“Al concluir la cena la señora Claes propuso que fuesen a tomar el café al jardín, ante el macizo de tulipanes que adornaba el centro. Las macetas con tulipanes cuyos nombres aparecían grabados en pizarras estaban enterradas y dispuestas formando una pirámide en cuya cúspide se erguía un tulipán Boca de Dragón del que Balthazar poseía un ejemplar único. Aquella flor, denominada Tulipa Claesiana, reunía los siete colores, y sus largas aberturas parecían doradas por los bordes. El padre de Balthazar, que en varias ocasiones había rechazado por ella diez mil florines, adoptaba tan grandes precauciones para que no pudieran robarle una sola semilla que la tenía en la sala y solía pasar días enteros contemplándola. El tallo era enorme, muy tieso, firme, de un tono verde admirable; las proporciones de la planta armonizaban a la perfección con el cáliz cuyos colores se distinguían por esa brillante nitidez que tanto precio daba antaño a estas fastuosas flores.
-Treinta o cuarenta mil francos hay aquí en tulipanes – dijo el notario, mirando alternativamente a su prima y al macizo de mil colores. La señora Claes estaba demasiado entusiasmada por el aspecto de aquellas flores que los rayos del sol poniente asemejaban a piedras preciosas..…”
La Búsqueda del Absoluto, H. de Balzac, Ed. Destino, 1989, p.97.
(N.B. Balzac se sacó de la manga esta estrafalaria Boca de Dragón o Tulipa claesiana, especie de mona de pascua de siete colores. Gracias a Dios, solo hay variedades single, bi o tricolor. Los tulipanes de la foto son los que tiene mi madre hoy en la cocina, pero pasados por uno de los filtros pop del editor de Windows)