ que sepa tanto de cine como Antonio Castro. Tío, eres enciclopédico.
    Ya verás: R. Gunern está ya pasadito, bastante mayor y algo atrasado aunque es obvio que le chifla el cine.. Antoñito Gasset (le llamo Antoñito porque le conocía desde chico porque veraneaba en Málaga), era otro buen crítico, y además simpático y mú enrrolláo.
    Actualmente me fío mucho de las críticas y puntuaciones que da Carlos Bollero en FilmAffinity.
    Es implacable y en persona algo borde, bastante misántropo, pero además de crítico cinematográfico bien puesto. suele colar en sus apreciaciones algunos juicios quasi filosóficos a mi modo de ver muy interesantes. Es decir: no se limita a la mera crítica de los filmes: guión obra original, dirección, interpretación, música, montaje etc. Es un lector empedernido y tiene bastante juicio crítico de la vida y sus cosas – lo cual le granjea muchos detractores.
    Diego Galán y Fernando Lara (a veces los veo de visita en caso de un amigo común), están ya en otra onda, mas festivalera y organizativa.
    El tal Pumares sabía un huevo de cine, de Histora y de todo, bien a fondo, pero estaba como una chota, era insolente con quienes le llamaban a la radio, los insultaba: «pero señoraaaaaaaaaaa, cómo puede usted ser tan mula. Ande, tómese un Saldeva, acuéstese y déjeme trabajar con alguien inteligente si no están ya todos muertos» y cosas por el estilo.Creo que ahora anda buscándose la vida por el Sur, a veces de payasote revientapelotas en algunos programas de cotilleo.

    En fin, que de las críticas que pudiera hacer A. Castro en cualquier medio me fiaría a ciegas.Es imparcial, justo, no ofende y debe tener un fichero que ya quisieran muchos. Me encanta, y ya me duele la úvula de decirle que sería un guionista estupendo.

    Y tú, Barbie, eres tan fan y tienes tanta memoria que también podrías ser crítica muy interesante: aguda y zumbona sin faltar, con tu punto de guasa educada.

    Olé los dos.( y óle yo también).

    • Gracias, Grillo, no sé qué decir. Y qué interesante debe de ser haber conocido a esas gentes, tanto para ti como para ellos. El otro día, después de ver «La verdadera historia de Jesse James», me acordé de que trataste al mismísimo Nicholas Ray…

    • Porque para eso habrán contratado a los 88 Maníacos del Servicio de Parques y Jardines Nipón (¡buenos son ellos!).
      El tema de los senderos y terrazos varios merecería un post completo. Por lo que yo he ido aprendiendo, la clave está en un buen cajeado (retirar la capa fértil, +/- una cuarta) y una buena COMPACTACION del suelo antes de rellenar, primero con un poco de grava de cantera (lo que los gabachos llaman «concassé»), vuelta a compactar, y después con arena gruesa/ grava fina ornamental o -si es un camino- directamente «jabre» (grava con finos; se compacta muy bien). Siempre va a salir alguna hierba, porque el viento, los pájaros, las suelas de los zapatos…traerán tierra a la grava. Pero si el cajeado y la compactación están bien hechos, hasta una tenaz alijonjera lo tendría dificil… El árido que va arriba se repone después 1 ó 2 veces al año (las partículas más finas se cuelan o se dispersan), según lo histérico que uno sea. Los japoneses rastrillan ese árido, que se usa sobre todo en los jardines zen (la arena reemplaza al agua; el dibujo de los rastrillos son las olas…)

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