Agosto 2011
Cosas que he aprendido en la huerta a fuerza de equivocarme: hay que ir mezclando a los más rápidos con los más lentos, porque es la mejor forma de aprovechar el espacio (o lo que es lo mismo, el tiempo). Al hacer la planificación de las huertas he procurado tener en cuenta las familias botánicas y las necesidades de suelo y humedad de cada hortaliza. Pero no me había parado a pensar en los diferentes ritmos de crecimiento.
La lombarda es la más cansina entre las cansinas coles. La lechuga, en el otro extremo, va como una flecha. Bien regada, está lista en 30 días. La lombarda pasa más de medio año en el huerto, y eso sin contar con los ¿tres, cuatro? meses que a lo mejor se tiró en el vivero, desde el momento de la siembra. Si se ponen lechugas entre las coles, cuando la col está lista para ser arrancada hace ya mucho que nos hemos llevado y comido hasta dos tandas de lechugas; es decir, que cuando la col está enorme ya no hay nadie estorbándole por los pies. En el último tramo de su desarrollo está sola. Además, la lechuga es de buen conformar. No necesita un gran abonado, y sus raicillas ni en sueños le harán competencia a las de la col. El único posible inconveniente que le veo a este cultivo intercalado de lombarda y lechuga es que (y todos los libros de horticultura insisten en esto) las coles necesitan un suelo firme. Cada vez que se arranca una lechuga –para colocar otra un palmo más allá, previa incorporación de un poco de humus, y siempre y cuando en el suelo no haya parásitos– se esta removiendo la tierra e incordiando a la col. Pero esta operación puede hacerse con cuidado. Y además, sólo se hace una vez a lo largo de la estación: al trasplantar las lechugas –pongamos, en junio– se deja entre ellas un espacio algo mayor que el que recomiendan los libros, de modo que, al cortarlas, se pueda ir colocando la segunda tanda intercalada –pongamos, en agosto–. Así lo estoy haciendo yo ahora, y a lo que parece la cosa va bien.
Esto que cuento se refiere a la huerta de verano, a lo que tengo creciendo en estos momentos en el campo. Pero debiera valer también para la huerta de primavera con alguna pequeña variación: al trasplantar en marzo unas coles primaverales puede intercalarse con ellas una hilera de espinacas, que resisten el frío y son también relativamente rápidas (para las lechugas, aquí, hay que esperar un mes más). Y lo mismo en agosto/septiembre con unas coliflores, intercalables con espinacas o, para variar, con rúcula. Así que veloces lechugas cuando ya hace calor, y rápidas espinacas cuando refresca (sea en primavera, sea en otoño). Y en ambos casos, las también rapidísimas, agradecidísimas rúculas.
Sólo porque me gusta el naranja/amarillo contra el morado he sembrado caléndulas entre las lombardas. Creo que lo suyo era poner capuchinas, pero aquí, con tanto calor durante tanto tiempo, ni siquiera bajo el sombrajo habrían estado contentas.