
En posición de firmes, bien alineadas y cara al sol (sombras contra los azulejos), en lo alto de una calle empinada. Misma planta -un geranio equis, el más alejado de la puerta, del que se habrán ido sacando esquejes cada primavera- pero en macetas bastante diversas (no tanto que no peguen ni con cola, pero sí lo suficiente para darle ritmo al grupo). Sagazmente colocada la más pequeñita (y rosa) entre dos grupos equidistantes de tres (3+1+3). Suave escalonamiento desde la primera maceta, junto a la puerta, hasta ese vértice que parece formar la pequeñita-rosa. Otrosí: las dos únicas que son iguales, la 5ª y la 7ª, no están juntas, sino que acogen deliberadamente en medio a una distinta, esmaltada en blanco y azul (otro triángulo). Difiere ésta en el color pero no en la altura, que es exactamente la misma que la de sus guardaespaldas; y era importante que lo fuera, porque estas tres macetas -el segundo grupo de 3- son algo más altas que las 3 del primer grupo; vistas de frente, salvan la cuesta la propia calle, nivelan visualmente la pendiente. También por eso se colocaron en la parte baja de la cuesta los geranios más rumbosos: su propia altura suaviza el desnivel.
No hay polvo ni telas de araña ni colillas. Su dueño las debe de limpiar cuando limpia la acera y las baldosas de la fachada, de parecido tono rosa (solo ligeramente más apagado) que la maceta mini del centro. Las cepilla y las baldea también a ellas, seguro, y jamás se olvida de regarlas con agua limpia.