No viene como tal en el diccionario de la RAE, ni en el María Moliner, pero “pan de tierra” es palabro cierto, usado en lugar de cepellón para referirse al pegote de tierra y raíces que sale de la maceta cuando vamos a plantar un árbol, o un geranio, o una lechuga… «Cepellón» es pariente de “cepa”, y también de “cebolla” (¿cebollón?), imagen que recuerda al simple “rootball” de los ingleses, la primera traducción que uno encuentra al buscar la palabra en google. Puede que “pan de tierra”, en su sentido literal, sólo se refiera al parecido del cepellón con esas bolas de harina, levadura y agua amasada que el panadero mete en el horno, como nosotros el árbol en el agujero de plantación. Pero las raíces húmedas que sostienen la tierra (las raicillas más finas, en realidad), se parecen en más cosas al pan: tienen miga, como él, son buenas y nutricias.
A veces el árbol ha estado demasiado tiempo en la maceta. Las raíces han devorado el sustrato y empiezan a dar vueltas y vueltas, como perdidas, formando una especie de moño cada vez más compacto. Hay que sacarlas de ahí enseguida. Abrir el cepellón con los dedos, si se puede, o con un tenedor, o unas tijeras limpias, si la tierra está dura y las raíces enrabietadas. Estas de la foto son de un manzano, plantado hace un mes.
En LRO ya no gastamos un duro en abonos ni andamos achuchando a los árboles como hacíamos al principio. Nos hemos acostumbrado a su parsimonia, qué remedio, y asumimos como cosa normal un cierto número de fracasos. A cambio, conocemos mejor el suelo que pisamos; nos aventuramos menos (…atrás quedó el tiempo de los locurones, como el de esos vecinos «permacultores» de Pelayos, que han plantado feijoas, guayabas, frambuesas…entre olivos y chaparros) y escogemos más calmadamente el lugar donde se va a plantar cada árbol. En este rincón donde hemos plantado el manzano, por ejemplo, un muro de piedra mantendrá sus raíces a la sombra a mediodía. La tierra es algo más pesada que en otras zonas de la finca. Encharcadiza, pero sólo a ratos. Pienso que un manzano, o incluso un ciruelo, debieran estar pasablemente contentos ahí. Le hemos mezclado un poco de mantillo casero con la tierra de arriba, y hemos regado bien antes y después de la plantación. Lo seguiremos regando en verano un par de años, vigilaremos a los pulgones, a los conejos que vienen a roer la corteza… pero si eso no bastara para que el árbol arraigue y despegue ( y demuestre que puede vivir por su cuenta, haya o no alguien cerca para mimarlo), entonces le dejaremos ir, sin retenerlo un minuto más.