Junio 2012
«Sólo quedan unos rábanos, señorita Escarlata», le dice Mummy a la pobre Vivian Leigh cuando llega por fin a Tara, después de atravesar Atlanta en llamas, esquivando por los caminos al ejército del general Sherman, y con su prima Melanie recién parida en la parte de atrás del carro … «Los sucios yankies se han comido todos los pollos.», añade Mummy. Y menos mal que, al pasar por lo que queda de Los Doce Robles, la casona del pusilánime Ashley Wills, le han echado el guante a una vaca que erraba por los campos incendiados.. Así que Escarlata O´Hara, al límite de sus fuerzas, sale arrastrándose hasta la huerta, se agacha, arranca un rabanito, y lo muerde sin contemplaciones, llorando. Se incorpora para regresar a casa -su madre muerta, su padre loco, sus hermanas enfermas de tifus- y, con el rabanito todavía en la mano (suponemos), pronuncia su conocida declaración de principios: que va a sobrevivir como sea, que mentirá, robará, matará si es preciso, pero ni ella ni ninguno de los suyos volverán a pasar hambre. De testigo, el rabanito que aprieta en el puño.
Hambre y rábanos. Por lo visto, cuando uno come rábanos (Raphanus sativus) es que ha llegado a lo más bajo. Eso se les da a los caballos, a los cerdos, a los conejos…diría mi abuelo. Pero ¿qué diría hoy si se entera de que por un manojo de apenas 300 gramos de rabanitos te pueden cobrar más de dos euros en cualquier tienda?. (¿Qué diría si ve a los turistas japoneses, de paseo por las Rías Baixas, agachándose a lamer las algas de las bateas…?). Los franceses se los comen tal cual, untados con un poco de mantequilla, o bien los utilizan como ingrediente -ligeramente picante- en salsas y ensaladas de verano. Aquí es complicado tener rabanitos a partir de mediados de junio. Lo suyo es sembrarlos al final del invierno -cuando ya no hay peligro de helada- o al principio del otoño -pasada la canícula-. En LRO los sembramos la segunda semana de marzo, por primera vez desde que tenemos la huerta. Germinaron enseguida y los aclaramos sobre el mismo caballón, con muchísima paciencia. Se regaron a fondo desde el principio (si el invierno y la primavera hubieran sido normales, y no tan insoportablemente secos, no habría hecho falta). Crecieron bien. Bonitos. A las seis semanas de la siembra arrancamos y comimos los primeros. Muy ricos. Pero en cuanto las temperaturas empezaron a rondar los 30 grados los rabanitos se subieron a flor. Casi de un día para otro. Los que arranqué a partir de entonces estaban fibrosos e incomibles, sin remedio. Conclusión, ¿vale la pena seguir sembrándolos, a la sombra y con el suelo siempre húmedo, por aquello de comer ensaladas veraniegas al estiilo nórdico y por aquello de que en el sobre de semillas afirman, sin despeinarse, que pueden cultivarse en cualquier momento del año?. Ni hablar. Ni hablar de volver a sembrar rabanitos antes de septiembre. La señorita Escarlata los comía en pleno agosto, de acuerdo, pero en la tierra pródiga de Tara, en el húmedo y fértil estado de Georgia. Y además, a lo mejor es un poco snob empeñarse en echarle rabanitos a la ensalada de verano cuando nosotros podemos echarle, qué se yo…¿los mejores tomates del mundo?.
(De todos modos, para los que vivan más al norte y tengan la inmensa suerte de poder dormir con manta todo el verano – incluso de poder abrir el paraguas de vez en cuando- aquí va un link en francés con un montón de recetas a base de radis/rabanito: http://www.750g.com/recettes_radis.htm)
Muy interesante tu blog (que enlazo en el mío), en tu foto pinos piñoneros, ¿Anchusa? (azules) y amapolas, ¿no?
Ayer comí unos rabanitos con anchoas
Un abrazo
Sí, es Anchusa, en mayo. ¿Y cómo haces, picas los rabanitos y se los echas por encima a las anchoas, o te los zampas así enteros…?
me los zampo enteros, pero los pelo un poquito (a tiras) para que no piquen tanto