Una isla del Caribe, hacia 1700
Robinson ha podido recuperar de entre los restos de su barco naufragado un montón de herramientas y cosas útiles. Está bien instalado. Tiene mosquetes, pólvora, hachas, un catalejo, un tonel de ron, incluso un poco de papel y tinta. Sabe que no va a morir de hambre: la isla es rica en cabras salvajes, palomos y tortugas. Aún así, tiene la intención de empezar a criar cabritos, para no quedarse sin carne cuando se le termine la pólvora. Recoge uvas silvestres y pone a secar los racimos. Ha pasado ya, en la completa soledad de la isla, sus primeras crisis. Ha empezado incluso a leer las Escrituras…
“…Durante esos días sucedió que, registrando mis cosas, encontré un saquito que había estado lleno de grano para alimento de las aves de corral que llevábamos en el barco…. El poco grano que quedaba en el saco fue devorado por las ratas, y no encontré más que cascarillas y polvo; y como quería emplear el saco para alguna otra cosa…sacudí las cascarillas al pie de la roca, a un lado de mi fortificación. Fue un poco antes de las grandes lluvias que no ha mucho mencioné, cuando arrojé aquel polvo sin fijarme en nada, y no volví a acordarme (…). Pero experimenté la más grande sorpresa y estupefacción cuando, poco tiempo después, advertí que aparecían diez o doce espigas perfectamente iguales a las de nuestra cebada europea, o mejor dicho, de la misma clase que la inglesa. Fue indescriptible mi asombro y la confusión de mis pensamientos (…). Y más extraño me pareció aún cuando ví allí cerca, a lo largo de la roca, algunos otros tallos que resultaron ser de arroz…”.
Después de dar gracias a Dios por el milagro, y de enfriar un tanto su devoción al recordar el episodio del saquito (no hay tal milagro, pues), Robinson se pone manos a la obra. A finales de junio las espigas maduran; Robinson recoge los granos y los reserva para una futura siembra. Pero tarda dos años en aprender cuál es el momento óptimo para sembrar en su isla, la Isla de la Desesperación, que –según él empieza a intuir- no anda lejos de las bocas del Orinoco. Aprende entonces que allí sólo hay dos estaciones, la seca y la lluviosa, y que la primera siembra debe hacerse en febrero, antes de las lluvias del equinoccio. Lo siguiente es poner un vallado de estacas –que arraigarán, formando un seto vivo- y matar tres pájaros con el mosquete, para colgarlos después de un palo en el centro del sembrado ( “…que es lo que hacemos en Inglaterra con los ladrones notables”).
Sin arado y sin azada, Robinson conseguirá fabricarse una especie de pala de madera con la que abrir los surcos. Usará una rama en vez del rastrillo. Tejerá canastos. Buscará arcilla, la amasará, y después de muchos meses y esfuerzos, logrará cocer una olla de barro que resista el fuego. Vaciará un tronco y lo usará como mortero. Y con unas corbatas de muselina pertenecientes a alguno de los marineros ahogados, se hará un cedazo. Por último, tras mil y un ensayos, da con la manera de hornear su pan, calentando primero ladrillos de arcilla, colocando encima los bollitos y tapándolos con una vasija boca abajo, que a su vez cubre de áscuas..
“Y de este modo cocí mis panes de cebada tan bien como en el mejor horno del mundo; y en poco tiempo, además, me convertí en pastelero, pues me hice varios pasteles de harina de arroz, y también cremas…”.
NOTAS
Las citas proceden de la edición de Edhasa (Las aventuras de Robinson Crusoe, 2000)
La foto de la hogaza pertenece al blog de recetas asopaipas.com, y el dibujo de Robinson segando, a N.C.Wyeth (edición de Valdemar).
Continúa aquí: https://laramadeoro.com/2013/07/17/robinson-grita/: )
Al individuo huraño (¿misántropo?) que soy siempre le ha gustado ese libro desde la primera vez que me lo tropecé de niño en una edición mutilada/abreviada/expurgada, como canto a la autosuficiencia, luego lo leí en la edición en dos tomos traducidos nada menos que por Julio Cortázar, otro enamorado del libro. Ahora bien, no quiero hacer lecturas ideológicas, pero es casi inevitable por el contexto de la época y el Imperio Británico. En fin, que es un canto no a la laboriosidad y el ingenio general del ser humano, sino como me di cuenta más tarde a la supremacía racial del occidental; de ahí la necesaria réplica con la aparición de Viernes, negrito zumbón que no sabe prácticamente nada de nada (el buen salvaje es un inútil, le diría Defoe a Rousseau que es posterior) y al que salva de los caníbales a cambio de una servidumbre sin vacilación: el Orden natural de las Razas en el que se creía en la época (soy consciente de los peligros de críticas anacrónicas como esta) . Michel Tournier y su delicioso ‘Viernes o los limbos del Pacífico’ le da una buena réplica siglos después a Defoe, también Coetzee en Foe, aunque esa me gustó menos.
De Defoe no se suele citar Las aventuras del capitán Singleton (en inglés The Life, Adventures and Piracies of the Famous Captain Singleton), escrita en 1720 nada menos, increíble por el retrato realizado sobre el poder redentor del amor de un hombre por otro. Donde se muestra cómo el amor de Quaker William por el Capitán Singleton separó a este de una vida criminal y de piratería, y de la existencia de un voto solemne para vivir felizmente más tarde en Londres como pareja sentimental, disfrazados de griegos, sin hablar inglés en público y con Singleton casado con la hermana de William para guardar las apariencias. Apenas hay traducciones de esta obra al castellano frente a las numerosas de Robinson Crusoe, ¿por qué será ¿(pregunta retórica).
P.S.- Lo mejor que se puede hacer con la cebada es cerveza, francamente, o dársela a los animales
Supongo que la «verdad», en este caso, estará en un punto intermedio entre Tournier y Defoe, que ni idealice al blanco ni idealice al salvaje ¡ni idealice nada ni a nadie!. Me gusta mucho el libro de Tournier, lo he leído un par de veces, el de Coetzee no (pero he leído otras cosas suyas, y me parece de lo mejor que anda hoy en día por las librerías, así que “ Foe” caerá).
El Robinson de Defoe, aun siendo verdad su propósito manifiesto, que tú recuerdas, está lleno de contradicciones y sombras, que lo hacen tanto más rico cuanto que su autor fue educado en un mundo de verdades absolutas. Es contradictorio en su relación con Viernes (su sirviente, pero al que quiere muchísimo, y no deja de admirar su inteligencia, su bondad, hasta su belleza física, etc), con Dios (le reza, pero también le exige, después se arrepiente, vuelve a rezar, se queda perplejo con las dudas teológicas de Viernes…), con su familia en York (se lamenta de haber sido mal hijo, o eso dice, pero en cuanto tiene ocasión, ¡pies para que os quiero!, y vuelve a las andadas…). Quisiera reflejar alguna de estas contradicciones en el siguiente post, “Robinson grita”. El de hoy era menos pretencioso: hablar del PAN, de todo lo que hace falta para conseguir eso, un currusco… Planificación, observación del clima, herramientas, almacenaje, paciencia. Pero naturalmente, es todo lo que hay detrás del pan: la agricultura y la civilización (¡en absoluto exclusiva del “blanco-occidental”!; hoy nos da vergüenza decirlo, de tan evidente, pero aceptar algo así era mucho pedirle a un comerciante inglés, negrero, para más señas, de 1700)
Tienes razón. Matices, matices, imprescindibles, mi crítica, te lo reconocía de antemano, es anacrónica, hecha desde el hoy.
¿Y qué me dices de mi adorado Capitán Singleton?¿La has leído?
¡No!. Y ya estoy tardando en bajar a comprarlo…A ver si mañana, que he de pasar por Madrid. Bs
Es un placer leeros, ademas despues de leer la entrada y los comentarios a ver quien no corre a hacerse con esos libros…
De ellos, el unico que lei, hace mucho tiempo, fue el del Capitan Singleton, pero en una edicion probablemente abreviada porque no recuerdo ese final. (Era en una de aquellas colecciones de novelas de aventuras que se editaban en la decada de los ochenta, muchas de ellas incompletas o con traducciones bastante discutibles.) Pero del autor de «Moll Flanders» espero cualquier maravilla.
Moll Flanders ES una maravilla de cabo a rabo!. A ver quién se lee antes las aventuras de Singleton (tú las re-leerás en inglés, imagino, yo a ver si apaño por ahí alguna de las traducciones que recomienda Lans). Bs
(vaya, volvi a poner el nombre del blog en vez del mio propio…)
Te recomiendo la edición de backlist (Grupo Planeta) o Laertes (si la encuentars) del mismo buen traductor (o la original, claro, si te evs capaz). Seguro que el final estaba expurgado en tu libro juvenil
¿No hay tal milagro? ¿Que pensaríamos si un mendigo, tras recibir el billete que le salva de la inanición, se mostrara decepcionado porque el donante no se lo ha sacado de la oreja con un truco de magia, sino de una cartera normal y corriente? Es un mal ejemplo, lo sé, pero así, a vuela pluma, no se me ocurre otro mejor para ilustrar mi asombro de que pueda considerarse que “no hay tal milagro”. ¿Hay o no hay cebada y arroz, que es de lo que se trataba?
En fin, no hagas ni caso a las manías de un creyente irredento, que todo lo acaba llevando al mismo sitio…
No leí el Robinson hasta muy mayor, hace quince o veinte años, y me sorprendió por lo asombrosamente moderno. Me costó creer que estuviera escrito a principios del XVIII. Me estás animando a releerlo…
Bueno, no se puede replicar a lo que dices. ¿Por qué germinó esa semilla «pudiendo no haber germinado»?. Para un creyente, sin duda es un milagro. Para un no creyente…sólo un maravilloso producto del azar. El Robinson oscila entre una y otra postura, porque su fe va y viene. De hecho, necesita que Dios le apriete un poco el cuello de vez en cuando(enfermedades y penurias varias) para hacer acto de contrición..¡No tiene remedio!
Bonita foto de robinson segando
Está sacada de la edición de Valdemar (la traducción, por cierto, es la de Julio Cortázar)