Febrero 2009-hoy
La parte baja de la finca es una explanada llana de más o menos media hectárea. Está en el punto más alejado del manantial y la alberca. Enseguida, nada más llegar a LRO, decidimos que esa explanada quedaría sin cultivar. Pero para recuperar el suelo, destrozado por años de arado y erosión (Véase “Arar o no arar”, el primer post publicado en este blog), ya ese primer invierno, deprisa y corriendo, se sembraron varios kilos de semillas silvestres (una mezcla de meliloto, mostaza blanca, amapola, algo de festuca, etc). Al año siguiente plantamos una docena de encinas, algunos pinos, ocho pistacheros, y dos olivitos ‘Cornicabra’.
Bueno, la historia que quería contar hoy es la del estanque artificial que excavamos a continuación en esta explanada, que por entonces empezamos a llamar “pradera”. Un señor del pueblo vino con su tractor y fue abriendo el agujero del estanque. (Con la tierra que sacaba nivelamos ese mismo día el terreno frente a la casilla). Hecho el agujero, suavizamos a mano el interior, preparamos dos diferentes niveles –como dos estanterías- y limpiamos bien todo de piedras, raíces, etc. Y entonces compramos la lona de caucho. Caucho, dijimos, que aunque sea caro, dura muchísimo más que las lonas de polietileno que venden por ahí (y que se agrietan con el sol). En ningún centro de jardinería lo vendían, así que nos pusimos a buscar directamente al fabricante. Escribimos a la central de Firestone en Bruselas. Nos envió la dirección de un distribuidor en Madrid, el cual, en aquel momento al menos, prácticamente sólo servía a grandes agricultores (caucho para balsas agrícolas, en levante y en el sur). Nos fuimos al polígono de Coslada donde este hombre almacenaba sus lonas. Con mil trabajos nos preparó un enorme paquete de lona de caucho plegada, que pasaba un quintal, y lo metimos entre todos en la furgoneta. Ell capricho de la lona nos salió en 300 euros.
Y entonces empezó a llover.
Guardamos el paquete encima de un palé, al fondo de la bodega, cubierto con una segunda lona de plástico. Pasó un mes. Yo me lié con algo del trabajo, no recuerdo lo qué. No encontrábamos el momento para ir a terminar el estanque. Pasó otro mes…
…Y por fin, una preciosa y helada mañana de finales de febrero, nos pusimos a ello. Primero extendimos por el fondo del estanque un fieltro geotextil, para proteger el carísimo caucho de hierbas, bichos, y demás. Después fuimos a por la lona. La sacamos al sol y empezamos a abrirla…. Y del fondo del primer pliegue salieron arrastrándose, completamente ciegos, transparentes como el celofán, una media docena de ratoncillos recién nacidos.
A la carrera, con el corazón acelerado, volvimos a plegar el caucho procurando no aplastar a aquellas mingurrias, casi extraterrestres, de puro frágiles e inmateriales, y lo recolocamos todo donde estaba, al fondo de la bodega.
Dos meses después, ya era primavera.
Volvimos a coger la lona. Volvimos a abrirla, esta vez con muchísimo más cuidado. Los ratones habían terminado de crecer y se habían ido, como calculábamos. Detrás habían dejado musgo, tierra, excrementos. Y, qué sé yo, ¿dos, tres docenas de agujeros?. La lona parecía un colador.
Vuelta a llamar al tío de Coslada. No nos coge nadie. Vamos hasta allí, y un cartel en el portalón del garaje nos indica que se han trasladado a Humanes. Venga para Humanes. No le contamos la razón de los agujeros, pero le exponemos por encima, sin entrar en mucho detalle, el problema que tenemos…. Nos vende, por la módica cantidad de 90 euros, un tubo de caucho líquido con su aplicador (estilo silicona). El truco está en tapar las “fugas” de una tirada, es decir, usando todo el producto. Porque una vez abierto se seca, se endurece, y ya no hay manera de extenderlo (como los tubos de dentífrico, pero en caucho negro, pegajoso, endemoniado). Antes, con unas tijeras de pescado, hay que ir cortando retalillos por las esquinas sanas de la lona. Retalillos para pegar en los agujeros uno a uno, que previamente hay que marcar con tiza…
En fin, de esto hace cuatro años. El estanque está bonito. Quisiera tener más tiempo para adecentar las orillas, y para empezar a poner coto a los rizomas de espadañas (Typha minima, que la otra, la grande, es incontrolable). Pero bueno, la idea original, que era crear un punto de agua, un bebedero, en el punto más alejado de la alberca, está conseguido. En otros post han ido saliendo algunos de los habitantes de este estanque. Ranas, sapos, culebrillas de agua, libélulas, notonectas… Estoy segura de que de noche bajan a beber los zorros, los jabalíes, los conejos. Todo el mundo. ¿Y los ratones?. Los ratones bien, gracias. Creo que no se acercan mucho por esta zona. Los oigo corretear por la bodega cada vez que entro. Anidan entre las macetas, bajo la mesa. Pero con cualquier cosa se arreglan: una caja vieja, unos sacos doblados, unas hilas que quedaron por ahí olvidadas. Y si dejo una katiuska tirada, en dos días, qué digo, en unas horas, me la llenan de almendras y musgo.
yo tengo algún ratoncito en la despensa, procuro guardar en cajas herméticas lo que puden comerse, pero como dice un refrán de por aquí: no hay cosa más triste que una despensa sin ratones (donde no hay nada).
Por cierto, además de la Typha, deberías poner masiega y carrizo (Cladium y Phragmites) y Juncus y Scirpus, y Ranunculuas al agua, y ova, y….
¡Pero si no hay sitio para tanta cosa!. El estanque es pequeño …y en verano hay que rellenarlo con manguera. He puesto unos lirios bastardos -como los de tu foto del otro día- que me traje de casa de mis padres, unos Carex recogidos no me acuerdo en dónde (cerca), y unos puñados de «oucas» traídas de otro estanque (Ranunculus aquaticus, creo; tienen la flor pequeña, blanca; no sé el nombre vernáculo en castellano). Después, ya te imaginas, los pájaros y el viento se encargan de traer semillas de plantas nuevas.
¡Cómo que no hay sitio! ¿es que no piensas poner patos? ¿Un estanque sin patos?, ¡pordios!
Oye, que una hembra de ánade real rondaba el año pasado por el mini macizo de españas. Pero es imposible. Poco espacio. Y una perra loca, loca del agua y de los charcos, zambulléndose incluso en febrero…
Qué precioso post Barbie! Me ha encantado imaginar una katiuska llena de almendras y musgo gracias al afán decorativo de los ratoncitos. Gracias por remendar sus agujeros, seguro que por eso mismo hay tanta vida en vuestro estanque.
«Mingurrias extraterrestres, de puro frágiles e inmateriales» ( me encanta esta frase)
Es que el plástico de las botas-como el condenado caucho- mantiene calentito el interior…Pero sí, cada vez que me cambio las botas tengo que comprobar que no tienen okupas dentro. A los ratoncillos los vimos medio segundo. Instintivamente volvimos a cerrar, a toda pastilla. Los recuerdo así, translúcidos,como si no tuvieran ni esqueleto ni vísceras…
Y el estanque es precioso.
Uy, pues es mucho más bonito el de arriba, el que está excavado al pie de la alberca. Ya lo verás. Ése es 100% natural, y de hecho se encenaga todos los años. Lo que me recuerda que en breve habrá que ir a cavarlo…
Me encantará verlo.
Me gusta mucho ese “gente corriente” para referirse a los animales del estanque, hace pensar en “El viento entre los sauces” o alguna narración de ese estilo.
Hace años, unos ratoncillos muy cojoneros me devoraron una colección de tebeos de Bruguera que guardaba en el desván de mi casa. Desde entonces, en invierno cerramos bien todas las puertas, aunque cuando rondan los perros ya no se atreven a acercarse.
Es curioso que en francés murciélago se diga “chauve souris”, o sea ratón calvo.
Antonio: una ratoncita se presenta en el guateque de las demás con un murciélago en lugar de un ratón de acompañante. «Tu novio es un poco raro, ¿no?» le dicen las amigas, y ella responde:»es que es piloto»
A ver, entendámonos. Yo NO quiero ratones NI en la despensa NI comiéndose los tebeos!. Otra cosa es el campo, la bodega, la finca. ¿Cómo no va a haber ratones ahí?. Pero como osen entrar en la fresquera de casa (en el pueblo), donde guardo las hortalizas, patatas, chorizo, etc…¡me los como al ajillo!.
Antonio, mi perra Xela monta guardia en la bodega. No caza nunca nada (nada «de pelo»; los patos que quiere Lans en el estanque iban a durar un telediario), y menos ahora, que está mayor y tiene cataratas en los dos ojos. Pero no pierde la esperanza. Se sienta, mira hacia las vigas, los oye correr…y suspira.
Lo de mis patos era irónico