Mediados de noviembre
El año suele comenzar a finales de febrero, lentamente, entre amarillos y blancos; y termina hacia mediados de noviembre, todavía más lentamente, entre naranjas y rojos. El amarillo de los jaramagos y el blanco de los almendros. El naranja de los zumaques, el rojo de los terebintos. De aquí en adelante los colores se apagan y todo se ralentiza.
Está lloviendo bastante desde hace tres semanas. Da gusto escuchar el repiqueteo del agua en el pilón y quedarse en la casilla mirando a las musarañas (a las salamanquesas, más bien, que todavía no se han retirado a sus cubiles de invierno). Da gusto no hacer nada. O mejor aún, repasar las cosas que fueron bien, olvidarse alegremente de las que fueron mal, y empezar a echar cuentas frente al fuego de la chimenea, un año más: tantos tomates pondremos el próximo abril, tantos pimientos, tantas cebollas…La huerta está levantada. Los tutores reutilizables limpios y recogidos. Las cuerdas, sombrajos, mangueras, cubos y capachos, todo está ya a cubierto. Las calabazas, ordenadas en la fresquera. Y los cestos con los últimos pimientos, berenjenas y calabacines, que se conservarán, con suerte, un par de semanas. En casa, en el suelo de la galería, he colocado tres cajas de tomates verdes; terminarán de madurar ahí mismo, mejor o peor… En LRO todavía no nos hemos planteado poner algún tunel de plástico y prolongar la producción en pleno invierno. Lo que no significa que las huertas se queden vacías. Una línea de alcachofas. Varias líneas de coliflor y brécol. Los ajos que plantaremos este fin de semana. En cuatro puntos diferentes he cavado la «trampa para grillotopos» (recomendación de Lansky), rellena de estiércol y mantillo. Ayer, mientras las preparaba, un sapo agazapado entre la paja de las judías (ya heladas) me advirtió del error que sería pasar la mulilla. No. La tierra se queda como está. Pero los días se acortan a toda velocidad: hay que acolchar con paja -o con lo que haya; me temo que sólo hojarasca y ramas rotas- las alcachofas, la docena de escarolas que aún no hemos arrancado, las últimas acelgas, y aporcar bien el pie de las coles para que el viento no las venza.
No son éstos los únicos trabajos. He cargado la furgoneta de estiércol en el tinao del pastor (a cambio: castañas de mi tierra y pienso para sus perros). Voy extendiéndolo donde en febrero se plantarán las patatas precoces. Aunque me da mucha pereza, tengo que hacer también otras cosas: limpiar con la azada el cauce del arroyo («arroyo de pluviales», le dicen); limpiar y reinstalar el contador del manantial (que en su día, en medio del escarnio general de los vecinos, legalizamos ante la Confederación del Tajo); reponer en las lindes las últimas estacas que nos han robado; colocar las tejas en la bodega; preparar el licor de endrinas (esto no me da pereza), para que podamos empezar a beberlo en abril; desatascar el tubo que lleva el agua desde el manantial de la higuera hasta la alberca ( higos podridos y hojas secas lo atascan todos los años); cocer y cocer y seguir cociendo salsa de tomate.; cocer y seguir cociendo pisto/ratatouille; descongelar las moras y hacer ya la mermelada; y el membrillo. Y el trabajo más importante: ir picando con motosierra y serrote los árboles que se han secado. Dos encinas. Un enorme melojo, en el que todavía este año anidó una pareja de tórtolas (antes las había a miles, me dicen; ahora apenas un par de parejas, cosa que a los cazadores no parece importarles ni mucho ni poco). No voy a abrirme las carnes llorando por esos árboles. Lo que sí haré, ya esta semana, es plantar tres quejigos, o tres pinos carrascos, o tres enebros de la miera, en sustitución de cada uno de los caídos. (Lo que suma: nueve árboles).
…El próximo día trece este blog cumplirá un año y dos meses. Ya va tocando descansar. Engrasarse bien, dejarse crecer el pelo, leer. Nada del otro mundo: sólo aletargase un poco hasta después del solsticio, como hacen los sapos, las culebras bastardas…Y regresar con la luz, apenas empiecen a hincharse las yemas de los almendros.
Qué bueno y qué interesante esta especie de ‘cuaderno de bitácora’ de LRO; suena como a una Robinsona Crusoe dando noticia preciosa y precisa de todos sus pasos y asuntos.
Tengo un amigo que se fue al campo muy harto de la gran ciudad, se compró un libro de un tal John Seymur. Creo recordar que se llamaba algo así como la hectárea autosuficiente. El tío se lo pasó pipa unos años, acompañado de su novieta y dos perrillos. Solo que éste no escribía nada, (tampoco era un mediano lector.)
Pero muy ‘manitas’ y bricolagero. Incluso se hacía él mismo el pan en un horno que se fabricó. De flores no entendía ni papa, era más de animales, gallinas, un par de cerdos, pavos y así. También se hacía sus propias mermeladas, vinos y licores. La compañera no aguantó el tirón mucho tiempo.
Felicidades chica; tiene que irte bien.
Un besote.
El libro de Seymour,e ditado por Blume con preciosos dibujitos, no vale para casi nada en nuestras latitudes, aunque es últil en Escocia, aquí tuvo mucho éxito entre urbanícolas con ínfulas ecológico-robinsonianas,sí.
Esos pobres de por ahí arriba -desde el cariño se lo digo- tienen que comer bayas de saúco y cosas por el estilo, pero ¿para qué vamos a hacer nosotros zumo de saúco teniendo como tenemos, a ver, por decir algo, NARANJAS …?. De todos modos, Lansky, Seymour tiene capítulos sobre la preparación del suelo y el reciclaje de la materia orgánica bastante precisos, y útiles para el que está arrancando (¡si se sabe contextualizar la información, claro!). Después, hay muchos detalles, cosas como «compactar bien la tierra al pie de las coles», en lo que insiste tanto este hombre (de hecho, al plantarlas con lechugas lo suyo es cortar con la navaja la lechuga crecida, para no remover el suelo próximo a las coles al arrancarlas, etc, etc), o los consejos para conservar legumbres y demás… Pero bueno, Libélulo, donde haya un abuelo labriego que se quiten todos los John Seymour de tres al cuarto.
La foto es de LRO desde lo alto del camino, con la casilla al fondo. Me encanta esa franja de niebla sobre el arroyo Tórtolas (en tiempos, como apuntaba en el post, las había a miles, hasta el punto que dieron nombre al arroyo). La niebla tapa muy oportunamente la masa de chalés y garitos que van salpicando año tras año la ladera de enfrente (ya en la Castilla-León). Lo que se vería es Cebreros, y, a lo lejos, Tierra de Pinares
Me gusta el zorzal en la higuera, se adivina el frío del cielo y su pensamiento, a dónde iré ahora? Eres muy afortunada Barbie, estar así, escuchando el mensaje secreto de los sapos, o de los frutos que comienzan a dormirse. Siendo bondadosa de una manera que la naturaleza no entiende- plantando nueve árboles por los árboles caídos. Ha de ser la tuya una soledad deliciosa. Supongo que por eso escribes esta bitácora.
Gracias, Grillo, eres muy amable. El tal John Seymour es un clásico, en especial para los que no tuvieron la suerte -que yo sí tuve- de tener un abuelo empapado de campo, y muy próximo. El libro es como una especie de Biblia: te enseña a trasquilar ovejas y a tejerte tú un jersey, todo en el mismo capítulo. O a hacerte tu propia cerveza. O a matar una gallina. Pero claro, a mi abuelo -al que le enseñé el libro en su día- le hacían los ojos chirivitas: ¿ruibarbo, jenjibre, chutney, mermelada de qué…?. ¿Qué diantre es todo eso..?.Todo muy british y muy loco; sólo cuando ya te has acostumbrado a estos y otros libros de divulgación «campera» -en un 95% ingleses o alemanes, traducidos casi siempre por alguien que no sabe mucho de campo- sólo entonces empiezas a sacarle algo de partido. De esta masa de libros, nacidos al calor del boom de los chalets y los jardines, y la moda tontaina de lo «verde», el de J.Seymour sigue siendo, en mi opinión, el único aprovechable. Yo lo consulto de vez en cuando.
¿El libro te enseña a matar una gallina? Santo cielo…
Como lo oyes. Es para salir corriendo, lo sé. Pero si quieres comer pollo, y eres un machote «autosuficiente» como J.Seymour (y no una Barbie como yo), no te queda otra. No estoy segura, ni tengo ahora el libro a mano, pero creo que el hombre te enseñaba incluso a organizar la matanza do porco…
Hola Emma. El zorzal siguió hasta una encina; allí se reunió con seis o siete más, y se marcharon juntos. Sí, sí tengo mucha suerte, lo sé y procuro no olvidarlo en los momentos bajos. Algunos días me llevan los demonios, tampoco voy a ocultarlo, y en verano el trabajo es duro (este año en especial, por la falta de agua). Pero lo bueno es tan bueno…que hace llevadero lo malo. El blog ayuda también: me obliga a fijarme más, a ser consciente de las cosas buenas y a relativizar las malas. A veces no puedo esconder las decepciones (las frambuesas, los cultivos perdidos), la rabia (los cazadores), el cansancio, o la angustia -como este mes de agosto, cuando el monte de Valdemaqueda se quemaba delante de mí- pero, al final, sí, siempre es más lo bueno.
¿Podréis acercaros a ver esto la próxima primavera?.Venid. Venid a finales de mayo (ése es el mejor momento; el otro acaba de ser: el final de octubre, cuando llueve, es incluso mejor que la primavera, y hay menos trabajo)
Me gustaría muchísimo ir allí, Barbie. Dado que el Otoño ya se nos ha escapado, podríamos intentarlo a finales de Mayo. Yo al menos quiero ver ese paraíso. Gracias por la invitación. Emma
Paraíso…lo que se dice paraíso..no sé si lo llamaría así. Pero paraíso o purgatorio, en mayo es delicioso almorzar entre las viñas, viendo cómo brota todo, y la pradera de abajo explota de flres (después, en un par se semanas, se agosta). Dejadlo en mis manos, que lo organizo.
¡Qué bien lo cuentas ese paso del otoño al invierno que a mi siempre me ha encantado. El otoño te besa, el invierno te folla, con perdón.
NO me parecen bien tu idea de plantar pinos carrascos, mejor piñoneros, mejor para tu tierra arenosa y mejor porque al fin y al cabo son frutales y su pinaza no es tan ácida. Además el piñon no se paga mal aunque cuesta recogerlo.
La foto es tu zona ¿no? efecto fohen con esa nube retenida por la capa de aire frío de encima y el incio de Gredos (o el fin de la sierra de Guadarrama), o me equivoco?
Podemos hablarlo, aún no he ido al vivero a por la planta (iré seguramente mañana), pero es que he leído (Los Bosques Ibéricos, ed.Planeta) que los carrascos se llevan el premio de resistencia la sequía. En realidad he plantado -hace dos años- siete piñoneros, de los que quedan seis (dos de ellos bastante dignos, los otros hacen lo que pueden). La duda me ha entrado al leer ese libro. Como con los melojos/rebollos. Siempre ha sido ésta tierra de melojos, pero ahora se secan… ¡Se secan!. Por eso pensaba pasarme al quejigo. No sé, ¿qué dices tú?. ¿Piñoneros y melojos entonces, como siempre, en vez de carrascos y quejigos?.
Esa interpretación geobotánica la han hecho mis amigos de la cátedra de proyectos de la Escuela de Montes, está muy bien, pero como la Biblia mejor no intepretarla al pie de la letra: el carrasco resiste mejor la sequía que el piñonero, indudablemenet, pero tu no estás en el Kalahari sino en la depresión del Alberche de San Martín entre Gredos y Guadarrama. El piñonero hay que cuidarlo los primeros años, luego es un toro, el quejigo tiene menos requerimientos de agua que el melojo, como la encina y el alcornoque, respectivamnte. Y no hagas caso de alguien que confunde albicias con flamboyanes, aunque esté aparcando…
Con ese libro aprendí a «leer» el paisaje de LRO, el de antes y el de ahora. El de antes, no tan lejano, ha dejado sus huellas: madroños -a pesar del secarral dominante-, jacintos de bosque, una peonía broteroi escondida bien a la sombra. Tengo el libro forrado con plástico, como hacíamos con los libros en el cole, y amorosamente subrayado. Libélulo, a mí ya me parecía que lo suyo eran carrascos y melojos, pero ¿qué hacemos con los paisajes que se van transformando, a la par que el suelo y el clima?, ¿les empujamos un poco más en la dirección que parece imponerse -condiciones cada vez más extremas, en cualquier caso- o nos mantenemos fieles a lo que debiera ser?. Sospecho lo que vas a contestarme. Nueva propuesta: tres enebros, tres encinas, tres pinos piñoneros…¡y un quejigo, de regalo! (en un plan de pensiones vendría a ser: un 90% a interés fijo, y un 10 a interés variable).
Barbie, hermosa, ponte dos o tres buenos árboles del palo borracho; ya verás qué risa… Dudo que los gamberillos del alrededor se atrevan a trepar por los troncos para coger sus atractivas flores,,,
¡Los conozco!. Los he visto en Sevilla, y en los Jardines del Turia…pero descuida, Grillo, aquí no hay gamberrillos que vayan detrás de las flores. Si aún les dejara quedar en lo alto del árbol un saco de cemento, o un destornillador… (enumero estas cosas porque están en la lista de las ya robadas; y añádanse: mangueras, sacos de mantillo, tejas, calabazas, una paleta de albañil,una escalera, etc)
Corizia speciosa