Quincunx

«¿Qué hay más bonito que un quincuncio, en el que, mires hacia donde mires, solo ves líneas rectas?» (Quintiliano, VIII,3,9)

El quincunx /quincuncio de los tratados de agricultura antiguos se suele traducir por «tresbolillo». Dos tresbolillos (dos triángulos equiláteros) se unen para formar una X compartiendo el vértice. Así se aprovecha mejor el espacio, las raíces no se estorban y las sombras van girando sin superponerse. El ojo también lo agradece ( y no digamos el que tenga que pasar un tractor). Pero no todos los árboles crecerán por igual. El viento inclinará este o aquel tronco; un corzo, al frotarse la cuerna recién crecida, romperá las ramas de un tercero, o llegará al cambium (como ha pasado tantas veces) y provocará su muerte; la nieve partirá algunas copas, el asurado resquebrajará las cortezas de los plantados en la línea que da al sur… Y así, con el tiempo, lo que al principio parecía tan derecho se irá haciendo irregular, proceso que está en el «orden» de las cosas (empezar de una manera, la más racional posible; ir viendo y aceptando después; ¿qué queda de los bosquetes regulares que se plantaron en los jardines a la francesa, allá por el siglo XVII? Supongo que hay un momento para el compás, las cuerdas y estacas, y otro para dejar que todo se emborrone).
En LRO los hermanos de Anastasio -los Serranos, porque bajaron de Navaluenga, en Gredos- plantaron en los años 50 una viña al tresbolillo, perfectamente tirada a cordel. No sé si en ese momento todas las cepas eran garnachas. Lo dudo. Hay algunos pies de tempranillo y de cariñena (que por aquí llaman «morenillo»). Algo de moscatel, de macabeo, algo de albillo… Cepas que murieron no fueron reemplazadas inmediatamente. Las hay de setenta años y otras, las que injertamos con Perico, por ejemplo, que no pasan de diez. Por eso aquella reticula de tresbolillo hoy sólo se advinina cuando la viña está recién podada y desbrozada. Después, al crecer, todo serán diferencias. Y aún hay más. Sobre ese primer tresbolillo se plantó otro, de olivos, en 2009. Un segundo tresbolillo para cuando la viña se pierda porque no haya nadie para podarla (no es una extravagancia prever eso: también está en el orden de las cosas): 26 olivos de variedad ‘Arbequina’, con un marco tan ancho que apenas se distingue en el terreno (seguro que desde el helicóptero de Google-maps sí)


NOTA:
Sobre el quincuncio como patrón universal, véase El jardín de Ciro, de Sir Thomas Browne, 1658 (hay traducción den ed.Siruela). Que no es un tratado de jardinería sino una divagación filosófica, alquímica, libresca y oscura, muy del gusto barroco. La imagen de arriba, con la cita de Quintiliano, abre el tratado de Browne. El mismo la tomó de un (este sí) verdadero trado de jardinería del siglo XVI, Hortorum libri XXX, de Benedictus Curtius.

Deja un comentario