Diciembre 2011
En LRO hay ranas comunes, sapos, y alguna que otra salamandra. Quizá haya más anfibios, no lo sé. Para descubrirlos tendría que tener tiempo. Elegir un día de primavera y quedarme petrificada con la cámara de fotos junto a la charca –como esa garza que llega cada mañana de invierno desde el pantano de San Juan, capaz de esperar durante horas, medio helada, hasta que ve asomar algo entre las hierbas y el lodo…–
La rana Gustavo cantaba esta canción en el programa de los Teleñecos: “It´s not easy bein´green –decía– porque es un color que no destaca, que se confunde con lo que hay alrededor. La gente pasa a tu lado sin verte. El verde no llama la atención, no es como el chisporroteo de las burbujas en el agua, o como las estrellas en el cielo… ¡cuánto mejor no sería ser de color rojo, amarillo, o dorado…!” Sin embargo, hacia la mitad de la canción la rana empezaba a cambiar de opinión: al fin y al cabo, reflexionaba, ser verde no está mal… el verde es el color de la primavera, es un color “grande como el océano, importante como una montaña, alto como un árbol”. Así que, vamos a ver “I´m green and that will be fine!, es un color precioso y es exactamente lo que yo quiero ser!”.
Desde los tiempos de la rana Gustavo –1970– se hicieron varias docenas de versiones. Frank Sinatra, Diana Ross, etc, etc. La que yo tengo en casa, la primera que conocí, y que me entusiasma, es la de Van Morrison. Leo además en google que la canción ha sido utilizada como bandera en diferentes batallas; por ejemplo, para reivindicar el orgullo de ser diferente (verde, negro, gay…), o para acompañar la lucha contra el cambio climático. Hay una página web de «diseño ecológico» que utiliza el título de la canción como dominio, y hasta en una sección de la BBC dedicada a temas medioambientales se echa mano del mismo estribillo.
De vuelta a LRO, yo quisiera poner otra vez la canción en boca de una rana, ésta de la foto, una rana común (Rana perezi) que toma el sol pacíficamente en el borde de la alberca. ¿Saben ustedes que, de acuerdo con el Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España, elaborado en 2002 por el Ministerio de Medio Ambiente y último registro oficial, el 62.5% de nuestros anfibios está en peligro?. Un 32% “en peligro de extinción”, así como suena. Y el resto en situación crítica o vulnerable. Y han pasado ya diez años (¡y qué diez años!) desde que se hizo el cálculo. Los datos para el resto del planeta son iguales o peores, y sólo los grandes mamíferos están todavía más amenazados que los anfibios.
La razón número uno: destrucción del hábitat por presión urbanística, sobreexplotación agraria y contaminación. No hace falta tener estudios para saberlo; los seres humanos somos muchos y no dejamos sitio a los demás. Hablemos sólo de lo que tenemos aquí. Urbanizaciones con segundas residencias donde Jesucristo perdió el mechero, cientos de polígonos industriales, centros comerciales, de oficinas y «de ocio», muchos de los cuales, a día de hoy, no son más que cementerios en medio de la nada, infraestructuras absurdas y megalómanas donde sólo debería haber árboles… Y los animales pagan la factura, en especial los más frágiles y dependientes: anfibios, reptiles, pájaros. Se mueren en silencio y ya está. Se mueren, simplemente. Para que nosotros podamos comprar más y mejor, o llegar a nuestra segunda residencia diez minutos antes, ellos se quedan sin sus lugares de cría, o se ven condenados a morir atropellados cada primavera, cuando sus genes les ordenan iniciar la migración hacia una nueva charca…El cambio climático es la siguiente causa de mortandad, directamente conectada a la primera. La piel de los anfibios es extremadamente delicada; las sequías continuadas y el aumento de la radiación ultravioleta los debilita –al parecer, llega incluso a romper las cadenas de ADN, causa de terribles malformaciones en las larvas–, y los hace más vulnerables a una enfermedad (un hongo) que lleva años diezmando las poblaciones de anfibios en todo el planeta, especialmente en los trópicos, donde se hallaban hasta hace poco los anfibios más diversos y espectaculares que uno pudiera imaginar… como esta ranita dorada de Panamá, por ejemplo, que se ha ido extinguiendo silenciosamente, sin chistar, al igual que tantísimos otros animales de las selvas húmedas de Centroamérica.
La foto procede de: http://www.bbc.co.uk
En España las ranas comunes van saliendo adelante porque se adaptan a todo. Un simple charco estacional. Una balsa para regadío. Un corredor de puntos de agua como el que hemos ido construyendo en LRO. La salamandra, sin embargo, en algunas zonas de la Península donde era abundante ha entrado ya en la clasificación “EN” (peligro inminente de extinción, “si no lo está ya”, añadía en 2002 el autor del correspondiente artículo en El Libro Rojo, p.57). Yo las fotografié (malamente) hace tres años, en el manantial de la higuera. No he vuelto a verlas desde entonces, pero es cierto que tampoco me he puesto seriamente a buscarlas (y quizá sea mejor para ellas así, que no ande pisoteando mucho por esa zona). A los sapos les dedicaré una entrada más adelante. También ellos parecen ir trampeando y buscándose la vida, al menos en LRO.
Por lo demás, los datos son tan tristes y contundentes que cuesta trabajo no desesperarse. No, no es nada fácil ser verde en estos tiempos. Cada vez que me traiga un anfibio a este blog añadiré un enlace a una versión diferente de la canción que compuso Joe Raposo para la rana Gustavo, el “reportero más dicharachero” de Barrio Sésamo. La versión de hoy es la original, y se la vamos a dedicar a la ranita dorada de Panamá.