El sistema de compuertas «Moisés» parece haber funcionado. https://www.ilgazzettino.it/nordest/venezia/marea_acqua_alta_ecco_le_previsioni-5501410.html. Aquí, un recordatorio de la inundación histórica del pasado noviembre + explicación del sistema Mose (tres compuertas, que se levantan cuando la marea sobrepasa los 110 cm) :https://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2019/11/14/eterna-obra-deberia-proteger-venecia-emergencia-climatica/00031573736419709503225.htm

“Desde que murió la pobre Mari Luz tengo un sueño recurrente: que Venecia se hunde, se hunde ya, ahora, mientras yo escribo esto y tú lo lees… Venecia se hunde, créetelo, ¡y a nadie le importa! La gente sigue cruzando la calle en dirección a sus trabajos, los niños van al colegio, los autobuses circulan como cada día. ¡Pero señores, por el amor de Dios, que Venecia se hunde!, les grito. Y nadie me escucha. Aunque no estamos allí, Mari Luz y yo, digo, en el sueño puedo sentir físicamente el lento hundirse de la plaza de San Marcos bajo mis pies… Todos esos cuadros. Los mármoles de colores… Y así varias noches seguidas. Pero mira cómo son las cosas, Máximo. Como pensado deliberadamente para curar mi monomanía, una mañana leí en la contraportada del periódico que una compañía de hoteles de lujo había comprado los viejos vagones del Orient-Express y reiniciado sus fletes desde París-Gare de l’Est con destino a Venecia, a través del túnel del Simplon; los pasajeros que lo desearan podrían seguir hacia Zagreb y Estambul. Estábamos en octubre. ¿Qué tal si me voy enseguida a París?, me dije, ¡y pronto, ya mismo!, antes de que empiece a hacer frío. El precio era un disparate…”. (…)
“Tan entretenido iba con la decoración de los vagones, el cambio de una a otra vajilla, el hermosísimo paisaje del Valais, que tú conoces tan bien, las pendientes cultivadas de los Alpes –las cuadrículas de albaricoqueros, con las hojas ya amarilleando, los huertos de alcachofas y cardos, envueltos –estos últimos– en sacos y cartones, para blanquear las pencas de aquí a Navidades; ¡pero si hasta azafrán se produce aquí!, me dicen, a un paso de los últimos glaciares– … que cuando el tren empezó a entrar en la estación de Santa Lucía ni me di cuenta de que habíamos llegado. Y sí, allí seguía todo. Todo en su sitio. Toqué con mis manos las paredes de San Marcos. La columna de la Piazzeta. Todo tan decrépito como siempre, o un poco más, si cabe. Acepté humildemente aquel sosiego, aunque fuera producto de mi propia capacidad de sugestión –lo que no le restaba eficacia: se puede vivir muy bien así, Máximo– y hasta fui capaz de hacer abstracción de “aquello”: un crucero monstruoso de veinte cubiertas que se abría paso, cual moderno Godzilla, por el Canal de la Giudecca… Desayuné y dí un pequeño paseo. Después cogí un vaporetto hasta el Lido para ir a misa de 11 en la Chiesa di Sta. Maria Elisabetta, que es lo que habría hecho mi querida esposa. Ya podía volverme a casa tranquilo… –El Sr. Andrade se saltó varias líneas y concluyó– …Y de pronto dicen los ingenieros que Venecia no se hunde. No todavía. Parece mucho más probable que se hunda antes Shanghai…”.
Perfiles de cebra, pp. 72, 76
El cuadro reproducido, una vedute de Alberto Prosdocimi (mutual-art.com)