Desde el verano de 2005.
A los niños de entre tres y cinco años les encanta escarbar en la arena. No sé por qué lo hacen pero es así. A veces escarban concienzudamente, como las gallinas, otras veces se rebozan en la arena, y se revuelcan al sol como los perros al salir del agua. Hace unos años, cuando nacieron mis primeros sobrinos, mi hermana mayor y yo les construimos un arenero. Excavamos –¡a mano!– un rectángulo de tres por dos, colocamos al fondo un fieltro geotextil, encima una capa drenante de unos veinte centímetros de grava, y, para terminar, una capa espesa (35 cm) de arena de granulometría media (1). Rodeamos el rectángulo con una de esas borduras prefabricadas, hechas con rodillos de madera partidos al medio y cosidos con alambre (hubiera preferido rodillos enteros clavados a diferentes alturas, como si fuera la empalizada de un fuerte vaquero, pero se nos iba del presupuesto y era más complicado). Compramos unas cañas enormes en un pueblo vecino –famoso por sus “fogueteiros”– y con un rollo de brezo para vallados, recortando aquí y atando allá, construimos un tipi indio en la esquina. Rodeamos el arenero con crocosmias –esas plantas naranjas, de origen sudáfricano, que antes llamaban Montbretias–. Las crocosmias tienen un pequeño bulbo (un cormo en realidad), que se reproduce alegremente por los suelos arenosos del litoral. En la zona de la que hablo –Costa da Morte, provincia de La Coruña– las crocosmias empiezan a asilvestrarse por las orillas de los caminos y los pinares. No son todavía invasivas (me parece), como los también sudafricanos Carpobrotus (que sí llegan a cubrir roquedos enteros), y no digamos los «plumeros», género Cortaderia (que se escapan de las medianas de la A6 y aparecen ya por cualquier rincón) pero es cierto que cada vez se ven más, mezcladas con los helechos, madreselvas, tojos, brezos, y demás flora autóctona. Bueno, fuimos al pinar vecino y nos trajimos al arenero unas docenas de cormos de crocosmia. Al enterrarlos cortamos las hojas por la mitad, para reducir la transpiración de las plantas y hacerles más llevadero el trasplante.
Han pasado los años. Los primeros niños que jugaron en el arenero hoy prefieren entretenerse con el ipod. Pero detrás de ellos vinieron otros y tomaron el relevo. Y ya hay uno más en camino, me dicen. Así que el arenero, que creíamos destinado a durar dos o tres años, lleva ya ¿seis, siete? aceptando los revolcones de unos y otros niños.
Cada verano se reponen unos cuantos sacos de arena limpia, que se rastrilla y lava con cuidado. En invierno el arenero se queda tapado con una lona. Esta lona, cuando se levanta a finales de mayo, está cubierta de ramas y hojas resecas que el viento ha llevado hasta allí. La bordura de madera ha envejecido pero resiste. El drenaje ha funcionado bien. Y los niños y las crocosmias progresan adecuadamente.
NOTAS
(1) Si la arena es muy fina, se pega a las manos y los juguetes; además, el viento la levanta y se mete en los ojos; pero si la arena es muy gruesa puede arañar la piel de los niños.
Completamente envidiables, un arenero así y una tía así.
Te he encontrado por casualidad en el blog de L. y, como ya te he dicho allí, he encontrado en tus opiniones una rara combinación de exactamente lo que yo pienso -aunque en mis comentarios resulte más virulento es solo que me dejo llevar por la retórica; tu estilo me parece mucho mejor- dicho exactamente como me gustaría ser capaz de decirlo yo. Un placer leerte.
Ahora descubro este blog delicioso. Con tu permiso, pondré en mi blog un vínculo, no quiero perderlo de vista.
Bien hallada y muchas gracias.
Gracias a tí, Vanbrugh.
Este año tenemos que rehacer el tipi. Las inclemencias del tiempo y los ataques de los indios lo han ido deteriorando, como era de esperar.
Las crocosmias están muy hermosas y cumplen a la perfección con su función: ocultar el campamento del séptimo de caballería (en este caso los padres de los niños indios)
Pues a ver si alguno de los padres (vaqueros) de esos niños (indios) echan una manita a las tías (vaqueras) que acostumbran a hacer el (indio) mientras sus hermanos (vaqueros) se tocan el tipi (indio)…
¡Infeliz! La historia nos cuenta que los vaqueros «asoballaron» a los indios…